VESTIGIOS DEL CALZADO DE PLATAFORMA EN LOS SIGLOS XV a XIX

La reina Juana, loca por los chapines

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 4 de Agosto de 2024
Si crees que los zapatos femeninos con grandes plataformas, de última moda, es un invento reciente, te equivocas, como lo demuestra Gabriel Pozo Felguera en este magnífico reportaje, que te sorprenderá, pleno de anécdotas, que parte de la pasión de la hija de los Reyes Católicos por los chapines: no sólo acumuló 74 pares de este modelo, también fue enterrada con unos de 8 centímetros. Por el mejor cronista de Granada.
Mausoleo de los cuatro reyes en la Capilla Real. En primer término, el cenotafio de Juana la Loca. Debajo, detalles de los dos chapines, de unos 8 centímetros de alto; el derecho lleva cordones con lazada.
FOTOS ARMANDO BERNABÉU/CORTESÍA CABILDO CAPILLA REAL
Mausoleo de los cuatro reyes en la Capilla Real. En primer término, el cenotafio de Juana la Loca. Debajo, detalles de los dos chapines, de unos 8 centímetros de alto; el derecho lleva cordones con lazada.
  • La hija de los Reyes Católicos tenía 75 pares de zapatos de suela gruesa; en su tumba de la Capilla Real calza un par a la moda

  • La Alhambra conserva varios chapines utilizados por las reinas moras y aristócratas en el siglo XV; este calzado fue habitual en Granada hasta el XIX

La reina Juana I de Castilla, la Loca, calzaba chapines a la moda del XVI, con plataforma de ocho centímetros. Así está representada en la escultura mortuoria de su mausoleo de la Capilla Real. Fue una mujer forofa de este tipo de calzado, del que a su muerte dejó 74 pares en herencia. Es probable que esté enterrada con unos de sus mejores ejemplares. Asimismo, la moda de los chapines era habitual entre las clases altas que habitaron la Alhambra hasta 1492. Incluso continuaron su uso las clases moriscas y cristianas hasta principios del XIX. Lo hicieron para estilizar sus cuerpos y sentirse más atractivas; también para evitar pisar el barro y la tierra de las calles. Fue un calzado muy lujoso, costoso, incluso recubierto de oro y plata. Los preciosos grabados de Joris Hoefnagel (1562-5) exhiben a varias mujeres caminando por la Vega o retozando en las praderas sobre sus chapines. Una moda, la del calzado alto, que como nos enseña la historia granadina no es una invención reciente.

Se cree mi vecina que va a la ultimísima moda aparecida en el siglo XXI, con sus zapatos de corcho con plataforma que se acaba de comprar. De por lo menos diez centímetros de alzada. Los ha diseñado no sé quién de apellido francés como lo más novedoso del prêt-à-porter.

Como no hay forma de convencerla, la he enviado a la Capilla Real y el Museo de la Alhambra para que vea una muestra y se convenza. Porque −le he explicado− este calzado tan popular que abunda en verano por las calles no es más que una evolución de los chapines que estuvieron en boga entre la alta sociedad granadina en época musulmana, morisca y cristiana

Yo le he dicho que no. Que no es la última moda llegada de París o Nueva York. No son más que unas imitaciones de los chapines que tanto abundaron en Granada, y España, desde el siglo XIII. Por lo menos. Si es que ya no los utilizaban los hispano-romanos en sus termas.

Como no hay forma de convencerla, la he enviado a la Capilla Real y al Museo de la Alhambra para que vea una muestra y se convenza. Porque −le he explicado− este calzado tan popular que abunda en verano por las calles no es más que una evolución de los chapines que estuvieron en boga entre la alta sociedad granadina en época musulmana, morisca y cristiana. Y siguió estándolo hasta muy finales del XVIII-principios del XIX por casas y calles de Granada. Este calzado de plataforma alta ha sido conocido de muy diversas maneras: chapines, galochas, alcorques, zancos, chicarros, calzos, tapines, sandalias de plataforma, etc.

