¿Víctima o responsable de tu vida?
Y volvió a ganar el Partido Popular. Después de tantos casos de corrupción, de recortes, leyes mordaza, disminución de derechos de los trabajadores, quejas, manifestaciones silenciadas, suicidios por desahucios, bajadas de salarios…al final, no sólo venció Rajoy si no que subió nada menos que 14 escaños con respecto a diciembre.
Más allá de análisis partidistas y políticos, me planteo qué es lo que sucede para que alguien se pase 4 años quejándose de cómo está la situación, de que nadie hace nada por él y cuando finalmente tiene la oportunidad de dar un paso al frente para ofrecer alternativas, se queda en casa o toma la decisión de “mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Entiendo que después de las elecciones de 2011 muchos votantes se mostraran decepcionados con el Partido Popular al comprobar que se pasó medio programa electoral por el arco del triunfo, pero ahora ya no hay excusas para seguir considerándonos víctimas de la situación.
Y es que estamos en un mundo en el que casi nadie quiere asumir sus propias responsabilidades. En estos días he escuchado justificaciones de votantes populares como: “Corrupción hay en todos los partidos políticos”, “todos roban”, “prefiero que gobierne un corrupto que un asesino”…y digo justificaciones porque entiendo que esas afirmaciones sólo denotan el conformismo ante una coyuntura social, a todas luces, irregular.
¿Quién no tiene alrededor una víctima? Se las conoce porque da miedo de encontrártelas y preguntarles: ¿Qué tal? Ante una interminable y automática respuesta que se puede prolongar hasta que seamos capaces de interrumpirla. En el trascurso de la misma, escucharemos lo injusta que es la vida con nuestra contertulia, o que no tiene trabajo, o que anda justa de dinero, o incluso que no recibe las ayudas que cree merecer, que está enferma, o que la engañan, que se aprovechan de ella…y si se te ocurre ofrecerle una posible solución, no esperes otra contestación que una excusa: “¿Cómo voy a hacer eso sin ayuda?”;” Tú lo ves todo muy fácil desde afuera”; “Eso no puedo pedirlo en mi trabajo”...Es como si no hubiera opción más que la queja, como si la única respuesta que esperara escuchar fuera: “Tienes razón: tu vida es un horror, tú no tienes la culpa de nada y te compadezco porque no puedes hacer nada para cambiarla”.
Y es que el victimismo se retroalimenta asimismo y contra él sólo hay un antídoto posible: la responsabilidad. Igual que uno ha de ser coherente con el partido político que elige y saber que si vota a alguien al que se le ha escapado que en cuanto pase el verano hará más recortes sociales, lo más probable es que los ejecute y que no cabe entonces la lamentación. O mejor dicho, que todos nos podemos quejar de lo que nos salga de las narices pero que su utilidad práctica para nuestras vidas es nula. Es lo mismo que si alguien odia su trabajo, porque no tiene tiempo libre, pero jamás se le ocurrirá buscar algo que le guste porque “con el paro que hay cómo voy a encontrar algo”.
Permítanme que considere que todo lo que nos sucede tiene que ver con elecciones personales. Y cuanto antes descubramos que somos nosotros quienes las hacemos, antes podremos cambiar lo que no nos guste de nuestras vidas: Yo elijo comprarme una casa en el campo y eso me condiciona en cuanto a mis gastos mensuales; incluso decido ir cada día por un camino determinado al trabajo y un detalle tan aparentemente nimio me puede acabar cambiando la vida.
Seguro que muchos estarán pensando: “¿Vas a decirme que yo he elegido estar en paro, o quedarme sin casa o tener un accidente?”…Lo que yo digo es que cada uno toma los caminos que le llevan a ello siempre; si no hubiera decidido coger esa carretera tal vez no habría tenido el accidente; si estuviera dispuesto a cualquier cosa por encontrar un empleo, seguro que lo haría…No significa esto que lo mejor sea trabajar a cualquier precio, que no se me malinterprete, sino que es una cuestión de elección.
Y cuando te percatas de esto, ya no cabe el victimismo porque si hay algo de tu vida que no te gusta tienes que dedicarte a cambiarlo, centrarte en ello y olvidarte de los obstáculos del camino. Si yo quiero viajar a Madrid y no tengo dinero: ¿Podré hacerlo? La respuesta siempre es sí: tal vez en auto stop, buscando a alguien que me lleve o hallando la manera de reunir la cantidad suficiente para ir en autobús, pero desde luego nunca voy a ir si estoy convencido de que es imposible, que no hay nada que pueda hacer para ir a Madrid sin dinero: “Mis amigos no me lo van a dejar, soy muy vergonzoso para pedir, no me atrevo a subirme al coche de otro…”
El miedo paraliza y si vivimos bajo su dominio acabaremos pensando que la vida nos pasa sin que podamos hacer nada para cambiar lo que nos sucede. No estoy ahora hablando de espiritualidad, sino de pragmatismo: ¿Quién podría quejarse porque le hubiera caído sobre la cabeza una piedra que ha tirado hacia arriba él mismo sin retirarse después?
Rousseau decía que el pueblo es soberano y como no puede querer su mal, nunca se equivoca. Lo siento por el gran pensador francés pero no estoy de acuerdo en concreto con esta aseveración. Respeto a todas las personas por igual pero no a todas las ideas por igual… De hecho, entre un asesino y un demócrata siempre gana el primero porque cuando vence el segundo le permite una serie de derechos, pero cuando vence el asesino se carga a su contrincante sin más miramientos…por supuesto, yo no respeto las ideas de ese asesino.
Así que les animo a todos para que dejen de considerarse víctimas y que tomen las riendas que les permitan sentirse responsables y, como todos cometemos errores, cuando comprobemos que nuestras decisiones nos han llevado a un camino que no pretendíamos, sólo tenemos que cambiarlas y probar algo distinto. Y es que hay algo que es incuestionable: las mismas decisiones siempre nos llevan a los mismos destinos.