Con motivo del concierto del miércoles, revisitamos al genio en clave de 8
Ocho momentos en la vida de Bob Dylan (II)
Siguiendo la serie, hoy nos toca revisionar ocho instantes en la extensa vida de Bob Dylan. Tarea ímproba, pues supone rebuscar entre lo real, lo inventado y las medias verdades de nuestro amigo. Animado salmón nadando contracorriente, por fortuna es mortal y, como el personaje de Shakespeare, cuando se le pincha, sangra, recordándonos que para levantarse hay siempre antes que caer. Visionario de la música, su vida nos recuerda a ese personaje de Kiekergart que, vestido de payaso, baja al pueblo para avisar que el circo, instalado en las afueras, se está quemando. Los lugareños se burlan de él pero no pueden impedir que las llamas acaben calcinando el pueblo entero. Así es Dylan, al que el tiempo siempre acaba dándole la razón.
A la espera del concierto de Dylan el miércoles.
Un resumen arriesgado, por la difiultad que entraña, sobre el genio universal, con historias, algunas anécdotas que puedes desconocer y que concluye con un deseo que quiséramos que se cumpliera.
1-. DYLAN “OBTIENE” SU COPIA DEL AMERICAN FOLK MUSIC DE SMITH. 1959
En 1959 conseguir música no era tan fácil para un chaval como ocurre hoy, que en un pequeño lápiz de memoria puedes tener al instante discografías enteras de artistas que, probablemente, nunca escucharás. Sin embargo, el proceso era similar al de hoy en día: un amigo más enterado te habla de cierta música, te la pone e incluso si es capaz de prestártela, has triunfado. Dylan, contrariamente a lo que pueda parecer hoy en día con su cara de empate a cero, tenía con dieciocho años muchos amigos. Uno de ellos, tal como describe Howard Sounes en su imprescindible biografía de Dylan, era Jon Pankake, un fanático de la música tradicional americana, además de un descuidado que dejaba en ocasiones sin cerrar su apartamento de Dinkytown, Minnesota. Bob aprovechó para tomarse en préstamo algunos vinilos, entre los que estaba la Antología de la Música Folk Americana de Harry Smith. Este Smith era un auténtico personaje que en 1952 había recopilado, obviamente sin permisos ni derechos, viejas canciones folk y blues de los años veinte y treinta, y las había publicado con una presentación de lujo, con comentarios suyos de las canciones. Esta antología fue básica para el aprendizaje musical de Dylan: sus ochenta y cuatro canciones han aparecido, de una manera u otra a lo largo de su obra musical, bien directamente versionadas (en sus discos acústicos de los noventa, “Good As I Been You y World Gone Wrong”) o con retazos de sus músicas y sus letras, en un nuevo ejercicio de robo sobre el robo. Afortunadamente, a la música, como al destino, le agradan las simetrías, las repeticiones y las variaciones. Sí, nuestro héroe fue pionero en “bajarse” música por la patilla.
2-. ENCUENTRO CON JOHN HAMMOND. 1961
John Hammond era en 1961 un respetado productor de cincuenta y un años y ya había descubierto a talentos como Bessie Smith, Billy Holiday, Pete Seeger o más recientemente, Aretha Franklin. Tenía un hijo de dieciocho años que había visto tocar a Dylan en el Village neoyorquino y se lo comentó a su padre. Paralelamente, Carolyn Hester, amiga de Bob, acababa de fichar por la discográfica de Hammond, Columbia, y sugirió que fuera Dylan quien tocara la armónica en su disco. Cuando John Hammond lo vió, quedó fascinado, aún más por el hecho de que compusiera sus propias canciones, cosa extraña en ese momento. Como comentó el propio Hammond en el libro de Robbie Woliver “Bringing It All Back Home”: “Dylan pensó que me había vuelto loco. Pero yo pensé que tenía algo”. El 25 de octubre firmaba su primer contrato con Columbia, la que será su discográfica de toda la vida. Hammond fue además el productor de sus dos primeros discos, aunque con el tiempo acabaría tirándole las obras completas de T.S. Elliot a la cabeza. En el futuro, Hammond redescubriría para el gran público la obra de Robert Johnson además de encontrar nuevos talentos como Leonard Cohen y Bruce Springteen.
