Memoria Democrática

Los restos de la plaza de la Tenería. Carta abierta a la alcaldesa de Motril

Ciudadanía - Jacqueline López Ligero y José María Azuaga Rico. - Lunes, 18 de Mayo de 2020
Jacqueline López Ligero, activista de la Memoria, y José María Azuaga Rico, historiador, firman esta carta abierta a la alcaldesa de Motril en la que le recuerdan que el enclave en el que han aparecido restos arqueológicos tiene una historia reciente como centro de represión franquista, a la que no aludió la regidora al informar del hallazgo.
Excavaciones en la Plaza de la Tenería.
Excavaciones en la Plaza de la Tenería.

El pasado 13 de mayo de 2020 leímos en la prensa la noticia de la aparición de unos restos arqueológicos en Motril. Pudimos constatar que, refiriéndose a ellos, la máxima autoridad municipal evocó épocas muy lejanas, lo que nos parece muy positivo, pero no aludió a la historia más reciente: la de la represión franquista.

El lugar, con otros recintos de Motril, formaba parte de la geografía de la represión de nuestra ciudad. Estos eran los campos de concentración situados en la fábrica de la Alcoholera, en la de San José, ubicada en el puerto, o en la Fabriquilla, además de la cárcel antigua, emplazada tras el edificio del Ayuntamiento, y que se había quedado pequeña ante el considerable número de detenidos que había. Con estos edificios, y con una represión desorbitada que impregnaba todo el ambiente, Motril, como las demás poblaciones de nuestro país era una ciudad-cárcel.

Esos recintos deberían ser “lugares de memoria”, en los que se conserven testimonios que se puedan transmitir a las nuevas generaciones para que estas tengan la oportunidad de reflexionar tanto sobre el tiempo pretérito como sobre su actualidad. En cambio, el silencio y el desconocimiento que hay sobre lo ocurrido allí los convierte más bien en “lugares de no-memoria”, como decía Reyes Mate, una de las personas que ha profundizado en estos temas.

Interior del recinto de la antigua cárcel. Foto facilitada por Gonzalo Arcas.

De la historia de la cárcel que hubo en la plaza de la Tenería aportamos algunos datos en la carta que se adjunta. Añadimos ahora algunos más. Como ha señalado el historiador Manuel Domínguez García, en ese lugar hubo un baño musulmán. Tras la conquista cristiana tuvo otros usos y, más tarde, se construyeron allí los llamados Hospitalicos, convertidos a raíz de la dominación franquista en cárcel y, posteriormente, en colegio de niños. Se le llamó “Cardenal Belluga”.

Niños formados en el patio de la antigua cárcel. Foto facilitada por José Fernández Valdivieso.

Aparte de los datos que vienen a continuación, queremos señalar que el director de la cárcel acabó siendo destituido. Su violencia no era castigada por sus superiores franquistas, al contrario, pero tenía un límite: maltratar a alguien que tuviese influencias, como ocurrió con un preso santanderino. El recluso consiguió que su familia supiese de la brutal paliza que había sufrido, y en la transmisión de la noticia tuvo una afortunada intervención el médico forense José Rodríguez Valdivieso, que lo había atendido.

Hemos visto conveniente dirigirnos a la alcaldesa de Motril, y el día 15 de mayo le hemos enviado la siguiente carta, que ha quedado registrada en el Ayuntamiento.

Señora alcaldesa:

Con agrado, hemos conocido la noticia de la aparición de restos arqueológicos en la plaza de la Tenería de esta ciudad. Hemos visto que se está trabajando allí y que usted se ha felicitado por el rescate de ese lugar, con la realización de unas obras que permitirán conocer mejor el pasado de Motril.

Es muy positivo que se recupere información de la época musulmana y de los comienzos de la época cristiana. Puede y debe ayudar a nuestros vecinos a conocer mejor sus raíces, un pasado que siempre ayuda para comprender mejor el presente.

La zona, como usted ha señalado, es emblemática. Sí, pero también por otras razones.

En ese mismo lugar estuvo uno de los centros de detención de Motril, donde numerosas personas que habían combatido al franquismo fueron objeto de tortura y pasaron hambre, llegando a morir algunos por este motivo.

Gracias a algún testimonio escrito y a otros de carácter oral conocemos esa historia. El empleo de las fuentes orales se ha generalizado en los últimos tiempos, e investigadores e investigadoras como Paul Thompson, Luisa Passerini o Phillippe Joutard han establecido su validez en la reconstrucción del pasado. En nuestro país, tras el estudio precursor de Ronald Fraser (Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española) y sus reflexiones posteriores, recogidas en el libro colectivo Metodología histórica de la guerra y revolución españolas, su empleo se ha extendido. A estas alturas no cabe duda de la validez de la historia oral, correctamente empleada, como correctamente empleadas deben ser también las demás fuentes.

