Esquía en primavera en Sierra Nevada.
EN EL DÍA DE LA MUJER/475º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL SANTO (I)

Las mujeres de San Juan de Dios

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Sábado, 8 de Marzo de 2025
Un magnífico reportaje de Gabriel Pozo Felguera que aborda la figura del santo, en el 475 aniversario de su muerte, desde la inmensa labor que ejerció para ayudar a miles de mujeres necesitadas con el fin de que pudieran tener una vida digna, coincidiendo con otra efeméride, el 8M.
Juan de Dios (Timothy Dalton) rescata a una prostituta de un burdel, en el fotograma de la película el “Hombre que supo amar” (1978).
Juan de Dios (Timothy Dalton) rescata a una prostituta de un burdel, en el fotograma de la película el “Hombre que supo amar” (1978).
  • Se contaron por miles las mujeres pobres, viudas vergonzantes o prostitutas sin medios a las que ayudó a salir adelante entre 1538 y 1550

  • Varias señoras de la alta sociedad del XVI se volcaron con sus limosnas y le ayudaron a conseguir los hospitales de Gomérez y el de San Juan de Dios

Hoy coinciden dos festividades en Granada: el Día de la Mujer y el Día del Copatrón San Juan de Dios. La primera es de implantación más reciente; la segunda, mucho más antigua. La fecha elegida para ambas celebraciones fue casual, pero en el fondo existe una relación muy cercana entre los dos argumentos homenajeados: la mujer y Juan de Dios, el hospitalero de la capacha. Pocos hombres como Juan Ciudad dedicaron tanto esfuerzo a ayudar y dignificar a la mujer en el duro, oscuro, cruel e injusto siglo XVI. La mayoría de ellas se lo agradecieron al portugués limosnero; sus heraldos escribieron que nunca tantas mujeres viudas, exprostitutas, huérfanas, monjas y pobres menesterosas se habían dado cita en un funeral, el de Juan de Dios. Por algo sería. Hubo también un puñado de mujeres granadinas, poderosas, que desde su privilegiada posición dedicaron su tiempo y sus dineros a apuntalar la tarea que iniciaba un loco llegado de Portugal. Fue el origen de la Orden Hospitalaria que hoy tiene repartidos 418 centros asistenciales por todo el mundo, con más de 36.000 camas, 64.790 profesionales y unos 25 millones de pacientes atendidos. Siguen con la misión inicial del Santo, es decir, curar y cuidar a las personas más desfavorecidas.

El Día de San Juan de Dios nunca fue declarada fiesta local en Granada en tiempos recientes. Pero casi media celebración. El día 8 de marzo fue la fecha en que murió Juan Ciudad Duarte, más tarde conocido como Juan de Dios. Ya a partir de su canonización (en 1690), San Juan de Dios. Fundador de la Orden Hospitalaria

El Día de San Juan de Dios nunca fue declarada fiesta local en Granada en tiempos recientes. Pero casi media celebración. El día 8 de marzo fue la fecha en que murió Juan Ciudad Duarte, más tarde conocido como Juan de Dios. Ya a partir de su canonización (en 1690), San Juan de Dios. Fundador de la Orden Hospitalaria.

Es probable que en los años o décadas siguientes a su santificación sí se considerase día de asueto completo en Granada, de los que no se trabajaba y se cerraba el comercio. San Juan de Dios fue añadido a la nómina de copatrones de la ciudad, engrosada entonces por San Gregorio Bético, la Virgen de la Antigua, San Cecilio y la Virgen de las Angustias. Con el correr de los tiempos, San Juan de Dios fue también designado patrón de los sanitarios y de los bomberos. En el primer caso queda claro el motivo; en el segundo, porque se le considera rescatador y salvador destacado de enfermos e impedidos durante el incendio que devastó el Patio de los Mármoles del Hospital Real (1549); salió ileso de entre las llamas tras socorrer a unos cuantos hospitalizados.

