Artículo de Opinión, por Gabriel Pozo Felguera

'Damnatio Memoriae' Granada

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Miércoles, 18 de Octubre de 2017
Un artículo que no te dejará indiferente del periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera, sobre la práctica habitual en Granada de condenar al olvido en todas las épocas vestigios y monumentos de los que nos antecedieron.
Puerta de la cárcel vieja, construida en 1931. El escudo de la II República fue respetado por el franquismo y la posterior monarquía. Uno de los pocos ejemplos del respeto al pasado.
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Puerta de la cárcel vieja, construida en 1931. El escudo de la II República fue respetado por el franquismo y la posterior monarquía. Uno de los pocos ejemplos del respeto al pasado.
  • Esta ciudad es de las más aficionadas a borrar monumentos y vestigios de anteriores etapas históricas

Granada es una de las ciudades más aficionadas a la práctica de la Damnatio Memoriae con su Historia. Me refiero a la gran afición secular por condenar al olvido los monumentos, personas y hechos protagonizados por quienes nos precedieron. Sin pararnos a pensar que quien destroza el pasado de otros también está condenado a que destrocen el suyo. O lo que es lo mismo, quien a hierro mata a hierro morirá.

Al historiador y al arqueólogo disgusta el abuso de la práctica de la Damnatio Memoriae. Esa condena al olvido suele durar sólo tres generaciones, las mismas que perdura la inquina y la mala baba de la memoria humana. Pero cuando llega el tataranieto ya es demasiado tarde, el daño de la destrucción ya suele estar hecho. Y si todo lo escrito hasta ahora no fuera suficiente, añadamos la incuria, el desinterés y la falta de formación de los protagonistas del momento y el favor a la Historia estará completo. Sobre todo si el objeto activo es una persona sin formación, colocado casualmente en algún cargo político.

Con los ojos de hoy, se cometieron muchas barbaridades en el pasado, pero entonces eran comportamientos normales. Intentar borrarlos de la Historia no nos lleva a nada, porque lo prohibido suele levantar mayor curiosidad aún

Esta ciudad ha sido, desgraciadamente, abundante en ese tipo de personajillos que han visto en la destrucción de lo anterior la solución a su falta de cerebro. Y el colmo de sus aspiraciones. Este artículo me lo han inspirado tres conversaciones a las que he asistido, atónito, en las últimas semanas. La primera fue en la comarca del Marquesado, donde alguien explicaba que ciertas balsas y canales de riego habían sido construidos por presos políticos tras la última guerra civil; la observación de un contertulio fue algo así: “Teníamos que venir con una excavadora y devastarlo todo”.

La segunda fue en la puerta del Hospital Real, sede del Rectorado universitario. Otro listillo –seguramente doctorando- dijo que no entendía cómo una rectora que se las daba de progresista permitía que luciesen en el dintel de la portada el yugo y las flechas de los falangistas.  No sé quién es el personaje, pero ¡Ay de los alumnos que tengan la desgracia de caer en su aula!

Portada del Hospital Real de Granada, actual Rectorado. En el dintel se aprecian cuatro grupos de flechas y dos yugos, símbolos de los Reyes Católicos. Es obra de García de Pradas, en 1632.

Y la tercera ocurrió el día 12 de octubre, fiesta nacional, poco después de la procesión cívica. El espabilado de turno se negaba a retratar a su compañera delante del monumento a Isabel y Colón. Le argumentaba que no quería hacerlo delante de una asesina y un genocida. Y añadió: “Este monumento habría que volarlo con dinamita”.

A quienes nos gusta la Historia, a quienes respetamos nuestro pasado y a nuestros antepasados, nos duele esa falta de respeto hacia los que nos precedieron en este solar. Lo hecho, hecho está, aunque se hiciera en unas condiciones y circunstancias que hoy nos parecen una barbaridad. Porque, con los ojos de hoy, se cometieron muchas barbaridades en el pasado, pero entonces eran comportamientos normales. Intentar borrarlos de la Historia no nos lleva a nada, porque lo prohibido suele levantar mayor curiosidad aún. Borrar, destruir, matar solamente satisface al coetáneo, pero de nada sirve para futuras generaciones.

Monumento de Benlliure a Isabel la Católica y Cristóbal Colón, al comienzo de la Gran Vía de Granada.

Qué fabuloso sería poder visitar hoy la Iliberri romana que arrasaron los musulmanes; o la Garnatha judía que devastaron los ziríes en la matanza de 1066; o la Granada musulmana que devastaron los cristianos a partir de 1492; o la Granada española destrozada por los ocupantes franceses; o la Granada cristiana devastada por los propios granadinos a partir de las desamortizaciones del siglo XIX; o las iglesias católicas quemadas por los destripaterrones en 1933… y no sigo porque voy a llegar a muchas de las incongruencias actuales al amparo de Memoria Histórica. Frenar la apología de lo que se hizo mal, Sí; borrar por borrar, No. La Arqueología y la Historia del futuro nos incluirán en la nómina de vándalos en la que hoy incluimos a muchos de quienes nos precedieron.

