Espionaje en Granada, 1938: La Tía del Abanico y el capitán Pelayo
Enriqueta Barranco Castillo presentó ayer su última obra de recuperación de memoria histórica granadina. El libro se titula “La Tía del Abanico. 1938: Espionaje en Granada”. Se trata de un texto indispensable para conocer en profundidad el caso más sonado de contraespionaje que se dio durante la guerra civil de 1936-9 en Granada. Los protagonistas fueron más casi un centenar de personas de izquierdas que se vieron atrapadas en una trama de espías, de los cuales 37 acabaron fusiladas en las tapias del cementerio tras un consejo de guerra sumarísimo. Y otras muchas sufrieron prisión, depuraciones familiares y persecuciones.
El libro -con la colaboración de Maribel Brenes Sánchez- se presenta como un minucioso relato para conocer la situación de miedo y desconfianza en aquella Granada de 1938, en la que el golpe había triunfado, pero tenía muy cercano el frente de guerra y hacía muy permeable el trasiego de personas entre ambas líneas. Especialmente a través del valle de río Darro. Por eso tuvieron un especial protagonismo el Carmen de la Fuente, situado por encima de la ciudad, sus propietarios, los aguadores que iban a comprar agua y sus amigos.
Carro de aguador saliendo del Carmen de la Fuente, donde tuvieron lugar buena parte de los hechos y fueron fusilados y encarcelados varios de sus propietarios.
Pero sin duda los principales protagonistas -además de la larga lista de fusilados y encarcelados- fueron una enigmática mujer llamada Alicia Herrera Baquero y Mariano Pelayo Navarro. La primera, parece que era una abulense llegada a Granada en 1937 como espía roja; el segundo, capitán de la Guardia Civil, responsable de caudales, delegado de orden público y jefe del servicio local de espionaje nacional (S.I.P.M.). Y en un segundo plano, Luis Tello Castro, supuesto marido de Alicia; y José Yudes Leyva, un joven republicano que fue utilizado como espía y contraespía por ambos bandos.
El libro es ambicioso, mucho libro. Nos introduce en los entresijos de los dos ejércitos en la zona de Andalucía; analiza los primeros servicios secretos; nos habla de los guerrilleros; de las redes de espionaje; de los escenarios; de los colectivos proclives a ser espiados; de los intentos de alzamiento dentro del alzamiento; del terror dentro de una ciudad aterrorizada; del tráfico interior de armas; de las artimañas para contraespiar, etc. Pero sobre todo se centra en la represión del espionaje en Granada durante los durísimos años de guerra civil.
Este excepcional documento se completa con una serie de anexos y fichas personales para conocer las vidas de casi todas las personas implicadas y, por supuesto, una biografía del conocido capitán Pelayo. El libro lleva unas cuantas ilustraciones personales y reproducciones de periódicos de la época. Tiene 416 páginas. Lo ha publicado Aratispi Ediciones. Su precio es de 20€.
Fotografía publicada por Ideal el 23 de agosto de 1938, a la salida de los condenados a muerte en el consejo de guerra. Fueron fusilados el 4 de octubre en las tapias del cementerio.
Una entretenida historia de espionaje
La columna vertebral de La Tía del Abanico bien pudiera ser la trama de una interesante película de espionaje en tiempo de guerra (De no estar tan reciente el dolor de tantas familias). La historia comienza hacia finales de 1937, con una Granada cercada por tropas republicanas y unas líneas muy permeables. Las autoridades alzadas mantenían su poder a base de una política de terror y asesinatos en las tapias del cementerio; los nacionales tenían las armas, pero en la ciudad había mayoría de gentes con ideologías izquierdistas. Los barrios obreros (especialmente el Albayzín y San Lázaro) eran vigilados por el espionaje y contraespionaje local.
El capitán Pelayo era un oficial con oficina en la Comandancia de las Palmas, que de cara a la calle era el responsable de caja, pero interiormente fue el jefe del espionaje político y militar
Al frente del orden público y del servicio de espionaje se encontraba el capitán Pelayo. Era un oficial con oficina en la Comandancia de las Palmas, que de cara a la calle era el responsable de caja, pero interiormente fue el jefe del espionaje político y militar. Para ello, estaba utilizando los servicios de José Yudes Leyva, un obrero del Albayzín de familia republicana, a quien sacó de la cárcel para obligarle a cumplir ese cometido. De vez en cuando lo enviaba a zona roja a captar información.
Dentro de la ciudad, Pelayo estaba utilizando a Alicia Herrera y a su supuesto marido para efectuar contraespionaje. Primero mediante una taberna que abrieron en la calle Puentezuelas; pero al no darles mucho resultado, les ubicaron en un piso de la calle Tinajilla para hacer proselitismo. Este piso lo habilitaron para citar a conspiradores de izquierdas, mientras en una habitación contigua se encontraban a la escucha los guardias civiles de Pelayo, e incluso el propio capitán. El objetivo era ir identificando poco a poco a los izquierdistas dispuestos a conspirar contra el alzamiento.
No obstante, el plan de Pelayo saltó por los aires el día 6 de junio de 1938. De madrugada se presentó en el cuartel de Las Palmas su contraespía José Yudes Leyva; venía de zona roja por la sierra de Huétor Santillán. Traía en sus manos un paquete destinado a Mariano Pelayo. Era evidente que Yudes no sabía de qué se trataba, ya que se lo entregó y quedó sentado en el despacho mientras el capitán procedía a abrirlo. Traía una carta-bomba que le estalló en las manos. El resultado fue la amputación de la mano izquierda, el destrozo de la mandíbula y la pérdida de un ojo.
José Yudes fue inmediatamente detenido. Pelayo pasó al Hotel Palace, que estaba convertido en hospital de guerra. En dos meses estaba repuesto, sin ojo y sin mano. El mes siguiente al atentado fueron detenidas y encarceladas casi un centenar de personas, incluidos Alicia y su esposo. Se formó un consejo de guerra en la Chancillería que enjuició el caso en dos sesiones, el 22 de agosto de 1938. La autoridad militar adoptó dos decisiones: la primera, utilizar aquel consejo como arma psicológica para templar los rumores sobre una revuelta interior en la ciudad; y la segunda, aprovechar los tres medios de comunicación a su disposición para amedrentar a la población: Ideal, Patria y Radio Granada. Se dio un despliegue inusual al caso. Se invitó a la gente a concentrarse en Plaza Nueva a ver entrar y salir a las decenas de reos esposados. Incluso fueron publicadas fotografías de ellos.
Entraron a la vista oral con 41 peticiones de muerte y salieron pocas horas después con 37 confirmadas
Las peticiones de pena de la fiscalía fueron durísimas: entraron a la vista oral con 41 peticiones de muerte y salieron pocas horas después con 37 confirmadas. Todos los condenados a muerte (29 hombres y 8 mujeres) fueron pasados por las armas el 4 de octubre de 1938. Los restantes condenados a cárcel tuvieron suertes muy dispares durante los siguientes años.
El capitán Pelayo fue condecorado el 18 de julio de 1942 con la Medalla Militar en la puerta del Ayuntamiento. Una vez recuperado del atentado, ascendió a jefe del espionaje en Andalucía y tuvo larga carrera militar hasta su jubilación.
Capitán Pelayo, en la Plaza del Carmen (18 de julio de 1942) recibe la Medalla Militar. Fuente: IDEAL y DIARIO PATRIA.
No contamos más detalles ni el final de la película; quien desee saberlo, en este entretenido libro tiene las respuestas.