Llegó el día de la Virgen tramposa
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Cada 15 de agosto, los artesanos, médicos y amas de casa deudoras acudían a cobrar/pagar sus igualas por servicios o trampas apuntadas en tarjas
En el pueblo de mis abuelos hoy no se celebra la Asunción de la Virgen. Ni tampoco la Virgen de la Asunción. Continúa celebrándose el día de la Virgen Tramposa o de la Tramposa. Es el día que más fiestas concentra de todo el año. Media España celebra sus festejos taurinos, playeros, con verbenas y todo lo asociado. El origen religioso ya lo conocemos: fue el día en que la Madre de Jesucristo ascendió viva a los cielos.
El 15 de agosto fue tiempo de agradecimiento por lo recibido de la tierra, también prácticamente final de un ciclo e inicio de otro; todo volvía a empezar con las primeras lluvias de septiembre y el arado para la sementera próxima
Pero desde tiempos muy oscuros se ha venido conmemorando en nuestro país el final de la recolección de cereales. Que era tanto como decir que se aseguraba el sustento para todo el año, ya que la economía familiar rotaba en torno a la harina y las legumbres. El 15 de agosto fue tiempo de agradecimiento por lo recibido de la tierra, también prácticamente final de un ciclo e inicio de otro; todo volvía a empezar con las primeras lluvias de septiembre y el arado para la sementera próxima.
Asociado a la recolección de cereales corría el tiempo de ajustar cuentas. De saldar trampas con proveedores y fiadores. El 15 de agosto era el momento poner a cero las igualas e iniciar un nuevo ciclo.
La iguala medieval. El sistema de pago por iguala consistía en un intercambio o trueque de lo que cada uno producía. De una parte, la suscribía un artesano o profesional de pueblo, de otro un agricultor o ganadero. Su origen es del medievo castellano; costumbre que trajeron los cristianos a Granada a finales del siglo XV y estuvo vigente hasta poco después de mediado el siglo XX (en la capital), aunque en algunos pueblos duró todavía un par de décadas más.
La iguala consistía en un acuerdo verbal que suscribían o renovaban cada año las partes
La iguala consistía en un acuerdo verbal que suscribían o renovaban cada año las partes. Un agricultor pactaba con el herrero, carpintero, barbero, talabartero, herrador, sastre, etc. el pago de una determinada cantidad de su producción de cereal a cambio de recibir sus servicios durante todo un año.
Existieron tantos tipos de igualas como relaciones entre el productor agrícola y el artesano, la mayoría de ellas anuales, aunque había otras puntuales
Existieron tantos tipos de igualas como relaciones entre el productor agrícola y el artesano, la mayoría de ellas anuales, aunque había otras puntuales. Los dos ejemplos más habituales afectaban a los herreros con fragua y a los barberos. El agricultor acordaba con el herrero una determinada cantidad de trigo, avena o centeno a cambio de poder llevar sus rejas a aguzar durante toda la campaña de siembra, también afilado de hoces y arreglos de herrajes que no precisaran de aportación de material. La iguala era diferente en función de animales de arada que se tuvieran y, por tanto, de la extensión de tierras a cultivar. Por lo general, por el aguzado de rejas para una yunta de mulas solía pagarse con una fanega de candeal; entre media fanega y tres cuartos en caso de que la yunta fuese de dos burros.
El agricultor podía ir a que lo afeitaran y cortaran el pelo una o dos veces por semana a cambio de pagar media fanega de trigo el día de la Virgen de Agosto
El sistema de iguala era prácticamente el mismo para el barbero y el herrador. El agricultor podía ir a que lo afeitaran y cortaran el pelo una o dos veces por semana a cambio de pagar media fanega de trigo el día de la Virgen de Agosto. Podía herrar dos mulas hasta seis veces al año por media fanega de trigo.
Este sistema era utilizado por prácticamente toda la población de los pueblos de Granada. En la capital, los mayores grupos de usuarios se encontraban entre los hombres que trabajaban la tierra como propietarios cerealistas y vinateros, los ajeros y cebolleros de San Lázaro y barrio de Cartuja, los parroquianos de San Andrés, Santiago y Santa Escolástica y las Angustias, que eran de los que mayores cultivadores y propietarios de tierras del término.
