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'A hip hop renaissance #2': “My ghetto's not your culture”

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Viernes, 12 de Septiembre de 2025
Portada de 'God Does Like Ugly', de JID.
Discos Marcapasos.
Portada de 'God Does Like Ugly', de JID.

Como anunciaba al final de la primera parte de este texto, en esta segunda entrega voy a abordar algunos discos de hip hop lanzados este verano que han encontrado un nuevo equilibrio entre la crudeza del gangsta rap y la denuncia política del conscious hip hop. Si no contamos a Kendrick, posiblemente el rapero que mejor representa esta confluencia de sonido duro, actitud chulesca, mensaje político y un gran atractivo comercial sea JID. El de Atlanta parte de una posición única, al tratarse del MC con más talento técnico y lírico de la ciudad que, desde hace dos décadas, domina las tendencias comerciales del hip hop. Aunque a quienes no sigan el género de cerca puede que no les suene, lo cierto es que viene de parir un clásico en toda regla: The Forever Story (2022) fue uno de los discos más importantes de aquel otro verano mítico del hip hop de hace tres años. Una obra colosal y redonda, donde JID fue capaz de narrar su historia personal y familiar sobre instrumentales de soul y gospel al mismo tiempo que paría hits radiables de trap como “Surround Sound”. Y aun así, pareciera que el discurso alrededor de su figura no se correspondiera con sus méritos artísticos y su éxito popular: sigue hablándose de él como una promesa, cuando tiene 35 años y ya ha dado muestras más que holgadas de su categoría.

JID vuelve a demostrar que es capaz de tocar muchos palos y de hacerlo bien, pero esta vez lo hace sin llegar a trenzarlos con fluidez

Con estos antecedentes, tenía interés por ver si su nuevo álbum ponía fin a este desfase. Me temo que no va a ser el caso, aunque de nuevo no será porque a God Dies Like Ugly, lanzado el 8 de agosto, le falte calidad. JID vuelve a demostrar que es capaz de tocar muchos palos y de hacerlo bien, pero esta vez lo hace sin llegar a trenzarlos con fluidez. Los primeros cinco cortes del álbum son puro hip hop, un trap poderoso y creativo, con momentos de una potencia arrolladora (“You Ugly”, “WRK”), otros donde la fuerza está en la contención (“Gz”) e incluso algunos que inyectan gospel a su contundente sonido (“Glory”). Después, sin embargo, llega una sección intermedia más ligera, con cortes juguetones y electrónicos como “Sk8” y otros románticos como “Wholeheartedly” o “No Boo”, que aunque en absoluto están mal ejectuados, se sienten fuera de lugar, como si hubiera incluido un EP de experimentos más pop en medio del tracklist. El último tramo retoma la fuerza del inicio, y “Of Blue” es ese tipo de canción que pocos pueden ejecutar como JID: una sucesión de estrofas de distintos tonos, con cambios de flow casi mareantes, acerca de su necesidad de mantener la esperanza aunque el mundo (o más precisamente, como ahora comentaré, su país) no le dé muchos motivos. Sin embargo, para algunos fans del hip hop más estricto, esa sección intermedia se carga el disco por completo.

Para mí, el daño no es tan grave. Desde luego es un disco imperfecto, por lo que no tiene la cualidad casi totémica de su predecesor, pero me parece que el impacto de sus mejores momentos es demasiado fuerte como para desecharlo

Para mí, el daño no es tan grave. Desde luego es un disco imperfecto, por lo que no tiene la cualidad casi totémica de su predecesor, pero me parece que el impacto de sus mejores momentos es demasiado fuerte como para desecharlo. Sobre todo, y aquí viene la conexión con mi tesis, porque el álbum tiene un claro eje temático: la rabia de JID por las formas en que se representa la experiencia de los hombres negros en EE.UU. Especialmente en “Gz” y “Community”, esta última con la colaboración estelar nada menos que de Clipse, JID expresa su frustración con la percepción descontextualizada de la opinión pública blanca acerca de la vida en los guetos y lo que significa ser un “gangsta”. Todo ello atravesado por una espiritualidad que le permite resistirse a responder a esta deshumanización con más deshumanización, pero sin negar nunca ni su enfado ni su sentido de pertenencia a ese espacio tan malinterpretado y estigmatizado. Lo que vemos, pues, es a JID enfrentándose a las consecuencias de la descontextualización, romantización y despolitización del gangsta rap a través del lenguaje expresivo del gangsta rap, llevando a cabo así una repolitización del mismo.

En este contexto tan fértil para la crítica política, incluso artistas con un perfil bastante más bajo a nivel comercial están consiguiendo una mayor visibilidad. Es el caso, por ejemplo, de McKinley Dixon, cuya biografía en Spotify dice bastante de cómo se percibe en este sentido: “nunca he ganado un Grammy, pero todo el mundo me conoce en mi centro comunitario”. 

De este modo, JID cierra un círculo artístico que empezó a dibujarse hace más de treinta años. Esto solo tiene sentido ahora, después de que Kendrick marcase un antes y un después, obligándonos a recordar y valorar esos aspectos de la identidad del género que se habían perdido con la comercialización del mismo; pero también después de que Trump haya iniciado su segundo mandato apoyándose abiertamente en el supremacismo blanco. Al fin y al cabo, las letras de JID posicionan como su némesis tanto a los ejecutivos de las discográficas como a FOX News. En este contexto tan fértil para la crítica política, incluso artistas con un perfil bastante más bajo a nivel comercial están consiguiendo una mayor visibilidad. Es el caso, por ejemplo, de McKinley Dixon, cuya biografía en Spotify dice bastante de cómo se percibe en este sentido: “nunca he ganado un Grammy, pero todo el mundo me conoce en mi centro comunitario”. Este rapero de 29 años y originario, como Clipse, del estado de Virginia, tiene a sus espaldas una discografía considerable, siempre en las coordenadas sonoras del jazz rap.