Años veinte. La patrulla Dávila arroja flores y estampas durante la procesión de San Juan de Dios.
Puestos de frutos, en la imagen superior, de Pepe Romero, de 1963. Debajo, de tortas y rosquillos de garbanzos, con motivo de las fiestas del barrio de San Juan de Dios, en los años sesenta.
Procesión de San Juan de Dios por la Gran Vía, en 1963, en tiempos de esplendor. PEPE ROMERO.

Fue una fiesta del barrio que contaba con carreras de sacos, de cintas sobre burros, columpios, barracas de tiro y verbena. Todo ello precedido de una semana de novenas que culminaba con la procesión por la ciudad. Así durante muchos años

El día de San Juan de Dios fue casi media fiesta porque las corporaciones sociales, políticas y hermandades dedicaban cada jornada del 8 de marzo a visitar la Basílica de San Juan de Dios, donde se encuentran depositadas sus reliquias; asistían a homenajes, misas y diversos actos. Fue una fiesta del barrio que contaba con carreras de sacos, de cintas sobre burros, columpios, barracas de tiro y verbena. Todo ello precedido de una semana de novenas que culminaba con la procesión por la ciudad. Así durante muchos años.

Aquella festividad de San Juan de Dios ha ido menguando de manera que ya no reviste aspecto de fiesta de toda la ciudad de Granada a uno de sus patrones

Aquella festividad de San Juan de Dios ha ido menguando de manera que ya no reviste aspecto de fiesta de toda la ciudad de Granada a uno de sus patrones. Más bien ha quedado reducida a lo que parece una celebración menguada de barrio, del vecindario de San Juan de Dios/Boquerón. Ya no acude la gente en masa, vestida de domingo, a participar en el día de San Juan de Dios. Ni los medios de comunicación dedican grandes espacios en su papel o muchos minutos en sus programaciones etéreas. Han sido copados progresivamente por las manifestaciones callejeras y vocingleras de miles de ellas, centenares de elles y decenas de ellos.

La fiesta de San Juan de Dios solía ocupar grandes espacios en las primeras páginas, como este caso de 1948, más dos páginas en el interior. Hoy, su espacio se lo han quitado las manifestaciones callejeras del 8-M. IDEAL.

La mayor manifestación de mujeres de la historia

Hace años quedé impresionado al leer someramente que Juan de Dios fue ─al unísono─ de los granadinos más insultados, escupidos, perseguidos, buscados, admirados y agradecidos por las mujeres de su época. Pensé que debió ser un mujeriego al estilo clásico, donjuanesco y corneador. Porque también había sufrido enfrentamientos y amenazas de proxenetas, chulos, pretendientes y del padre de la mancebía. Y, paradójicamente, al final de su vida, debió dejar tal rastro tras de sí que toda una legión de mujeres le acompañaron en el postrero viaje para rendirle tributo. Le echarían de menos.

El asunto es más complejo y tiene su explicación. La conocí por boca de Francisco Benavides, responsable de patrimonio, cultura y muchas cosas más de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Incluso le tomo prestado el título de este artículo

El asunto es más complejo y tiene su explicación. La conocí por boca de Francisco Benavides, responsable de patrimonio, cultura y muchas cosas más de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Incluso le tomo prestado el título de este artículo. Si hubo un rasgo que caracterizó a Juan de Dios ─cuando por 1537-9 decidió volverse loco y dedicar su vida a los más necesitados─ fue la especial atención que prestó a las mujeres. Si la pobreza e injusticia de aquella Granada del XVI era dura, las mujeres, el “sexo débil”, debía sufrirlas mucho más. Huérfanas y viudas tenían pocas salidas que no fueran depender de un hombre para que les diera estabilidad y las alimentase; sus pocas oportunidades se limitaban a profesar en un convento, a ingresar en una mancebía o a encerrarse en sus casas y pasar hambre a mansalva.

Las mujeres humildes que enviudaban debían buscar marido para poder subsistir; las mancebas sin recursos acababan ligadas de por vida el servicio de casas señoriales, con escasas posibilidades de formar sus propias familias. Buena parte de ellas acababan en prostíbulos y, cuando sus cuerpos perdían lozanía, directamente iban a engrosar la mendicidad.