Damnatios históricas

No me imagino a unas tribus árabes y norteafricanas del siglo VIII, recién llegadas a la provincia tardorromana de la Bética, preparadas para destruir todo vestigio romano al estilo de los Budas de Afganistán o ruinas de Palmira por los yihadistas. No obstante, la realidad no debió ser muy diferente. Si no con inquina, al menos con desidia y desinterés fueron desmontando los templos, plazas, edificios y necrópolis para construir su ciudad. Entre ellos también se encontraban algunas basílicas godas que corrieron la misma suerte.

Luego vendrían los almorávides a finales del siglo XI y acabaron con lo poco mozárabe de la ciudad, además de con el barrio judío; este fue el caso de la principal basílica que tenían por el Triunfo, destruida el 23 de mayo de 1099.

No me imagino a unas tribus árabes y norteafricanas del siglo VIII, recién llegadas a la provincia tardorromana de la Bética, preparadas para destruir todo vestigio romano al estilo de los Budas de Afganistán o ruinas de Palmira por los yihadistas

En 1492, los nuevos conquistadores cristianos no entendieron el valor de su nueva ciudad. Empezaron por arrasar el barrio de los judíos tras su expulsión; después eliminaron todos los edificios religiosos musulmanes o los reconvirtieron en iglesias; quemaron sus riquísimas bibliotecas en Bibarambla y destrozaron cuanto de artístico encontraron; en los siglos XVI, XVII y XVII, Granada sufrió un cambió que no la reconocería ni la madre que la parió. Ni la Alhambra se libró de que en su corazón le clavaran un palacio al estilo renacentista y una iglesia.

Pero el colmo de la incuria estaba todavía por llegar en los dos siglos siguientes, el XIX y el XX. El diecinueve se llevó más de la mitad de edificios, sobre todo religiosos, levantados en el periodo anterior. Pero esta vez no había sido un nuevo pueblo conquistador, sino los descendientes de quienes los habían levantado. Lo trágico en muchos casos es que aquellos edificios artísticos fueron desmontados con el pretexto de dar empleo a las clases obreras desocupadas. La Granada actual no tiene nada que ver con la que vieron y dibujaron los viajeros de los siglos XVI y XVI, de la que escribieron maravillas.

Y por si esto fuera poco, con la construcción de la Gran Vía a partir de 1895 desaparecieron decenas de edificios de gran valor histórico y artístico. Nuevamente, en el tramo medio del siglo XX, otros granadinos aún más burros se encargaron de destrozar casi una decena de los 58 edificios historicistas de la Gran Vía, que no tenían ni tres cuartos de siglo de vida y ya habían sido incorporados al paisaje urbano. Algo similar ocurrió con las casas del Barrio Fígares, el barrio de San Lázaro, etc., etc.

Un poco antes, en tiempos de la II República, también hubo otra epidemia de Damnatio Memorae en esta ciudad. En aquel caso le tocó a los edificios católicos, iglesias y conventos. Algunos de los que sucumbieron pasto de las llamas todavía están en fase de recuperación (caso de la iglesia de San Nicolás), y otros en ruina total (iglesia de San Luis). Las obras de arte que contenían se perdieron para siempre jamás.

Iglesia de San Luis, en la parte del Albayzín que linda con el cerro de San Miguel. Fue destruida por un incendio en 1933 y así permanece desde entonces.

Tras el posfranquismo

Después de unos años de Transición, que parecía haber asumido la reconciliación nacional, volvió a resurgir una etapa de recuperación histórica. Eso está muy bien: hay que investigar y recuperar la memoria de las personas y acontecimientos, para que los dejemos escritos, grabados y que la Historia no los olvide ni los repita. Está muy bien borrar todo atisbo de apología. Es perfecto quitar placas con nombres de calles; esta ciudad está ya acostumbrada a renombrar calles cada dos por tres (que se lo digan a Zorrilla, cuyo nombre se lo pusieron a Mesones y, al poco de morir, se lo volvieron a quitar).

Por poco que nos gusten, no debemos ocultarlos a los ojos de las futuras generaciones. Al menos, deberíamos conservarlos en una especie de museo o reserva. Nunca eliminarlos. ¿Nos gustaría que nuestras obras de hoy sean destruidas por nuestros hijos talibanes?

Es más cuestionable derrumbar edificios o monumentos de quienes nos precedieron. Por poco que nos gusten, no debemos ocultarlos a los ojos de las futuras generaciones. Al menos, deberíamos conservarlos en una especie de museo o reserva. Nunca eliminarlos. ¿Nos gustaría que nuestras obras de hoy sean destruidas por nuestros hijos talibanes?, al estilo de lo que hemos visto con los Budas y las ruinas de Palmira. A mí no me gustaría que dentro de unos años alguien se lleve por delante al Burro Aguador de la Romanilla, a los guitarreros del Violón (sí me disgustó que no repusieran el monumento a la Constitución) o al tío de la picha al aire de la Fuente de las Batallas. Por muy cuestionadas que sean.

