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Luchas ciudadanas que mueven el enorme caudal de la solidaridad en Granada

Ciudadanía - M. Andrade - Domingo, 6 de Octubre de 2024
Dedican su tiempo y esfuerzos a colectivos invisibilizados y con graves dificultades para afrontar el día a día. Llegan allí donde la Administración ni siquiera alcanza. Son activistas por los derechos y la dignidad de las personas. Escuchamos sus voces en este reportaje.
De izquierda a derecha, Marina Carbonell, Carmen Caballos, Elisa Cabrerizo y Ana Sánchez.
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De izquierda a derecha, Marina Carbonell, Carmen Caballos, Elisa Cabrerizo y Ana Sánchez.
El Independiente de Granada conversa con Carmen Caballos, integrante de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en Granada, entre otros colectivos ciudadanos; Ana Sánchez, fundadora de Calor y Café; Marina Carbonell, directora de Granada Acoge; Elisa Cabrerizo, activista de La calle mata; y Pablo Simón, de Médicos del Mundo. Son un ejemplo de un trabajo inmenso que se desarrolla en muchos ámbitos a través de muchas organizaciones. 

Una de esas muchas veces en las que un poblado de chabolas que dan cobijo a personas migrantes que trabajan en invernaderos andaluces salió ardiendo y perdieron todo lo que tenían, Carmen Caballos lanzó el mensaje de la Asociación Pro Derechos Humanos solicitando en Granada mantas, ropa y otros enseres. "Aquello se nos desbordó. Tuvimos que alquilar un contenedor" para transportar todo el material, recuerda en una conversación con El Independiente de Granada.

Esa es una de las muchas luchas ciudadanas en las que se ha implicado Carmen Caballos, cuya trayectoria profesional ha estado vinculada, hasta su jubilación, a los Servicios Sociales, una etapa de la que recuerda la tramitación de las primeras pensiones, todo el trabajo para poner en marcha una política de eliminación de barreras arquitectónicas o el acondicionamiento de viviendas para discapacitados, con Antonio Millán, de Aspaym. Recuerda también el trabajo de delegadas de Asuntos Sociales "muy implicadas" y nombra a Virginia Prieto y María José Sánchez. 

"Nunca he viajado sola", afirma Carmen Caballos cuando repasa su trabajo en distintos colectivos sociales, que ve como "un deber ético"

Comenzó militando en CCOO y se implicó en la asociación vecinal del Zaidín, también en la Asociación de Madres y Padres del Alumnado, con sus hijas. Su compromiso la llevó a poner en marcha Granada Acoge, a impulsar la Delegación de Pro Derechos Humanos en Granada, implicarse en Granada Abierta y trabajar desde Amani, la plataforma ciudadana por la integración de las personas migrantes. 

Ha alzado su voz para denunciar el retraso de las citas para atender peticiones de asilo de migrantes; se ha concentrado una y otra vez por los vergonzosos cortes de luz que padece el vecindario del Distrito Norte; clama por una Granada abierta y ha exigido a alcaldes de PP, PSOE y Cs más recursos para las personas sin hogar. Este pasado verano ha sido una de las voluntarias que ha ayudado a mantener abierto el refugio climático para personas sin hogar que no fue capaz de impulsar el Ayuntamiento de Granada. 

Su admirable compromiso hace que el teléfono suene cuando se viven situaciones límite

Un admirable compromiso que hace que el teléfono suene cuando se viven situaciones límite. Como cuando un autobús enviado desde Motril dejó a medianoche en mitad de Gran Vía a un grupo de migrantes. "Me avisaron a mí". Y de esa noche también recuerda nombres y agradece que César Díaz, entonces concejal (PP), respondiera a su llamada y habilitara un recinto deportivo para que pasaran la noche. "La ciudadanía puede apretar, pero es responsabilidad de los políticos", apunta, con el mismo mensaje que ha trasladado en reiteradas ocasiones cuando personas sin hogar salen del hospital aún convalecientes y no tienen plaza en un albergue para poder descansar. 