Una parte la repartía antes entre religiosas pobres y huérfanas; también destinaba ayuda para lo que se llamaban mujeres vergonzantes, es decir, las que escondían su precaria situación económica venida a menos porque habían enviudado, tenían enfermo al marido, no tenían hijos que las ayudaran

Aquellos colectivos de mujeres maltratadas por la vida estuvieron entre los primeros objetivos de Juan de Dios. La literatura en torno a su vida y los miles de folios acopiados para su canonización durante todo el siglo XVII narran infinidad de casos que se le presentaron. El limosnero salía cada día provisto de su capacha a la espalda y sus dos ollas en las manos. Se arrastraba en busca de donativos con los que alimentar a los enfermos, pobres y tullidos que recogía en sus hospitales improvisados. Una parte la repartía antes entre religiosas pobres y huérfanas; también destinaba ayuda para lo que se llamaban mujeres vergonzantes, es decir, las que escondían su precaria situación económica venida a menos porque habían enviudado, tenían enfermo al marido, no tenían hijos que las ayudaran, etc. No deseaban mostrar públicamente, por honor, que sus vidas habían tocado fondo y se morían de hambre.

Retrato de Juan de Dios por Juan de Sevilla. ARCHIVO CASA DE LOS PISA.

Se dedicó a llevarles de comer a sus casas, para que no salieran a coger comida en sus hospitales. Les buscaba trabajo llevándoles hilo, telas y lino para que cosieran y labrasen atarazana. Incluso las vistió con ropas nuevas que recibía de los pudientes.

Se dedicó a llevarles de comer a sus casas, para que no salieran a coger comida en sus hospitales. Les buscaba trabajo llevándoles hilo, telas y lino para que cosieran y labrasen atarazana. Incluso las vistió con ropas nuevas que recibía de los pudientes. Su entrada a casas de viudas y huérfanas solía acarrearle murmuraciones de vecinos envidiosos; insinuaban que iba a aprovecharse de ellas.

El colectivo de meretrices debió ser muy abundante en esa época. La zona de la mancebía estaba ubicada por el interior de la muralla, entre Puerta Real y Bibataubín (lo que después se llamó Manigua Baja). Cada viernes acudía Juan de Dios a tratar de apartar a las prostitutas que vendían sus cuerpos; les predicaba, se arrodillaba delante de las puertas, incluso se flagelaba suplicándoles. Era objeto de burlas y risas. También tuvo infinidad de encontronazos con los proxenetas del momento. Consiguió sacar a muchas meretrices de sus oficios públicos para emplearlas como criadas en sus hospitales, darles un trabajo, destinarlas a servir e incluso casarlas con un hombre de buena posición. Contaban casos de mujeres que llegaron solas a Granada, sin nada con que sustentarse, y acudían a él a pedirle que las cobijara en algún sitio hasta en tanto conseguían enderezar sus vidas.

Era habitual que se acercara a las prostitutas callejeras a preguntarles cuánto pensaban ganar esa noche. Conocido el precio, les daba el dinero con la condición de que se fueran a sus casas y no ofendieran a Dios

Era habitual que se acercara a las prostitutas callejeras a preguntarles cuánto pensaban ganar esa noche. Conocido el precio, les daba el dinero con la condición de que se fueran a sus casas y no ofendieran a Dios. Las dejaba encerradas bajo llave y no regresaba a abrirles hasta la mañana siguiente. Aquellas mujeres de la calle que se iban ajando con el tiempo acabaron acudiendo a la casa del despensero Juan de Dios. Sus biógrafos cuentan casos extremos del santo para ayudar a las mujeres, casi rozando su ingenuidad: como la prostituta a la que llevó carne de vaca y carnero para que abandonara la mancebía y pudiese comer; y ella abusó exigiéndole pollos y perdices. Y Juan de Dios fue a buscarlos con tal de que no siguiera de puta. O la que apartó de la prostitución y le buscó casa en el barrio de San Pedro, y luego no cesaba de exigirle buenos vestidos o le amenazaba con volver a revolcarse en un catre con la soldadesca. Y una más: aquella que le voceaba continuamente, le perseguía diciéndole que su vida no tenía nada de santa; en tanto que Juan la disculpaba y perdonaba. Luego fue la primera en agarrarse a su ataúd y no soltarlo hasta que lo sepultaron.