Portada de 'Magic, Alive!, de McKinley Dixon. Discos Marcapasos.

Este subgénero, que durante la edad de oro del hip hop nos dio algunos de sus grandes clásicos, fue quedando marginado por el gansgsta rap en las listas de ventas desde mediados de los noventa, y quedó como un terreno casi exclusivo para backpackers y otros puristas

Este subgénero, que durante la edad de oro del hip hop nos dio algunos de sus grandes clásicos, fue quedando marginado por el gansgsta rap en las listas de ventas desde mediados de los noventa, y quedó como un terreno casi exclusivo para backpackers y otros puristas. En los últimos tiempos, no obstante, habíamos visto a un artista tan conocido y de un estilo tan hardcore como Denzel Curry acercarse a este sonido en su obra maestra, Melt My Eyez See Your Future (2022); una nueva muestra de la caída de las barreras internas en el hip hop. En cualquier caso, McKinley Dixon se encuadra claramente en la tradición del conscious hip hop de gente como Blu: su música trata de reflejar sus experiencias y las de los suyos (su tercer disco se llamaba For My Mama And Anyone Who Look Like Her) al mismo tiempo que reflexiona sobre sí misma, expresando el lugar que ocupa la creación artística en la vida de su autor. En este sentido, su último disco, Magic, Alive!, lanzado a inicios de junio, es un claro punto culminante en su carrera.

El álbum está organizado en torno a un concepto amplio: las estrategias que despliegan tres amigos adolescentes para lidiar con la muerte de otro miembro de su grupo, tratando de mantenerlo con vida de alguna manera

El álbum está organizado en torno a un concepto amplio: las estrategias que despliegan tres amigos adolescentes para lidiar con la muerte de otro miembro de su grupo, tratando de mantenerlo con vida de alguna manera. Esto incluye la “magia” a la que refiere el título, pero inicialmente no está claro a qué se refiere exactamente esa magia. Porque el disco no presenta una narrativa clara que avance de canción en canción, y de hecho, al final ni siquiera queda la sensación de que todas las piezas encajen como en un puzzle: más bien, las distintas escenas se suceden como en un sueño febril, y la coherencia entre ellas es más emocional que racional. Y es que la conclusión que se alcanza en el clímax del álbum, que es la canción titular, es que esa magia que puede revivir a los muertos es nada más y nada menos que la música: “To live forever's to tell the stories of who light up your eyes/We ran, we danced, survived, we fly, that's magic alive”.

La convicción con la que Dixon pronuncia estas palabras se vuelve contagiosa gracias a la energía incontenible de los instrumentales de jazz, que se vuelven más intensos y furiosos conforme avanza el LP, pero que transmiten una gran viveza y organicidad en todo momento

La convicción con la que Dixon pronuncia estas palabras se vuelve contagiosa gracias a la energía incontenible de los instrumentales de jazz, que se vuelven más intensos y furiosos conforme avanza el LP, pero que transmiten una gran viveza y organicidad en todo momento. Las interpretaciones de los músicos son capaces de dejar al oyente con la boca abierta por sí mismas, pero adquieren toda su efectividad al subrayar los retratos que hace el MC de su barrio: desde la alegría de la vida cotidiana (“We're Outside, Rejoice!”) a las reivindicaciones de su legado familiar (“All the Loved Ones”, “F.F.O.L”), sin olvidar las elegantes y elípticas referencias a ese trasfondo de violencia que está implícito en la premisa del disco y que aparecen en particular en las cinco primeras pistas. De este modo, Magic, Alive! se convierte en un evocador y emotivo tapiz donde, aunque de forma abstracta e indirecta, la vida en el barrio queda reflejada con una mayor veracidad que la del documental más realista y crudo. ¡Y todo eso en apenas 35 minutos! Si bien no llegará a tantas personas como el trabajo de JID, diría que este álbum probablemente sea la obra más lograda del hip hop este verano, y compite con GOLLIWOG, de billy woods, por el título de disco del año.

Vemos, por tanto, cómo han cambiado las tornas respecto a la situación hace apenas unos pocos años, cuando el hip hop más diluido y fusionado con el pop dominaba en las listas de ventas y en las conversaciones de los fans

Vemos, por tanto, cómo han cambiado las tornas respecto a la situación hace apenas unos pocos años, cuando el hip hop más diluido y fusionado con el pop dominaba en las listas de ventas y en las conversaciones de los fans. Ahora, sea a través de duros y agresivos hits de trap o de literarias reflexiones al son de jazz rap, la denuncia de la realidad del racismo en EE.UU. vuelve a ser el pan de cada día. Desde luego, esto no significa necesariamente que a partir de ahora el hip hop vaya a volver a ser “la CNN para las personas negras”, como lo caracterizó en su momento Chuck D; pero es lo más cerca que hemos estado de ello en varias décadas. Y no solo eso: en este mismo momento, ese potencial político lo están capitalizando otros grupos marginalizados. Pero es que la onda expansiva de lo sucedido el año pasado es aún más amplia y profunda: también se está recuperando otro de los sentidos primigenios del hip hop, como es el baile, y de la mano de ello se está intentando reivindicar el sabor particular de cada escena regional o local. De todo ello hablaré en la tercera y última entrega de este texto.

Si no tuvieste la ocasión de leer la primera parte o quieres volver a leerla:

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com