Con motivo de las I Jornadas Nacionales celebradas en Granada, un centenar de familias adoptivas compartió experiencias

Familias adoptivas, la gestación de un sueño

Implicados - P. Robles - Domingo, 11 de Diciembre de 2016
No siempre es fácil parir un sueño. Máxime si se trata de formar una familia especial. Una familia sin lazos de sangre. Familias unidas sin más lazos que aquel hilo rojo tejido por el Abuelo de la Luna. Es un hilo mágico que acompaña a cada niño y niña desde el mismo momento de su nacimiento; ese otro cordón umbilical que marca el camino hacia la familia. La verdadera familia. Y ¿por qué no decirlo? Un hilo que con demasiada frecuencia tiene que sortear los numerosos escollos a los que se han de enfrentar unos candidatos a ser padres, sometidos constantemente al escrutinio social.
Padres e hijos orgullosos de formar parte de un maravilloso proyecto familiar que es una realidad.
Raquel Marín
Padres e hijos orgullosos de formar parte de un maravilloso proyecto familiar que es una realidad.

“Durante años de espera, me había preparado para ser madre. Había asistido a infinidad de charlas y talleres, todos impartidos por grandes profesionales, pero ahora era muy difícil poner en práctica lo aprendido. Siempre me habían dicho que con mucho amor todo se cura, y amor no era lo que me faltaba en mi vida precisamente… En esos momentos eché  de menos saber que no era la única que pasaba por esta realidad y que mis sentimientos, temores y necesidades eran compartidos por gran parte de las familias adoptivas.” Así describe su experiencia María Martín Titos, en el libro “Mariposas del Corazón”, un libro que alcanza su tercera edición y que quien suscribe estas palabras no sabría definir si como un manual urgente para mamás adoptivas, o como un espacio que, nacido de la intimidad y la soledad de estas mariposas del corazón, clama para compartir con el mundo su visión de la adopción desde dentro.



María Martín Titos es, junto a Mercedes Moya, artífice de un proyecto a punto de ver la luz, la asociación Adopción Punto de encuentro (AAPE). Pero, ante todo, María es la mamá de Simón y Vika, dos hermanos biológicos nacidos en Rusia, unidos a María, por ese mágico hilo rojo que no sabe de tiempo ni distancia. Ni siquiera de los casi 4.500 km que separan Granada de Moscú. Simón y Vika, que llegaron a Granada, con 3 y 6 años, respectivamente, a veces, se sienten incomprendidos por sus compis. No siempre les gusta oír la opinión de otros niños sobre sus papás, aunque saben que estos niños no hablan con maldad, sino con desconocimiento del verdadero significado de la adopción. Por eso, él y su hermana creen que ahora, ante la pluralidad de familias que conforman la nueva realidad española, es necesaria una asignatura sobre “diversidad familiar”. Parece mentira que alguien tan pequeño, que apenas si mide un metro, sea capaz de ofrecer una solución realista y viable, para una realidad tan compleja como es la convivencia.

“Para que las personas adoptadas crezcamos con salud mental es fundamental el respeto a los padres biológicos. De no ser así, crecemos  y vivimos con una disfunción emocional, difícil de sanar”

Nacho y Diana, hijos de Mercedes Moya, opinan exactamente igual, porque, a veces, no solo han tenido que  aprender a explicar su adopción, sino que han tenido que aprender a (con)vivir con su particular procedencia. Son de Kazajistán, una República poco conocida en nuestro país. No crea el lector que alguno de ellos, Simón, Vika, Nacho o Diana, se sonrojan para ofrecernos su testimonio. No. Su mensaje es claro y rotundo (dando por descontado que su español es perfecto): gestión de la diversidad desde las aulas y educación en valores.

Es fundamental el respeto a los padres biológicos. Raquel Marín

No era  frecuente, hasta ahora, escuchar  “la voz de los adoptados”. Iratxe Serrano, presidenta de la Asociación nacida precisamente para que las personas adoptadas se hagan escuchar, también demanda el respeto al origen y a la idiosincrasia, como pilar de la convivencia. “Para que las personas adoptadas crezcamos con salud mental es fundamental el respeto a los padres biológicos. De no ser así, crecemos  y vivimos con una disfunción emocional, difícil de sanar”, afirma.

Y es justo en este punto, en el del  encontrar el equilibrio entre la familia biológica y la familia adoptiva, donde los padres tienen mucho que decir y mucho que hacer. Porque los padres biológicos no solo están llamados a ejercer la paternidad. No. Tienen que ejercer una función reparadora y sanadora sobre un menor, sometido, en muchos casos, y desde el momento de su nacimiento, a experiencias traumáticas. Sobre todo cuando el menor es capaz de recordar las experiencias vividas.

“Sanar las heridas de los niños no es siempre fácil. Son niños, expuestos con demasiada frecuencia al maltrato. En primera persona o visto sobre sus madres. Historias de adicciones y sentimientos que enseñan al menor a no confiar, a no expresar emociones, y a no hablar”, afirma el psicólogo José Manuel Morell, que es también director de formación de la Escuela Nacional de Formación de Aldeas Infantiles SOS.  Y es aquí, en el seno de las nuevas familias, donde el menor encuentra la oportunidad única de desarrollarse con plena normalidad. Y de crecer como un niño, que es la infancia un derecho universal.

Los padres adoptivos erjecen además una función reparadora, sobre todo si los niños han vivido experiencias traumáticas. Raquel Marín

Los padres adoptantes también tienen su propia carga a la espalda. Siendo como son situaciones muy, pero que muy diferentes (cada persona es un mundo), suelen tener algo en común, el miedo a sentirse estigmatizadas, y víctimas de  etiquetas que las acompañarán de por vida. Y aún más, sometidas a un permanente escrutinio y vigilancia social. Porque “cuando se es madre –o padre- adoptiva, tienes la obligación permanente de demostrar tus capacidades para ejercer la maternidad”. Lo dicen María Martín Titos y Mercedes Moya, pero es un sentimiento común en los padres adoptivos. “El nivel de exigencia social y el de nosotras mismas es demasiado alto”, afirman.

“Tuve un embarazo de tres años”, recuerda María Martín, quien dice no haber recibido los mismos tratos de otras mamás biológicas. “¿No tenemos  las madres adoptivas derecho, por ejemplo, a una depresión ‘postparto’… ¿Y si no hay flechazo? El amor es algo que se construye día a día. En las familias adoptivas y en las familias biológicas. Pero a las familias adoptivas se nos presupone un amor que tenemos que demostrar sí o sí”.

Elogiable la labor de la asociación Adopción Punto de encuentro (AAPE). Raquel Marín

 ‘Te lo dije’, ‘¿Y para cuándo los tuyos propios?’ Son algunas de las preguntas impertinentes a las que se enfrentan cada día.  Preguntas realizadas por los no tan niños que se ve que no conocen a Valentina, una niña muy especial, que protagoniza “¿De qué color es mi mariposa”, un cuento para ayudar a los niños adoptados a comprender y explicar su situación a otros niños y a la sociedad. Valentina, como otros tantos niños de cualquier rincón del planeta, es una personita que no pudo ser cuidada por su madre de nacimiento, y a la que llevaron a un hogar con otros niños, en espera de que el hilo rojo, que le había sido regalado por el Abuelo de la Luna, la condujera hasta su mamá, en un largo viaje mágico de rosas y espinas, sin retorno.

Reportaje gráfico: Raquel Marín