3-. AL KOOPER AL ÓRGANO. 1965
16 de junio de 1965. Estudio A de Columbia Records, en Nueva York. Desde el día anterior se está trabajando en una nueva canción de Bob Dylan. Además de Tom Wilson, el productor, está Paul Griffin, al piano. Bruce Langhorne toca el pandero. Bobby Gregg está a la batería. Michael Bloomfield tiene su nueva guitarra Telecaster. Y Joe Macho pulsa el bajo. El órgano, ocupado el día antes por Frank Owens, está vacío. Al Kooper, guitarrista de veintiún años, se ha colado en la grabación. Nota que hay un karma especial en el ambiente, esa atmósfera de las grandes sesiones que auguran algo grande. Hay cierta fusión nuclear en el aire: se irradia energia y se libera talento puro. Quiere tocar la guitarra, pero los acordes de Bloomfield le apabullan. Ve el órgano libre y se sienta en él. Comienza la primera toma. Mientras Griffin toca de forma tranquila el piano, Kooper se deja notar. Dylan duda, no quiere gritar. Inicia el tema de nuevo. Se nota que Bloomfield está inspirado: la electricidad flota. Dylan aborda la segunda estrofa, un poco ronco. Se graba. Se reproduce. Tom Wilson reconoce a Al Kooper detrás del órgano, a pesar de que éste intenta esconderse y se lo recrimina divertido. En ese momento, debe atender una llamada telefónica y Kooper se apalanca. Cuando Dylan y Wilson escuchan una toma, el cantante le pide al productor que suba el sonido de órgano. “Pero Bob, éste tío no es organista”. Dylan que, empezaba a cansarse de Wilson, le dice en uno de sus juegos de palabras que no sabe si es organista o no es organista pero quiere que suba el sonido del órgano. En unas tomas posteriores, Kooper se empodera, su órgano ha subido el volumen y se gusta. Su brío empuja a Bloomfield, y ambos a Dylan, que enrabieta sus versos: How does it feel? To be without a home, like a complete unknown, like a rolling stone? La sílaba aguda de la palabra quedó flotando en el aire unos segundos con la persistencia del eco acusador. La mejor canción de la historia acababa de grabarse. El órgano de Al Kooper, un guitarrista, pone le esmeralda a la corona del tema y, de paso, al sonido característico de Dylan de aquí en adelante.
4-. LOS PITIDOS DE NEWPORT. 1965
El Festival de Newport arrancó en 1959 de la mano de George Wein y en poco tiempo había alcanzado cierto estatus dentro de la ortodoxia sagrada del folk. Dos años antes Bob Dylan se había canonizado como el nuevo caudillo de la causa, de la mano de Joan Baez que había contribuido a darle a conocer pero que había sido superado en talento y fama. El 24 de julio llega Dylan a Newport, Rhode Island. Pero hay algo que no marcha bien: Bob ya no lleva las típicas ropas mugrientas del cantante folki, sino que va vestido a la moda de Carnaby Street: pantalones ajustados, botas en punta y camisa estridente de lunares del tamaño de un tumor creciente. Su estilo lo rematan sus gafas negras, que le muestran altivo. El público, esperando canciones protestas de un cantautor con guitarra de palo, recibe una bofetada eléctrica de un grupo de rock and roll, como un Titanic buscando su iceberg; suenan “Maggie’s Farm”, “It Takes A Lot To Laugh” y “Like a Rolling Stone”. Hay chillidos, abucheos, silbidos… Pete Seeger, sumo sacerdote del momento, enfurece y busca un hacha, para cortar los cables o para cortarle la cabeza al hijo descarriado. Momentos tensos. Bob acepta la benévola indiferencia del universo, como un personaje de Camus, vuelve al escenario y da un set acústico, después de pedir una armónica en mi, como gesto conciliador. Será uno de los pocos de su carrera. Como en La Iliada, escrita por los vencedores, todos nos pondremos del lado del vencido. Joe Boyd, testigo de excepción del concierto como técnico de sonido, escribió su versión en “Blancas Bicicletas” basándose en que la gente no pitó tanto a Dylan como al sonido exageradamente alto de la sesión, inusual en 1965. Bonito gesto de autoinmolación.
