25º aniversario de la muerte del último glaciar de Granada
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El glaciar del Veleta/Guarnón pervivió activo hasta mediados del siglo XIX; ya casi sin movimiento, fue extinguiéndose progresivamente hasta desaparecer por completo en 1995
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Una veintena de cuencas esculpidas en forma de artesa atestiguan que el macizo de Sierra Nevada estuvo cubierto por gruesos glaciares en el Cuaternario
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Durante los últimos 120 años, nieva y hiela cada vez menos, aunque llueve prácticamente lo mismo en la zona de Granada/Sierra Nevada
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La desaparición del glaciar más meridional de Europa es un síntoma claro que certifica el calentamiento global, calculado en algo más de un grado
La noticia más sonada de las primeras semanas del presente invierno es que vivimos en primavera. No nieva en Granada, no hiela y algunas plantas están empezando a brotar. Ni los pájaros africanos han emigrado. Algo que se está repitiendo con demasiada frecuencia los últimos inviernos. Ahora apenas nieva algo cada seis o siete años, cuando antes lo hacía prácticamente todos los inviernos. En Granada llevamos sin ver carámbanos en fuentes y canales por lo menos un cuarto de siglo. Una irregularidad que también se está trasladando a Sierra Nevada.
La noticia más grave –en términos climatológicos– para Granada en 1995 fue que apenas llovió, no nevó casi nada y las altas temperaturas de principios de año impidieron que se celebrase el Campeonato del Mundo de Esquí Alpino. El primer gran evento de este tipo que tanto empeño costó organizar. Esta noticia enmascaró otra mucho más importante desde el punto de vista climatológico, en la que muy poca gente reparó: la desaparición de los restos del último glaciar cuaternario que permanecía como testigo de la última glaciación. Se trataba del Glaciar del Veleta o del río Guarnón. Era una masa de hielo cada vez más reducida que se cobijaba en la parte más alta del circo del Veleta, a la sombra del Picacho, donde sólo alcanzaba el sol en los meses estivales. El lugar más frío y escondido de todo el macizo.
Esa mancha de hielo era la que jamás en los últimos 3.000 años de Historia de los pueblos granadinos (iberos, romanos, godos, musulmanes, cristianos) había dejado de existir. La que permitió decir a historiadores y geógrafos que aquel hielo estaba allí desde el tiempo de la Creación o desde el Diluvio para los cristianos
Esa mancha de hielo era la que jamás en los últimos 3.000 años de Historia de los pueblos granadinos (iberos, romanos, godos, musulmanes, cristianos) había dejado de existir. La que permitió decir a historiadores y geógrafos que aquel hielo estaba allí desde el tiempo de la Creación o desde el Diluvio para los cristianos. Fue precisamente aquel reducto de hielo perenne el que permitió que naciera la leyenda del penúltimo rey de Ganada, Muley Hacén, supuestamente enterrado en sus entrañas.
Lo más probable es que para la Alta Edad Media, en el periodo bonancible que se dio en términos climatológicos, ya no quedase rastro alguno de los circos glaciares con que contó el macizo durante el Máximo Holoceno (unos 6.000 años atrás). Pero con el nuevo enfriamiento de la Pequeña Edad del Hielo (siglo XIV-mediados del XIX) debió darse un reforzamiento del glaciar del Veleta. Es decir, que los primeros cristianos llegados con los Reyes Católicos tuvieron la oportunidad de contemplar un glaciar de mediana potencia en el Corral del Veleta.
Las referencias históricas de su existencia
Los primeros en referirse a las nieves de Sulayr fueron los geógrafos e historiadores musulmanes, si bien lo hicieron en un contexto general, sin concretar sobre los hielos glaciares. Pero destacaban su antigüedad. El primero fue el cordobés Al-Hamadani (903), quien informó al califa de que en la cora de Elvira existía una enorme montaña, que quedaba a cuatro días de Córdoba, “en la que caía mucha nieve”. Todos los geógrafos califales coincidían en que sólo se podían transitar por aquellos lugares helados en época veraniega y que de sus hielos nacían todos los ríos de Al-Andalus.
