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TRADICIONES NAVIDEÑAS PERDIDAS: “EL DÍA DEL GUARDIA” Y LOS AGUINALDOS

Cuando los granadinos colmaban de regalos a policías de tráfico y a servidores públicos

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 3 de Diciembre de 2023
Un magnífico reportaje de Gabriel Pozo Felguera que nos acerca, con imágenes que recordarás, a aquellos tiempos de cuando la ciudad se volcaba con el singular Día del Guardia, en el que inundaban de regalos a los policías locales, o con los aguinaldos, que los servidores públicos pedían puerta a puerta, y cuyo origen pudo estar en Granada. Por el mejor cronista de Granada.
1 de enero de 1953: varios guardias reciben pavos, gallinas, bebidas, embutidos, etc. al inicio de Gran Vía.
GRANADA GRÁFICA
1 de enero de 1953: varios guardias reciben pavos, gallinas, bebidas, embutidos, etc. al inicio de Gran Vía.
  • La celebración del “Día del Guardia” cada 1 de enero rodeaba a los agentes de Puerta Real y Gran Vía de cientos de pavos, cerdos, botellas, salchichones, puros, verduras…

  • La solicitud de aguinaldo de porteros, carteros, barrenderos, fontaneros, faroleros y muchos más “eros” tuvo su auge entre mediados del XIX hasta hace medio siglo

Hubo un tiempo en que los granadinos amontonaban regalos a los pies de los guardias que regulaban el tráfico en la ciudad. A partir del 1 de enero de 1935 y hasta 1971 el “Día del Guardia” se convirtió en una tradición festiva. Cientos de pavos, aves, botellas, terneros, cerdos, jamones, etc. eran entregados en Puerta Real y Gran Vía. Una señal de agradecimiento de media ciudad por conseguir que la circulación fuese fluida y se evitaran atropellos. Ciudadanos y policías convivían por entonces en armonía y amistad. A esta tradición navideña se sumaba la extendidísima costumbre de decenas de profesionales que recorrían sus barrios pidiendo el aguinaldo a voces, con imaginativas tarjetas o poesías alusivas a sus oficios. Parecía que la otra media Granada se convertía en mendiga al llegar Navidad. Hasta que la ciudad creció, los sueldos permitieron casi llegar a fin de mes, la desconfianza social se disparó y estas tradiciones desaparecieron del paisaje urbano.

La idea de celebrar el día o la fiesta de los cuerpos policiales era vieja en países europeos y norteamericanos. El Police Day de Nueva York venía de finales del siglo XIX. En España existía el día de la Guardia Civil y de los Carabineros. Los cuerpos de policías locales, municipales o guardias de circulación habían ganado presencia con el incremento del tráfico en las ciudades. Y no tenían un día específico de celebración.

En el año 1933, ya un periodista de 'Ideal' había sugerido la idea de copiar a Nueva York y homenajear un día a los policías locales de Granada. Por entonces tenían fama de encontrarse entre los más amables y efectivos de toda España. Los incipientes turistas hablaban muy bien de ellos, porque también ejercían de guías de monumentos. Pero nada se concretó

Los agentes que dirigían el tráfico en los cruces, la mayoría con cascos blancos visibles a lo lejos, se turnaban día y noche para alternar el paso de vehículos y peatones. Formaban parte importante del paisaje urbano; los granadinos les conocían por sus nombres y apellidos. De muchos de ellos se contaba que habían salvado la vida a niños y ciegos.

En el año 1933, ya un periodista de Ideal había sugerido la idea de copiar a Nueva York y homenajear un día a los policías locales de Granada. Por entonces tenían fama de encontrarse entre los más amables y efectivos de toda España. Los incipientes turistas hablaban muy bien de ellos, porque también ejercían de guías de monumentos. Pero nada se concretó.

El debate sobre la instauración de una fiesta o un día conmemorativo del policía municipal lo abrió el periódico madrileño El Sol en su edición del 1 de noviembre de 1934. El homenaje venía al pelo para acallar las quejas de los agentes, que para esa fría fecha todavía no se les había dotado de ropa de invierno. El Sol continuó presionando al Ayuntamiento de Madrid; a él se unió también La Voz. Parecía inminente la organización del reconocimiento madrileño a sus guardias de tráfico.

