Tribuna de Opinión, por Pilar Mesa Arroyo y Jesús de Manuel Jerez

Nunca perdimos la ilusión, y menos ahora

Política - Pilar Mesa Arroyo y Jesús de Manuel Jerez - Sábado, 17 de Diciembre de 2016
Las voces cualificadas de Pilar Mesa Arroyo y Jesús de Manuel Jerez, miembros del Consejo Ciudadano de Podemos Andalucía, argumentan en este artículo de opinión que firman su apoyo a Pablo Iglesias, en la organización estatal, y a Teresa Rodríguez, como líder en Andalucía, reelegida por abrumadora mayoría recientemente, en el debate interno del partido morado que se resolverá en la II Asamblea Ciudadana estatal que se celebrará los próximos 10, 11 y 12 de febrero.
Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez.
www.lasvocesdelpueblo.com
Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez.

La ilusión fue el motor que impulsó el nacimiento del proyecto de Podemos y el que hizo posible que una fuerza creada solo unos meses antes irrumpiera con fuerza en las elecciones europeas de 2014 logrando 5 diputados. El lema de campaña era “¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión?" Nunca perdimos esa ilusión quienes promovimos hace casi 3 años y quienes nos hemos venido incorporando después al mayor proyecto de cambio que haya desafiado a los poderes establecidos en nuestra historia reciente. Nunca la perdimos a pesar de los muchos obstáculos encontrados el camino, algunos de ellos puestos por nosotros mismos. Nunca la perdimos ni cuando las encuestas parecían empujar con fuerza nuestras velas ni cuando desinflaban nuestras expectativas. Ni cuando supimos poner en marcha círculos en barrios y municipios de todo el país, ni cuando algunos perdieron fuelle, fueron languideciendo, algunos para volver a reanimarse después, otros para caer en un dique seco del que aún no han salido. A veces enredados en sus propios conflictos internos, otras asfixiados por las trabas impuestas por unas estructuras orgánicas a menudo más interesadas en controlar que en apoyar la acción de los círculos. Ni siquiera cuando empezamos a parecernos peligrosamente a los partidos viejos perdimos la ilusión.

No perdimos la ilusión cuando los medios oligárquicos ponían una lupa gigante sobre nuestros portavoces para transformar en gran mancha una mota de polvo en la solapa

No perdimos la ilusión cuando los medios oligárquicos ponían una lupa gigante sobre nuestros portavoces para transformar en gran mancha una mota de polvo en la solapa. No la perdimos cuando, pese a nuestros propios errores y a los obstáculos que nos encontramos seguimos creciendo y en las municipales ganamos en confluencia con otras fuerzas en las principales ciudades del país. Ni tampoco cuando no fue posible lograrlo en otros municipios medianos o pequeños. No perdimos la ilusión cuando en las autonómicas no alcanzamos las expectativas ni dejamos que se esfumara cuando las encuestas, después de las catalanas, parecían augurar que el efecto Podemos se disolvería como un azucarillo. Fue la ilusión, el anhelo de mar, lo que nos empujó en la remontada de la campaña del 20 de diciembre para alcanzar el mayor resultado, con diferencia, que haya cosechado una coalición de fuerzas del cambio desde la vuelta de la democracia.

Y siguió muy viva esa ilusión cuando tras fracasar los intentos de formar gobierno quisimos sumar más fuerzas para derrotar a las élites que han secuestrado la democracia en nuestro país. Quizás, eso sí, nos ilusionamos en exceso con la expectativa del llamado sorpasso y no negaremos que fue una decepción no lograrlo pese a que todas las encuestas lo habían anunciado. Pero las ganas de cambio acumuladas por tantos años de crisis-estafa golpeando a los de abajo mientras las fortunas de unos pocos crecían y crecían, no permitieron que esa desilusión momentánea llegara a cuajar. Porque la ilusión por el cambio es la otra cara de la moneda de la creciente indignación de una mayoría social ante la corrupción de los poderosos, ante su insensibilidad frente al sufrimiento de la mayoría. Y el poder no tardaría mucho en volver a darnos nuevos motivos para indignarnos con el espectáculo de la defenestración del candidato del PSOE desde el estudio de una emisora de radio y la investidura del candidato de la derecha más corrupta de Europa gracias a la abstención de un partido que lleva más de un siglo definiéndose como socialista y obrero y que durante décadas encarnó las esperanzas de cambio de buena parte de las clases populares del país.

