Cuando las sotanas inundaban Granada y el diezmo las alimentaba
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La Diócesis y la capital se encontraban entre las primeras en cuanto a porcentaje de monjas/frailes per cápita, pero en puestos más bajos en sacerdotes
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El cobro del diezmo eclesiástico estuvo vigente entre 1494 y 1837: la Iglesia funcionó como una agencia tributaria bien engrasada: 7 partes para ella y 3 para la Corona
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Actualmente hay cuatro veces menos religiosos en Granada que hace dos siglos y medio, con una población que se ha triplicado
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De las dos instituciones que guardaban la recaudación -la Casa del Diezmo y la Tercia- solamente quedan restos visibles de la última
El tercio final del siglo XVIII fue el momento de oro del estamento religioso granadino. Fue el tiempo en que mayor número de hombres y mujeres dedicaron sus vidas a ser curas, frailes y monjas
El tercio final del siglo XVIII fue el momento de oro del estamento religioso granadino. Fue el tiempo en que mayor número de hombres y mujeres dedicaron sus vidas a ser curas, frailes y monjas. También sacristanes, acólitos, músicos de iglesia y oficios relacionados con la religión católica. A partir de la ocupación francesa de 1810 comenzó un declive con el cierre de conventos, desamortizaciones de bienes en manos muertas y supresión de parroquias de 1842. También han contribuido a la caída del “empleo” del sector la descristianización y multitud de factores culturales y sociales.
El punto álgido en cuanto a abundancia de religiosos en Granada de hace dos siglos y medio nos muestra una ciudad en la que llegó a haber un sacerdote para cada 94,8 granadinos y un fraile/monja por cada 26,2 ciudadanos
El punto álgido en cuanto a abundancia de religiosos en Granada de hace dos siglos y medio nos muestra una ciudad en la que llegó a haber un sacerdote para cada 94,8 granadinos y un fraile/monja por cada 26,2 ciudadanos. Hoy, esas cifras en cuanto a presencia de religiosos en nuestra sociedad están muy alejadas: nos toca un cura por cada 1.335 fieles y un fraile/monja por cada 259 ciudadanos. En este último caso, con cifras aproximadas y muchos matices.
COMPARATIVA DE RELIGIOSOS EN LA DIÓCESIS, EN 1768 Y 2024
Año 1768 |
4.949 religiosos en la Diócesis |
1 cura por cada 94,8 habitantes |
1 monja/fraile por cada 26,2 habitantes |
Año 2024 |
1.054 religiosos en la Diócesis |
1cura por cada 1.335 habitantes |
1 monja/fraile por cada 259 habitantes |
A las anteriores conclusiones llegamos tras comparar el Censo de Aranda de 1768 con la actualidad. Fue el primero que se hizo con la colaboración de todos los obispados de España; por primera vez, los curas de cada parroquia detallaron el número de personas que había en sus demarcaciones (no vecinos como se hacía anteriormente), clasificados por sexos, tramos de edad y estado civil. También se incluyó con todo detalle el número de parroquias, conventos de frailes/monjas, religiosos a su servicio clasificados por especialidades. Incluso se consignó las principales actividades a que se dedicaba el vecindario. Fue un censo de población muy exacto redactado por la única estructura administrativa implantada en todo el territorio, conocedora de la situación real de cada pueblo y cada barrio: la Iglesia. Por entonces, el Estado no tenía capacidad funcionarial para hacer ese trabajo tan detallado.
El Censo de Arando esbozó una radiografía de cada diócesis. A través de sus datos podemos conocer el grado de implantación de religiosos en cada territorio
El Censo de Aranda esbozó una radiografía de cada diócesis. A través de sus datos podemos conocer el grado de implantación de religiosos en cada territorio. El antiguo Reino de Granada, y especialmente su capital, siempre han tenido fama de haber atravesado un periodo de evangelización muy fuerte en los siglos XVI a XVIII, una tierra a la que llegaban todas las órdenes a fundar conventos y monasterios por haber sido antes tierra musulmana. Por tanto, se habría registrado una saturación de instituciones católicas.
Analicemos por encima los grandes números que nos ofrece el Censo de Aranda, separados entre lo que fue la diócesis de Granada y la capital. El territorio de la diócesis granatensis en 1768 era un poco más amplio que actualmente: la provincia de Granada se divide hoy entre los obispados de Granada y Guadix-Baza; pero antes el territorio pertenecía a tres obispados. El de Granada ocupaba también la franja occidental de la provincia de Almería, es decir, el Campo de Dalías y el valle del río Andarax; la comarca de Huéscar formaba una vicaría dependiente del Arzobispado de Toledo (hasta mediado el siglo XX); Guadix-Baza era el otro obispado de esta provincia.
Sólo el obispado de Granada sumaba un total de 186 pueblos y aldeas, que tenían 183 parroquias. En este territorio había establecidos 37 conventos de frailes y 24 de monjas
Sólo el obispado de Granada sumaba un total de 186 pueblos y aldeas, que tenían 183 parroquias. En este territorio había establecidos 37 conventos de frailes y 24 de monjas; del total de 61 conventos y monasterios del obispado, 38 estaban en la capital. La población total era de 231.332 personas (114.642 hombres, 116.700 mujeres). El censo de eclesiásticos estaba formado por 281 curas, 625 beneficiados; 1.777 frailes y 889 monjas. Los seglares que estaban al servicio del clero secular y regular añadían 1.377 (967 sirvientes, 90 hermanos legos y 320 síndicos). En resumen, la plantilla eclesiástica del obispado de Granada estaba formada por 4.949 personas. Como había muchos religiosos y una población pequeña, el porcentaje de religiosos per cápita de toda la diócesis era muy elevado: un religioso por cada 46,7 granadinos.