El viajero Muhammad b. Abi Bakú Al-Zuhri, que visitó la corte almohade granadina (1137) describió así Sierra Nevada: “Esta montaña es una de las maravillas del mundo porque no se ve limpia de nieve ni en invierno ni en verano. Allí se encuentra la nieve de muchos años que, ennegrecida y solidificada, parece piedra negra, pero cuando se rompe se halla en su interior nieve blanca”.
Hasta mediados del siglo XVIII apenas aparecen referencias a la existencia del glaciar del Veleta. En primer lugar, por tratarse de un sitio de muy difícil acceso que no es perceptible desde Granada capital en verano; en segundo lugar, por falta de interés y conocimiento de qué era un glaciar por entonces (más adelante me referiré al origen del término Glaciar). Sólo pastores, cazadores, aventureros y neveros subían por allí en verano y otoño
Hasta mediados del siglo XVIII apenas aparecen referencias a la existencia del glaciar del Veleta. En primer lugar, por tratarse de un sitio de muy difícil acceso que no es perceptible desde Granada capital en verano; en segundo lugar, por falta de interés y conocimiento de qué era un glaciar por entonces (más adelante me referiré al origen del término Glaciar). Sólo pastores, cazadores, aventureros y neveros subían por allí en verano y otoño. Los neveros profesionales no precisaron casi nunca entrar en el Corral del Veleta a cargar sus serones con aquella nieve fósil. Tenían otros neveros donde cargar, hasta que desapareció el oficio a principios del siglo XX. De hecho, llegaron a rechazar tomar hielo del Glaciar del Guarnón porque presentaba capas blancas y negras mezcladas; las negras correspondían a arenas desprendidas de los tajos del Picacho durante los vendavales.
El glaciar del Corral del Veleta era un perfecto desconocido y sin interés. Sólo se aventuraban sobre sus hielos los cazadores de cabras, sabedores de que es un refugio natural por su inaccesbilidad lobuna y humana.
Hasta que llegó el primer científico con interés de estudiar aquella masa de hielo. En España se sabía que por los Alpes existían ríos de hielo que acopiaban nevadas en sus partes más altas (nevés o circos) y se deslizaban lentamente. Incluso algunos estudiosos dedujeron que aquellos ríos eran los culpables de esculpir valles suaves, en forma de artesa, en cuyos laterales y finales iban depositando enormes hileras de rocas. Es más, si se trataba de laderas de granito u otras rocas duras, los arrastres glaciares habían esculpido hendiduras ciclópeas. Aquella forma de erosionar las laderas eran algo sobrehumano.
Pues esa curiosidad fue la que precisamente impulsó al religioso y erudito Antonio Ponz a realizar una excursión a Sierra Nevada, por orden del Marqués de la Ensenada, en 1854. Ponz subió y bajó por el Corral del Veleta hasta toparse con el impresionante murallón del Picacho. Lo que más le impresionó fue lo siguiente: “Lo que advertimos de especial de ese sitio, fue ver nieve distinguida por los años, según las listas o líneas terrosas y obscuras que separan los tendeles o mantas de ella, enquadernadas unas sobre otras con distinción; y también en la más o menos solidez adquirida con respectiva antigüedad”.
Más clara no puede ser la referencia que hace a la existencia de un glaciar en la parte más protegida del sol bajo la pared del Picacho (entre 300-400 metros de altura). Pero las paredes de piedra pizarrosa no le permitieron ver erosiones claras de los arrastres morrénicos
Unas páginas más adelante, Ponz vuelve a insistir sobre lo que vio en el Corral del Veleta: “Pasamos a registrar el propinquo (cercano), llamado Corral del Veleta, nombre ajustado a sus proporciones por ser una profundidad ancha y cerrada de tajos muy peynados sin entrada por parte alguna, caxón ambicioso de nieve, que se cree guarda la primera que cayó después del Diluvio, reducida a piedra, pues estando descubierto hacia el Norte, aquí es yelo lo que es nieve en otros lugares; y nunca se derrite más que la superficie que es lo que el sol le describe”.