Las cuatro meretrices de Toledo

El caso más sobresaliente de todos sus esfuerzos por ayudar a prostitutas a salir de sus oficios se le dio con cuatro mujeres que ejercían junto a la Riberilla del Darro, a lado de Bibataubín. Le aceptaron su oferta de apartarse del prostíbulo, pero a cambio debería acompañarlas hasta Toledo, su ciudad, para tramitar unos papeleos. Juan de Dios alquiló dos borriquillas y emprendió viaje con ellas, acompañado de un compañero. El viaje transcurrió con continuas burlas de las gentes por los caminos hacia los dos hospitalarios. Juan de Dios callaba y sufría los improperios con paciencia. Una de las tres mujeres se escapó al pasar por Almagro; otras dos huyeron a las puertas de Toledo. Sólo la cuarta cumplió el trato de hacer sus gestiones y regresar con ellos a Granada. El compañero de Juan Ciudad le echó en cara que habían sido demasiado confiados en creer a gente ruin; el futuro santo le razonó lo siguiente: “Hermano Juan, si trajeras de Motril cuatro cargas de pescado y en el camino se te echaran a perder tres ¿tirarías también la que te quedaba, que estaba buena? Pues de las cuatro nos queda una que muestra buena intención, tengamos paciencia y regresemos con ella a Granada”. La fulana arrepentida regresó a Granada, se casó con un hombre de bien y vivió como Doña Mengana el resto de su vida.

Juan de Dios con las mujeres públicas, grabado de Pedro Villafranca.
Versión mejicana, del siglo XVIII, del anterior grabado, reconvertida en San Juan de Dios ante señoras pudientes.

La mayoría de quienes rebosaban el Puente de Santa Ana (que daba acceso a la casa de los Pisa donde falleció) eran mujeres a las que había ayudado; incluso acudieron otras muchas con las que lo intentó y no lo consiguió, seguramente arrepentidas de no haberle prestado atención

Juan de Dios vivió en Granada más de una década ayudando a las mujeres desfavorecidas por la vida. Sus sucesores continuarían después en la misma labor. Cuando fue enterrado el 10 de marzo de 1550 (ahora se cumple el 475º aniversario) se congregó tal gentío en las calles que dicen fue el entierro más multitudinario conocido hasta entonces en Granada. La mayoría de quienes rebosaban el Puente de Santa Ana (que daba acceso a la casa de los Pisa donde falleció) eran mujeres a las que había ayudado; incluso acudieron otras muchas con las que lo intentó y no lo consiguió, seguramente arrepentidas de no haberle prestado atención.

Mujeres poderosas que le apoyaron

Conocemos la identidad de un puñado de mujeres poderosas del siglo XVI que apoyaron a Juan de Dios en sus inicios de recogedor de pobres y desahuciados por las calles para cobijarlos en sus primitivos hospitales. Algunas han dejado rastros escritos más profundos que otras. Voy a mencionar a las más nombradas.

La más antigua, quizás ya en 1538-9, fue María Rengifo y Dávila. Fue la esposa de Pedro Granada y Venegas Mendoza. Aquel matrimonio lo acogió en uno de sus palacios, aunque no conocemos con exactitud si fue en el de los Infantes o en la Casa de los Tiros

La más antigua, quizás ya en 1538-9, fue María Rengifo y Dávila. Fue la esposa de Pedro Granada y Venegas Mendoza. Aquel matrimonio lo acogió en uno de sus palacios, aunque no conocemos con exactitud si fue en el de los Infantes o en la Casa de los Tiros. Los Granada Venegas descendían de familia nazarita conversa antes de la toma de Granada y los Rengifo Dávila eran de linaje judío. Contrajeron matrimonio en 1535. Esta familia obtuvo el Marquesado de Campotéjar.