Juana la Loca, reina de los chapines

El crucero de la Capilla Real de Granada, donde están sepultados los Reyes Católicos, Felipe I el Hermoso, Juana I la Loca y el príncipe Miguel, acoge dos de los mejores monumentos mortuorios del gótico español, únicos de esta clase en Granada. No me voy a extender en repetir el esplendor que acumulan los túmulos en mármol de Carrara esculpidos por Doménico Fancelli en 1517 y por Bartolomé Ordóñez en 1519-20, en el caso de Juana y Felipe.

Pero en el caso de Juana la Loca sus dos zapatos no son normales. Llama poderosamente la atención el grosor de sus suelas: son de más de ocho centímetros de altura

Pero sí quiero llamar la atención sobre un detalle que pasa desapercibido para la mayoría de quienes contemplan los cuerpos yacentes de los cuatro reyes. Los pies de los cuatro monarcas descansan sobre figuras de leones/as; Fernando, Isabel y Felipe lo hacen con calzado que podemos llamar normal, de una suela habitual. Pero en el caso de Juana la Loca sus dos zapatos no son normales. Llama poderosamente la atención el grosor de sus suelas: son de más de ocho centímetros de altura. En un acercamiento a esos pies que el bajo de su falda deja al descubierto podemos comprobar que no se trata de zapatos cerrados, sino de chapines. El calzado que dejan la puntera al descubierto, por donde sale la punta del pie embutida en una media; dos lengüetas delanteras, con sus ojales y cordones, recogen el pie de Juana de Castilla.

Cenotafio de Felipe I, el Hermoso, y Juana I, la Loca, en el centro de la Capilla Real. Desde esta perspectiva desde el altar se ve que el chapín derecho tiene tacón. CORTESÍA LA CAPILLA REAL

¿A qué se debe que a Juana la Loca la representen calzada con chapines de suela tan gruesa? Aquí empiezan las pistas, sigue el misterio y abrimos conjeturas

¿A qué se debe que a Juana la Loca la representen calzada con chapines de suela tan gruesa? Aquí empiezan las pistas, sigue el misterio y abrimos conjeturas.

El uso de chapines era sumamente habitual entre las clases altas de los siglos en que tocó vivir a Juana. Hay referencias a su uso incluso varios siglos antes, tanto en la corte nazarí de Granada como en casas nobiliarias y cortes castellanas y aragonesas. Por supuesto, también en algunos países europeos. Hay pistas de que el uso de este tipo de calzado alto ya se usó en las culturas griega y romana. Especialmente en la romana. Se utilizaban esta especie de chanclas de suela gruesa para no quemarse los pies en las termas; los musulmanes hicieron lo propio en sus hammanes. Después evolucionaron hasta convertirse en piezas habituales del vestuario lujoso de clases altas.

El siglo XIV está repleto de referencias a la fabricación, venta y uso de todo tipo de chapines en la zona de Barcelona, Valencia y Reino de Granada. Se contó con especialistas, dentro del gremio de zapateros, que se dedicaban a su fabricación

El siglo XIV está repleto de referencias a la fabricación, venta y uso de todo tipo de chapines en la zona de Barcelona, Valencia y Reino de Granada. Se contó con especialistas, dentro del gremio de zapateros, que se dedicaban a su fabricación. De suela media, alta y muy alta (hasta un palmo); de madera y corcho fundamentalmente; con tacón o sólo plataforma recta; de cuero, cordobán, tela, seda, oropel, con incrustaciones de plata y oro, e incluso perlas; lisos o con decoración esculpida o bordada. De la sencillez a la sofisticación se contó con un amplísimo repertorio. Entre los más nombrados en cuanto a decoración y colorido se encontraron los fabricados en Valencia.

Los usaban fundamentalmente las mujeres, aunque también hay referencias a casos de hombres de clases altas. Ya desde muy pequeñas se les enseñaba a caminar y bailar sobre ellos

Los usaban fundamentalmente las mujeres, aunque también hay referencias a casos de hombres de clases altas. Ya desde muy pequeñas se les enseñaba a caminar y bailar sobre ellos; la costumbre sólo les permitía utilizarlos en público a partir del momento en que contraían matrimonio. Era un símbolo característico de haber pasado al estado de esposa. Debió ser una moda tan arraigada que incluso algunas damas o doñas decidieron llevárselos a la tumba con ellas: este fue el caso de la Condesa de Cardona y de la mismísima abuela de Juana la Loca; Isabel de Portugal (1428-96) en su tumba de la Cartuja de Miraflores (Burgos) también nos asoma un pie calzado con un chapín.