Más clara no puede ser la referencia que hace a la existencia de un glaciar en la parte más protegida del sol bajo la pared del Picacho (entre 300-400 metros de altura). Pero las paredes de piedra pizarrosa no le permitieron ver erosiones claras de los arrastres morrénicos.
Tomás López y Vargas Machuca (1797) describió la zona del Guarnón-Corral del Veleta, desde el punto de vista geográfico, como “un corral de grande profundidad con un corral de nieve que no se puede regular desde qué años, ni para cuántos hay allí, porque la expresada nieve está ya petrificada, o cristalizada la más…”
La siguiente referencia antigua sobre el glaciar del Veleta nos la da el viajero Simón Rojas Clemente, quien subió a la Sierra en 1805. Dijo que aquellos lugares eran sitio de pastores y refugio de contrabandistas
La siguiente referencia antigua sobre el glaciar del Veleta nos la da el viajero Simón Rojas Clemente, quien subió a la Sierra en 1805. Dijo que aquellos lugares eran sitio de pastores y refugio de contrabandistas. “Nuestro guía –escribió–tuvo dos años ha la comisión dada desde Madrid de buscar en el Corral del Veleta la nieve petrificada que vulgarmente se supone”.
A partir de ese momento, comenzó un chorreo de viajeros románticos y primigenios científicos que dejaron constancia de la existencia de hielo o nieve petrificada durante todo el siglo XIX. En 1806, Josef Ponce de León, afirmó que “El Picacho del Veleta se halla tajado por la parte que mira al E y N y debajo del tajo está el Corral del Veleta, que es un hundimiento cercado de tajos, y que jamás se ha visto sin nieve. Debajo de éste nace el río Xenil…”
El arquitecto Francisco Enríquez y Ferrer, en su ascensión de 1838, aseguró que “el tajo es casi insondable, donde de capa en capa hay acumulada nieve de mil años”.
Los viajeros ilustrados del XIX y XX: aparece la palabra glaciar
Edmond Pierre Boissier fue el primer científico-botánico al que se puede llamar verdaderamente glaciarista. Fue el que efectuó la primera descripción del Glaciar del Veleta, durante su primera subida en 1837. El texto está escrito en francés y emplea el término glacier para referirse a la masa de hielo del Guarnón. Al respecto, escribió: “El glaciar tiene una pendiente muy inclinada, su altura perpendicular sólo tiene 200 a 300 pies, su ancho más o menos 600 pasos y está atravesado por numerosas grietas transversales de apenas una pulgada de ancho”. Más adelante, apunta varias características que lo definen como un pequeño glaciar, un aprendiz de glaciar, el más meridional de toda Europa, pero glaciar al fin u al cabo: la primera es la gran altitud a que se encuentra (por encima de los 3.087 metros en que está la laguna del Corral; poseía morrenas laterales y frontales; tenía hendiduras y hielo impuro, como el resto de glaciares alpinos, y demostraba estar en movimiento debido a las fisuras que se iban produciendo. Por tanto, el pequeño glaciar del Veleta era un glaciar vivo por el año 1837.
Con posterioridad, comenzaron a llegar otros geógrafos y botánicos (en su mayoría extranjeros) que se debatieron entre la existencia real del último glaciar europeo y la negación. Algunos sólo aceptaron que se trataba de un ventisquero de nieve en un lugar sombrío y abrigado de los vientos, lo que permitía que las nieves se perpetuasen todos los años
Con posterioridad, comenzaron a llegar otros geógrafos y botánicos (en su mayoría extranjeros) que se debatieron entre la existencia real del último glaciar europeo y la negación. Algunos sólo aceptaron que se trataba de un ventisquero de nieve en un lugar sombrío y abrigado de los vientos, lo que permitía que las nieves se perpetuasen todos los años.