El matrimonio acogió a Juan de Dios en su casa cuando todavía ejercía la caridad en solitario. Pronto se la llenó de menesterosos. Un día llegó el caballero Granada Venegas y vio que no podía acceder al zaguán con su caballo, ya que lo tenía repleto de esteras con enfermos tumbados. Las mujeres de la rama Rengifo le entregaban sábanas y ropas para vestirlos. También colaboraron en el grupo de mujeres pudientes que reunieron dinero para comprar el hospital de la Cuesta de Gomérez.

Francisca entabló relación muy pronto con Juan de Dios; lo veía a diario cargar a enfermos la Cuesta de Gomérez arriba

Francisca de Cáceres encabezó la iniciativa para alquilar o comprar el que fue primer hospital de pobres en Gomérez. Era viuda de Francisco Grimaldo y familiar de Rodrigo Ponce de Ocampo (al que se adjudica la construcción del Aljibe del Campo o de Ocampo). Debió tener casa por la Almanzora o el Mauror. Francisca entabló relación muy pronto con Juan de Dios; lo veía a diario cargar a enfermos la Cuesta de Gomérez arriba. Aquel hospital estuvo ubicado en la acera izquierda, según se sube, en la casa inmediatamente anterior a lo que era el Palacio de los Torres y posteriormente casa de los Marqueses de Cartagena (el número 39 antiguo, actual 45).

Encabezó el grupo de mujeres que reunieron 400 ducados de sus bolsillos para comprar la casa de la Cuesta de Gomérez. No se sabe con exactitud el año, pero hacia 1548 se convencieron de que aquel lugar no era el más adecuado para un hospital

La dama Francisca de Cáceres abrió muchas puertas de personas principales al limosnero Juan de Dios. Encabezó el grupo de mujeres que reunieron 400 ducados de sus bolsillos para comprar la casa de la Cuesta de Gomérez. No se sabe con exactitud el año, pero hacia 1548 se convencieron de que aquel lugar no era el más adecuado para un hospital. Era angosto, muy húmedo y trabajoso para acarrear a tanto enfermo. La mayoría a cuestas de Juan de Dios y de los primeros socios que le ayudaban. Por ese año contaron hasta 150 camas y jergones repartidos por todas las estancias, donde asistían a otros tantos enfermos.

[Francisca de Cáceres, a su muerte en 1556, también legó varios cortijos a la Orden en los términos de Colomera y Moclín].

Otra escena de la película “El hombre que supo amar” donde Juan de Dios sujeta a un proxeneta que maltrataba a una manceba.

Aquellas negociaciones estaban encaminadas a conseguir la autorización o cesión de los jerónimos del edificio abandonado que empezaron a construir en la Huerta del Quemado, el que se iba a llamar Hospital de las Cinco Llagas

El grupo de mujeres requirió la ayuda de Catalina de Mendoza y Zúñiga. Era la esposa del Marqués de Mondéjar, Luis Hurtado de Mendoza, capitán general y gobernador de la Alhambra. En su palacio de gobierno de la Alhambra (el de Yusuf III, ubicado entonces en el Partal) tuvieron lugar varias reuniones de aquellas mujeres con el futuro San Juan de Ávila y el prior de San Jerónimo, Diego de Linares, para buscar un lugar más apropiado donde trasladar el hospital de Juan Ciudad y sus amigos. Esta iniciativa debió ocurrir en 1543. Después remataron el acuerdo en una reunión con el arzobispo Gaspar de Ávalos. Aquellas negociaciones estaban encaminadas a conseguir la autorización o cesión de los jerónimos del edificio abandonado que empezaron a construir en la Huerta del Quemado, el que se iba a llamar Hospital de las Cinco Llagas. Estaba sólo en los muros de arranque y olvidado desde hacía más de cuatro décadas.

