'La llamen como la llamen, no debiera existir'
Hoy nos dan las notas. Algunos se irán a la feria a celebrar que todo ha salido bien. Otros tendrán que presentarse en septiembre o hacer un grado superior, quizás una carrera que no tenían pensada, pero se irán a la feria igualmente. Selectividad, PAU, EvAU, PEvAU, distintos nombres para un mismo examen que no debiera existir.
Llegaron a dibujarnos una gráfica muy ilustrativa acerca de cómo iba a evolucionar nuestro nivel de estrés a lo largo del año. Un profesor nos dijo que la selectividad, o como se llamase, era un cachondeo. A la universidad no le interesa suspender a futuros alumnos que le ingresan dinero, sólo deja en la estacada a un 5% de los que se presentan. Confusa y un poco asustada, sin saber ni siquiera qué carrera estudiar, con porcentajes y opciones en la cabeza, me fui a mi casa
Llegaron a dibujarnos una gráfica muy ilustrativa acerca de cómo iba a evolucionar nuestro nivel de estrés a lo largo del año. Un profesor nos dijo que la selectividad, o como se llamase, era un cachondeo. A la universidad no le interesa suspender a futuros alumnos que le ingresan dinero, sólo deja en la estacada a un 5% de los que se presentan. Confusa y un poco asustada, sin saber ni siquiera qué carrera estudiar, con porcentajes y opciones en la cabeza, me fui a mi casa.
Luego llegó la graduación. Fue un paripé. No sabíamos aún nuestras notas pero muy arreglados y contentos sonreímos incluso a los profesores que nos caían mal. Después del teatro nos pusimos a estudiar. Nos registramos, nos dieron contraseñas y pagamos, en mi caso, 90 euros la prueba, y 54,05 el título de bachiller. Hasta que un día, sentados ya y con la cabeza hecha un lío, llegó el primer sobre con mucho secretismo, el primer examen
Luego llegó la graduación. Fue un paripé. No sabíamos aún nuestras notas pero muy arreglados y contentos sonreímos incluso a los profesores que nos caían mal. Después del teatro nos pusimos a estudiar. Nos registramos, nos dieron contraseñas y pagamos, en mi caso, 90 euros la prueba, y 54,05 el título de bachiller. Hasta que un día, sentados ya y con la cabeza hecha un lío, llegó el primer sobre con mucho secretismo, el primer examen. No me resultó difícil, no más difícil de lo que había sido el curso. Me sabía, como todo el mundo, las preguntas de memoria, hacerlas fue mecánico. Nos reímos, respiramos e hicimos amigos aunque siendo conscientes de que nos estábamos jugando mucho, de que esos exámenes contaban más que nuestra media de bachillerato.
Con las matemáticas llegaron las lágrimas. Hice el examen oyendo lloros y resoplidos. Menos mal que eran las “matemáticas fáciles”. Luego supe que los de ciencias lo habían pasado aún peor. Ahí pensé qué sentido podía tener jugarse a un sólo examen el trabajo de dos años, jugarse al capricho de un corrector, a una opción, a un mal día, a un examen más complicado de lo normal, el poder o no estudiar lo que nos interesa.
La selectividad ha sido para mí como la tabla periódica, cuando vi que tenía que aprendérmela quise morir pero luego resultó no ser para tanto. No es para tanto pero no entiendo su vigencia. Aunque intente corregir las desigualdades entre unos institutos y otros estas continúan
La selectividad ha sido para mí como la tabla periódica, cuando vi que tenía que aprendérmela quise morir pero luego resultó no ser para tanto. No es para tanto pero no entiendo su vigencia. Aunque intente corregir las desigualdades entre unos institutos y otros estas continúan. Frustra los sueños de muchas personas. Hace que un posible gran médico se vea estudiando fisioterapia. No es cuestión de que sea un mismo examen para toda España, es cuestión de que no haya examen, de que la educación se base en aprender, disfrutar y valorar el trabajo cotidiano.
Hoy nos dan las notas. La página web donde las publican estará colapsada. Me voy a la feria.