A partir de Schimper (1864) ya se comenzó a estudiar el glaciarismo en todo el macizo nevadense, no sólo las nieves/hielos perpetuos. El concepto era más amplio: a partir del estudio de valles, morrenas laterales, morrenas intermedias y finales, morrenas de retroceso y laguas terminales se empezó a sostener la idea de que Sierra Nevada había estado cubierta toda ella de un casquete helado de varias centenas de metros de espesor en algunos casos. El problema fundamental para hallar restos geológicos lo planteaba el tipo de sustrato existente; la pizarra no era como el granito o la dolomita, que han dejado las marcas de los arrastres y esculturas de valles-artesa muy definidos. En el caso de Sierra Nevada, la pizarra y su desmoronamiento ha vuelto a cubrir los valles esculpidos por los glaciares cuaternarios.
Aun así, McPhersón, en 1875, entendió que toda Sierra Nevada había estado sometida a un proceso de glaciarismo. Algunos de los geólogos finiseculares llegaron a establecer el fondo de aquellos glaciares cuaternarios a niveles de 700 metros de altitud. Con lo cual, las lenguas de hielo se habrían presentado casi a las puertas del actual Lanjarón, Güéjar Sierra y algunos otros pueblos de la conurbación de Granada. Es más, alguno (Rute, 1893) se atrevió a sostener que el Cerro del Sol no es más que la morrena final de un glaciar que bajaba por el actual valle del Genil.
Johannes J. Rein estudió el hielo del Corral entre 1875 y 1889. Este año concluyó que el retroceso de la lengua del glaciar del Guarnón había sido de 13 metros en esos años.
De una u otra forma, a finales del siglo XIX todos los estudiosos coincidieron en que el límite de las nieves y hielos perpetuos de Sierra Nevada quedaba fijado en esa época por encima de la cota 2.950, especialmente en los neveros más umbríos. Pero para entonces ya había acabado la Pequeña Edad del Hielo y el derretimiento había empezado sin remisión. Es cierto que todavía nevaba más y hacía más frío que ahora, pero no el suficiente. La deglaciación era una realidad que, tarde o temprano, acabaría con la última masa de hielo cuaternario de Sierra Nevada.
Hasta que a Granada llegó Hugo Obermaier en 1916 y decidió estudiar y escribir en serio sobre los glaciares cuaternarios más meridionales de Europa. Obermaier hizo una detallada clasificación de todos los valles glaciares del macizo, con un mapa, mediciones, establecimiento de morrenas, marcado de señales de arrastre y lagunas de descarga. Dibujó el primer plano con los probables circos y valles glaciares, hasta contabilizar unos 18 grandes glaciares en el Cuaternario granadino. De los cuales todos habían desaparecido, excepto el del Corral del Veleta, que por entonces ya podía llamársele “glaciar en peligro de extinción”. (Este estudio fue publicado en facsímil por Fundación CajaGranada, en 1997, en la colección que dirigió Manuel Titos sobre textos de la Sierra y la Alpujarra).
A partir del texto de Obermaier es cuando realmente comenzaron a utilizarse en los medios de comunicación las expresiones “glaciares de Sierra Nevada” y “glaciar del Corral del Veleta o del Guarnón”. Pero quizás ya fuese demasiado tarde. El hielo retrocedía cada año a pasos agigantados.
He hallado en la prensa de la época algunas -pocas en realidad-, referencias a la existencia del glaciar del Veleta. El periódico El Heraldo Deportivo recogió dos reportajes sobre excursiones a Sierra Nevada protagonizadas por la Sociedad Alpinista Peñalara, de Madrid. Están datados en la primavera-verano de 1915 y 1922. En los dos reportajes de aquellos alpinistas que trajeron los primeros esquíes a Granada se hablaba todavía de que pisaron sobre el glaciar del Guarnón. Concretamente, en el de 1915 escribieron que “El Picacho se interrumpe bruscamente con el tajo de 400 metros, a cuyos pies está el inmenso ventisquero del Corral del Veleta, que se tiene por el glaciar más meridional de Europa”. Durante la subida de la Sociedad Peñalara en la Semana Santa de 1922 volvieron a insistir en la existencia del glaciar del Veleta; aportaron una interesante fotografía en la que todavía se apreciaba un Corral del Veleta a rebosar de nieve.