5-. ACCIDENTE DE MOTO. 1966
El veinticinco cumpleaños de Bob Dylan le pilló rematando su gira europea, tocando en París y terminando en el Royal Albert Hall londinense, habiéndose convertido en el personaje más popular del momento después de cambiar la historia de la música con tres obras maestras en apenas catorce meses: “Bringing It All Back Home”, “Highway 61 Revisited” y “Blonde On Blonde”. A punto de sacar su libro “Tarántula”, debía supervisar el documental “Eat The Document” realizado por la cadena ABC a partir de filmaciones de la gira. Su discográfica quería explotar el momento y le urgía sacar un nuevo disco. El abuso de diversas sustancias tóxicas le había dejado exhausto, con la piel cerúlea y los ojos hundidos: no se alimentaba bien y apenas dormía. Por si fuera poco, su mánager Albert Grossman tenía programada una nueva gira americana a partir de agosto. Personalmente, se había casado unos meses atrás con Sara Lownds, con la que apenas había convivido y que le esperaba en casa para pasar unas cortas vacaciones. En este contexto tuvo lugar el 29 de julio un extraño accidente de moto: nadie vio nada, no se llamó a ambulancia ni se ingresó en hospital alguno. Las noticias, sin embargo, hablan de una gravedad extrema y de un cuello partido. Los que le conocen saben que Dylan no es un gran conductor, agravado por sus problemas de vista, pero el verdadero alcance del accidente no se ha averiguado nunca. A años vista, aún no está claro si fue la causa o la consecuencia del parón de Bob, que se sumió en una vida familiar y campestre, se alejó de los focos y de la vida pública y se sumió en un estado de letargo compositivo. Un verdadero punto y aparte en su carrera a la altura de los nunca más del poema de Poe.
6-. EL CONCIERTO DE UNA ARTISTA QUE EMPIEZA. 1975
Los primeros setenta fueron una época plácida para Bob Dylan, sumido en una bonanza matrimonial en su paraíso de Woodstock, disfrutando de sus sucesivas paternidades y publicando discos amables aunque sin garra. Tras ocho años sin pisar los escenarios, en 1974 se sumió en una gira por los Estados Unidos con todas las entradas vendidas con The Band, de la que quedó constancia en el doble “Before The Flood”. Pero el 26 de junio de 1975 sucedió un hecho que iba a dar una nueva vuelta de tuerca a nuestro personaje cuando acudió a The Other End a ver tocar a una artista que, sin haber publicado aún disco, estaba reclamando toda la atención de los mentideros musicales que abogaban por la vuelta al rock auténtico, más allá de ese pastiche sinfónico que copaba las listas de éxitos. Fue tal el impacto del concierto de Patti Smith y su banda que Dylan se acercó a conocerla y surgió en él la idea de crear un grupo que tuviera la misma química que tenía la Patti con los suyos, basada en la electricidad y en la improvisación empática. Durante semanas, Dylan recopiló a personas que se unieran a su proyecto, al que finalmente se incorporaron Joan Baez, Roger McGuinn, Ramblin’ Jack Elliot, T-Bone Burnett, Mick Ronson, Scarlet Rivera, Rob Stoner y Howie Wye, coordinados por Bob Neuwirth. El poeta Allen Ginsgberg y el actor y productor Sam Shepard también se incorporaron con diferentes aportaciones. El resultado fue la Rolling Thunder Revue, una auténtica caravana ambulante de música y teatralidad, que partió el 30 de octubre de Plymouth, Massachusetts y giró por Estados Unidos y Canadá durante dos años. De toda esta gira hay constancia discográfica en el disco “Hard Rain”, publicado en 1975 y en “The Bootleg Series Vol.5: Bob Dylan Live 1975”, publicado en 2002. También es muy recomendable el libro de Shepard “Rolling Thunder, con Bob Dylan en la carretera”. Esta idea cristalizará, limpia de maquillaje, en 1988, cuando se embarcará en la Never Ending Tour que, revisando los clásicos con nuevos arreglos y añadiendo los temas más recientes, aún permanece inalterable tres décadas después con una media de cien conciertos anuales.