Noticia de La Voz de Madrid (2.11.1934) anunciando el homenaje a la policía local de la capital.
El Sol, de Madrid, se sumó a la propuesta de su colega al día siguiente (3.11.1934)

Las noticias de la capital del país sirvieron de idea al dueño de la joven compañía de Autobuses Urbanos de Granada (AUG), Emiliano Ruiz Rodríguez; la comentó en el Ayuntamiento, a los taxistas y por la ciudad

Las noticias de la capital del país sirvieron de idea al dueño de la joven compañía de Autobuses Urbanos de Granada (AUG), Emiliano Ruiz Rodríguez; la comentó en el Ayuntamiento, a los taxistas y por la ciudad. Como gerente de la primera empresa de transporte urbano de la ciudad tenía mucha relación con los agentes de tráfico; es de imaginar, que también mucho que agradecerles. Recuérdese que por entonces no existía ningún tipo de semáforos en Granada. Tranvías, automovilistas (volantistas se les apodaba), camiones, ciclistas y peatones se disputaban las calles. En la prensa local se publicaban más accidentes de tráfico, con muertos, que en la actualidad. Por tanto, el papel de los agentes locales era importantísimo e imprescindible.

En 1934 había una plantilla de 32 policías locales destinados únicamente a regular el tráfico en los principales cruces de Granada. Que eran los siguientes: Puerta Real, Carrera del Genil, Cuesta de Gomérez, Carrera del Darro, Gran Vía-Reyes Católicos, Triunfo y Estación de Andaluces. La mayoría estaban subidos en una especie de plintos para que se les viera mejor. Cruzar las demás calles se convertía en una aventura.

Proponía que el Ayuntamiento instaurase un homenaje llamado “Fiesta del Guardia Urbano”. El asunto no tuvo reacción alguna hasta una semana más tarde, el 29 de diciembre, en que el redactor jefe de El Defensor de Granada (Manuel Cruz Romero) engrosó la propuesta con profusión de espacio, entrevista al jefe local de los guardias y alarde de titulares

El guante lanzado por el gerente de AUG lo recogió el comentarista de Ideal que firmaba como Zirto, en su edición de 22 de diciembre de 1934. Proponía que el Ayuntamiento instaurase un homenaje llamado “Fiesta del Guardia Urbano”. El asunto no tuvo reacción alguna hasta una semana más tarde, el 29 de diciembre, en que el redactor jefe de El Defensor de Granada (Manuel Cruz Romero) engrosó la propuesta con profusión de espacio, entrevista al jefe local de los guardias y alarde de titulares; también negoció con ediles las condiciones de celebración y la fecha barajada; pactaron que se llamaría “Día del Guardia” y se celebraría el primer día del año 1935. El Defensor, como periódico decano y más potente, acabó apropiándose de la idea y llevándose las gracias del Ayuntamiento y del colectivo de guardias locales. Ello con un rechinar de dientes de su competidor Ideal que aprovechó varias veces para reivindicar la primicia de la idea.

Comentario de Ideal (22.12.1934) donde el articulista recogía la idea del dueño de los autobuses urbanos para hacer la “Fiesta del Guardia Urbano”.
El 29.12.1934, el redactor jefe de El Defensor dedicaba gran espacio a asegurar que habría un “Día del Guardia” el primero de enero del año 1935.

Un exitazo desde la primera edición

La propuesta corrió de boca en boca y por Radio Granada. A pesar de la premura de la fecha, la primera edición del 1 de enero de 1935 tuvo una gran respuesta ciudadana. Escribieron que fueron miles los automovilistas y las personas que se acercaron a los puestos de los guardias de tráfico para hacerles un regalo, a la altura de las posibilidades de cada uno. Cuando se vio que los cruces se colapsaban de automóviles esperando entregar sus regalos, inmediatamente hubo que llamar a todos los agentes de libranza para atender los donativos. En Puerta Real estaba de guardia el agente Enrique Mesa; tuvo que echar mano de sus compañeros José Saavedra y Manuel Sierra, más el brigada Monllor, para poder hacerse cargo de tanto paquete. Los cuatro guardias no pudieron dejar de atender a la gente que les cumplimentaba. Un restaurante cercano sacó una mesa y les sirvió el almuerzo: entremeses variados, tortilla Sacromonte, rape con gambas fritas, habas con jamón, bebidas, licores, café y puro. Los cajones con tantos regalos fueron repartidos entre toda la plantilla de guardias; incluso parte fue destinada a instituciones benéficas.

1935. La curiosidad saltó a La Vanguardia de Barcelona. Publicó esta foto de los cuatro guardias comiendo en medio de Puerta Real, rodeados por cientos de curiosos.

Los dos puntos que recibieron más regalos aquel primer Día del Guardia fueron los de Puerta Real y Reyes Católicos-Gran Vía. El recuento elevó a más de 2.000 pesetas el valor de los productos recibidos

Los dos puntos que recibieron más regalos aquel primer Día del Guardia fueron los de Puerta Real y Reyes Católicos-Gran Vía. El recuento elevó a más de 2.000 pesetas el valor de los productos recibidos. Para empezar, por el suelo aleteaban más de un centenar de aves vivas; varios conejos, botellas, verduras, un jamón, salchichones, panes. Un grupo de ciegos entregó una botella de anís; ristras de cebollas; cajas de puros; el vecino A. D. A. les hizo un regalo con la siguiente nota: “Obsequio de un ciudadano no atropellado”. Un dentista entregó un “vale por una extracción de muela”. Se formó una tremenda aglomeración de público y vehículos. El 1 de enero de 1935 fue el primer día en que no se registró ningún accidente ni fue multado ningún coche ni peatón en Granada.