Carmen Caballos, en la marcha celebrada este año en Ceuta para recordar los diez años de la tragedia del Tarajal. Foto: Paco Vigueras

"Nunca he viajado sola", resalta para enfatizar que siempre se ha sentido rodeada de personas comprometidas que se han implicado en todas las luchas. Ella cree que esa implicación es "un deber ético". "Estamos en la parte privilegiada", reflexiona recordando una frase que le trasladó un migrante a quien, por cómo se desenvolvía, le preguntó que por qué no se implicaba en las actividades. "Mira Carmen, me dijo, vosotros lo podéis hacer porque tenéis la vida resuelta, a nosotros nos cuesta tanto sobrevivir que no tenemos espacio vital para eso". 

Afirma sentir "perplejidad" con los bulos que se lanzan sobre las personas migrantes y se proclama "indignada" con la situación que está sufriendo Palestina, pero aún así, cree que "no todo está perdido"

Afirma sentir "perplejidad" con los bulos que se lanzan contra las personas migrantes y los mensajes políticos que estamos escuchando y se proclama "indignada" ante la situación "irracional" que está sufriendo Palestina. Pese a todo, pese a echar en falta políticas públicas que prioricen y respondan con urgencia a situaciones como las que viven las personas sin hogar, cree que "no todo está perdido". "Gestos individuales, movimientos de colectivos...Sí, tengo esperanza", resume una de las luchadoras por los derechos humanos más activas en Granada. 

Carmen Caballos, activista de APDHA Granada (a la izquierda), con Ana Sánchez, de Calor y Café.

A Ana Sánchez, un cáncer le llevó a replantearse su situación. "Tenía todo, pero me faltaba algo y le pedí a Dios que me enseñara cuál era mi destino", indica para explicar cómo con aquella experiencia vital nació Calor y Café, una fundación que comenzó repartiendo en la calle caldos y comida y que ahora tiene hasta proyectos en África. En aquel momento, un día Ana encontró a un hombre "tirado en el suelo en la calle" y vio en él la respuesta a la pregunta que había formulado. 

Le llevó un caldo, un bocadillo... Al principio solo estaba él, pero luego fueron acudiendo otras personas. Cocinaba en su casa, con una amiga y llevaban la comida a un inmueble en ruinas en Horno de Oro. Poco a poco comenzó a crecer. Buscaron un local y así comenzó Calor y Café. "Les cortábamos el pelo, les atendíamos si estaban heridos...", prosigue. Hoy son más de un centenar los voluntarios que participan en la atención a las personas que acuden a las instalaciones, que no fueron fáciles de encontrar, por el rechazo inicial del vecindario.

En Calor y Café se sirven desayunos -hasta 200-; se pueden duchar; lavar la ropa; y recibir correspondencia. También reparten alimentos, gracias a la colaboración con el Banco de Alimentos, y butano. "Los granadinos son espectaculares y siempre están ayudando", señala durante la conversación, en la que también recuerda los proyectos en Kenia, donde hay guarderías, dispensarios y pozos, además de apadrinar a niños y niñas para que puedan estudiar. 

Calor y Café le aporta "todo" a Ana Sánchez, que dice haber encontrado su "sitio" con esta gran iniciativa

El día a día no es fácil, lo reconoce. Pero Ana Sánchez asegura que Calor y Café le aporta "todo". "Hoy soy la persona que soy por esto. Doy parte de mi vida, no se puede explicar. He encontrado la paz, mi sitio. No tiene nada que ver la Ana de antes con la de ahora". Todos los días, confiensa, hay alguien que me dice: "Ana, para". "Pero soy feliz con lo que hago". 

Y muy consciente de las dificultades y problemas de las personas sin hogar a las que atienden, un alto porcentaje con problemas de salud mental; o la exposición de las mujeres, que llegan a sufrir violaciones en la calle. Situaciones personales muy duras y momentos complicados en el día a día de Calor y Café. "Pasan muchas cosas, pero hay muchos ángeles de la guarda; con amor se controla".

Marina Carbonell, directora de Granada Acoge. 

Granada Acoge comienza en 1987. Nació, cuenta Marina Carbonell, directora de la organización, "por necesidad, ante la falta de respuesta de la administración". En esos primeros momentos, se repartían alimentos y mantas. Con el paso del tiempo la estructura se ha "profesionalizado en parte". El objetivo sigue siendo el mismo, subraya: "contribuir a una sociedad más equitativa, inclusiva e intercultural". 

