‘Resetear’ el disco duro de mi cerebro

Blog - La buena vida - Ana Vega - Sábado, 21 de Octubre de 2017
La búsqueda del espacio exterior ideal, está en uno mismo.
Antonio Vega
La búsqueda del espacio exterior ideal, está en uno mismo.

Permanecer en la costumbre es muy cómodo; incorporar lo nuevo requiere esfuerzo y constancia.

Las circunstancias hicieron que, después de unos años tranquilos en los que creí haber encontrado mi hogar, tuviera que buscar un nuevo lugar donde vivir. Fueron meses buscando donde encontrarme bien, segura, cómoda; donde descansar tranquila, guardar mis libros y el resto de cosas importantes para mí, las que conformaban lo que era mi nueva vida.

Durante la búsqueda, compartí piso varias veces y alquilé otros para vivir sola. No los encontraba agradable y pasaba la mayor parte del día en la calle. No atendía los consejos de las amigas que me decían lo importante que era que personalizara las habitaciones; no me apetecía, las paredes permanecían vacías y las cajas seguían sin deshacer.

Solo esforzándome en modificar lo que de mi mundo interior me incomodaba, mis pensamientos y mis sentimientos, empezaría a cambiar mi entorno exterior

Mientras tanto seguía buscando; la jornada solía finalizar con dolor de espalda, de cabeza y con la mandíbula tan apretada que temía que todos mis dientes terminaran saltando uno a uno.

No conseguía asimilar la información que recibía de mis múltiples lecturas sobre inteligencia emocional; no aplicaba estos conocimientos a mí día a día y terminaban perdiéndose en conversaciones más o menos interesantes.

No podía estar cómoda en ningún lugar de los que recorría porque no estaba cómoda con mis pensamientos. Así, de sencillo y de complicado. Solo esforzándome en modificar lo que de mi mundo interior me incomodaba, mis pensamientos y mis sentimientos, empezaría a cambiar mi entorno exterior.

Una serie de conductas, pensamientos y reacciones emocionales se habían instalado a base de repetirlas en el disco duro de mi cerebro y estaban condicionando mi mundo real. La mayoría de las veces necesitamos entrar en crisis para plantearnos la necesidad de resetearnos e introducir cambios en nuestra vida. Pero, ¿por qué esperar a que esto ocurra?

El cambio requería una coherencia entre mis pensamientos y mis sentimientos; cuando el pensamiento claro y centrado en el propósito bien definido que perseguimos se acompaña de implicación emocional es mucho más fácil conseguirlo. Si mis pensamientos iban hacia delante, hacia algo nuevo pero mis sentimientos seguían anclados en el pasado, difícilmente lograría sentirme bien en mi nueva situación.

Tuve que practicar esta nueva actitud durante bastante tiempo, hasta memorizarla y convertirme en una experta. Aún así, cuando al acabar el día repasaba  las distintas situaciones y mi reacción ante ellas, seguía siendo evidente y aún hoy lo es, lo complicado que resulta mantener cambios duraderos en mi forma de ser por muy beneficiosos que estos me resultan.

Si deseo alcanzar una meta pero en mi fuero interno sigo convencida de que no soy capaz y dejo que mis pensamientos campen a sus anchas, terminaré boicoteandome. Por eso los detengo en el mismo momento en que asoman y soy consciente de ellos; no dejo que crezcan y se hagan fuertes. Si es preciso, me digo en voz alta “basta”. Y me recompongo.  

Y para acompañar esta lectura, la recomendación musical:

Benjamin Clementine - I Won’t Complain
Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.