7-. TOCA ANTE EL PAPA. 1997
Dylan, judío de nacimiento, levantó una gran polvareda a finales de los setenta cuando cayó en manos de una secta cristiana (valga la redundancia) que provocó un giro a su música (acercándola al góspel y al soul, en una trilogía aprovechable y a rescatar) aunque sus letras fueron las auténticamente perjudicadas, así como sus conciertos, convertidos en auténticos mítines proselitistas.
Tras su salida por la puerta de atrás, y unos escarceos con su religión hebrea con breve visita al muro de las lamentaciones, una enfermedad cardiaca parece que le hace volver al zurrón cristiano. El 27 de septiembre de 1997 nos restregábamos los ojos ante la televisión al ver a nuestro héroe tocando tres canciones ante su santidad Juan Pablo II en el Congreso Eucarístico Internacional de Bolonia, Italia, organizado con idea de convertir a la juventud. Antes, el papa había dado un sermón basado en la letra de “Blowin’ In The Wind”, en un ceñudo trabajo de experto hermenéutico. Corría el chiste que cuando la enfermedad de Dylan se tornaba grave, San Pedro le ofreció quedarse en la tierra a cambio de tocar ante el papa; Dylan, lógicamente, se negó. Como segunda opción, le ofreció seguir viviendo si era más amable con el púbico. Entonces, Dylan, sin pensárselo mucho, le preguntó al santo cuántas canciones quería su santidad. Es mejor, sin embargo, la versión que da Andrés Calamaro: viéndose Juan Pablo II cercano su final y necesitando que le perdonaran sus pecados, pensó en que lo hiciera lo más cercano a dios en la tierra. En cualquier caso, en un ranking de excentricidades quizá, como a Pol Pot en Camboya, a Dylan se le fuera la mano en este caso.
8-. RECIBE EL OSCAR A LA MEJOR CANCIÓN. 2000
Cuesta imaginar a Dylan ilusionado con algo: un tipo que ha compuesto las mejores canciones de la historia, que ha tocado con los mejores músicos, que es el ídolo de las personas más importantes del mundo, que ha holgado con las mujeres más bellas… y aún así no es capaz de quemar la mínima cantidad de hidratos necesaria para sonreir o para mostrar un mínimo gesto de desprecio.
Por ello, es histórico el momento en el que acepta el Óscar a la mejor canción en la Ceremonia de 2000. Vestido cual Fausto, tras interpretar la canción en directo (“Things Have Changed”, casi lo de menos en esta historia) en retransmisión vía satélite (estaba de gira interminable), no puede reprimir su emoción por el hecho de recibir la estatuilla. Autores como Paul Williams, responsable de una indispensable biografía en tres tomos asegura que lo que verdaderamente le gusta a Bob es el cine y que hubiera dado todo por ser actor. Desgraciadamente, los resultados de sus incursiones en el cine no han sido muy potables, aunque queda para la historia su contribución al Pat Garret de Sam Peckinpah, con su personaje Alias que no miraba atrás, como cantaban Belle And Sebastian en “Like Dylan In The Movies”. Por cierto, la canción pertenecía a la película “Jóvenes Prodigiosos”, una porquería de mucho cuidado.