Concentración en Granada capital
En el caso de Granada capital, las cifras eran muy distintas por presentar una mayor concentración de edificios religiosos (monasterios y conventos), aunque no de parroquias ni de población; entonces la gente estaba más repartida por los pueblos. La ciudad tenía 51.211 habitantes a finales del año 1769; estaban repartidos en 23 parroquias. En el cuadro que sigue se ven clasificadas cada una con su correspondiente número de habitantes, curas adscritos a cada distrito parroquial y número de frailes/monjas que había en su demarcación. Solamente seis de las 23 parroquias no contaban con un convento en su zona; había otras parroquias que acumulaban varios conventos; la mayor población solía ir acompañada de mayor número de casas de monjas o frailes.
Téngase en cuenta que en la “nómina” se contaban curas, beneficiados, tenientes de cura, sacristanes, organista, acólitos, aspirantes, etc
Destacaban varias parroquias en cuanto a número de personal religioso adscrito a sus diversos servicios. Téngase en cuenta que en la “nómina” se contaban curas, beneficiados, tenientes de cura, sacristanes, organistas, acólitos, aspirantes, etc. La lista de especialidades de gente que servía y vivía de los ingresos de cada iglesia era muy extensa. Destacan los casos de las parroquias de La Magdalena (49 en “plantilla”), las Angustias (65) y San Justo (78). Se ve que también eran las de mayor población y poderío económico. Por el contrario, había parroquias muy pequeñas en población, con menos potencia económica y, consiguientemente, con menor plantilla (En algunas con números muy bajos es porque la casilla del censo quedó sin rellenar, caso de San Ildefonso); casi todas estas parroquias pequeñas eran las ubicadas en el Albayzín. De todas formas, a pesar de tratarse de parroquias con muy poca población destaca el elevado número de sirvientes de sus iglesias: en la Alhambra, con sólo 549 vecinos había ocho religiosos a su servicio; San Bartolomé tenía 7 religiosos para 797 vecinos, etc.
PERSONAL AL SERVICIO DE LAS 23 PARROQUIAS DE GRANADA CAPITAL, en 1768
PARROQUIAS DE LA CAPITAL |
POBLACIÓN en el año 1768 |
CLERO SECULAR (Curas, beneficiados, etc.) |
CLERO REGULAR (Frailes y monjas) |
San José |
1.375 |
10 |
25 |
San Andrés |
1.538 |
19 |
- |
San Bartolomé |
797 |
7 |
- |
San Nicolás |
685 |
6 |
24 |
San Cristóbal |
1.566 |
15 |
- |
Sta. Mª Alhambra |
549 |
8 |
37 |
La Magdalena |
4.780 |
49 |
159 |
San Gil |
1.575 |
5 |
70 |
Santiago |
1.545 |
20 |
47 |
San Ildefonso |
7.231 |
9 |
260 |
San Matías |
2.139 |
40 |
- |
El Salvador |
2.639 |
20 |
27 |
Las Angustias |
6.765 |
65 |
153 |
San Pedro-S. Pablo |
920 |
26 |
127 |
San Miguel |
849 |
10 |
84 |
San Gregorio M. |
382 |
5 |
- |
San Luis |
946 |
5 |
93 |
Santa Ana |
1.561 |
16 |
- |
Santa Escolástica |
3.296 |
34 |
286 |
San Cecilio |
2.047 |
8 |
116 |
San Justo y Pastor |
4.304 |
78 |
190 |
El Sagrario |
4.535 |
80 |
103 |
San Juan de los Reyes |
717 |
10 |
150 |
TOTALES |
51.211 |
540 |
1.951 |
En lo referente a conventos y monasterios, se observan grandes diferencias de un distrito parroquial a otro. Hay algunos casos muy destacables. San Nicolás tenía sólo el convento de Agustinas Descalzas, con 24 monjas; en la Alhambra estaba el convento de San Francisco, con 26 religiosos profesos y 11 demandantes. La Magdalena tenía en su territorio el convento de Trinitarios calzados (60 frailes), otro de Trinitarios descalzos (66) y Agustinos descalzos (33 frailes). San Gil tenía cerca a las Monjas carmelitas calzadas (70). A la demarcación de Santiago pertenecían las monjas jerónimas de Santa Paula (47).
En las Angustias entraba el Beaterio de Santa María Egipciaca (las Arrecogidas), atendido por 21 monjas con hábito y 12 voluntarias, que se encargaban del colegio para 28 niñas y de 44 encarceladas; San Antonio Abad (82 frailes); y Basilios (38 monjes)
San Ildefonso era una parroquia muy extensa, en la que se contabilizaban los siguientes conventos: La Merced (47 profesos, 11 legos, 4 coristas y 20 mozos); Capuchinos mayores (36, profesos, 26 legos,10 coristas y 23 donados); Capuchinos menores (28 en total); y Cartujos (21 profesos, 16 legos, 5 donados y 36 criados). El Salvador, por ser colegiata todavía, contaba con 3 canónigos y 3 capellanes; en su demarcación incluía la Abadía del Sacromonte (15 canónigos y 5 capellanes, que atendían a 83 colegiales y 10 sirvientes). En las Angustias entraba el Beaterio de Santa María Egipciaca (las Arrecogidas), atendido por 21 monjas con hábito y 12 voluntarias, que se encargaban del colegio para 28 niñas y de 44 encarceladas; San Antonio Abad (82 frailes); y Basilios (38 monjes).