Túmulo de Juan II e Isabel de Portugal en la Cartuja de Miraflores. La reina asoma el pie derecho bajo su falda, calzado con chapín.

El primer dato que llama poderosamente la atención era su exagerada afición al uso de chapines; cuando falleció en 1555 y se hizo el inventario de sus bienes, resultó que en su mueble zapatero guardaba nada menos que 74 pares de zapatos chapines

La moda de usar chapines venía muy bien a aquellas mujeres de baja estatura para realzar y estilizar sus figuras. Y la reina Juana I no destacaba precisamente por su estatura. El misterio de por qué fue representada en su tumba calzada con chapines empezamos a desvelarlo cuando conocemos aspectos de su vida cotidiana. Para empezar, el primer dato que llama poderosamente la atención era su exagerada afición al uso de chapines; cuando falleció en 1555 y se hizo el inventario de sus bienes, resultó que en su mueble zapatero guardaba nada menos que 74 pares de zapatos chapines. Los había de todo tipo y altura: la mayoría de suela recubierta de terciopelo, morados, verdes, carmesíes, leonados, con adornos de plata, dorados, con lengüetas de cordones, con empeine cerrado, etc.

Primeras dos páginas de las ocho de que consta el inventario de chapines de Juana I. PATRIMONIO NACIONAL.

Esos chapines los estuvo utilizando sin faltar un solo día en su encierro de 46 años en el castillo de Tordesillas

Esos chapines los estuvo utilizando sin faltar un solo día en su encierro de 46 años en el castillo de Tordesillas. Cada mañana se vestía de gala, como si fuese a presidir el Consejo de Castilla, por supuesto con sus mejores chapines que la elevasen por lo menos un jeme frente a los hombres que supuestamente la mirarían a la altura de los ojos, nunca por encima del hombro.

Los chapines, en su origen, fueron complementos “ocultos” bajo las faldas que utilizaban las damas para elevar su estatura

Los chapines, en su origen, fueron complementos “ocultos” bajo las faldas que utilizaban las damas para elevar su estatura. Pero poco a poco las faldas fueron recortadas un palmo para permitir que se vieran los chapines decorados, como un complemento importante de la impedimenta femenina.

Conociendo la exagerada afición de la reina Juana 'la Loca' por el uso de chapines no resulta nada extraño que esté así representada en su monumento funerario. Y de modo tan exagerado, con los dos pies fuera de la túnica y tanta plataforma

Conociendo la exagerada afición de la reina Juana la Loca por el uso de chapines no resulta nada extraño que esté así representada en su monumento funerario. Y de modo tan exagerado, con los dos pies fuera de la túnica y tanta plataforma. La cuestión es dilucidar si fue la misma Juana la que indicó esta preferencia al escultor o fue una licencia del artista. El escultor que trazó la obra fue el burgalés Bartolomé Ordóñez; fue contratado por Carlos V, el nieto y co-monarca, quien le hizo el encargo el 21 de diciembre de 1518. El contrato fue firmado en Zaragoza por un importe de 3.200 ducados. Bartolomé partió a Carrara a esculpir allí el túmulo con su famoso mármol. Pero falleció en 1520, aunque ya tenía hecha la parte correspondiente a los dos cuerpos de Felipe y Juana.

¿Fue Fonseca quien le dio indicaciones de que el vestido debía ser al estilo borgoñón y los pies calzados de sus mejores chapines?

Si fue por indicación de Juana, porque se entrevistase con ella o porque Ordóñez conociera la gran afición por el uso de chapines es una cuestión que nunca sabremos. Pero queda claro que era de común conocimiento la costumbre de calzar chapines de la reina Juana. ¿Le hizo alguien indicaciones al respecto?; el contador de Carlos V, Antonio de Fonseca, fue el encargado de firmar el contrato con el escultor, quien le llevó retratos de Felipe (ya fallecido) y de Juana para que tomara sus facciones. ¿Fue Fonseca quien le dio indicaciones de que el vestido debía ser al estilo borgoñón y los pies calzados de sus mejores chapines?