Distintos testimonios coinciden en señalar que el director de la prisión obligaba a los presos a tomar con un cazo solo el caldo de la comida, del recipiente donde se encontraba, e impedía que profundizaran para llegar a la parte más sustanciosa, que prefería dejarla para su granja de cerdos.

Los reclusos que se quejaban sufrían palizas, al igual que aquellos que eran interrogados por la policía en ese mismo lugar.

Las coincidencias de las distintas fuentes orales o escritas son inapelables, y podemos considerar, por tanto, que su contenido es verdad histórica.

"Me metió en la cárcel, me metió cuatro estacazos con un vergajo, me pegó una paliza y allí me dijó (...) cuando bajabas, bajabas desollado, sin pies, ya no podías andar"

Conservamos la grabación de la entrevista que hicimos a Eduardo Díaz Pérez en 1990. Fue uno de los reclusos de este lugar. Sobre la comida decía: “si [un preso] agarraba el cazo y metía hacia abajo, donde estaban los garbanzos, y tiraba para arriba, pues con el vergajo: ¡pam!, le pegaba un estacazo. ¡Suelta el cazo!”. De un guardia civil nos contaba lo siguiente: “me metió en la cárcel, me metió cuatro estacazos con un vergajo, me pegó una paliza y allí me dejó (…) cuando bajabas, bajabas desollado, sin pies, ya no podías ni andar”. Fue, asimismo, testigo de la paliza que sufrió otro preso: “desde la barbería yo veía la ventana del despacho de él [del director de la prisión], y veo que se está poniendo la guerrera de militar, que la tenía colgada allí… ¿tú has visto los conejos, cuando los sacan en las carnicerías?... sin piel, claro. El tío con la pistola y pegándole palos”, y luego ordenó que lo metieran en una celda durante cuatro días, sin darle comida ni agua.

También entrevistamos a José García Rubiño (*), al que conocían en la ciudad como Rubiño el de Los Tablones y que fue conserje durante varios años en el Instituto Julio Rodríguez. Es posible que usted lo conociera, dado que estudió allí. Él contaba cómo veía a personas cuyo cuerpo se hinchaba, debido al hambre, como los niños que a veces hemos visto en televisión en las mismas circunstancias. Nos decía, incluso, que una de las víctimas era el padre de un empleado del Ayuntamiento en los momentos en que hablamos con él. Lo entrevistamos varias veces en 1987.

El testimonio de Antonio Mendoza Montes iba en el mismo sentido. Natural de Vélez de Benaudalla, lo conocían como el capitán Mendoza, y fue vecino de Motril durante un tiempo. En este caso, se conservan sus memorias, mecanografiadas, donde recoge también sus recuerdos de la cárcel de esta ciudad: “había mucha hambre en la calle y dentro de la cárcel, pero los que estaban en la calle se llevaban a sus estómagos aunque fuese un puñado de hierbas, pero los que estábamos encerrados no veíamos nada más que un cazo de caldo de calabaza”. El carcelero estraperleaba parte de la comida, y otra la destinaba a sus cerdos, “cada año cebaba de 10 a 15 cerdos, un gran negocio a costa de los presos”. Recordaba asimismo que “cuando pegaba con el vergajo creía hacerlo en una estera quitándole el polvo”.

Muchas motrileñas y motrileños podrán dar fe de esta historia, transmitida por sus familiares, pese al silencio que tantas veces ha habido.

Recuperar esa plaza, con su pasado histórico, debe hacerse también con el recuerdo de lo ocurrido en la guerra y la posguerra. Cualquier elemento de explicación, que sirva para aclarar lo ocurrido en el siglo XVI o en fases anteriores, debería contener igualmente la historia que le venimos relatando. Forma parte de nuestra cultura y de nuestras raíces.

En la sierra de Lújar se encontraba el frente de batalla tras la caída de esta ciudad y la consiguiente Desbandá. En una piedra encontraron recientemente que alguien había grabado unas palabras: “por la libertad del pueblo”. Por esa causa se batieron muchas personas, y también por la igualdad y el bienestar de las clases populares.

No lo olvide, señora alcaldesa, usted que vive en un sistema de libertades, un sistema que tanto debe a esas personas anónimas que soñaban con una España más justa. Rescatar el recuerdo de lo que sufrieron es también una muestra del inmenso respeto que les debemos.

El objetivo de esta carta es facilitarle información sobre una parte de la historia de nuestro pueblo, esperando sea tenida en cuenta e incluida a la hora de la reconstrucción del relato histórico de dicha plaza.

Estamos a su disposición para cualquier duda o aclaración respecto a lo anteriormente expuesto.

Reciba un cordial saludo.

Jacqueline López Ligero y José María Azuaga Rico.

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(*) Existe una errata en el nombre del que fue conserje del instituto, que es Miguel y no José como se indica en la carta.

Jacqueline López Ligero, activista de la Memoria.José María Azuaga Rico, historiador.