Santa Ana, a pesar de su centralidad, no tenía en su territorio ningún convento
La parroquia de San Pedro y San Pablo, a pesar de tener tan poca población (920 habitantes), tenía cuatro conventos: Bernardas (27 monjas), la Concepción (30), Santa Catalina de Zafra (32) y Santa Inés (38). En San Miguel Bajo estaba Santa Isabel la Real (40 monjas, 30 legos sirvientes, 3 capellanes, 1 sacristán, un acólito y 2 sirvientes de capellanes), más media docena en el Hospital del Pilar (la Tiña). En la pequeña parroquia de San Luis había un gran número de frailes por caer en su demarcación el convento de San Antonio de Padua y San Diego (93 frailes). Santa Ana, a pesar de su centralidad, no tenía en su territorio ningún convento.
En cambio, Santa Escolástica acumulaba el mayor número de frailes y monjas
En cambio, Santa Escolástica acumulaba el mayor número de frailes y monjas: Franciscanas de los Ángeles (44), Santa Catalina de Siena (24), San Francisco (96 frailes), Santo Domingo (98 frailes) y Comendadoras de Santiago (24). En el territorio de San Cecilio caían el convento de Mercedarios descalzos de Belén (64 frailes) y los Mártires (52). En la parroquia de San Justo también había bastantes: San Jerónimo (47 frailes), San Felipe Neri (17), Convento-Hospital de San Juan de Dios (40), la Encarnación (60) y la Piedad (26).
La parroquia del Sagrario, que abarca la Catedral, la Curia y el Palacio Arzobispal, también tenía una gran concentración de religiosos
La parroquia del Sagrario, que abarca la Catedral, la Curia y el Palacio Arzobispal, también tenía una gran concentración de religiosos. Comprendía los conventos del Ángel Custodio (34 monjas), Capuchinas (39), Sancti Spíritus (24) y Carmelitas descalzas (70). En su entorno estaban los colegios de la Santa Cruz, Santa Catalina, San Cecilio y Niñas Nobles, que contaban con una plantilla de religiosos. También había unos cuantos, sin especificar en el Censo, en la Curia.
San Juan de los Reyes también tenía dos grandes conventos en su área: San Francisco (60 frailes) y Agustinos descalzos (90).
1810, comienza el descenso de religiosos
La llegada de los franceses a Granada en febrero de 1810 supuso el punto de inflexión. Sus primeros cierres de conventos y sus aires anticlericales empezaron a echar a religiosos de sus instituciones. Los primeros afectados para ser destinados a usos militares por los franceses fueron los Ángeles, Carmelitas calzados, Carmelitas descalzos, San Felipe Neri, San Francisco de la Alhambra, Mercedarios calzados, San Basilio y San Jerónimo; en cuanto casas de monjas, fueron afectadas las Arrecogidas, San Gregorio Bético, Agustinos descalzos, Agustinos calzados, San Antonio Abad, San Antonio de Padua, Capuchinos, Santa Catalina de Siena, la Concepción, Santo Domingo, Santa Inés, Mercedarios descalzos, la Piedad, San Juan de Dios, la Cartuja, los dos de Trinitarios, etc.
Algunos consiguieron regresar tras el destrozo francés, pero otros muchos colectivos religiosos desaparecieron para siempre de Granada. La escabechina contra conventos y monasterios continuó en el periodo liberal de 1820-22, que supuso una vuelta más de tuerca a lo iniciado por los gabachos una década atrás.
Fue la Desamortización iniciada por Mendizábal en 1835 la que dio la puntilla a la exclaustración en la mayoría de casos, desaparición de religiosos y demolición de edificios
Pero sin duda fue la Desamortización iniciada por Mendizábal en 1835 la que dio la puntilla a la exclaustración en la mayoría de casos, desaparición de religiosos y demolición de edificios. Aquella convulsión obligó a la Diócesis a remodelar profundamente, en 1842, el sistema de parroquias. Suprimió las pequeñas y las agrupó en varios casos. Dejaron de existir las de San Bartolomé, San Gil, San Gregorio, San Juan de los Reyes, San Luis, Santa María de la Alhambra y San Miguel Bajo. En el Albayzín sólo quedaron las parroquias de El Salvador y San José. También Santiago y San Andrés se fusionaron con el tiempo.
254 curas y poco más de 800 monjas de hoy
Tras muchos avatares en cuanto a la plantilla de religiosos en la Diócesis de Granada hemos llegado a una situación actual en que la presencia cuantitativa de religiosos es infinitamente más pequeña que hace dos siglos y medio. Al tiempo que la población se ha multiplicado por tres, con grandes movimientos de habitantes de los pueblos hacia la capital. La realidad nos presenta un total de 254 sacerdotes (de ellos unos 175 en la capital) para todo el Obispado y poco más de 800 religiosos en conventos y colegios. En total, quedan 19 conventos activos en Granada, todos ellos femeninos, que congregan a muy pocas monjas de las clasificadas como clausura papal. Los principales son -con números aproximados- los siguientes: Santa Isabel la Real (19), San Antón (30, por agrupación de tres comunidades de otras provincias), San Agustín-Tomasas (5), Carmelitas calzadas (8 de media), Comendadoras de Santiago (15-20), San Jerónimo (6-7), San Gregorio (11), etc. Los monasterios de monjes, antes tan abundantes, están reducidos a comunidades con poquísimos hermanos.