La relación entre la Duquesa y el Santo fue muy estrecha; se conservan tres cartas que cruzó con ella a lo largo de su vida, en las que le agradece el apoyo prestado y le hace consideraciones de tipo religioso y moral

Los apellidos De los Cobos-Mendoza, y especialmente varias de sus mujeres, fueron puntales de apoyo muy importantes en los proyectos iniciales de Juan de Dios. La primera de ellas fue la hija de quien era secretario personal del emperador Carlos V, Francisco de los Cobos. Se llamó María Sarmiento de los Cobos y Mendoza. Nació en la Corte de Valladolid, pero muy joven contrajo matrimonio con el granadino Gonzalo Fernández de Córdoba, III Duque de Sessa y nieto del Gran Capitán. Llegó a Granada en 1538, tras su boda en Madrid. Residió en la casa de su abuela política María Manrique, en la calle Duquesa (actual convento de la Piedad). Viajó bastante y vivió en sus posesiones de Cabra (Córdoba). Entabló estrecha relación con Juan de Dios; se convirtió en benefactora generosa de sus obras caritativas. La relación entre la Duquesa y el Santo fue muy estrecha; se conservan tres cartas que cruzó con ella a lo largo de su vida, en las que le agradece el apoyo prestado y le hace consideraciones de tipo religioso y moral. María Sarmiento se estableció casi definitivamente en Granada cuando se quedó viuda en 1578; fundó el convento de la Piedad. Falleció en 1604.

Se convirtió en fiadora suya con tanta vestimenta o ropajes como necesitó para afrontar las necesidades de sus hospitales y casas de acogida. Es una pena que su nombre no haya quedado reflejado en ninguna crónica y biografía del Santo

Existió también una mujer, de nombre desconocido, a la que podríamos llamar simbólicamente María la Ropavejera. Era dueña de una tienda en la calle Tundidores, formando parte del complejo comercial del Zacatín. Aquella mujer se convirtió en el refugio al que acudía Juan de Dios cada vez que necesitaba vestir a algún pobre desnudo o cubrir con sábanas y mantas las camas de sus enfermos. Se convirtió en fiadora suya con tanta vestimenta o ropajes como necesitó para afrontar las necesidades de sus hospitales y casas de acogida. Es una pena que su nombre no haya quedado reflejado en ninguna crónica y biografía del Santo.

En el Museo de la Casa de los Tiros existe un cuadro enorme que representa una escena de Juan de Dios vistiendo a sus desahuciados con la ropa de la Tundidora.

Cuadro del barroco tardío que representa a "María la Ropavejera" en su tabla del Zacatín atendiendo a San Juan de Dios que vista a niños pobres. 

Su intención no era otra que hacer obras de caridad por donde pasaba, pero sobre todo acopiar dinero para su proyecto granadino

La madre de María Sarmiento, María Mendoza y Sarmiento, se encontraba residiendo en la Corte de Valladolid junto a su esposo. Juan de Dios se había empeñado y contraído tantas deudas en Granada que consideraba ya muy estrujados a los granadinos con sus voces de “¿Quién hace bien para sí mismo, hermanos?”. En 1546-7 decidió emprender viajes por la baja Andalucía, Extremadura y Castilla. Su intención no era otra que hacer obras de caridad por donde pasaba, pero sobre todo acopiar dinero para su proyecto granadino.

Pero sin duda donde mejor provecho sacó y se entretuvo más tiempo fue en Valladolid

Recorrió Córdoba (donde coincidió con San Juan de Ávila); pasó por Málaga; se dirigió a Zafra y Salamanca. Pero sin duda donde mejor provecho sacó y se entretuvo más tiempo fue en Valladolid. El emperador Carlos V no estaba en España, le sustituía como regente su hijo Felipe II. Iba especialmente encaminado buscando a la familia de Francisco de los Cobos (Comendador mayor de Castilla -recién fallecido- y el hombre más poderoso tras Felipe II) y a María de Mendoza. Por recomendación de su hija la Duquesa de Sessa. También allí fue recibido por el Conde de Tendilla y su mujer, a los que bien conocía como vecinos suyos en la Alhambra.