En estos momentos hay 28 personas contratadas y unas 70 voluntarias. Las voluntarias son "indispensables para llegar a todas las personas a las que llegamos. Lo hacemos por su impulso", afirma. Todas tienen algo en común, traslada a este diario, que es el "impulso transformador; una visión no conformista". Así se ha construido Granada Acoge, que el pasado año dio cobertura a más de 1.900 personas. 

Marina Carbonell llegó como voluntaria a Granada Acoge y trabajó como abogada hasta asumir el reto de la dirección

Granada Acoge es, apunta su directora, una asociación "de puerta abierta", que atiende a muchas personas que están "invisibilizadas" porque no tienen documentación. Ofrece asistencia social y jurídica. Es en este ámbito en el que estaba especializada Marina Carbonell, abogada y máster en Extranjería, que primero se acercó a la organización como voluntaria y después como abogada, hasta asumir el reto de la dirección. 

A la pregunta de si es Granada una ciudad de acogida, Marina Carbonell responde que sí. La ciudadanía granadina demuestra un "impulso acogedor" y prueba de esa "fortaleza" ha sido precisamente el refugio climático para personas sin hogar que voluntarias de La calle mata abrieron en agosto. Pero faltan recursos y la Administración a veces bloquea los trámites. 

Es el caso de las citas con Extranjería. "No las hay. No se puede tolerar", expresa.

El voluntariado es "indispensable" para llegar a todas las personas a las que Granada Acoge da cobertura, más de 1.900 el pasado año

A la directora de Granada Acoge también le pregunta El Independiente de Granada por los preocupantes mensajes contra las personas migrantes. Sí ha preocupación por la polarización impulsada por determinadas fuerzas políticas, con mensajes basados en "mentiras", señala. De hecho, Granada Acoge impulsó una iniciativa denominada Stop Rumores para combatir esas mentiras y los discursos de odio.

Las ganas de transformar llevaron hasta Granada Acoge a Marina Carbonell, ese "impulso transformador" que, como resaltan, commparten todas las personas que comparten estas luchas ciudadanas. Como Carmen Caballos. "Solo escucharla hablar y dan ganas de seguir", subraya. 

Elisa Cabrerizo, activista de La calle mata. 

Elisa Cabrerizo explica a El Independiente de Granada que el movimiento ciudadano La calle mata surgió cuando comenzaron a morir personas sin hogar en la calle. Formaba parte de un grupo de siete u ocho personas que hace una década se organizaron para repartir cenas a personas sin hogar. Con cada muerte, un homenaje a los fallecidos. Recuerda durante la conversación a Chema, que murió en la Avenida García Lorca.

Elisa Cabrerizo no olvida a Chema, "buen conversador, muy culto", que murió en la Avenida García Lorca

Era de Jaén, tenía unos 50 años y "una sonrisa preciosa". Chema era "muy buen conversador, muy culto". Escribía un diario que guardaba en su maleta y, lamentablemente, se perdió. Soledad, alcoholismo y no encontrar las redes que te saquen de ahí le llevaron a una situación de calle que acabó con su vida. Ella misma, que es médico forense, le practicó la autopsia. 

Insiste en que hay personas que "pueden salir de ahí". Lo ha repetido muchas veces este verano, cuando con otras voluntarias se remangó para mantener abierto el refugio climático para personas sin hogar. Otras, no lo lograrán, pero también tienen derechos, repite. Para los primeros, el acompañamiento; para los segundos, plazas de albergue suficientes en las que puedan dormir, asearse o lavar la ropa. Hay soluciones y respuestas para todos los casos, pero "no hay ninguna sensibilidad" desde el gobierno local, expone.

La iniciativa de este verano con el refugio climático es encomiable pero refleja precisamente que la Administración local no hizo su trabajo. No respondió a esa petición y un día se preguntaron: "¿por qué no lo hacemos nosotras?".