El colectivo de religiosos sólo en la capital, de los llamados de vida activa, es aproximadamente 700 frailes y monjas; están dedicados a la enseñanza, sanidad, beneficencia, etc., se reparten por colegios y hospitales
El colectivo de religiosos sólo en la capital, de los llamados de vida activa, es aproximadamente 700 frailes y monjas; están dedicados a la enseñanza, sanidad, beneficencia, etc., se reparten por colegios y hospitales. También hay que sumar las congregaciones de monjas que fueron surgiendo a partir de la Restauración de Alfonso XII, y algunas en el siglo XX, hasta el frenazo de la guerra civil de 1936.
Actualmente la plantilla de religiosos es del 20% con relación al censo de 1768, que contrasta con un incremento de población que se ha triplicado.
La estampa histórica de calles inundadas de curas, frailes, monjas y sacristanes ha desaparecido por completo. También ha contribuido a ello la secularización en cuanto a la forma de vestir de los religiosos, buena parte de ellos sin hábitos, sotanas, cofias ni alzacuellos.
¿Había muchos religiosos en Granada?
Granada ha tenido fama siempre de ser uno de los obispados y ciudad con mayor concentración de religiosos. Eso fue cierto en números absolutos, pero no tanto en números relativos. Porque a finales del siglo XVIII era una zona muy poblada, oscilando siempre entre los puestos 5-6 de España.
El granadino era un territorio muy poblado, es que su ratio de número de habitantes por cada cura o monja/fraile era de 255, segundo en la clasificación tras el obispado de Córdoba, que tenía pocos curas con relación a una población muy similar a Granada
Para conocer este dato con la mayor aproximación posible recurramos a comparar el obispado de Granada (no sólo la ciudad) con otros cuantos obispados de España. Lo primero que hay que tener en cuenta en esta comparativa es que los obispados del XVIII no coincidían con las actuales provincias, por lo general, ni con sus demarcaciones actuales.
He comparado otros nueve obispados con el de Granada para sacar algunas conclusiones. La primera, además de que el granadino era un territorio muy poblado, es que su ratio de número de habitantes por cada cura o monja/fraile era de 255, segundo en la clasificación tras el obispado de Córdoba, que tenía pocos curas con relación a una población muy similar a Granada. Es decir, que en el obispado de Granada no fue de los que mayor número de sacerdotes existieron per cápita. En cambio, sí fue una tierra que estuvo de las primeras en el ranking de número de monjas/frailes por habitantes (uno/a por cada 86,7 granadinos).
PERSONAL RELIGIOSO EN VARIAS DIÓCESIS ESPAÑOLAS en 1768
DIÓCESIS |
PARROQUIAS/ CONVENTOS |
POBLACIÓN de CADA DIÓCESIS |
CURAS Y BENEFICIADOS (Ratio habs. Por cada religioso) |
FRAILES Y MONJAS (Ratio habs. Por cada religioso) |
SIRVIENTES DE RELIGIOSOS |
Granada |
183/61 |
231.332 |
906 (255) |
2.666 (86,7) |
1.377
|
Córdoba |
92/110 |
234.727 |
289 (812) |
3.319 (70,7) |
584 |
Guadix |
51/14 |
52.397 |
397 (131,9) |
457 (114,6) |
299 |
Málaga |
111/97 |
240.908 |
1.314 (183,3) |
2.600 (92,6) |
684 |
Sevilla |
245/385 |
503.281 |
4.054 (124,1) |
7.606 (66,1) |
1.667 |
Toledo |
811/345 |
765.130 |
4.938 (154,9) |
8.320 (91,9) |
4.245 |
Barcelona |
225/72 |
202.332 |
1.173 (172,4) |
2.248 (90,0) |
798 |
Burgos |
1.599/74 |
192.595 |
2.584 (74,5) |
1.293 (148,9) |
1.891 |
Cádiz |
16/40 |
134.933 |
746 (180,8) |
1.395 (97,7) |
796 |
Jaén |
92/77 |
131.356 |
999 (131,4) |
2.009 (65,3) |
609 |
Estas ratios eran muy importantes a tener en cuenta a la hora de afrontar su manutención, tanto personal como atenciones a la fábrica (construcciones de iglesias y conventos), mantenimiento de edificios religiosos y obras de caridad
En el cuadro superior, en negrita y entre paréntesis, figuran las cifras comparativas de estos diez obispados por número de habitantes por cada religioso secular o regular. A menos número entre paréntesis, mayor porcentaje de religiosos había entre la población. Así pues, el obispado de Granada era de los de menor abundancia de curas, pero estaba en los puestos de cabeza por presencia de frailes y monjas.
Estas ratios eran muy importantes a tener en cuenta a la hora de afrontar su manutención, tanto personal como atenciones a la fábrica (construcciones de iglesias y conventos), mantenimiento de edificios religiosos y obras de caridad.