Y OTROS OCHO…
1-. VISITA A WOODY GUTHRIE. 1961
La visita de rigor a Woody, auténtico mesías del folk, era una especie de talismán para los artistas que, una generación después, aún veneraban al cantante de la guitarra que mataba fascistas que, alcohólico y enfermo de Huntington, aún disfrutaba de la música. Dylan consiguió verlo en enero de 1961.
2-. VITUPERADO POR LOS CONSERVADORES. 1966
En plena gira británica, parte del público no le perdonaba su conversión eléctrica. El 17 de mayo, en Manchester, un estajanovista del folk, Keth Butler, le gritó “Judasss” entre canción y canción. Bob le contestó: “no te creo, eres un mentiroso” y se dirigió a la banda para que tocaran “jodidamente alto”, acometiendo un “Like A Rolling Stone” para los anales de la música. Dylan enterraba a Hobbs y a Rousseau: el hombre no es bueno ni malo por naturaleza, simplemente es imbécil.
3-. EN EL LIVE AID TOCA FONDO. 1985
Contemplar en un circo al rey de la selva, obediente y temeroso del látigo, es uno de los espectáculos más tristes que podemos ver. Pues algo parecido padecimos el 13 de julio de 1985 cuando apareció Dylan acompañado de Ron Wood y de Keith Richard. Ni las canciones elegidas (entre ellas “Ballad Of Hollie Brown”, historia de un labrador que se carga a su mujer y a sus siete hijos y que no está entre sus cuatrocientas mejores canciones) ni sus compinches (puestísimos hasta arriba y en una pose de “vamos a reírnos del abuelo”) ni lo poco que a Dylan le gustaba recaudar fondos para la hambruna del tercer mundo (pidió que por qué no se recaudaban fondos también para los pobres agricultores americanos…) contribuyeron a enmendar el desastre. Pero lo peor… que no ensayaran.
4-EL ENCUENTRO CON DANIEL LANOIS. 1986
Bono, líder de U2, preocupado por el bache creativo de su ídolo Dylan, le recomendó ponerse en manos del productor Daniel Lanois, que había contribuido al éxito masivo de los irlandeses. Los resultados se vieron inmediatamente en “Oh Mercy”, resucitación en los ochenta de Dylan y, aunque el idilio terminaría a la gresca tras “Time Out Of Mind”, Bob creció su autoestima con el canadiense lo suficiente como para producirse sus discos en adelante.
5-. SU CORAZÓN LE FALLA. 1997
Tras grabar lo que sería meses después “Time Out Of Mind”, Dylan empezó a sentirse mal, llegando a cancelar numerosos conciertos. Tiempo después se supo que había padecido histoplasmosis, una infección del miocardio, exclamando al salir del hospital que pensaba que iba a ver a Elvis. Se recuperó pronto, pero este hecho y canciones como “Not Dark Yet” empezaron a hacernos pensar que cuando la muerte acuda a llevársele debería darle vergüenza.
6-. LA FLOR DE MOTRIL. 2004
Decía Keith Richard que lo que le alejaba a Dylan del mundo era la raya blanca. Por esta vez no se refería a la coca sino a la carretera. Es un hecho que a Dylan le gusta tocar y que disfruta lo mismo en una pequeña ciudad que en una gran capital. Por eso tenemos que estar orgullosos de lo que aconteció en julio de 2004 en el estadio de Motril, cuando una chica de dieciocho años, Julia Pons, le arrojó unos claveles al escenario y, contra todo pronóstico, Dylan los recogió, los mostró al público y dijo “llevo años esperando esto”. ¡Haberlo pedido antes, Bob!
7-EL THEME TIME RADIO HOUR. 2006
Que Bob Dylan tenía una vasta cultura musical lo sabíamos todos los que seguíamos sus discos, pero nos lo terminó de confirmar dirigiendo su propio programa de radio vía satélite entre 2006 y 2009, donde dio cumplida cuenta de sus gustos extensos.
Y un deseo:
8-. RECIBE EL PREMIO NOBEL. 20...