A partir de los años cuarenta del siglo XX, apenas aparecen menciones en los medios de comunicación, ni locales ni nacionales, sobre la pervivencia del glaciar del Veleta. A lo sumo, se dice que en verano quedaba una pequeña mancha de nieve o ventisquero en la zona más sombría del Corral. Sólo los montañeros expertos sabían que por el Tubo del Veleta se podía practicar escalada en hielo algunos veranos. Pero cada vez menos.
El periodo frío de comienzos de los años 70 permitió albergar alguna esperanza de que el pequeño glaciar continuase vivo como testimonio del periodo glaciar Cuaternario. Mas, poco a poco continuó del derretimiento hasta concluir en el acta de defunción de 1995, hace ahora un cuarto de siglo.
Con posterioridad, científicos de varias universidades han practicado estudios y mediciones que podríamos calificar de “arqueología glaciar”. Han sido exhaustivos durante más de una década, a caballo entre los dos siglos. Han confirmado plenamente las teorías del glaciarismo planteadas por Obermaier y otros. Pero, sobre todo, hallaron hielo fósil o glaciar en el permafrost bajo los esquistos y arenas que van cayendo de la pared del Picacho. Ese permafrost cada año está más profundo. Es el único vestigio que queda del que fue durante varios miles de años el Glaciar del Veleta.
En los últimos años, apenas suele quedar nieve estival en la zona de sombra más protegida del Corral del Veleta. Su temperatura media se ha elevado algo más de un grado. El cambio climático ha flagelado Sierra Nevada con toda su dureza.
Octubre de 2016. Aún no se habían producido las primeras nevadas del otoño y, tras un verano muy caluroso, la base del antiguo glaciar estaba ya totalmente seca de nieve.
Final de julio de 2017. El Corral del Veleta, prácticamente sin nieve, solo unos pequeños neveros en la base de la pared. Ese año se batieron varios récords de calor en Granada.
Octubre de 2018. Ese verano no fue tan caluroso y aún quedaban algunos neveros en el Corral del Velta.
Agosto de 2019. Sin apenas nieve e incrementándose los derrumbes sobre lo que fue el antiguo glaciarOctubre de 2019. Ligero manto de la primera nevada. Se aprecia perfectamente la zona de sombra bajo el Picacho que cobijaba el antiguo circo del glaciar, donde apenas llega el sol.
Glaciar, una palabra de uso reciente
Glaciar, según la RAE, significa “masa grande de hielo que se forma en la parte alta de una montaña y que desciende lentamente por la ladera en forma de lengua”. En Castellano, con ese significado, es muy reciente su uso. Y en Granada menos para referirse a su última masa de hielo en Sierra Nevada.
En los textos históricos granadinos, los glaciares cuaternarios en retroceso siempre aparecen nombrados como neveros o nieve helada. Muy pocas veces como heleros. Los primeros historiadores hicieron referencia a que es nieve helada estaba formada por sucesivas capas desde el comienzo de la Historia
En los textos históricos granadinos, los glaciares cuaternarios en retroceso siempre aparecen nombrados como neveros o nieve helada. Muy pocas veces como heleros. Los primeros historiadores hicieron referencia a que esa nieve helada estaba formada por sucesivas capas desde el comienzo de la Historia.
Los romanos llamaron a la Sierra Solarius o Solaria, es decir, Sierra del Sol y el Aire. Se debía a que quienes subieron por allí les cegaban los reflejos del sol en el hielo y siempre hacía un fuerte vendaval.
Los musulmanes adoptaron una terminología parecida, la llamaron Sulayr. Pero ni romanos ni musulmanes hablaron de ríos de hielo que se movían, ni siquiera de grandes masas de hielo agrietado. A lo sumo la llamaron Sierra de la Helada.
Fue a partir del siglo XVI cuando los textos cristianos (Henríquez de Jorquera, 1642) hablan de “peñascos de nieve” en algunos valles. Evidentemente, se estaba refiriendo a grandes bloques de hielo glaciar que se iban derritiendo y daban lugar al nacimiento de arroyos y lagunas. “Peñascos de nieve” es un término castellano que los conquistadores españoles exportaron a América y aparecen en México y los Andes para definir las masas de hielo glaciar. Es una expresión que incluso aparece en textos de geografía (Francisco Verdejo Páez, México, 1837) al hablar de cimas congeladas de volcanes.