En eso de eliminar sibilinamente se llevó la palma el alcalde Antonio Jara. De un día para otro trasladó parte del Monumento a los Caídos desde el final de la Bomba al Cementerio. Una vez le pregunté por el hecho y me respondió que los monumentos a los muertos deben estar donde los muertos. En el Cementerio de Granada está la cruz falangista desde entonces, diseñada por el arquitecto municipal M. Castillo Moreno. Este monumento a los caídos fue el primero levantado en España, por iniciativa del alcalde Antonio Gallego Burín y Falange; fue inaugurada el 29 de octubre de 1938.

Cruz de los Caídos en su anterior ubicación de la Carretera de la Sierra. Fue desmontada por el alcalde Antonio Jara y trasladada al Cementerio.

Poco después, otro alcalde se llevó por delante las casas tras la ermita de San Isidro y el monumento al caballero mutilado. El objetivo era convertir la zona en un parque; magnífica zona verde, usada solamente como refugio, tendedero y cagadero de vagabundos debido a su horrible cerca. Esta zona fue levantada a finales de la guerra civil como conjunto de casas para inválidos de guerra “Rodríguez Bouzo”. En el centro de la placeta colocaron una fuente y, en medio, una pobre estatua de piedra, obra del escultor Garnelo (No sé si la destruyeron o está guardada en algún lugar. Quizás junto a las manos de José Antonio retiradas de Bibataubín).

Monumento y casas para caballeros mutilados que estuvieron tras la Ermita de San Isidro. Fue desmontado hace unos veinte años.

Ha sido muy buen detalle dejar la puerta de entrada a la vieja cárcel. No es un alarde arquitectónico ni artístico. Pero conserva el escudo de la España republicana, época en que fue levantado; este emblema nacional ha sido respetado en todas las épocas posteriores, tanto por el franquismo como en la transición.

 

Mítines en carteles informativos

No quiero terminar este artículo sobre quienes tienen aptitudes de la Damnatio o escasa sensibilidad histórica. Me refiero a los que van colocando panfletos mitineros en lo que se supone debían ser cartelas informativas. Recientemente me he fijado en dos: uno junto a la puerta de la cárcel vieja y otro en las trincheras del Cerro Maúllo. Ambos demasiado grandes para trasmitir tan poco mensaje.

Cartel a las puertas de la antigua prisión provincial.

Este texto que figura en la puerta de la cárcel debería añadirse (a lo sumo) al final de otro informativo, a modo de dedicatoria. Cualquier persona que lo lea, desconocedora de lo que hubo allí, nunca sabrá cómo era el edificio, cuándo fue construido, el servicio que prestó, cuándo fue demolido, etc. Incluso incorporándole alguna foto. Porque en aquella cárcel purgaron derechistas, izquierdistas, sin ideología y muchísimos delincuentes comunes. Tampoco se informa que, justo enfrente, estuvo la cárcel de la Campaña, que fue el edificio que más represaliados acogió durante la guerra civil y años posteriores. Tampoco de que en aquella puerta fueron asesinados guardias civiles en los años 80 por uno de los mayores delincuentes que ha tenido Granada, el Marce.

Cartel al inicio de la subida a las trincheras del Cerro del Maúllo (Parque Natural Sierra de Huétor).

Otro cartel que quiero criticar es gemelo del anterior, seguramente obra del mismo artista. Para empezar, las Trincheras del Maúllo no pertenecen a Víznar, sino al término de Huétor Santillán. Al senderista que acuda por aquí no le interesa que le den un mitin del estilo de este texto; le interesa que ver un croquis, unas fotografías quizás. Que se le explique el sistema de construcción de esas trincheras; quién las hizo, quién las recuperó en los años 80, cómo llevaron los materiales, quién estaba allí, cómo vivían, las armas de que disponían, si murió gente, sin mataron desde allí, etc.

Los responsables políticos de este tipo de anuncios de la Junta de Andalucía deberían estar más pendientes de sus subordinados.

P. D. Al del Marquesado: esas balsas y canales han servido para dar de comer a muchas familias desde entonces. ¿No bebes el agua de tu pueblo cuya captación fue abierta por esclavos romanos).
Al del Rectorado: El yugo y las flechas fueron símbolos de los Reyes Católicos, constructores del Hospital Real a principios del XVI. Los falangistas se los copiaron.
A del monumento a Colón: Si reduces las figuras de Isabel y Colón a ésas condiciones, regresa a la escuela y aprende algo. Tu mujer sabe mucho más de arte que tú.