Primer plano del cuerpo yacente de la reina Juana. FOTO: ARMANDO BERNABÉU/GENTILEZA DE LA CAPILLA REAL.

Jamás ha sido abierto en los 469 años que lleva depositada en la Capilla Real. Sólo fueron abiertos, aunque tímidamente, los correspondientes a Isabel, Fernando y Felipe; ocurrió en 1952, aunque sólo fue levantada una esquina de cada caja de plomo e inspeccionado su interior visualmente con la luz de una linterna

El resultado es que el túmulo fúnebre de Juana y Felipe llegó a España (Cartagena) en 1533 y a Granada todavía unos años más tarde (en 1539). Fue depositado, desmontado, en el Hospital Real; no lo colocaron en la Capilla Real hasta 1602.

Juana la Loca falleció en Tordesillas en abril de 1555. No debió ver nunca la escultura de su tumba, a no ser que le enviasen un boceto o dibujo. Pero es seguro que conoció las características de la escultura, tantos años esperándola, con sus destacados chapines. Lo que está por averiguar es si Juana la Loca fue enterrada en la cripta vestida al estilo borgoñés y calzada con el par número 75. Este extremo no se podrá conocer hasta cuando no se decida abrir el ataúd que contiene sus restos y analizarlos. Jamás ha sido abierto en los 469 años que lleva depositada en la Capilla Real. Sólo fueron abiertos, aunque tímidamente, los correspondientes a Isabel, Fernando y Felipe; ocurrió en 1952, aunque sólo fue levantada una esquina de cada caja de plomo e inspeccionado su interior visualmente con la luz de una linterna.

Los chapines de las reinas de la Alhambra

Se conservan en diversos museos del mundo varios chapines fabricados hasta el siglo XIX, en que se produjo su práctica desaparición y sustitución por zuecos de madera, madreñas, calzas o calzos, sobre todo para transitar por terrenos embarrados. La moda del calzado chapín redujo su uso “a monjas y viejas”. Eso solía decirse en el siglo XIX para indicar que solamente continuaban utilizando los chapinas las personas mayores con el fin evitar el frío de los suelos; era habitual que la gente mayor pasara mucho tiempo sentada al brasero de picón, con unas finas alpargatas (servillas o borceguíes) o sólo calcetín embutido en su chapín. Y, de paso, con las piernas cubiertas de angaripolas para impedir que el calor directo de las ascuas les provocara cabrillas en sus venas.

Entre los chapines más antiguos que se conservan en el mundo está la colección que guarda el museo hispanomusulmán de la Alhambra. Son chapines de procedencia nazarí por su diseño y fabricación

Entre los chapines más antiguos que se conservan en el mundo está la colección que guarda el museo hispanomusulmán de la Alhambra. Son chapines de procedencia nazarí por su diseño y fabricación. Hace ya unas cuantas décadas que el arqueólogo Jesús Bermúdez Pareja los encontró arrumbados entre los escombros del hueco de una escalera en la Alcazaba de la Alhambra.

Los chapines de la Alhambra fueron restaurados hace ahora algo más de quince años. Han sido expuestos al público en varias ocasiones. Quienes los fabricaron empezaron por utilizar varias capas de corcho unidas mediante cuñas de bambú. Cuatro tandas por lo general, que consiguen una altura aproximada entre 8 y 12 centímetros. El talón está un poco elevado en algún caso. La formación de estos chapines consta de una plantilla, su cerco y dos orejas en la parte delantera. Estas lengüetas disponen de ojales u ojetes en número de cuatro a seis para encordarlas y ajustar la parte delantera al empeine. Las orejas están entreteladas. Además del corcho, se utilizaban el lino y el cáñamo para la plantilla y su forrado. El remate de la plataforma resultante se forraba de terciopelo, cuero o cordobán, lujosamente esculpido. La piel habitual utilizada es de cabra; procede de las tenerías que había en la zona del Rastro de la Medina o de la tenería del secano de la Alhambra.

Varios de los modelos de chapines de los siglos XV y XVI de la colección del Museo de la Alhambra. Debajo, capas de corcho “cosidas” con púas de bambú para formar el zanco. PAG.

Son chapines pensados para pies de mujer, bastante pequeños. Entre los adornos florales y animales de sus laterales traslucen restos de pan de oro. Su datación es de la segunda mitad del siglo XV, al menos si se atiende a la semejanza con otros estampados del reinado de Muley Hacén

Son chapines pensados para pies de mujer, bastante pequeños. Entre los adornos florales y animales de sus laterales traslucen restos de pan de oro. Su datación es de la segunda mitad del siglo XV, al menos si se atiende a la semejanza con otros estampados del reinado de Muley Hacén.

Tampoco se descarta que alguno de los ejemplares que nos han llegado desde la Alhambra pertenezcan a la etapa mudéjar-morisco posterior a la Toma del Reino. Tanto las damas moriscas como las doñas cristianas del siglo XVI continuaron usando con profusión este tipo de calzado elevado.

A finales del XV, recién tomada la ciudad de Granada por los cristianos, debió estar tan extendida la costumbre de usar chapines que el primer arzobispo Hernando de Talavera se pronunció por escrito contra su uso

A finales del XV, recién tomada la ciudad de Granada por los cristianos, debió estar tan extendida la costumbre de usar chapines que el primer arzobispo Hernando de Talavera se pronunció por escrito contra su uso. En 1497, desde su residencia en la Casa de la Tiña del Albayzín, emitió un escrito titulado Tratado sobre el vestir, calzar y comer. Criticaba el gran despilfarro que suponía fabricar y lucir chapines lujosamente adornados, hasta con oro y perlas. Además, encaramarse sobre aquellas altas plataformas conllevaba alargar la tela de las faldas. Todo un despilfarro y demasía añadidos. El arzobispo lo veía innecesario. Se decía que las mujeres granadinas se empeñaban en pecar y ofender a Dios con sus pies. Los principales pecados de que acusaba a las granadinas eran de soberbia y mentira, “pues fingen con los chapines y se muestran altas las que son pequeñas y quieren enmendar a Dios que las hizo menores que a los hombres”.

Grabados alemanes de mujeres españolas en el XVII en los aparecen calzadas con chapines. BIBLIOTECA NACIONAL.

Sin embargo, pocos años más tarde, en 1515, la reina Juana I emitió la Pragmática de Burgos por la que se regulaba y permitía llevar chapines lujosamente adornados con terciopelo y sedas

Sin embargo, pocos años más tarde, en 1515, la reina Juana I emitió la Pragmática de Burgos por la que se regulaba y permitía llevar chapines lujosamente adornados con terciopelo y sedas. Tal debió ser el gusto de las mujeres por los chapines adornados, o sencillos para pisar barro y polvo, que hasta la mismísima Teresa de Jesús los utilizaba.

Otra muestra del valor que se concedía en los siglos XV y XVI a la posesión y uso de chapines es la continua referencia a su existencia en los inventarios y testamentos de reinas, princesas y granadinas pudientes. La infanta Isabel, hija mayor de los Reyes Católicos, dejó a su muerte veinticinco pares adornados con oro y plata, de color verde y morado en su mayoría; su confección y precio era tan alto como el equivalente al valor de una burra (unos 25 ducados).

La emperatriz Isabel de Portugal (1503-39), esposa de Carlos V, venía calzada en su ataúd con otros chapines

La emperatriz Isabel de Portugal (1503-39), esposa de Carlos V, venía calzada en su ataúd con otros chapines. Así lo confirmó el Duque de Gandía cuando abrió el féretro al entregarlo a la ciudad de Granada en 1539, justo donde está la Cruz Blanca de la Avenida Constitución. Se decía que esos zapatos procedían de un artesano de Valencia, muy similares a los de su suegra Juana la Loca y acordonados con lazos rosados. El cadáver y los chapines de Isabel de Portugal regresaron a El Escorial en 1572.

La hija mayor de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, que era muy baja de estatura, solía deambular por el Alcázar de Madrid y en las recepciones encaramada en unos chapines de casi una cuarta

La hija mayor de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, que era muy baja de estatura, solía deambular por el Alcázar de Madrid y en las recepciones encaramada en unos chapines de casi una cuarta, que tapaba con una larga falda que apenas dejaban verlos.

