Cuando a finales de agosto de 2016 a Esther le diagnosticaron un cáncer linfático en estadio avanzado IV con 22 adenopatías, alguna de 15,5 centímetros, no entendió nada. Sólo después de reflexionar comprendió que se enfrentaba a un cáncer muy agresivo que en cualquier momento podía acabar con su vida. Tenía varias opciones: sucumbir, culpabilizarse, sentirse sola o afrontar con valentía lo que empezó a considerar como una experiencia a la que no podía darle la espalda: “En un momento así es necesario mantener la calma y no dejar que las preocupaciones y los miedos acaben contigo. Mi forma de vivirlo fue evitar lamentarme por aquello que no podía hacer y empezar a disfrutar con lo que sí estaba capacitada para realizar. Si podía pasear, lo hacía; si tenía dolores y lo único que me apetecía era ver una película o estaba sin fuerzas para otra cosa, eso es a lo que me dedicaba”.

La obra se convierte en una completa guía para pacientes de cáncer y otras enfermedades crónicas, así como para familiares, amigos y la sociedad en general de forma que sepan cómo acercarse a ellos, qué decir y qué no decir, cuando estar y cuando dejar de estar.

“No seas pesado pero no te ausentes; no te conviertas en médico si no lo eres; no le digas que irás si no puedes ir; no le hables de familiares u otras personas con cáncer, ya tienen bastante con el suyo, a menos que te pregunten; no des por hecho que la familia se hará cargo de todo; procura hacer y decir lo mismo de siempre”. Son algunos de los consejos que Esther ofrece a los amigos de los pacientes de cáncer.