Este momento queda por cumplir
1-. VISITA A WOODY GUTHRIE. 1961
La visita de rigor a Woody, auténtico mesías del folk, era una especie de talismán para los artistas que, una generación después, aún veneraban al cantante de la guitarra que mataba fascistas que, alcohólico y enfermo de Huntington, aún disfrutaba de la música. Dylan consiguió verlo en enero de 1961.
2-. VITUPERADO POR LOS CONSERVADORES. 1966
En plena gira británica, parte del público no le perdonaba su conversión eléctrica. El 17 de mayo, en Manchester, un estajanovista del folk, Keth Butler, le gritó “Judasss” entre canción y canción. Bob le contestó: “no te creo, eres un mentiroso” y se dirigió a la banda para que tocaran “jodidamente alto”, acometiendo un “Like A Rolling Stone” para los anales de la música. Dylan enterraba a Hobbs y a Rousseau: el hombre no es bueno ni malo por naturaleza, simplemente es imbécil.
3-. EN EL LIVE AID TOCA FONDO. 1985
Contemplar en un circo al rey de la selva, obediente y temeroso del látigo, es uno de los espectáculos más tristes que podemos ver. Pues algo parecido padecimos el 13 de julio de 1985 cuando apareció Dylan acompañado de Ron Wood y de Keith Richard. Ni las canciones elegidas (entre ellas “Ballad Of Hollie Brown”, historia de un labrador que se carga a su mujer y a sus siete hijos y que no está entre sus cuatrocientas mejores canciones) ni sus compinches (puestísimos hasta arriba y en una pose de “vamos a reírnos del abuelo”) ni lo poco que a Dylan le gustaba recaudar fondos para la hambruna del tercer mundo (pidió que por qué no se recaudaban fondos también para los pobres agricultores americanos…) contribuyeron a enmendar el desastre. Pero lo peor… que no ensayaran.
4-EL ENCUENTRO CON DANIEL LANOIS. 1986
Bono, líder de U2, preocupado por el bache creativo de su ídolo Dylan, le recomendó ponerse en manos del productor Daniel Lanois, que había contribuido al éxito masivo de los irlandeses. Los resultados se vieron inmediatamente en “Oh Mercy”, resucitación en los ochenta de Dylan y, aunque el idilio terminaría a la gresca tras “Time Out Of Mind”, Bob creció su autoestima con el canadiense lo suficiente como para producirse sus discos en adelante.
5-. SU CORAZÓN LE FALLA. 1997
Tras grabar lo que sería meses después “Time Out Of Mind”, Dylan empezó a sentirse mal, llegando a cancelar numerosos conciertos. Tiempo después se supo que había padecido histoplasmosis, una infección del miocardio, exclamando al salir del hospital que pensaba que iba a ver a Elvis. Se recuperó pronto, pero este hecho y canciones como “Not Dark Yet” empezaron a hacernos pensar que cuando la muerte acuda a llevársele debería darle vergüenza.
6-. LA FLOR DE MOTRIL. 2004
Decía Keith Richard que lo que le alejaba a Dylan del mundo era la raya blanca. Por esta vez no se refería a la coca sino a la carretera. Es un hecho que a Dylan le gusta tocar y que disfruta lo mismo en una pequeña ciudad que en una gran capital. Por eso tenemos que estar orgullosos de lo que aconteció en julio de 2004 en el estadio de Motril, cuando una chica de dieciocho años, Julia Pons, le arrojó unos claveles al escenario y, contra todo pronóstico, Dylan los recogió, los mostró al público y dijo “llevo años esperando esto”. ¡Haberlo pedido antes, Bob!
7-EL THEME TIME RADIO HOUR. 2006
Que Bob Dylan tenía una vasta cultura musical lo sabíamos todos los que seguíamos sus discos, pero nos lo terminó de confirmar dirigiendo su propio programa de radio vía satélite entre 2006 y 2009, donde dio cumplida cuenta de sus gustos extensos.
Y un deseo:
8-. RECIBE EL PREMIO NOBEL. 20...
Este momento queda por cumplir