Rosario Bustos Prados, memoria de La Desbandá
La noche del 9 de febrero de 1937, cuando huyó con su familia desde Salobreña, llovía. Caminaron, con lo puesto, sin comida, entre ráfagas de tiros de ametralladoras y también cañones lanzados desde el mar. La primera noche en Torrenueva. Las siguientes en Calahonda, La Mamola y La Rábita. "No descansamos". Y siguieron caminando por una carretera "llena de criaturas".
Así arranca su testimonio Rosario Bustos Prados, una mujer centenaria, nacida en Molvízar en 1919, que contó su dramática experiencia a la asociación memorialista 14 de Abril Costa, en una conversación que representa la memoria viva de quienes atravesaron aquella carretera de la muerte en 'La Desbandá'. Sobrevivió a la matanza, pero ella y su familia, señalada por su afinidad política con los socialistas, sufrirían después la terrible represión de la dictadura.
Golpes, condenas, cárcel y muerte que no ha olvidado. "La de tumbos que he dado y lo que he sufrido", exclama a menudo al narrar, con su lúcida memoria, lo vivido.
Cuando habla de los cañones recuerda los cruceros Canarias y Cervera, y los aviones que disparaban contra las miles de personas, indefensas, que huían de las tropas franquistas. De la misma manera que recuerda también que fue destruido el puente sobre el Guadalfeo, un río que "se llevó" a muchas personas. Y que debieron cruzarlo por un puente improvisado.
Rosario y su familia llegaron a Almería. "Nos recibieron con bombas", afirma explicando que se cobijaron en el cine del Paseo del Príncipe. Las bombas que lanzaron esa noche los aviones tiraron la mitad del edificio. Con las cañas de un campo de maíz construirían unas chabolas. "Almería era una calamidad", afirma.
En esa huida la familia se dividió. Un hermano, Federico, a Valencia. Había hecho 'la mili' en Paterna. Otro a Guadix. Ella con su madre. Todo ello con el acuerdo de reunirse. La familia completa no lo volvería a hacer. Cuenta Rosario que con su madre intentaron viajar a Valencia, pero las bombas lo impidieron. Marcharon a Guadix, donde encontraron cobijo "en un piso ajado por las bombas".
La difícil experiencia de la huida y la dispersión familiar no sería el único sufrimiento de Rosario. Después vendría su detención, juicio y condena a muerte. El encarcelamiento de sus hermanos, a uno de los cuales no volvió a ver. Y una vida muy dura que incluyó salir de Andalucía para trabajar en Mallorca.
Rosario, con su hermano Federico, en Francia, donde se exilió y murió.
Al terminar la guerra y regresar a la Costa, llegaría su detención. Primero arrestada en Molvízar; después trasladada a Motril, donde pasó varios meses -recibiendo a menudo bofetadas y golpes- antes de acabar en Granada.
Con otras 400 mujeres fue llevada a juicio. Condenas a 12, 20 y 30 años...Y la suya: "A mí me condenaron a muerte", explica asegurando que las monjas que las custodiaban "se llevaron las manos a la cabeza". Ella era la más joven de todas.
"Estuve cuatro años con la pena de muerte colgada a mis espaldas".
Pero una de las monjas, con la ayuda de una joven catequista, cambió su destino. "Me dijo: No te asustes, que no te va a pasar nada, no te van a subir al camión". Y Rosario Bustos Prados acabó en un reformatorio. En la Casa Asilo de la Santísima Trinidad. De allí saldría finalmente, tras pasar por otro tribunal, esta vez de Menores, bajo la tutela de su hermana mayor.
'Una roja en el pueblo'
De regreso a Molvízar, recuerda que muchos chiquillos iban a verla. "Una roja. Un roja en el pueblo". En sus recuerdos también, con nombres y apellidos, hombres y mujeres represaliados en la Costa. "Fue una barbaridad", afirma con lamento.
Federico, el que partió a Valencia, terminó en Francia, donde -con la ocupación alemana- acabó en un campo de concentración. Salió enfermo pesando 30 kilos. Y siguió su vida en Francia. "Allí está enterrado", afirma Rosario.
Otro hermano, Antonio, fue condenado y enviado a Guadix. "Nos dijeron que murió mientras estaba encarcelado. Yo creo que lo fusilaron".
El "chico", Joaquín- también condenado, fue enviado a Cádiz, "a hacer carreteras y caminos". En un grave accidente de tráfico en el que murieron muchos de esos obreros -condenados por el régimen franquista y utilizados como mano de obra- perdió la visión de un ojo. "Cuando ya no servía para nada lo mandaron para Salobreña".
Liberada de la reclusión, Rosario comenzó a trabajar "en una casa" en Granada. De allí a Mallorca, donde permaneció cerca de 16 años.
"La de tumbos que he dado y lo que he sufrido".
Este reportaje se ha elaborado a partir de la entrevista que la Asociación 14 de Abril Costa hizo a Rosario Bustos Prados el año pasado. También ha colaborado una sobrina, María Dolores Flores, que ha cedido las fotografías.
Estos son los anteriores reportajes publicados en el Foro de la Memoria: