Sierra Nevada, Ahora y siempre.

De repente, todo es tan fácil que asusta

Blog - La buena vida - Ana Vega - Sábado, 4 de Junio de 2016

A veces, estamos tan ocupados que nos olvidamos de quiénes somos y de lo que estamos haciendo, como nos recuerda el monje y maestro budista Tich Nhat Hanh.

Si cuando estamos contemplando una flor, te dejas atrapar en el ir y venir de tus pensamientos, tus proyectos o tus preocupaciones, acabarás perdiéndote la riqueza de la experiencia y no disfrutarás del regalo que la flor te hace.

Para evitarlo, este autor nos propone plantearnos la vida con un enfoque totalmente distinto, la atención plena. Cada vez que tu mente divague, dirige tu atención a la respiración; fijar la atención en la inspiración y en la espiración te devuelve de inmediato al presente, al aquí y ahora. Tu mente volverá a ocupar tu cuerpo y podrás contemplar y disfrutar de la flor.

Pero esta práctica por más sencilla que parezca requiere de un entrenamiento. Hay que ejercitar la plena conciencia en cada momento, mientras te duchas, te tomas la tostada o conduces hacia el trabajo…

Se trata de una “observación amable”, como explica J. Rabat- Zinn; siendo amables y no críticos con nosotros mismos en primer lugar. Sin enfadarnos o recriminarnos cada vez que nos descubramos enredados en nuestros pensamientos; porque esto será lo que ocurra con mucha frecuencia, sobre todo al principio de nuestro camino.

Pretendemos convertir cada día en el día más importante de nuestra vida; así día tras día; cada mañana, al despertar, este será nuestro objetivo.

Cuando empezamos a prestar atención a lo que hacemos y no nos enganchamos al recuerdo del pasado y a la imaginación del futuro, de lo primero que nos hacemos conscientes es de que tenemos opiniones automáticas e inconscientes de todo y de todos. No tardas demasiado en descubrir que la realidad se tiñe por algún tipo de juicio. Pues bien, en lugar de criticarnos por juzgar e intentar cambiar de inmediato esta costumbre, bastará simplemente con darnos cuenta de ello como primer paso. Esta sería la actitud correcta para no ir por la vida con el piloto automático.

Siempre estamos tratando de llegar a otro lugar, a otro momento donde se supone que lo tendremos todo; olvidamos que ya estamos en ese momento; éste es el momento perfecto y la paciencia nos proporcionará la claridad para verlo.

Tendremos que enfrentarnos a cada día con la mente del principiante como recomienda J.Kabat-Zinn; como si fuéramos niños cuando la curiosidad nos guía y todo es nuevo y, por lo tanto, interesante. Reconociendo que nuestro desconocimiento es mayor que nuestro conocimiento por amplio que éste sea. Dispuestos a aprender durante toda la vida.

Nuestra cultura se basa en la acción; siempre estamos haciendo algo. En ningún momento de nuestras vidas habitamos en otro tiempo que no sea el presente; pero, a pesar de esta evidencia, nuestra mente se haya habitualmente ausente mientras la vida sucede. Estamos presentes físicamente pero nuestra mente viaja continuamente a otro lugar. Al practicar la atención plena no hay nada que hacer, ningún lugar al que ir, nada que esperar.

Mientras seguimos el guión, nuestra historia de vida se va haciendo más y más pesada y la arrastramos allá donde quiera que vamos junto con el consiguiente cansancio de recorrer los caminos diseñados por otros y que no nos atraía recorrer.

La única salida consiste en un trabajo personal e interno para ser cada vez más conscientes de nuestros pensamientos, sensaciones y emociones. Con la práctica, llegaremos a distinguir el personaje que hemos construido y que representamos en esta vida de nuestro verdadero yo. Y, de repente, todo nos parece tan fácil, que asusta.

  

  

 

Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.