El caso del obispado de Guadix destaca por ser uno de los más pequeños y pobres. El obispado de Burgos abarcaba su actual provincia y una parte de la Rioja; se aprecian muchísimos curas porque tenía infinidad de municipios con su iglesia y su párroco
El caso del obispado de Guadix destaca por ser uno de los más pequeños y pobres. El obispado de Burgos abarcaba su actual provincia y una parte de la Rioja; se aprecian muchísimos curas porque tenía infinidad de municipios con su iglesia y su párroco. En cambio, el del Toledo es un tanto especial porque su capital apenas superaba los 16.000 habitantes, pero su territorio se disparaba a más de 765.000 habitantes y sumaba muchísimos curas y monjas; esto era debido a que era un arzobispado inmenso: abarcaba parte de Segovia, otra de Ávila, todo Madrid, Toledo, Ciudad Real, parte de Guadalajara, las comarcas del Condado y Cazorla de Jaén y la Vicaría de Huéscar en Granada.
Hay que destacar la gran presencia de curas y monjas en los obispados de Jaén y Sevilla, los primeros de Andalucía en cuanto a religiosos por habitante. Málaga tampoco se quedaba atrás.
¿De qué vivían tantos religiosos?
Esta es la pregunta del millón. En este colectivo del siglo XVIII hay que distinguir dos grandes grupos de procedencia; el primero, muy reducido, estaba formado por las élites eclesiales y conventuales; el segundo, el más numeroso, procedía del pueblo llano que llegaba a la religión por vocación o como un oficio más del que vivir. En el primer caso, procedentes de la aristocracia o hidalguía, solían ocupar los altos rangos porque llegaban con formación y fortuna. Eran gente que aportaba bienes a sus órdenes o a la Iglesia. Pero la gran mayoría que se convertía en religioso no tenía fortuna ni medios personales. La estructura de la Iglesia debía facilitarle los medios de supervivencia mientras servía a Dios o se dedicaba a la vida de oración, contemplativa o servicio a la sociedad.
Con tierras de labor, molinos, censos (préstamos), actividades fabriles, etc. contribuían a generar ingresos para la comunidad religiosa. Incluso algunos monasterios fueron grandes terratenientes que daban empleo continuado en sus cultivos. Verdaderas empresas productivas
Los conventos solían tener algunas propiedades procedentes de bienes habices, donaciones o mandas testamentarias. Con tierras de labor, molinos, censos (préstamos), actividades fabriles, etc. contribuían a generar ingresos para la comunidad religiosa. Incluso algunos monasterios fueron grandes terratenientes que daban empleo continuado en sus cultivos. Verdaderas empresas productivas. Es destacable el caso de los Dominicos, la Cartuja y San Juan de Dios, con importantes extensiones de trigo y viñedos. Eran socios de la Junta de Cosecheros que ostentaba el monopolio del vino. En la cosecha de 1768 los Dominicos produjeron 2.666 arrobas de vino, 1.558 los Hermanos de San Juan de Dios, 1.453 el Convento de San Antón, los Agustinos 1.130, la Merced 815, San Jerónimo 912. Incluso el convento de Belén hizo sus 53 arrobas de vino para consumo propio. Raro era el convento que no producía su vino y su trigo.
Pero la producción agrícola no fue el principal sustento de los religiosos
Pero la producción agrícola, tanto para venta como para autoconsumo, no fue el principal sustento de los religiosos. La parte mollar de su economía les llegaba a través de la recaudación del diezmo eclesiástico y las primicias (aportaciones voluntarias).
El diezmo fue el principal impuesto que recaudaba la iglesia entre sus feligreses, que en siglos pasados era casi toda la población. Tiene su origen en la Biblia
El diezmo fue el principal impuesto que recaudaba la iglesia entre sus feligreses, que en siglos pasados era casi toda la población. Tiene su origen en la Biblia, que establece que una décima parte de los frutos de la tierra deben entregarse a los sacerdotes para el sostenimiento del culto, de sus vidas y de los templos y estructuras sacras. En época de Carlomagno, finales del siglo VIII, se dio al diezmo un carácter de aportación forzosa. Y se encomendó a la Iglesia católica de su recaudación y gestión. Era la única institución que contaba con gente y estructura capaz de llevarlo a cabo. En cierto modo, los monarcas convirtieron a la Iglesia en su agencia tributaria en siglos pasados.
El diezmo entró a la Península ibérica a través de Aragón y Cataluña. Los reyes cristianos españoles de los siglos XIII y XIV (Fernando III) consiguieron del papa Inocencio VIII que la Corona (el incipiente Estado) participase del diezmo eclesiástico mediante la toma de un tercio; el motivo aducido fue hacer frente a la guerras y cruzadas contra el infiel musulmán. La situación se fue renovando y consolidando hasta que, en 1494, recién conquistada Granada, los Reyes Católicos legislaron y consolidaron el sistema. A partir de entonces, las tercias reales fue el principal impuesto estatal, detraído del diezmo eclesiástico.
El diezmo mayor era la décima parte de las cosechas de trigo, centeno, vino, aceite, ganado, etc; y el diezmo menor comprendía las aves de corral, las legumbres, las hortalizas, etc.