Glaciar es una palabra que proviene del francés Glacier. Una Glacier no era más que una heladería importada de París en las grandes ciudades españolas del siglo XIX. Pero en los países limítrofes con los Alpes tenía también la acepción de masa de hielo en movimiento. Algunos textos ponían Glacier, pero entre paréntesis la traducían como ventisquero.
En España fueron los escritores e investigadores alemanes y franceses quienes trajeron la palabra Glacier en sus libros. Hasta 1870 no surgió la necesidad de traducir al castellano el término Glacier para referirse a los ríos de hielo de las montañas
En España fueron los escritores e investigadores alemanes y franceses quienes trajeron la palabra Glacier en sus libros. Hasta 1870 no surgió la necesidad de traducir al castellano el término Glacier para referirse a los ríos de hielo de las montañas. Los primeros en sentarse en serio a pensar cómo traducirla fueron los miembros de la Sociedad Española de Historia Natural; en sesión de 5 de agosto de 1874 tuvieron un acalorado debate. No debía seguir usándose el término glacier mientras existiera otro más adecuado en castellano. Propusieron helero (congelación de nieve derretida); el mencionado ventisquero; conchesta, término usado en el Pirineo oscense que significa acumulación de nieve amontonada por el viento (que entendían similar a nevé, champs de neige y glace). No obstante, ninguno de los términos anteriores hacía referencia exacta a que era hielo y en movimiento.
Los académicos Casiano del Prado y Pérez Arcas optaron por sustantivizar el adjetivo “glacial” en sus textos a partir de entonces, por entender que venía de una raíz latina muy utilizada en castellano para referirse a algo muy frío. No obstante, todavía tardaría mucho tiempo en ser plenamente utilizada en medios de comunicación y libros. Es decir, pocos años antes de finalizar el siglo XIX.
De la Pequeña Edad del Hielo a menos nevadas y fríos
¿Cómo se ha llegado a esta situación de calentamiento global, de en torno a 1,5 grados de media en Granada? Existen algunas referencias sueltas a las temperaturas y grandes temporales acaecidos en la zona de Granada durante buena parte de la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Este periodo de enfriamiento de la Península ibérica habría comenzado en el año 1303 y finalizado hacia mediados del siglo XIX; no obstante, hay disparidad de criterios entre investigadores, de manera que algunos retrasan su inicio hasta el siglo XV y su finalización hacia 1870.
Se trató de un enfriamiento de estas latitudes que osciló en una bajada de temperaturas medias anuales de entre 1 y 3 grados. En el caso de Granada, hay referencias a varios picos de enfriamiento máximo en 1650, 1728-29, 1770 y 1850. (En las actas del Concejo de Granada de 1650 y 1729 hay referencia a las intensas nevadas, que duraban meses). En estos gélidos años, las temperaturas medias y las nevadas fueron mucho más abundantes, lo que seguramente influyó en el freno de la deglaciación. No obstante, también se dieron fuertes heladas puntuales en 1695, 1779 y 1803.
Ya en el siglo XIX, la existencia de periódicos hace referencia a inviernos muy crudos en 1866, 1885 y 1888. No obstante, raro era el invierno en que no nevaba copiosamente y helaba intensamente en Granada capital.