A mediados del siglo XIX se incorporó también a este sistema de iguala el colectivo sanitario, los médicos de familia y los practicantes. Son los únicos que, en cierto modo, fortalecieron aquel sistema de antigua iguala y la han hecho pervivir hasta nuestros días mediante los conciertos o contratos de servicios médicos privados que tanto abundan.
Cada 15 de agosto la estampa habitual por calles de la capital y pueblos era la de herreros, barberos, herradores, carpinteros y médicos, provistos de sus borriquillos o incluso algún carro, recorriendo los domicilios de sus igualados para ajustar cuentas
Cada 15 de agosto la estampa habitual por calles de la capital y pueblos era la de herreros, barberos, herradores, carpinteros y médicos, provistos de sus borriquillos o incluso algún carro, recorriendo los domicilios de sus igualados para ajustar cuentas. De esta manera, todos los artesanos y “matasanos” se convertían también en recolectores de su propia cosecha. Sin haber cultivado directamente la tierra, acumulaban en los trojes de sus casas una cantidad similar a la que podían recolectar los agricultores de mediana potencia.
Esos cereales eran los que les permitían acudir a los molinos y panaderías a convertirlos en raciones para alimentar a toda su casa: a sus cerdos con el salvado, caballería si la tenían, y la harina refinada para el pan que comía la familia todo el año.
El día de la Virgen tramposa era cuando quien debía también algún préstamo o anticipo de otro vecino acudía a saldar la deuda. O renegociarla para otro año.
La tarja. El sistema de tarja también se satisfacía con motivo de la Virgen de Agosto. Aquí el método no consistía en un pago en especie por parte de un agricultor a un artesano. Era un sistema contable muy rudimentario contra la aportación de materia comestible. Afectaba, fundamentalmente, a un carnicero, panadero o propietario de tienda de ultramarinos.
La tarja no eran más que dos tablillas finas y largas, a modo de regletas, que se cortaban como si fuesen gemelas. Una de ellas se la quedaba el tendero y la otra la clienta
La tarja no eran más que dos tablillas finas y largas, a modo de regletas, que se cortaban como si fuesen gemelas. Una de ellas se la quedaba el tendero y la otra la clienta. El uso habitual corría por cuenta del ama de cada casa o de la sirvienta encargada de hacer la compra en las familias más pudientes. La tarja hacía de monedero; la mujer acudía a comprar sin dinero, pero provista de su mitad de la tarja. El carnicero, en su caso, hacía una muesca característica por cada compra (más gruesa o profunda, según la cantidad o calidad de la carne que se llevara). Para hacer la muesca con su cuchillo juntaba las dos tarjas, de manera que fuesen iguales las señales. Con este sistema se garantizaba que ninguna de las dos partes tuviese posibilidad de engañar a la otra.
Las tiendas de ultramarinos solían utilizar tarjas para contabilidad de las sardinas en escabeche, los trozos de bacalao, las arencas de tabal, salazones, el tomate pelado, sal, azúcar, etc. que eran los productos que ofrecían como alimentos más destacables
El mismo sistema se utilizaba en panaderías para adquirir hogazas o llevar latas externas a cocer al horno habitual. Las tiendas de ultramarinos solían utilizar tarjas para contabilidad de las sardinas en escabeche, los trozos de bacalao, las arencas de tabal, salazones, el tomate pelado, sal, azúcar, etc. que eran los productos que ofrecían como alimentos más destacables.
Llegada la Virgen de este día, fecha antes o fecha posterior, era el momento de cotejar las tarjas, sumar las muescas y hacer el cálculo de la deuda acumulada. Quienes habían convertido su cosecha en dinero podían pagar con moneda a carniceros y tenderos de tabla; quienes no, traducían las muescas de sus tarjas en kilos de cereal y pagaban con sus costales, celemines o talegas repletas del correspondiente trigo.
Con este sistema de origen romano todas las familias cogían sus propias cosechas de cereales y eran partícipes de lo que producía la tierra. El problema surgía los años de malas cosechas, cuando no había más remedio que acumular tarjas para años siguientes, renegociar o pedir prórrogas y favores.
En estos casos era cuando la Asunción será llamada, con toda razón, Virgen de la Tramposa. Una fecha que unos esperaban con ansia y otros temían. Así lo reflejó con toda guasa el cronista Afán de Ribera en un poema que publicó en la revista La Alhambra el día de la Asunción de 1905.