opinión

'La España empingorotada (alegoría)'

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Miércoles, 16 de Agosto de 2023
Un artículo de opinión de Gabriel Pozo Felguera.
Congreso de los Diputados.
IndeGranada
Congreso de los Diputados.

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre quiero acordarme yo solía pasar algunas temporadas con amigos de estudios. Tierra bárbara y a la vez noble, donde por entonces debía estar haciendo su primera comunión el humorista José Mota. Allí conocí una palabra que se me quedó grabada para siempre; y contemplé una de las escenas más terribles de mi vida. El vocablo y el recuerdo me vienen a la mente de vez en cuando, cada vez que se constituyen las Cortes y los gobiernos de España vuelven a caer prisioneros de los corneros del país de los conejos. Se me aparecen con música de ghosts in the sky.

Empingorotado. El adjetivo continúa usándose, poco, por tierras de Don Quijote. Dice el Diccionario actual que significa Dicho de una persona: Elevada a posición social ventajosa. Aplicado especialmente a quien se engríe por ello”.  No obstante, en el Campo de Montiel se usa todavía con el significado antiguo, el que recogió el primer Diccionario (1713-26), es decir: Lo que está mui erguido, y puesto sobre cosa alta y agúda, y como dicen en puntillas. Es voz bárbara, y baxa, con que se explica la gente vulgar y záfia, con alusión al juego de los muchachos, llamado el pingorongo. Latín. Erectus. Elatus".

El adjetivo deriva del sustantivo Pingorote, que esta vez sí lo contempla el actual Diccionario: “Porción saliente y puntiaguda de algo”

El adjetivo deriva del sustantivo Pingorote, que esta vez sí lo contempla el actual Diccionario: Porción saliente y puntiaguda de algo”. Aquí quiero llegar, que es a dónde venía. Pingorote se utiliza en La Mancha, en sentido vulgar, para señalar al pene enhiesto y apuntando a su destino. Especialmente referido a animales de la raza canina. De ahí que cuando perro y perra finalizan la coyunda satisfactoriamente acaban empingorotados. O sea, abotonados, abrochados, pegados o enganchados durante un buen rato. Más tiempo a medida que los animales se ponen nerviosos o dan tirones.

La terrible escena. Caminaba una perra de tamaño grande empingorotada con un perro la mitad de su tamaño. Iba colgando. Lo arrastraba por las calles. Acompañaba a la pareja en su luna de hiel (no sé cuál de los dos sufría o gozaba más) una ristra de perrillos callejeros. Imagino que esperando turno para empingorotarse. En esto que apareció una mujer con un saco de hierba, pañoleta en la cabeza y hoz en la faltriquera. Echó mano a la segadera y, de un retajo, cercenó el pene al perrillo. Todos los nifos (niños) reían, ignorantes de lo que debe doler eso. María la Cerrojoeldiablo –que así la apodaban– se justificó: “Es que estaba sufriendo el animalejo”. Y se fue tan campante a echar la hierba a sus conejos. Seguro que el macho murió desangrado; la hembra tendría futuro incierto.

No volví a oír la palabreja hasta años después. Me tocó recorrer parte de España como reportero dicharachero, cubría la campaña electoral de un partido político. Entrevisté a un paisano de Almagro. Me dijo: “Pues hay que votar al partido XX, para que los independentistas dejen de tenernos empingorotados. Son unos “filiosdep…”. El viticultor esgrimió que por los votos de cuatro catalanes o vascos, España no podía estar dejándose dar por donde más le dolía. Añadí por lo bajinis: “O por dónde más le gustaba”.

Resultó que, tras el complicado escrutinio de aquellas elecciones, el partido que ganó, y gobernó en minoría, eligió empingorotarse con otro más pequeño del cornero. Después, en las sucesivas elecciones, han vuelto a repetirse gobiernos empingorotados (que Rubalcaba acabó llamando Frankenstein)

Instintivamente me vino la imagen de los perros de Montiel. Resultó que, tras el complicado escrutinio de aquellas elecciones, el partido que ganó, y gobernó en minoría, eligió empingorotarse con otro más pequeño del cornero. Después, en las sucesivas elecciones, han vuelto a repetirse gobiernos empingorotados (que Rubalcaba acabó llamando Frankenstein). Otros declinaron comparecer ante el Rey por no tener con quién empingorotarse.

A mí, aquella imagen de la perra grande empingorotada con un perrillo y seguida de una retahíla de podenquillos, se me hace cada vez más presente en sueños. Si viviera Moisés, a lo mejor me lo interpretaba como una plaga que durará siete años más. No dejo de preguntarme la duda que me entró entonces: ¿Por qué aquella perra grande no había elegido empingorotarse con uno de su tamaño? Seguro que procrearían mejores cachorros. Quizás de ese modo no habría acarreado al perrillo por las calles y evitado la tentación a la malvada Cerrojoeldiablo. Lo más probable es que aquella mujer habrá dejado de segar hierba para sus conejos hace ya muchos años. No hay peligro. (Si viviera Lola Flores, cantaría ¿cómo me la des- empingorotaría yo?).

Mientras tanto, a seguir aguantando a la caterva de empingorotados que se concentra en la Carrera de San Jerónimo a partir de esta semana.