EVOLUCIÓN DE TEMPERATURAS MEDIAS Y PRECIPITACIONES DESDE 1900 HASTA HOY
ÚLTIMOS 120 AÑOS EN GRANADA CAPITAL |
TEMPERATURA MEDIA ANUAL EN GRADOS |
PRECIPITACIÓN MEDIA EN LITROS/METRO CUADRADO |
1900-1904 |
14,96 |
473,32 |
1905-1909 |
15,13 |
437,00 |
1910-1914 |
14,59 |
422,00 |
1915-1919 |
14,73 |
416,40 |
1920-1924 |
15,39 |
442,86 |
1925-1929 |
15,29 |
437,70 |
1930-1934 |
15,26 |
384,28 |
1935-1939 |
15,84 |
550,40 (Sin datos de 3 años) |
1940-1944 |
15,04 |
435,00 |
1945-1949 |
15,92 |
387,94 |
1950-1954 |
15,23 |
371,12 |
1955-1959 |
15,07 |
408,00 |
1960-1964 |
15,43 |
455,56 |
1965-1969 |
15,12 |
388,12 |
1970-1974 |
14,43 |
385,00 |
1975-1979 |
14,63 |
418,66 |
1980-1984 |
15,20 |
339,94 |
1985-1989 |
15,82 |
356,10 |
1990-1994 |
15,14 |
257,46 |
1995-1990 |
15,82 |
400,30 |
2000 |
15,78 |
385,00 |
1988-2019 |
15,71 |
443,01 |
La existencia del Observatorio de Cartuja a partir del siglo XX nos ofrece una serie estadística bastante más detallada. Con sus datos podemos concluir que durante el primer tercio del siglo XX se dieron inviernos bastante fríos (especialmente 1904, 1907, 1911, 1924 y 1926) y lluvias más abundantes.
Especialmente duros fueron los inviernos de 1941, 1944-45, 1956 y 1971. Los inviernos fríos y con heladas se ha ido distanciando cada vez más en durante los últimos cuarenta años. Si bien, el récord de año más gélido en Granada fue 1971 (con 13,92 grados de temperatura media, el más frío de los últimos 120 años).
Granada tuvo que esperar hasta 1937 para ver por vez primera cómo eran superados los 16 grados de temperatura anual media. Fue en la recta final del siglo XX cuando se inició un ciclo más largo de elevación de temperaturas medias anuales
En cuanto a los años más cálidos por temperaturas medias, hay algunos colocados esporádicamente (1937, con 16,20 grados de media; 1948, con 16,30; y 1955, con 16,38). Es decir, Granada tuvo que esperar hasta 1937 para ver por vez primera cómo eran superados los 16 grados de temperatura anual media. Fue en la recta final del siglo XX cuando se inició un ciclo más largo de elevación de temperaturas medias anuales, de manera que 1987 experimentó una media de 16,12 grados; en 1989 se superó el récord hasta los 16,13 grados. Para batir todos los récords en 1995, con 16,58 grados de temperatura media anual. Fue, casualmente, el primer año en la Historia contemporánea en que desapareció por completo el hielo del glaciar del Veleta. La sequía de este año fue la más terrible de lo que hablan las estadísticas históricas hasta el momento: además de tener la temperatura media anual más alta (16,58 grados), también las precipitaciones fueron de las más bajas (226 litros en todo el año, de los cuales 116,5 se concentraron en diciembre).
Aunque la temperatura ha ido creciendo algo más de un grado en el periodo 1900-2019, las precipitaciones medias se han recuperado en los últimos veinticinco años, hasta quedarse en una media de 443,01 litros/año. Pero no es menos cierto que también han disminuido las nevadas mientras que las precipitaciones de agua se han mantenido e incluso han aumentado.
En el caso concreto del Corral del Veleta, las mediciones efectuadas por un equipo de científicos de varias universidades a partir de 1995 han arrojado el siguiente resultado: en 1996 y 1997 quedó cubierta por la nevada todo el Corral del Veleta; el 1988 se cubrió el 65% de su superficie; en el 1999 apenas nevó y no llegó la nieve al verano; el 2000 tampoco aguantó la nieve en verano; 2001 permaneció un nevero en aproximadamente la mitad de la ladera del Picacho; ya hasta el año 2004 no se volvió a ver una mancha de nieve de considerables proporciones en los meses estivales.
De nieves perpetuas en el Corral del Veleta se ha pasado a nieves intermitentes; algún año queda nieve para contemplar en verano y otros desaparece por completo.
(Las referencias históricas han sido extraídas de la treintena de libros publicados entre 1991 y 2000 por CajaGranada sobre Sierra Nevada y la Alpujarra, dirigidos por Manuel Titos Martínez.)