Allí debió hallar un filón con sus jugosas limosnas en dinero y joyas. Se cuenta que en Valladolid repitió su afición de frecuentar a pobres, sacar a prostitutas, dar de comer y vestir a tanta gente como en Granada. 

El príncipe regente Felipe quiso conocerle, así como sus hermanas las infantas. Mantuvo una entrevista cargada de humildad y le deseó buen gobierno y ganarse el cielo con la ayuda de Dios. Durante el tiempo que permaneció en Valladolid tuvo oportunidad de frecuentar a las infantas María y Juana de Austria, y a las damas de la Corte. Allí debió hallar un filón con sus jugosas limosnas en dinero y joyas. Se cuenta que en Valladolid repitió su afición de frecuentar a pobres, sacar a prostitutas, dar de comer y vestir a tanta gente como en Granada. 

Las infantas Juana y María de Austria, hermanas de Felipe II, dieron sus limosnas a Juan de Dios durante su viaje a Valladolid. ACADEMIA DE LA HISTORIA.

Con las grandes limosnas cosechadas, la marquesa de Mondéjar y María de Mendoza le prepararon el viaje de regreso a Granada. Tuvieron la precaución de no entregarle toda la moneda, oro y joyas en efectivo

Con las grandes limosnas cosechadas, la marquesa de Mondéjar y María de Mendoza le prepararon el viaje de regreso a Granada. Tuvieron la precaución de no entregarle toda la moneda, oro y joyas en efectivo; se lo dieron en pagarés para canjearlos en el banco de Lucián Centurión al llegar a su ciudad de destino. Se imaginaban que iría repartiéndolo por el camino y podría llegar con las manos vacías. O ser objeto de algún asalto por esos andurriales despoblados de Castilla, La Mancha y Andalucía, pues se tardaba 21 días en el trayecto en burra, y que se desvió por el castillo de Baena a visitar a la Duquesa de Sessa.

Todavía hizo una parada más al atravesar Toledo. Allí visitó a otra Mendoza, Leonor de Mendoza. Estaba casada con el granadino Fernando Álvarez Ponce de León, notario mayor de Granada y regidor de la Ciudad de Toledo. Ella era todavía joven y anhelaba engendrar descendientes. Pidió a Juan de Dios su bendición para que pudiese quedar embarazada. Con el tiempo, aquel matrimonio tuvo descendencia. Fue a los que dejó la famosa cayada que se conserva como reliquia del Santo. Contribuyeron a la Orden Hospitalaria con sustanciosos donativos.

Con el dinero que trajo de la Corte vallisoletana consiguió saldar deudas y dar dotes a mujeres para casarlas decentemente y apartarlas de las calles. A pesar de todo, todavía dejó a deber otros 400 ducados, el valor equivalente a la casa de Gomérez

Con el dinero que trajo de la Corte vallisoletana consiguió saldar deudas y dar dotes a mujeres para casarlas decentemente y apartarlas de las calles. A pesar de todo, todavía dejó a deber otros 400 ducados, el valor equivalente a la casa de Gomérez.

Beatriz Aybar fue la esposa de Juan de Ávila Angulo, el amigo, compañero y criado de mayor confianza que tuvo Juan de Dios en toda su vida granadina. Fue el que llevaba personalmente las cartas a la Duquesa de Sessa a Cabra y regresaba con donativos, el que le acompañó a Toledo con las cuatro furcias y el que hizo de primer administrador y tesorero de las obras del Hospital de San Juan de Dios. Beatriz y Juan tenían casa al lado del mismo Hospital; ella actuaba de guardesa. Los dos eran mucho más jóvenes que Juan Ciudad, le sobrevivieron muchos años. Estuvieron muy agradecidos a la Orden Hospitalaria porque un hijo suyo, militar, fue hecho prisionero por los berberiscos y los hermanos le prestaron 230 ducados para poder rescatarlo de una prisión norteafricana.