Los chapines de Hoefnagel (1562-65)

La actividad fabril de chapines estuvo regulada ya desde el siglo XIV entre los gremios de Cataluña, Valencia, Segovia, Toledo y Sevilla. En Granada debió ser una actividad importante, pero no regulada de manera específica fuera del gremio de zapateros. Fue una especialidad paralela a los zapateros. En las Ordenanzas del Concejo de Granada correspondientes a 1523 se especifican claramente las características que debían tener cada tipo de calzado; hay un apartado único para ordenar el oficio de chapineros. Aquella ordenanza indicaba que las mujeres llevarían cercillas o servillas (zapatillas de suela fina) para poder calzar después sus chapines. Éstos sólo podrían hacerse de badana si eran negros; a lo sumo se podrían hacer de una altura de tres cochos (máximo 9 centímetros).

En el siglo XVII se desgajó el gremio de chapineros de sus colegas zapateros y tuvo sede próxima al convento de Trinitarios, en lo que hoy es Fábrica Vieja

El gremio de zapateros tuvo su calle en la medina comercial, cerca de la Madraza. No así el de la especialidad de chapineros (sí la tuvieron en otras ciudades, como Valladolid y Sevilla). La calle Zapateros de Granada continúa estando entre Bibarrambla y Mesones. En el siglo XVII se desgajó el gremio de chapineros de sus colegas zapateros y tuvo sede próxima al convento de Trinitarios, en lo que hoy es Fábrica Vieja. Quizás porque en esta callejuela debió existir algún taller de chapines hasta el siglo XIX en que desapareció su uso generalizado en Granada.

La enésima prueba del abundante uso de chapines en el siglo XV granadino son las muestras pictóricas que nos dejaron pintores y grabadores 

La enésima prueba del abundante uso de chapines en el siglo XV granadino son las muestras pictóricas que nos dejaron pintores y grabadores de ese tiempo. Algunas moriscas aparecen sobre calzas no demasiado altas y con zaragüelles; pero otras llevan falda y altos chapines.

Dos estampas de Joris Hoefnagel, datadas en 1562-5, en las que se resaltan con círculos amarillos a varias mujeres bailando en un prado y caminando por la Vega con chapines en sus pies.

En dos de las panorámicas que plasmó de la ciudad de Granada se ven mujeres usando chapines: el más espectacular está en la panorámica que debió dibujar desde la ermita de San Antón el Viejo

Los dos mayores ejemplos más destacados los recogió y nos los transmitió el pintor Joris Hoefnagel, que estuvo por Granada en la década de 1560-70. Hizo varios dibujos muy fidedignos sobre la ciudad, las actividades y sus gentes. En dos de las panorámicas que plasmó de la ciudad de Granada se ven mujeres usando chapines: el más espectacular está en la panorámica que debió dibujar desde la ermita de San Antón el Viejo. Se ve un prado con varias mujeres tocando una pandera cuadrada y bailando; la que porta el pandero está subida sobre dos grandes chapines, en tanto que la que baila se ha despojado de los chapines y los ha depositado sobre el césped.

Aquel uso generalizado de chapines incluso dio el nombre a un impuesto ideado por la monarquía borbónica. Era el impuesto de casamiento de reinas, princesas e infanta

En la otra panorámica se ve un grupo de caminantes por la zona de la Vega. Es una especie de desfile de los tipos de personas que había en Granada en la sociedad dual de 1562, que fue el año del dibujo. En la parte baja de la escena aparecen cuatro mujeres que andan sobre chapines; da la impresión de que su vestimenta son de clase social morisca.

Aquel uso generalizado de chapines incluso dio el nombre a un impuesto ideado por la monarquía borbónica. En el Archivo Histórico Municipal de Granada existen dos cartas de Felipe V (de 1701 y 1715) reclamando un nuevo impuesto a los habitantes de este reino. Era el impuesto de casamiento de reinas, princesas e infantas. Se trató de una especie de colecta de la monarquía entre las ciudades que tenían derecho a voto en Cortes para sufragar los suntuosos bodorrios y dotes para los hijos de la monarquía. Acabó conociéndosele como “Impuesto del chapín de la reina”.

Moda actual con siglos de historia. Con suela sintética, de esparto, de corcho… hoy proliferan miles de modelos evolucionados de la moda de las reinas y mujeres pudientes desde la edad media granadina. Nada nuevo bajo el pie de las mujeres contemporáneas.