El diezmo consistía en un tributo, ya obligatorio, que extraía la Iglesia de todo lo que producía la tierra y el trabajo. El diezmo mayor era la décima parte de las cosechas de trigo, centeno, vino, aceite, ganado, etc; y el diezmo menor comprendía las aves de corral, las legumbres, las hortalizas, etc. También estuvieron afectados la mayoría de los productos manufacturados y artesanales. Se escapaban pocos trabajadores del campo y la artesanía de satisfacer este impuesto. Estaban exentos de este pago los nobles y los eclesiásticos.
El cálculo y recolección lo hacían equipos dirigidos por el párroco de cada distrito. Disponía de expertos conocedores que visitaban eras, trojes, bodegas, viñas, huertas y rebaños para saber cuánto había que cobrar a cada uno
El cálculo y recolección lo hacían equipos dirigidos por el párroco de cada distrito. Disponía de expertos conocedores que visitaban eras, trojes, bodegas, viñas, huertas y rebaños para saber cuánto había que cobrar a cada uno. Obviamente, se daban infinidad de evasivas y fraudes para evitar el pago o aportar lo menos posible. Desde que surgió la presión fiscal en la noche de los tiempos le acompañó la tendencia humana por defraudar. Y cada vez con métodos más sofisticados. En aquellos tiempos de oscuridad, además de multas, requisas, latigazos y cárcel para ocultadores, la Iglesia recurría a las amenazas de excomunión y apartar a los defraudadores del descanso eterno en el cielo. La promesa de garantizar un apartamento celestial y evitar las llamas del infierno solían ser muy efectivas. Tanto, que los ricos que morían sin descendencia a quien legar los bienes acababan engrosando los de iglesias y conventos con sus mandas testamentarias. A cambio recibían una sepultura intramuros o levantaban capillas. La línea que separaba el Estado y la Iglesia todavía no había surgido.
Lo primero que se hacía era apartar el tercio real y llevarlo al edificio de la Tercia que tenía cada pueblo y ciudad. Las otras siete partes del diezmo iban a la Casa del Diezmo
La maquinaria recaudatoria del diezmo se ponía en marcha a principio de cada verano, cuando empezaban las recolecciones de cosechas. Téngase en cuenta que la economía agrícola fue el principal sustento y actividad del antiguo régimen. De las oficinas recaudatorias parroquiales se pasaba a concentrar todo el producto en almacenes y oficinas centrales del Obispado. Una vez contabilizado y almacenado, se procedía al reparto. Lo primero que se hacía era apartar el tercio real y llevarlo al edificio de la Tercia que tenía cada pueblo y ciudad. Las otras siete partes del diezmo iban a la Casa del Diezmo. Empezaba a partir de ese momento un complejo sistema de reparto que iba variando de año en año, en función de las cosechas, pero que hacía que lo recaudado se distribuyese por capilaridad a todas las actividades que hacían los curas, monjas, frailes y la compleja y abundante nómina de religiosos.
Grosso modo, la parte más importante se utilizaba para dar de comer y vestir a los religiosos; otra porción se dedicaba al concepto de fábrica, es decir, a construcción y reparación de edificios; una parte más la dedicaba la iglesia a beneficencia y caridad, que eran muchos los menesterosos que pululaban por la diócesis de Granada
Grosso modo, la parte más importante se utilizaba para dar de comer y vestir a los religiosos; otra porción se dedicaba al concepto de fábrica, es decir, a construcción y reparación de edificios; una parte más la dedicaba la iglesia a beneficencia y caridad, que eran muchos los menesterosos que pululaban por la diócesis de Granada. A través de las Constituciones que redactó el sínodo del arzobispo Guerrero en 1572 conocemos con detalle la estructura del reparto del 70% que se quedaba del diezmo recaudado. Se cobraba por prácticamente todo lo que producía la tierra, los animales y las personas. Había productos, como una vaca lechera o un caballo de tiro, que no podía partirse a trozos y se le adjudicaba el pago en moneda. Se cobraba por la lana esquilada, por la miel de las colmenas, la cera, por la alfalfa segada, las especias, la seda, el vino, las frutas, el cáñamo, por las herencias de los padres, por el ganado en tránsito, etc. Venía a ser el equivalente al IVA y el IRPF juntos.
El sistema establecido por la Junta de Diezmos del Obispado y su amplia red de religiosos y seglares colaboradores llegó a ser tan perfecta que funcionaba casi tan bien como lo hacen hoy la Agencia Tributaria y los inspectores de Hacienda. Poco se les escapaba que no pagase impuestos en las parroquias, portazgos y fielatos.
Sueldos habituales de religiosos
Conocemos incluso el reparto que se hacía del diezmo entre los distintos cargos de la jerarquía eclesiástica, hasta llegar al último cura de la parroquia más pequeña. Obviamente, transformado ya en su equivalente en moneda. Por ejemplo, el arzobispo de Granada se movía entre cien mil y doscientos mil reales de vellón los años malos o buenos de cosechas; un secretario del obispo percibía 40.000, un deán entre 16.000 y 24.000 reales, los canónigos entre 12.000 y 18.000, un titular de colegiata entre 8.000 y 12.000, los muchos racioneros se movían entre 5.000 y 7.000. Todas estas cifras corresponden al siglo XVIII.
Los fraudes se dispararon con la regencia de María Cristina a partir de 1833, incluso surgieron piques entre ciudades en las que se recaudaba poco en comparación con otras
En 1837, el pago del diezmo se había ido transformando en aportaciones en moneda en vez de en productos directos. Se había monetarizado el sistema. También había surgido mucha contestación social contagiada por la revolución francesa y la muerte del antiguo régimen. El periódico granadino El Atisbador no dejó de fustigar el cariz que había cobrado el antiguo diezmo bíblico para convertirse en un modo de vivir de la sopa boba de unos cuantos miles de espabilados; ya anunciaba que con tanto diezmo la Iglesia y las órdenes habían acumulado grandes bienes terrenales que el nuevo estado liberal no tendría más remedio que arrebatárselo. Los fraudes se dispararon con la regencia de María Cristina a partir de 1833, incluso surgieron piques entre ciudades en las que se recaudaba poco en comparación con otras.
Conocemos cuál fue la última nómina percibida por la estructura eclesial con cargo al diezmo del pueblo: el arzobispo cobró 30.000 reales, 15 canónigos de la Catedral 3.500 cada uno, los racioneros percibieron 2.625 reales
Conocemos cuál fue la última nómina percibida por la estructura eclesial con cargo al diezmo del pueblo: el arzobispo cobró 30.000 reales, 15 canónigos de la Catedral 3.500 cada uno, los racioneros percibieron 2.625 reales, el abad del Salvador 3.500, los seis canónigos del Salvador 2.250 cada uno; los curas titulares de colegiata cobraron 3.500, los arciprestes 3.500, los curas de parroquias grandes de la capital 2.500; los curas de parroquias con menos de 1.500 fieles cobraban 1.750 reales; los coadjutores 875; los beneficiados de parroquias oscilaban entre 1.313 y 1.800; los curas de parroquias con menos de mil fieles se quedaban entre 750 y 915 reales.
El último año de vigencia del impuesto del diezmo eclesiástico fue 1837, eliminado por la Constitución liberal de aquel año. Aunque en la práctica todavía se mantuvo prorrogado hasta 1840 por culpa de la guerra carlista, en que fue sustituido por la Contribución de Culto y Clero
El último año de vigencia del impuesto del diezmo eclesiástico fue 1837, eliminado por la Constitución liberal de aquel año. Aunque en la práctica todavía se mantuvo prorrogado hasta 1840 por culpa de la guerra carlista, en que fue sustituido por la Contribución de Culto y Clero. A la postre resultó incluso más gravosa que el sistema de origen medieval. A partir de 1841, desaparecido ya el diezmo como impuesto eclesiástico, la realidad es que la la repercusión para el ciudadano fue transformarse y cambiar de titular: de encargarse de su cobro y gestión la Iglesia se pasó a hacerlo por el Estado. Las consecuencias son bien claras: del diez por ciento de presión fiscal que hubo en siglos anteriores hemos pasado a una maraña de impuestos directos, indirectos, plusvalías y gabelas que están en una media por persona que rebasa ampliamente el 38%.
A partir de la eliminación del diezmo y las paralelas desamortizaciones, las economías de la Iglesia y los religiosos se hundieron
A partir de la eliminación del diezmo y las paralelas desamortizaciones, las economías de la Iglesia y los religiosos se hundieron. La mayoría de los monjes acabaron por desaparecer y los conventos fueron quedando muy mermados. En compensación, se recurrió a suscribir concordatos entre el Estado y la Iglesia mediante el cual los religiosos participan de los presupuestos generales del Estado. La medida se ha hecho extensible a las demás confesiones.
Ni los pingües ingresos de siglos anteriores que percibía la Iglesia ni el número de sus miembros han vuelto a recuperarse nunca más. De Iglesia rica y poderosa se ha pasado a Iglesia modesta y menesterosa
Ni los pingües ingresos de siglos anteriores que percibía la Iglesia ni el número de sus miembros han vuelto a recuperarse nunca más. De Iglesia rica y poderosa se ha pasado a Iglesia modesta y menesterosa.
Edificios recaudatorios: La Casa del Diezmo y la Tercia
La máquina recaudatoria de la Iglesia se ponía en marcha cada último domingo de junio (tal día como hoy). Era, por lo general, días antes de la festividad de San Pedro y San Pablo, que actuaba como fecha de la mudanza de asalariados. Eso significaba que acababan y comenzaban los contratos de trabajadores agrícolas y ganaderos. Los curas anunciaban desde los púlpitos el inicio del periodo de cobro del diezmo, al igual que la Agencia Tributaria abre el plazo para la declaración anual de la renta a primeros de mayo.
Los feligreses acudían a llevar voluntariamente a las sacristías o almacenes parroquiales sus saquillos con trigo, cebada, avena; sus vasijas con vinos, aceites; las frutas pasas; los artesanos la parte que les correspondiera
Los feligreses acudían a llevar voluntariamente a las sacristías o almacenes parroquiales sus saquillos con trigo, cebada, avena; sus vasijas con vinos, aceites; las frutas pasas; los artesanos la parte que les correspondiera, etc. La fecha de San Pedro significaba el punto de inicio de la recolección diezmal, no que en ese día hubiese que llevar los productos; el vino y el aceite, obviamente se entregaban una vez acabada su molturación, a finales de año por lo general. Diezmero era un término que se aplicaba a todo granadino obligado al pago del diezmo; pero también era la denominación de las personas peritas que se acercaban a eras o trojes particulares a medir o calcular la cuantía de la cosecha para saber a cuánto ascendía el pago de cada feligrés.