"Las personas sin hogar no necesitan beneficencia", resalta para insistir en que se las tenga en cuenta a la hora de diseñar las respuestas

Según Elisa Cabrerizo, fueron aprendiendo cada día. El local lo puso, como es conocido Edicoma, y las personas voluntarias de La calle mata se turnaron para atender a las personas sin hogar y darles una merienda. En total reunieron unos 6.000 euros, dinero con el que, además de la limpieza, contrataron a una persona para que estuviera por las tardes. Sobró dinero para hacer frente a los gastos generados en el local. No olvida la solidaridad de quienes aportaron ese dinero, entre ellos un sacerdote que entregó 500 euros, su paga extraordinaria, y la ayuda de parroquias de zonas pobres -"la Iglesia solidaria"- o de la comunidad musulmana. "Gente muy generosa". 

"Las personas sin hogar no necesitan beneficencia", resalta para llamar la atención sobre las dificultades de estas personas que con las pertenencias en una maleta o bolsa, van a comer a San Juan de Dios, después a Calor y Café a ducharse y, por la noche, a Edicoma a cenar. Es necesario cambiarlo y buscar una respuesta en la que se tengan en cuenta sus necesidades y, sobre todo, que se les tenga en cuenta a ellas para diseñarla.

Hace mucho hincapié en los problemas de salud mental que presentan y recuerda cómo el psiquiatra Juan Francisco Mesa, en su etapa en Granada, dedicaba fuera de sus horas de trabajo tiempo para tratamientos comunitarios. "De ahí conseguimos que Antonio, un caso paradigmático, se internara. Ahora está en un centro tutelado, bien atendido y con relación con su familia". Es importante que puedan engancharse al sistema de salud para recibir asistencia. "Ellos cumplen con sus citas", apunta, pero en la calle es muy fácil que se produzcan crisis de ansiedad y descompensaciones cada dos por tres. 

También expresa su preocupación por que cada vez hay más jóvenes. Y cita el caso de una pareja, de 23 y 21 años, a la espera de asilo que estaba viviendo en la calle. "Le hemos conseguido un trabajo y una bicicleta para que pueda desplazarse", pero "el muro de la Administración es desesperante", apunta la exconcejala. 

Pablo Simón, durante su participación en los campamentos de refugiados en Lesbos, en la crisis de 2017.

Pablo Simón es médico de familia. Trabajó durante una década en la Escuela Andaluza de Salud Pública -en proyectos orientados a la bioética- y, en 2004, decidió dar un giro y se fue a un centro de salud. En 2015 se incorporó a Médicos del Mundo y vivió una experiencia determinante en los campos de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos. 

La población gitana rumana está "absolutamente abandonada, absolutamente vulnerable", está "en la pobreza extrema"

De regreso en Granada, a su trabajo en el centro de salud suma las tareas de Médicos del Mundo, que en Granada está centrado en la población gitana rumana. "Absolutamente abandonada, absolutamente vulnerable". Conversa con El Independiente de Granada una tarde, por teléfono, cuando ya ha finalizado su jornada laboral, mientras se dirige precisamente a atender a estas personas. 

En Granada hay unas 400 personas que viven en la precariedad de la chatarra, "muy al día". Algunas familias logran alquilar a un precio "aceptable", pero otras están en "la pobreza extrema", "con hambre y sin vivienda, sin agua". Están, añade, "en los márgenes de todo". Son "invisibles", resume. 

Y cuando no lo son, lamenta, es porque hay problemas como desahucios de los lugares en los que tratan de vivir o acumulan chatarra. En esos casos, la voz de Pablo Simón siempre se escucha denunciando la discriminación a la que son sometidos.

A veces, reconoce, se cansa. Pero hay pequeños logros, como que una niña pueda entrar en un grupo Scout, como factor de integración. En cualquier caso, los cambios internos son "muy lentos". No hay grandes avances. Y las situaciones que se generan son a veces incomprensibles. Como pedir a una joven que se quite las faldas y pañuelos típicos de su atuendo para una entrevista de trabajo. Para desempeñar un trabajo con uniforme es aceptable, pero exigirlo como condición previa le pareció "tremendo". 

Es una población "europea", recuerda Pablo Simón para incidir en que debería provocar sonrojo incumplir derechos humanos básicos. No deberían quedarse en "papel mojado", pero vivimos -no lo olvida durante la conversación- un momento terrible con todo lo ocurrido en Gaza. Un momento además en el que se está generando un caldo de cultivo que fomenta "políticas de cierre", alentado por el discurso de la ultraderecha.