No conocemos su fecha de defunción; fue enterrada en una tumba de la capilla de la iglesia de Santiago (ya desaparecida). Confirmó los términos del testamento de su esposo y con su dinero se pudo costear la construcción de buena parte del Hospital de San Juan de Dios

Otra mujer que conoció y pasó por la vida de Juan de Dios fue la segunda esposa del arquitecto Diego de Siloé (casaron en 1541, ella con 23 años y él cincuentón). Se llamó Ana de Bazán. Siloé fue el maestro de obras de la Catedral y de San Jerónimo, como más principales de lo mucho que construyó en Granada entre su llegada en 1528 y su fallecimiento en 1563. El arquitecto y Ana no dejaron descendencia a su muerte; vivieron en una casa derribada en 1895 al hacer la Gran Vía. Se puede decir que eran bastante ricos. Siloé legó todo su patrimonio a la Orden de San Juan de Dios, mediante una fundación que acumulaba bienes por unos 14.000 ducados. Ana de Bazán volvió a casarse en 1569 con el ayudante de su marido, Juan de Maeda, constructor del Hospital; tenía ya 47 años y tampoco dejó hijos. No conocemos su fecha de defunción; fue enterrada en una tumba de la capilla de la iglesia de Santiago (ya desaparecida). Confirmó los términos del testamento de su esposo y con su dinero se pudo costear la construcción de buena parte del Hospital de San Juan de Dios.

Era notorio que Juan de Dios se alimentaba mal, estaba casi en los huesos, débil por sus incesantes ocupaciones y pálido

Ana Ossorio de Pisa es la última gran mujer benefactora de Juan de Dios. Es de imaginar que también formó parte del elevado grupo de familias pudientes que se volcó en ayudar primero al solitario Juan y más tarde al grupo de hombres y mujeres que fueron conformando las casas-hospital en la década de 1540-50. Era notorio que Juan de Dios se alimentaba mal, estaba casi en los huesos, débil por sus incesantes ocupaciones y pálido.

Patio de la casa de los Pisa, donde Ana Ossorio se llevó a Juan de Dios a que expirase. INTERNET.

Aquella mujer, también rica, la esposa de García de Pisa, un caballero Veinticuatro (concejal) que estaba relacionado con familia de oidores. Vivían en un palacete que se hicieron justo paredaño donde estaban levantando la Real Chancillería. Se comentaba que era muy devota y dadivosa con el proyecto juanista.

En febrero de 1550 cayó enfermo Juan de Dios como consecuencia de un enfriamiento al salvar a una persona del río Genil. Fue a visitarlo a su lecho del hospital de Gomérez. Lo vio tendido en condiciones deplorable

En febrero de 1550 cayó enfermo Juan de Dios como consecuencia de un enfriamiento al salvar a una persona del río Genil. Fue a visitarlo a su lecho del hospital de Gomérez. Lo vio tendido en condiciones deplorables. No lo dejaban descansar con tanto trasiego de enfermos y personal. Ana Ossorio le propuso llevárselo a su casa para una mejor curación, pero el hermano hospitalario se negó en rotundo. La dama comunicó su oferta al arzobispo Pedro Guerrero; éste le ordenó que aceptara el traslado a la casa de los Pisa. Se despidió de todos sus pobres y enfermos temiéndose que nos los volvería a ver.

Falleció de rodillas sobre la cama tal día como hoy de hace 475 años. También cayó en sábado.

En el palacio de los Pisa permaneció encamado diez días en espera de una curación que nunca llegó. Falleció de rodillas sobre la cama tal día como hoy de hace 475 años. También cayó en sábado. Fue sepultado inicialmente en la cripta que los Pisa tenían en la iglesia del convento de los Mínimos, hoy desaparecida (al final de la calle San Juan de los Reyes).

Cientos, si no miles, de pobres mujeres que acudieron a despedirle dejaron otra famosa frase para la historia de este santo: “¡Quién nos ha de remediar de aquí en adelante!”. 

NOTA: Con documentación visual de Luis Ruiz Rodríguez.
CONTINUARÁ. El domingo publicaremos la segunda parte de este reportaje con el título “El Hospital que fue pagado con cientos de esportillas de calderilla”

Estos son los actos programados: