¿Qué pasa, Manu?
La que se ha liado en Francia porque el presidente de la República Emmanuel Macron se haya convertido en profesor por un día. Resulta que, en un acto público conmemorativo de la resistencia contra el nazismo, un chaval, de forma aparentemente inocentemente, le saludó con un coloquial: «¿Qué pasa, Manu?». Lo que no podía imaginar fue la respuesta de tan alto y distinguido cargo.
—No, a mí me llamas señor presidente de la República o señor. Estás en una ceremonia y tienes que comportarte como es debido. Hoy se canta La Marsellesa o El canto de los Partisanos. Y haz las cosas en orden. Si quieres hacer la revolución, gradúate primero y gánate la vida, ¿vale?; entonces podrás ir dando lecciones a los demás.
El acongojado muchacho, con cara de circunstancias, solo acertó a decir:
—Sí, señor presidente.
No contento con la humillación pública al menor, el presidente colgó el vídeo en su twitter vanagloriándose de la lección que le había dado. Parece que el señor Macron ha olvidado que la revolución francesa de 1789 la emprendieron las clases más humildes para descabezar a una nobleza que se consideraba por encima de ellos. Y los principios de dicho movimiento fueron: libertad, igualdad, fraternidad. Digo que lo ha olvidado porque más que una lección para que el muchacho aprenda respeto, su discurso parece encaminado a que entienda que el presidente y ese chaval no son lo mismo, que debe mirarle desde abajo porque él está por encima.
No contento con la humillación pública al menor, el presidente colgó el vídeo en su twitter vanagloriándose de la lección que le había dado. Parece que el señor Macron ha olvidado que la revolución francesa de 1789 la emprendieron las clases más humildes para descabezar a una nobleza que se consideraba por encima de ellos
También me llama la atención que pida que le llame señor aunque él le trate como si le conociera de toda la vida al chaval, como si el respeto hubiera de fluir únicamente desde el menor al presidente y no al revés. Puede que el coloquial «¿Qué pasa Manu?» no haya sido la expresión idónea para el momento, aunque seguro que, si ese joven o cualquier otro chico español le hubiera dicho algo así a un cantante, un presentador de televisión o un deportista, nadie hubiera puesto el grito en el cielo. Imaginémonos que una chica joven, en el festival de cine español de Málaga, se encontrara con su actor preferido, Mario Casas, y le dijera: «¿Qué pasa, Mario?». Y ahora supongamos que el artista en vez de sonreír y darle la mano, como hace siempre, le hubiera respondido con el mismo discurso que Macron. Es muy probable que le hubieran llovido críticas por doquier por clasista y soberbio.
Y vamos a ser claros, no es tampoco un drama que recrimine la expresión al joven, pero que una frase tan escueta le dé para incitarle a cantar, a graduarse o a sentirse inferior a él, me parece excesivo.
Si todos somos iguales, ¿por qué a un presidente hay que tratarle con pompa y a un actor no? El respeto no se limita a las palabras; ¿cuántas veces nos han despreciado en un trabajo, en un comercio o en una entidad pública con las mejores palabras del mundo? Por otro lado, a mi abuela siempre la traté de tú, le hacía bromas, utilizaba un lenguaje coloquial con ella y eso nunca significó que no le tuviera el máximo respeto.
Si todos somos iguales, ¿por qué a un presidente hay que tratarle con pompa y a un actor no? El respeto no se limita a las palabras; ¿cuántas veces nos han despreciado en un trabajo, en un comercio o en una entidad pública con las mejores palabras del mundo? Por otro lado, a mi abuela siempre la traté de tú, le hacía bromas, utilizaba un lenguaje coloquial con ella y eso nunca significó que no le tuviera el máximo respeto
Es cierto. Todos los adultos siempre consideramos que nosotros estábamos mejor educados que los actuales jóvenes y que se ha perdido el respeto. Cuando yo era un chaval también nos decían lo mismo, y que no luchábamos por lo que creíamos y que no teníamos valores. Es una canción que va pasando de generación en generación y que nos sentimos orgullosos de cantar a partir de los 35, como una forma de distinguirnos de los siguientes, poniendo en valor lo que nosotros significábamos como jóvenes respetuosos, considerados y educados. Seamos realistas: los que cambiamos somos nosotros, que nos hacemos adultos, tenemos memoria de pez y siempre creemos que la juventud que vivimos era mejor que la actual; no obstante, hay hoy en día chicos estupendos que trabajan por amor al arte en ONGs, cariñosos, serviciales…así que tratarles mal para evidenciar que las cosas han empeorado es solo un intento de sobrevalorarnos o infravalorar a la juventud de ahora.
El pobre chico aleccionado por el pomposo presidente de la República que ha encontrado en él un filón político para lanzar su mensaje a quién quiera oírlo, está recluido, dice que se ríen de él, que no quiere salir a la calle y que está deprimido. ¿Era necesario? Si su objetivo real hubiera sido enseñar al muchacho, habría sido mejor llamarle al orden en privado, sin ponerle en evidencia, sin humillarle en público ante todo el país; también podría haber optado por un mensaje escueto, que el chico hubiera entendido igual, algo como: «tráteme de usted»; pero me temo que muchos políticos de hoy en día se han creído su monólogo: que están por encima de la gente, que deben ser tratados con más respeto que al resto de la sociedad, que digan lo que digan siempre tienen razón y que una opinión distinta no es más que un ataque.
El pobre chico aleccionado por el pomposo presidente de la República que ha encontrado en él un filón político para lanzar su mensaje a quién quiera oírlo, está recluido, dice que se ríen de él, que no quiere salir a la calle y que está deprimido. ¿Era necesario?
Macron pide respeto para si mismo a través de una experiencia de humillación, que ha trastocado la vida de un menor. De lo que se olvida el señor presidente de la República Francesa es de que el respeto hay que ganárselo y que yo no lo tengo ante personalidades aparentemente loadas hasta la saciedad en el mundo durante sus mandatos, como Franco, Hitler o el mismo Putin, cuyas leyes discriminan y castigan sin pudor a los homosexuales en Rusia.
Tal vez debiéramos darnos cuenta de que ser presidente de una república no significa saber de todo, ni tener razón en todo, igual que el ser gerente de una multinacional tampoco convierte a alguien en sabio per se, de la misma forma que alguien por ser joven no se puede catalogar como maleducado, ni siquiera por el hecho de haberse equivocado al saludar de una forma excesivamente coloquial a un dirigente de cualquier tipo. Probablemente, el fin último del chico sería mostrarse valiente y presumir ante sus amigos de haber tratado de tú al presidente y le salió el tiro por la culata.
Si bien no deja de ser una anécdota para Macron, para el resto de los franceses y para los europeos que nos hemos enterado, para el propio adolescente será una experiencia que no olvidará el resto de su vida; y solo espero que el discurso no sea contraproducente y le haga a este chico sentirse inferior al otro, porque la igualdad nos coloca a todos al mismo nivel, si quieres que te traten de usted, hazlo tú primero, aunque sea un menor.