En este edificio se clasificaba y contabilizaban todos los diezmos de la ciudad para proceder a su reparto
Una vez concentradas todas las aportaciones en las 23 parroquias de la capital, los empleados de la Junta de Rentas Decimales se encargaban de su transporte y almacenaje en los alhoríes que tenía esta institución religiosa. La principal institución fue la Casa del Diezmo. Ocupaba prácticamente toda una manzana en la calle Santa Paula, justo frente a la iglesia del monasterio de este nombre. Tenía una especie de alhoríes similares a la los de la Alhóndiga del trigo, una portada principal a Santa Paula y dos portones más a los laterales. En este edificio se clasificaba y contabilizaban todos los diezmos de la ciudad para proceder a su reparto. El origen de aquel conjunto de casas en el barrio del Boquerón se remontaba a mediados del siglo XVI, a la época del arzobispo Pedro Guerrero, cuando su Sínodo y constituciones de 1572 reorganizó todo el entramado recaudatorio de la Iglesia-Corona.
En el entorno de la Casa del Diezmo aparecieron diversas almonas (almacenes) que se dedicaban a convertir en dinero o metal precioso la recaudación diezmal. Por eso surgieron en el entorno algunas calles que llevan ese nombre de Almona
En el entorno de la Casa del Diezmo aparecieron diversas almonas (almacenes) que se dedicaban a convertir en dinero o metal precioso la recaudación diezmal. Por eso surgieron en el entorno algunas calles que llevan ese nombre de Almona. Aparecieron en el entorno de la Casa del Diezmo callejuelas a las que el pueblo bautizó en los siglos XVII y XVIII con curiosos calificativos que hacían alusión a aquel sistema recaudatorio: calle Bolsillo de Santa Paula, calle del Trabuco y del Ochavo. La primera tenía una puerta a donde los pecheros contribuyentes iban a rascarse el bolsillo; la segunda era donde los “bandoleros” te asaltaban y robaban la cosecha. Lo del trabuco era una ironía que apuntaba a que alguien te robaba.
La Casa del Diezmo empezó a decaer a principios del siglo XIX porque solía sustituirse el pago en especie por el dinero. Continuó todavía en funcionamiento hasta 1840
La Casa del Diezmo empezó a decaer a principios del siglo XIX porque solía sustituirse el pago en especie por el dinero. Continuó todavía en funcionamiento hasta 1840. En 1861, la parte delantera de esta casa-almacén fue adquirida por la Sociedad de Cambio Universal para construir tres viviendas baratas de un bajo más alzado. Se mantuvo en pie hasta la década de 1970-80 en que fue derribada para levantar el edificio actual con proyecto del arquitecto Pedro Salmerón Escobar; se aprovechó para ensanchar la calle. Todavía quedaba una de las portadas de piedra del siglo XVI, que fue desmontada y trasladada. En el resto del corralón se levantaron varios bloques más.
El tercio real se apartaba para uso de la Corona y las otras siete se las quedaba la Iglesia para financiar su complejo aparato de personas, construcciones, beneficencia y donativos
El tercio real se apartaba para uso de la Corona y las otras siete se las quedaba la Iglesia para financiar su complejo aparato de personas, construcciones, beneficencia y donativos. Esa tercera parte de todo lo recaudado se llevaba a otro edificio del centro de Granada para proceder a su custodia, administración venta. Ese lugar, como el que todavía subsiste en muchos pueblos, se llamó la Tercia. Era una especie de alhoríes o naves hechas en una sola planta, soportadas sobre arcos de piedra o grandes vigas de madera.
La Tercia de Granada capital estuvo situada en la calle Mesones, justo frente a la puerta trasera de la Alhóndiga de granos
La Tercia de Granada capital estuvo situada en la calle Mesones, justo frente a la puerta trasera de la Alhóndiga de granos. Lindaba por su parte norte con la muralla de Pescadería. El complejo edilicio era un tanto enrevesado, con infinidad de entrantes y salientes y engalabernos. Estuvo lindera con el cementerio de la iglesia de la Magdalena. Disponía de dos patios a los que daban las traseras de las casillas que abrían a calles principales. La fachada delantera tenía dos plantas. Esta zona sufrió una profunda reforma en la segunda mitad del siglo XIX, de manera que hoy se parece muy poco a como era antes. Se trata de la manzana actual delimitada por las calles Marqués de Gerona, Sillería, Pescadería y Mesones. Todavía subsiste parte de la bodega de la Tercia en el corazón de esta manzana; se puede ver en el Mesón del Toro.
La Tercia fue desamortizada a partir de 1840, cuando desapareció el sistema fiscal del diezmo
La Tercia fue desamortizada a partir de 1840, cuando desapareció el sistema fiscal del diezmo. Hasta entonces también había ejercido funciones de prisión arzobispal. El edificio y sus dos patios empezaron a ser troceados, vendidos e incluso alquilados por habitaciones, de manera que se fragmentó mucho la propiedad y quedó desfigurado casi por completo. En el último tercio del siglo XIX fue derribada la muralla que discurría por la trasera, nació la plaza de Pescadería actual, con los tres edificios en medio de madera y hierro que levantó el Ayuntamiento y estuvieron en servicio hasta los años setenta del siglo pasado.