¿No estaremos ocultando demasiado los monumentos de Granada?
Hace pocos meses publicaba yo un artículo en este mismo diario digital sobre el excesivo volumen que había alcanzado el bosque de la Alhambra en su ladera norte. De tal manera que la falta de poda empezaba a empequeñecer la ciudadela (Ver: Que el frondoso bosque de San Pedro no te impida ver la Alhambra). Ahora que han empezado a caer las hojas, la Alhambra presenta una perspectiva muy diferente.
En Granada hay casos escandalosos de ensombrecimiento de monumentos por el elevado grado de abandono o desidia de los responsables de podarlos; otros en los que se eligió mal el tipo de vegetación. Pero también hay bastantes en que el arbolado contribuye a mejorar aspectos de calles, no precisamente de carácter monumental
No es el caso de otros monumentos de la ciudad. Delante de ellos fueron plantados árboles y arbustos que no son de hoja caduca. No dejan de crecer y han acabado por ocultar o ensombrecer parte de esos edificios históricos. Bien porque se trata de especies no adecuadas para ese lugar, bien porque se los dejan crecer de manera anárquica sin controlar sus volúmenes. La situación actual es el ocultamiento de partes importantes de esos monumentos.
En Granada hay casos escandalosos de ensombrecimiento de monumentos por el elevado grado de abandono o desidia de los responsables de podarlos; otros en los que se eligió mal el tipo de vegetación. Pero también hay bastantes en que el arbolado contribuye a mejorar aspectos de calles, no precisamente de carácter monumental. En varios ha existido sensibilidad suficiente como para corregir errores del pasado y se ha reaccionado a tiempo. En alguna situación se han generado polémicas por la retirada de árboles que nunca debieron ser plantados. Y, finalmente, está el caso especial de la Gran Vía.
La vegetación viene bien, es necesaria para las ciudades. Más cuando se trata de lugares demasiado calurosos en verano, como es el caso de Granada. Pero en este tema de la vegetación urbana hay que mantener un equilibrio entre el uso y el abuso. El paisaje urbano de una ciudad con tanta Historia como Granada lo concibo como el cuadro de un autor importante; sería una ofensa si, por ejemplo, Las Meninas fuesen colocadas detrás de unas columnas o con parte de un armario tapando su contemplación completa. Este cuidado debería aplicarse también a los monumentos históricos de Granada.
Si repasamos las colecciones de fotografías históricas podemos concluir que nuestros antepasados cuidaron bastante más que nosotros la plantación de jardincillos, de los pocos espacios verdes que había en Granada
Si repasamos las colecciones de fotografías históricas podemos concluir que nuestros antepasados cuidaron bastante más que nosotros la plantación de jardincillos, de los pocos espacios verdes que había en Granada. Contrariamente, las últimas décadas se ha puesto de moda plantar árboles exóticos y de gran porte en los lugares más inadecuados. La mayoría son de hoja caduca; presentan juegos de colores ocres y cobrizos muy bonitos estos días de otoño, pero su excesivo crecimiento impide las vistas. Para empeorar la situación, los barrenderos no dan abasto a recoger tanta hoja. Eso apenas ocurría en el pasado, cuando la mayoría de los jardines y árboles en hilera de las calles eran naranjos y especies autóctonas de hoja perenne.
Un recorrido por distintos rincones de Granada nos permite hacernos una idea de dónde los árboles sobran, están descuidados o contribuyen a mejorar el entorno. Vamos a darnos una vuelta por Granada.
Uniformidad vegetal en Plaza Nueva-Santa Ana. Hoy apenas distinguimos entre Plaza Nueva y Plaza de Santa Ana. Este lugar fueron dos espacios completamente separados. Hasta la riada de 1835 que se llevó por delante la Fuente de las Ninfas, en primer término estaban la Plaza de San Gil y Plaza Nueva. Con una serie de recovecos por la izquierda, con casillas pegadas de la parroquia de San Gil, y soportales en la fachada de la derecha. El estrechamiento entre las esquinas del Hospital de Santa Ana y la Real Chancillería hacía que detrás existiera la Plaza de Santa Ana; una zona que primero estuvo con el río Darro al descubierto y en 1880 fue embovedada. En esta foto de principios del siglo XX se ve todavía adelantado unos metros el Hospital de Santa Ana (posterior edificio de Juzgados). Las dos plazas disponían de calles laterales para carruajes y dos filas de naranjos en su interior. Se trataba de un jardincillo homogéneo, de árboles de poca copa, que permitían contemplar las nuevas edificaciones surgidas del modelo “Contreras”, es decir, casas con varias persianas en los bajos para uso comercial y dos o tres plantas de alzada con balcones y ventanales completamente simétricas en calles verticales. En el atrio de Santa Ana sólo se intuye un pequeño árbol.
Cipreses y olmos en Santa Ana. Esta fotografía es de los años sesenta del siglo pasado. Hacía casi dos décadas que el alcalde Gallego Burín trasladó aquí la fuente del Pilar del Toro y plantó dos olmos en el atrio de la iglesia; también dos cipreses en las esquinas de la fachada. La rotonda de raíles del tranvía había sido levantada y el lugar era ocupado por el autobús del Albayzín y como aparcamiento anárquico. Los olmos acabaron por secarse y desaparecer; los cipreses ya se ven con más de diez años de vida, no se habían convertido todavía en un problema de visión para la iglesia como en la actualidad.
Real Chancillería. La última reforma de Plaza Nueva concentró el tráfico en la acera más lejana a la Chancillería. Plantó una fila de almeces que han alcanzado grandes volúmenes. Pero cuando alguien se percató de que los árboles se iban a convertir en una pantalla para la fachada manierista de Francisco del Castillo, decidió dejar vacíos los dos alcorques perpendiculares a la portada y plantar un laurel en el tercero. De este modo, los dos extremos de Plaza Nueva tienen grandes zonas de sombra y dejan diáfana la perpendicular del edificio judicial para que muestre su imponente hechura. Un acierto.
Carrera del Darro. Las dos fotografías anteriores son de principios del siglo XX. Se ve una ladera de la Alhambra con un bosque controlado y un lecho del río Darro completamente limpio de maleza. Eso permitió que los fotógrafos plasmaran en sus placas la que pasa por ser una de las calles más bonitas de Granada. Se ve completamente la iglesia de San Pedro, el Convento de Zafra, las casas señoriales de la izquierda. Todavía estaba en pie la casa montada sobre el estribo del puente de los Tableros. La única vegetación es un árbol a su lado.
Carrera del Darro enmarañada. En las dos fotos siguientes ya ha desaparecido la iglesia de San Pedro tras las ramas y las vistas de la muralla de la Alhambra. El cauce está lleno de cañas y arbustos silvestres. Incluso la vegetación se ha adueñado por completo del cauce, lo ha convertido en una manigua que rebasa el malecón y al fondo los árboles llegan a rozar las fachadas de la acera opuesta. Así lleva ya varios años, completamente abandonado a su suerte y a riesgo de alguna riada de desconocidas consecuencias. Estas fotos están hechas hace un mes; dicen que ya han empezado el desbroce por la parte alta del Darro. Esperemos que las antiguas vistas se puedan recuperar para los fotógrafos y paseantes. En este caso la vegetación de tanto porte es innecesaria.
Plaza del Carmen. El atrio de la Casa Consistorial ha tenido históricamente algunos arbolitos de pequeño porte. Aunque la mayor parte de su existencia (desde 1844 en que quedó diáfana tras demoler el Convento de Carmelitas) no ha tenido vegetación de importancia. En la foto de arriba, cuando a principios del siglo XX se llamaba Plaza Cánovas del Castillo, no tenía absolutamente ningún árbol. Fue poco a poco convirtiéndose en aparcamiento de carruajes y coches de los ricos que asistían al Café Royal (frente al Ayuntamiento), además de acoger terrazas de esta cafetería y del Club Taurino. Hace ahora poco más de un cuarto de siglo de la eliminación del aparcamiento que tuvo y se decidió plantar unos magnolios. Estos ejemplares la están tapando con sus volúmenes. No vienen mal para un lugar donde hay pocos edificios de estética que merezcan la pena ver.
Bibarrambla. El caso de Bibarrambla es muy especial. Desde mediados del siglo XIX −en que desapareció el cascajar en que convirtieron su zona central− se han ido plantando diversos tipos del arbolado. Los que figuran en la primera foto de Ayola, del Corpus de 1889, eran naranjos de pequeña copa y cuidados. Permitían hacerse una idea de conjunto de toda la plaza. Ya para esa época habían desaparecido todos los soportales del XVI y como única fachada histórica quedaba la Curia-Palacio Arzobispal.
A principios del siglo XX los naranjos fueron sustituidos por olmos de mayor envergadura; pero nunca los dejaron crecer tanto como para tapar las vistas
A principios del siglo XX los naranjos fueron sustituidos por olmos de mayor envergadura; pero nunca los dejaron crecer tanto como para tapar las vistas. En las dos fotos de abajo, actuales, vemos las dos arboledas de las fachadas más largas de Bibarrambla que tapan las vistas de los edificios. En el caso de la acera del Oeste, ya no se puede ver absolutamente nada. A pesar de ser la Plaza Mayor de Granada, Bibarrambla ha sido convertida en una gran terraza comercial privatizada a base de corralitos de bares y restaurantes. Y los árboles demasiado grandes y abandonados. Está empequeñecida y maltratada. ¿De quién será la culpa?
Plaza de la Trinidad. La imagen de arriba es ya imposible de repetir porque las casas del fondo han crecido y tapan un poco más la fachada de la Catedral. Pero al menos hasta hace tres décadas eran clareados los cinamomos y dejaban entrar la luz. Después fueron abandonados, los estorninos se adueñaron de sus copas y llenaron el suelo de excrementos. La arboleda se presenta últimamente fresca, pero demasiado tupida. Desde el punto en que está tomada la fotografía, y tampoco desde ningún otro, se puede ver ya la parte alta de la Catedral. Los vecinos están que trinan.
Ocultando la Colegiata de San Justo y Pastor. Es famosa la fotografía de 1962 hecha por Pepe Romero de la calle Escuelas, con la plaza de la Universidad al fondo y un tranvía que la atraviesa. Se contemplaba entonces en plenitud la cúpula y la torreta de San Justo y Pastor. Seguramente uno de los mejores remates de templo que los jesuitas aportaron a Granada en el siglo XVI. Hace algo más de cuarenta años que a alguien se le ocurrió rodear la plaza de la Universidad de una fila de naranjos, pero en la esquina de la antigua calle Riaño colocó un árbol de gran porte. Con el tiempo se ha convertido en un arbolaco que tapa las vistas de la mejor cúpula de Granada. La foto de la izquierda está hecha hace un mes, la de la derecha hace pocos días. Sólo podemos disfrutar de esta perspectiva durante el invierno deshojado. Una poda a saco, por favor.
Plaza de la Universidad en plenitud. Esta fotografía de García Ayola es de, aproximadamente, 1885-90. La fachada del Colegio de San Pablo acababa de ser restaurada por Juan Montserrat; todavía no había sido demolida la crujía de la residencia que lindaba con la Universidad y dio paso al jardín actual. No estaba la estatua de Carlos V, no pasaba la vía del tranvía y se ve la sombra del edificio que, por la izquierda, estaba unos metros adelantado; faltaban unos años todavía para cuadrar el espacio. La calle se ve terriza y sin un solo árbol que la adornara. Ni siquiera había tráfico de carruajes.
En los años setenta fueron plantados unos naranjos alrededor de la plaza, también delante de la fachada de la Colegiata…
… hasta que el año pasado se decidió arrancarlos para evitar que taparan los tondos de mármol de la Iglesia. Polémica al canto por el traslado (y probable muerte) de los dos naranjos. En cambio, toda la plaza está convertida en un aparcamiento de motos que empuercan las vistas y nadie protesta.
Hospital de San Juan de Dios. Bajando por la antigua acera de San Felipe (actual San Jerónimo) se nos iba acercando la fachada renacentista del Hospital de San Juan de Dios. Era la imagen típica de quienes viajaban en los tranvías calle abajo y giraban la cabeza hacia la izquierda cuando el coche enfilaba la calle San Juan de Dios hacia arriba. En los últimos años han plantado una fila de naranjos (que vienen bien) mezclados con ginkgos (desubicados).
Basílica de San Juan de Dios. En esta calle sembraron naranjos, pero tuvieron el detalle de no poner ninguno delante de la fachada de la iglesia de San Juan de Dios. Es de agradecer. Se ve en la foto de arriba cómo se podía contemplar la fachada barroca entera a finales del XIX. Pero hacer una foto con la fachada completa de la iglesia del santo portugués es tarea imposible en la actualidad. En la fachada de enfrente hay árboles de porte mediano que lo impiden.
Paseo de cipreses. En el caso de la parroquia de San Ildefonso hay que aplaudir el diseño del paseo de cipreses que conducen nuestra mirada hacia la portada y torre del edificio. Es similar a la idea de paseos de árboles típicos que conducen a los cementerios y no nos permiten distraernos con nada lateral. Un acierto que beneficia al monumento y a lo vegetal.
Arco de Elvira. La Plaza del Triunfo (que así se llama este espacio) ha tenido diversos tipos de arbolado desde que en 1846 se decidió plantar la zona con choperas. Aunque históricamente este lugar estuvo diáfano. En fotos antiguas se aprecian algunos árboles, pero nunca en la perpendicular de la puerta, libre como está ahora. Estos arbolitos rácanos, mal regados y mal podados, tienen ya más de veinte años. Fueron colocados alrededor de la estatua de Fray Leopoldo; la imagen fue trasladada a la parte baja de los Jardines del Triunfo y los arbolitos quedaron abandonados a su suerte. Los ladrones de chatarra han ido robando poco a poco las rejillas de los alcorques. Esta especie de árbol da la impresión de un bosque ruin.
La plaza de Alonso Cano empieza a ser ocultada por el sembrado de magnolios y cipreses de hace unos treinta años. El que hay tapando la inscripción de José Antonio Primo de Rivera (quizás lo colocaron delante con esa intención) ya ha levantado las losas de su alrededor. Los de la fachada de enfrente empiezan a esconder las vistas de la Curia y el Palacio Arzobispal. Los magnolios no son precisamente los ejemplares más adecuados para este espacio. Algún día quizás haya que cortarlos. Seguro que asistiremos a otra polémica de calado. Este espacio jamás tuvo un árbol hasta tiempos recientes.
Ábside de la Catedral. Hasta 1983 nunca hubo árbol alguno en esta zona de la calle de la Cárcel y ensanche del ábside. Por la sencilla razón de que hubo viviendas adosadas al edificio religioso. Después sembraron naranjitos, cipresitos y arbolitos de pimienta. Catálogo variado. El problema actual es que los árboles de falsa pimienta se han hecho demasiado grandes y tapan buena parte del ábside. El ciprés va por el mismo camino. Se trata de una calle estrecha en la que el arbolado no es necesario para aportar sombra ni frescor; es una de las calles más frescas de la ciudad. La vegetación sobra en esta calle.
San Jerónimo. El ábside de la iglesia de San Jerónimo tiene un tratamiento arbóreo bastante acertado. Toda la parte media-alta del edificio, la de más valor artístico, se nos presenta diáfana desde la acera de enfrente. En cambio, el bosquecillo de naranjos de medio porte está estratégicamente sembrado para tapar el arranque de los muros de mampostería, la parte más fea y carente de interés por no tener sillares labrados ni ningún tipo de relieve ni cenefa. En esta situación, más o menos, permanece desde que fueron plantados los árboles hace ya más de medio siglo. El único cuidado que hay que tener es no permitir que las copas suban demasiado y tapen el escudo.
El ”Bartolo”. Por lo general, la calle San Jerónimo está bastante bien tratada por el arbolado a base de naranjos. Solamente desentonan los ginkgos con los que están sustituyendo las faltas de naranjos. Incluso frente a este Colegio Mayor hay un ginkgo que se ajusta perfectamente al rinconcillo que forma la calle con el convento. En este caso, fue eliminada la idea de plantar dos naranjos más frente a la portada. Hubiese sido un crimen de haber tapado una portada de tanto valor estético.
Bibataubín oculto. El edificio proyectado en tiempos de Carlos III ya ocultó la parte que quedaba de la puerta y fortaleza nazarita. Incluso la torre fue “enfundada” con el torreón ecléctico que aparece por la derecha. Entre la foto de arriba de finales del XIX y la actual, ni el edificio es el mismo y la vegetación tampoco. Cuando era cuartel de artillería no había absolutamente nada delante, era un campo de entrenamiento militar. En la actualidad hay un jardincillo con variopintos ejemplares de árboles que hacen pasar desapercibido al actual edificio del Consejo Consultivo de Andalucía.
El caso aparte de la Gran Vía. Desde el primer día, esta calle contó con vegetación. Nada más ser urbanizada a principios del siglo XX fueron plantados árboles de mediano porte; se deseaba dar sombra a esa cala desdentada en la que alternaban edificios levantados enteros y solares que estuvieron vacíos durante casi tres décadas. Pero a partir de su completa ocupación, mediada la década de los veinte, el arbolado elegido fueron naranjos o ejemplares redondos de bajo porte. Se deseaba que adornaran, dieran poca sombra y permitieran ver la perspectiva de los 820 metros de gran decorado de edificios modernos y eclécticos. Pasear por esta calle se consideraba recorrer un museo, visitar París sin salir del terruño. Hasta que a final de los años sesenta empezaron a derribar edificios en número de nueve, de los 55 originales. La vegetación y reforma que hoy vemos data del año 2007.
El remate de las aceras, las farolas y el arbolado no han acabado de encajar con el estilo arquitectónico imperante y en el gusto de los granadinos
El remate de las aceras, las farolas y el arbolado no han acabado de encajar con el estilo arquitectónico imperante y en el gusto de los granadinos. Los ginkgos elegidos eran pequeñitos cuando los plantaron (como se ve en la foto de 2007), cumplían con su función. Pero actualmente han crecido hasta rozar las terrazas de los edificios, ya a la altura de 20 metros. El resultado ha sido la formación de una pantalla que ha escondido por completo las edificaciones y ha creado una bóveda vegetal sobre la calzada. En estos días de otoño estos árboles presentan unos colores preciosos, pero llenan las aceras de unos frutos pegajosos que se adhieren a los zapatos. Y huelen mal. Este tipo de árbol-pantalla necesita de una pensada para los urbanistas responsables de su mantenimiento. Seguro que habrá otra polémica de calado el día que se decida arrancarlos porque levantan los suelos y los vecinos se cansan de ellos.
Bulevar de Constitución. Los urbanistas alemanes decían que no hay mala edificación que una buena vegetación no oculte. Este concepto es perfectamente aplicable al arbolado de la Avenida de la Constitución. Este bosquecillo corrido ha venido a suplir al polémico arrancado hace cincuenta años. Pasear por su centro es una delicia, sobre todo porque nos impide ir viendo los adefesios de edificios que abundan a ambas márgenes. El único inconveniente es que la bóveda también nos tapa el fondo del Albayzín, la Alhambra y Sierra Nevada. Al menos hasta que ya nos acercamos al Triunfo y mengua el porte de los árboles. Aprobado.
Bosquecillo del Camino de Ronda. Poco a poco, y tras la finalización de las obras del Metro, el Camino de Ronda se está poblando de un jardín corrido que no tuvo jamás desde que nació hace más de ochenta años. Pasear por aquí en verano era una tortura bajo el sol ardiente y sin dejar correr el aire. Hoy existe una mediana verde central que amortigua el ruido del tráfico y árboles en las aceras que dan sombra y también impiden ver los edificios adefesios que nos legaron los promotores del desarrollismo. Aquí hay que dar un sobresaliente a la vegetación.