Pero no perdemos la ilusión porque no podemos permitirnos el lujo de desilusionarnos. Porque somos muy conscientes de que tenemos en nuestras manos algo único en Europa, una herramienta de cambio con un potencial nunca visto que ha sido capaz de devolver el interés por la política a sectores sociales que se sentían marginados por ella desde hacía demasiado tiempo. Hemos tocado el cambio con los dedos y no es el momento de decaer ahora. Por eso, y porque la ilusión está por encima de avatares electorales, miles de militantes han seguido impulsando sus círculos, organizando actividades de formación en los barrios, apoyando las movilizaciones sociales, creando grupos de apoyo mutuo para ayudar, también en lo material, a quienes habían sido abandonados a su suerte por los poderosos. Fue esa ilusión la que hizo que en un barrio surgiera una iniciativa para llevar comida caliente en invierno a las  personas sin hogar, o en un pueblo viera la luz un ropero solidario o en otro una campaña de donación de material escolar para que las familias sin recursos pudieran afrontar la cuesta del principio del curso.

Dijo en nuestra ciudad Frei Beto hace unos años que había que dejar el pesimismo para tiempos mejores. Y esa parecía ser la consigna de quienes, contra viento y marea, han mantenido la ilusión intacta en tres años. Porque, a pesar de todos los pesares, tenemos muchas razones para mantener vivas nuestras ilusiones sin por ello ser ilusos. Vemos cómo la crisis de legitimidad de las democracias produce monstruos en nuestro entorno. En el centro y norte de Europa, o ahora en Estados Unidos, el descontento da alas a los peores sentimientos que pueden engendrar nuestras sociedades: la xenofobia, el machismo, la indiferencia ante el trágico destino de las víctimas de nuestras guerras, el individualismo, el resentimiento del pobre hacia el que lo es aún más.

Somos muy conscientes de que tenemos en nuestras manos algo único en Europa, una herramienta de cambio con un potencial nunca visto que ha sido capaz de devolver el interés por la política a sectores sociales que se sentían marginados por ella desde hacía demasiado tiempo

Todos esos factores están detrás del auge de una extrema derecha que ha rozado el poder en Austria, crece en Alemania, y amenaza con ser alternativa en Francia a una socialdemocracia que ha renunciado a todos sus principios. Pero aquí, en este sur esos fantasmas no arraigaron porque el 15M nos vacunó contra ellos señalando a los responsables de la desigualdad, de la emigración masiva de nuestros jóvenes, del drama del paro o el de los desahucios, de la pobreza energética y la desnutrición infantil con un lema muy claro y sencillo: “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Esa identificación de la alianza entre un poder económico acostumbrado a mandar sin presentarse a las elecciones y unas élites políticas corruptas a su servicio como causante de nuestros males sociales impidió que medraran entre nosotros los nefastos proyectos políticos que florecen más al norte.

Sabemos que Podemos, o ahora Unidos Podemos, tiene para buena parte de nuestra gente algo de última oportunidad. Una oportunidad que no podemos ni debemos desperdiciar. Que no debemos dejar que se malgaste en peleas intestinas incentivadas por un poder siempre en busca de un sector más dócil, menos desafiante, más dado a dejarse seducir por los cantos de sirena de quien ofrece cambios menores para que todo siga igual. Sin embargo, gracias a la firmeza de convicciones y la inteligencia política de líderes como Teresa Rodríguez o Pablo Iglesias, y a su fuerte apoyo en la militancia, Podemos no ha caído en esa deriva hacia la domesticación y ha seguido creciendo como alternativa creíble a los partidos del régimen.

Afrontamos ahora el momento de atarnos los cordones, ya que la ausencia de elecciones en el horizonte cercano nos permite por fin dejar de correr, parar para organizarnos, extendernos, construir movimiento popular, formarnos y formar, que se empoderen los círculos para que quienes manden, también entre nosotros, lo hagan obedeciendo, para que de verdad la gente sienta que hace política, en el sentido más noble del término. Que ninguna élite ni nueva ni vieja la hace por ella porque cualquier élite siempre estará tentada, tarde o temprano, a hacer política contra la gente. Y es el momento de debatir sobre ideas, de mirar hacia fuera para construir un proyecto de país y de elegir a personas convencidas de un proyecto, de votar a quien más nos convenza, pero de optar también por quien sea capaz de aceptar e integrar la diversidad propia de una organización de aluvión como la nuestra.

Ya tras las europeas dejamos claro que no habíamos nacido para perder, pero también que no queremos perdernos en una carrera por ganar a costa de lo que sea. Porque ganar no basta si no es para transformar un orden injusto. Y porque para que nadie pueda doblarnos el brazo tras una posible victoria electoral, sabemos que es necesario y hasta imprescindible crear poder popular. A un dirigente político se le puede doblegar. Incluso a un partido, como hemos visto. A un pueblo consciente y organizado es mucho más difícil derrotarlo. Ese es el reto que nos trajo hasta aquí y el que ha mantenido vivas y fuertes nuestras ilusiones.

Nunca perdimos la ilusión, y menos ahora.



Pilar Mesa Arroyo, miembro de los Consejos Ciudadanos Andaluz y municipal de Granada de Podemos.



Jesús de Manuel Jerez, parlamentario andaluz de Podemos por Granada y miembro del Consejo Ciudadano Andaluz de Podemos.