Emociones: qué son y para qué sirven

Blog - La buena vida - Ana Vega - Viernes, 5 de Junio de 2015
 “Emoción es una respuesta conductual y subjetiva producida por una información que proviene del mundo externo o del mundo interno ( memoria ) del individuo". 

Diccionario de Neurociencia de F.Mora y Sanguinetti.

Ya los antiguos estoicos nos proponían guardar distancia de los estados del alma para poder actuar e interactuar con el entorno de manera inteligente.  "Si una idea te molesta, reconócela y ponte a examinarla“, nos aconseja Marco Aurelio en sus Meditaciones. Cuando John Mayer y Peter Salovey definieron a la persona emocionalmente inteligente la caracterizaron como capaz de prestar atención a sus emociones, comprender su significado y regularlas de forma adecuada. Pues propongámonos conocer las emociones y reconocer como surgen en nosotros para poder manejarlas a nuestro favor; para que nos faciliten la vida.

Todas estas reacciones estarían codificadas en los circuitos neuronales de cualquier especie; serían un mecanismo que se pone en marcha de forma automática porque tienen la finalidad de preparar a nuestro cuerpo para adaptarse al medio y las nuevas circunstancias en el menor tiempo posible (salir corriendo ante el peligro, abalanzarnos a beber agua si estamos sedientos….). Implican múltiples circuitos neuronales pero también la activación del sistema cardiovascular, respiratorio, locomotor, endocrino…

La emoción es una reacción inconsciente y la sensación consciente de una emoción serían los sentimientos. Este ser conscientes es lo que añade una mayor flexibilidad a la conducta humana frente a otras especies; hace que seamos capaces de elegir la respuesta más apropiada y que mejor se adapta a las circunstancias (nosotros no nos abalanzamos a un plato de comida aunque estemos hambrientos en el banquete de boda de unos amigos…).

Con apenas meses de vida ya adquirimos emociones básicas que compartimos con otros animales que se van haciendo más complejas gracias al lenguaje y luego, cada individuo, la experimentará de una forma en función de su experiencia de vida y carácter (Seminario CEFIRE, UA).

   Podemos hablar de seis emociones primarias.

  • Miedo, que provoca la respuesta adaptativa de huir o protegernos de situaciones amenazantes o de ausencia de algo que proporciona seguridad.
  • Aversión, que provoca el distanciamiento o rechazo de aquello que la provoca y su función primordial es mantener la salud física o mental (el asco lo provocan no sólo alimentos en mal estado, también conductas antisociales).
  • Ira, que emerge cuando la persona se ve sometida a situaciones que le producen frustración o le resultan aversivas y las conductas que arranca tienden a destruir o causar daño.
  • Alegría, que nos induce a reproducir aquello que nos hace sentir bien; es el sentimiento positivo que surge cuando se atenúa el malestar, se consiguen objetivos deseados o con una experiencia estética.
  • Tristeza, sentimiento negativo acompañado de decaimiento, disminución de actividad física y cognitiva que oscila entre la congoja leve y la pena intensa del duelo o la depresión; la respuesta que provoca es reflexión, autoevaluación y vuelta de la mirada hacia el interior, introspección.
  • Sorpresa, nos orienta frente a nuevas situaciones; es la emoción más breve y se produce ante situaciones nuevas o extrañas.

Hacia los dos o tres años, ya aparecen otras emociones secundarias que requieren que se tenga una idea del YO como algo separado de los demás, cierta autoconciencia. Estas emociones son:

  • Vergüenza, estado muy desagradable que lleva a interrumpir la acción y esconderse o desaparecer.
  • Culpa, dolor relacionado con el daño hecho o acción realizada.
  • Orgullo, estado placentero que tratará de reproducir el que lo siente; satisfacción por algo hecho o logrado.

Las emociones son un lenguaje en sí mismas que pueden facilitar o dificultar las relaciones con el entorno y sólo siendo capaces de reconocerlas seremos capaces de gestionarlas de forma que nos beneficien. La conciencia emocional consiste en reconocer las propias emociones y las emociones de los demás. Esto podemos conseguirlo a través de la observación de nuestro comportamiento y el de las personas que nos rodean.

Juguemos a observarnos; toma nota de las situaciones que suelen provocarte una emoción determinada, qué coincidencias se dan una y otra vez; cuáles son los sensaciones que tienes antes de que la respuesta emocional se produzca; y tu cuerpo, ¿cómo reacciona?; qué conducta suele desencadenarse... De esta forma, con la práctica, seremos capaces de anticiparnos y modular nuestra respuesta.

Es imposible dejar de experimentar las emociones, pero sí podemos aprender a dar una respuesta adecuada a las emociones que experimentamos; buscar el equilibrio entre la represión de las mismas y el descontrol.

 

Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.