4 de Diciembre de 2017: ¿Una nueva oportunidad para Andalucía?
Al margen de la que parece opinión mayoritaria en España y el pensamiento único que la conforma, cuya característica fundamental es que abomina de toda idea que implique diversidad en lo identitario, cuando no niega ésta directamente, salvo cuando se trata de denostar a un colectivo o pueblo, ya sea el vago andaluz o gitano alérgico a la ley, por citar dos ejemplos de estereotipos que no solo no menguan sino que crecen, en cuyo caso los perfiles que los definen gozan de una nitidez asombrosa, lo cierto es que, por razones obvias, nadie que no tenga conciencia de sí mismo puede defender sus legítimos intereses, ya sea persona, familia o pueblo. A lo mejor está ahí la razón última del negacionismo actual del "otro", en el simple interés económico de las élites dominantes que peligraría si aparecen nuevos sujetos, nuevas formas de entender las cosas, de pensar el arte, de ser y de estar, de gestionarse, de organizarse, en definitiva, nuevas formas de vivir.
Es imposible defender los intereses de un colectivo si previamente no se conocen los contornos del mismo, de la misma forma que, parafraseando al gran Séneca, ningún viento es favorable si no sabes a qué puerto te diriges
Como digo, es imposible defender los intereses de un colectivo si previamente no se conocen los contornos del mismo, de la misma forma que, parafraseando al gran Séneca, ningún viento es favorable si no sabes a qué puerto te diriges. Cuando esto se predica de una persona, la cuestión se entiende perfectamente, porque es fácil, aparentemente al menos, saber quiénes somos y qué queremos. Salvo que hablemos de esa terrible enfermedad que es el Alzheimer, en la que la persona, por más rodeada que esté de la gente que lo quiera, se sentirá sola, desorientada y, probablemente, aterrada. No creo que haya enfermedad más triste que aquella que no te permite reconocerte en el espejo, ni saber quién eres, ni qué quieres, y lo que es peor, te impide sentir el calor de aquellos que te aman, aunque fueran capaces de dar la misma vida por ti. Nada más injusto y triste que haber perdido la memoria.
A los pueblos les puede ocurrir lo mismo. Andalucía, sin ir más lejos, sufre un proceso de asimilismo cultural brutal en que el éxito de lo andaluz es siempre éxito español y solo el tópico despectivo y degradande es genuinamente nuestro. Un proceso de asimilismo y de amputación de memoria por el que se pretende evitar el reconocimiento propio para, a su vez, evitar la legítima defensa. Se me eriza el vello cuando observo, mutatis mutandi, los inevitables paralelismos con otras lacras sociales en las que se reduce a la nada a las personas, se las denosta, se las niega y se las termina por asesinar, en un interminable proceso de maltrato que, incomprensiblemente, esta sociedad se muestra incapaz de erradicar.
Una de las amputaciones más recientes de la memoria de Andalucía, sin ninguna duda, ha sido la simbólica fecha del 4-D. Solo un grupo reducido de andaluces y andaluzas han conservado con dignidad y perseverancia la llama de una de las expresiones identitarias y reivindicativas más importantes de las historia reciente de España, mientras los sucesivos gobiernos andaluces han ido enterrando año tras año aquel inmenso capital político hasta dejarlo hoy irreconocible
Una de las amputaciones más recientes de la memoria de Andalucía, sin ninguna duda, ha sido la simbólica fecha del 4-D. Solo un grupo reducido de andaluces y andaluzas han conservado con dignidad y perseverancia la llama de una de las expresiones identitarias y reivindicativas más importantes de las historia reciente de España, mientras los sucesivos gobiernos andaluces han ido enterrando año tras año aquel inmenso capital político hasta dejarlo hoy irreconocible. El 4-D era un poderoso acicate para que, sobre aquellas masivas marchas del 77, se reconstruyera un pueblo, una identidad y un futuro. Pero, como ya he dicho, el PSOE nunca ha estado por la empresa y el "flanco" andalucista siempre lo ha cubierto con un ridículo homenaje a Blas Infante en el aniversario de su muerte, gracias también a que el andalucismo político tampoco fue todo lo beligerante que debió ser. El socialismo andaluz siempre ha funcionado igual: primero Escuredo, pero luego irremisiblemente viene Borbolla. El que sea, pero un "borbolla".
Los nuevos tiempos, con la irrupción de formaciones políticas que parecen entender mejor la necesidad de que Andalucía se reconozca a sí misma, unido al hecho de que por primera vez en la historia del PSOE la delegación andaluza ha sido derrotada sin paliativos en la batalla por Ferraz, obligan a Susana Díaz a envolverse en la bandera, a dedicar al andalucismo toda la atención que durante 40 años le negaron ella misma y todos sus antecesores. Vuelve oportunamente el "escuredo" de turno para excitar los ánimos, agitar las banderas ajadas que dormían en los cajones esperando como el arpa de Bécquer que una mano quisiera levantarlas... Y de repente, toda la maquinaria socialista se pone en marcha para revivir una efeméride que en cualquier pueblo que se precie sería su fiesta nacional, y aquí se dejó caer hasta convertirse en un eco lejano.
Pero cuando las convicciones no son profundas y los movimientos políticos que de ellas se derivan no son más que estética de aspavientos, la verdad termina por emerger contundentemente, a veces en forma de contratación de un video promocional del 4-D a una empresa madrileña donde trabaja el sobrino del Presidente del Parlamento andaluz, que se ve que en Andalucía no tenemos magníficas empresas capaces de hacer y sentir ese trabajo. Esa es sin duda, la muestra más evidente del amor y la confianza que profesa a Andalucía la cúpula del PSOE-A. Apenas había aparecido el "escuredo" y ya sacó la patita el "borbolla". Otra vez la historia, como una rueda...
Menos mal que este 4-D otros, los de siempre, seguirán -seguiremos- en la calle reclamando para Andalucía "y los que con ella van" su memoria y su futuro.