Primera página de Ideal del 2 de enero de 1935, dando cuenta del gran éxito de la primera celebración del “Día del Guardia”.
El Defensor también dedicó gran despliegue de texto, ya que no tenía tecnología para las fotografías.

Las noticias del agasajo que tributó Granada a sus guardias de tráfico saltaron pronto a la prensa nacional

Las noticias del agasajo que tributó Granada a sus guardias de tráfico saltaron pronto a la prensa nacional. En Madrid se aprestaron a organizar algo similar para el 2 de abril. Pero Granada ya se les había adelantado. Problemas meteorológicos trasladaron su celebración al mes de junio. Algunas capitales de provincia, y también Motril, secundaron la idea en 1936 (En Motril permaneció activa hasta 1976).

Suspendida entre 1937 y 1951

El Día del Guardia volvió a celebrarse en enero de 1936; se premió con 250 pesetas al agente que más se distinguió por su conducta y profesionalidad. Durante los tres años de guerra civil quedó suspendida la fiesta por cuestiones obvias. Pero ya para diciembre de 1939 se empezó a barajar la idea de volver a recuperarla. Fue en la prensa de nuevo, también desde las páginas de Ideal, donde se animó a las autoridades. El 29 de diciembre de 1939, el columnista de Siluetas Granadinas se preguntaba “¿Renacerá la Fiesta del Guardia?”. Esta vez, el nuevo alcalde -­­Antonio Gallego Burín- no prestó ninguna atención a la propuesta periodística. Ni la situación socioeconómica ni política estaban para ese tipo de celebraciones; más de la mitad de la plantilla de policías municipales había dejado el cuerpo, bien porque fueron fusilados, depurados o huido al exilio.

1939. Artículo de Ideal, con ilustración de Miranda, preguntando si se iba a retomar el Día del Guardia tras finalizar la guerra civil.

Hubo que esperar doce años para que resurgiera la propuesta, en diciembre de 1951. En esta ocasión afloró desde dentro del Ayuntamiento, quizás desde los mandos policiales en conversaciones con ediles. La situación socioeconómica en diciembre de 1951 empezaba a mejorar levemente. Pero, sobre todo, hacía cinco meses que Gallego Burín había abandonado la Alcaldía. Quedaba sospechosamente apuntado como opositor a la recuperación de la fiesta de los agentes municipales durante todo su mandato. Para esa fecha ya era nuevo alcalde Juan Ossorio Morales; este catedrático tuvo fama en su corto mandato de complacer y reconocer a la plantilla de funcionarios municipales; de hecho, le organizaron varios homenajes. Los trabajadores del Ayuntamiento no eran de los funcionarios mejor pagados de las administraciones.

El 1 de enero de 1952 volvía a recuperarse la fiesta del Día del Guardia en la ciudad de Granada. La respuesta ciudadana, a pesar de las penurias, volvía a ser espectacular

El 1 de enero de 1952 volvía a recuperarse la fiesta del Día del Guardia en la ciudad de Granada. La respuesta ciudadana, a pesar de las penurias, volvía a ser espectacular. Las crónicas de los dos periódicos locales cifraron en 9.000 pesetas el valor de todos los regalos recibidos. En esta ocasión se centralizó todo en los puntos de Puerta Real y Gran Vía. Los primeros en desfilar ante los agentes fueron las autoridades, desde el arzobispo al gobernador civil; se contaron varios billetes de 500 pesetas y los tradicionales pavos, conejos, gallinas, jamones, botellas, sacos de arroz, azúcar, papeletas de lotería. Sacos de cemento, telas, libros. Incluso varios taxistas se vistieron de Reyes Magos y pasaron a dejarles unas cosillas.

1953. Dos guardias recogen el regalo de un niño. En el suelo, junto al bolardo, se ve un cajón lleno de pollos vivos. GRANADA GRÁFICA.
1953. El Garaje Granada hizo entrega de un ternero. Otro vecino aportó una vaca que fue vendida por once mil pesetas. G. GRÁFICA
1955. Regalos amontonados junto al poste del guardia en el centro de Puerta Real. G. GRÁFICA
1955. Concentración de “vespistas” y granadinos en torno al guardia de Puerta Real. G. GRÁFICA

Los organizadores pensaron que para años siguientes se añadirían algunas actividades más como homenaje a los que ordenaban el tráfico. Quizás un desfile, misa, conferencias, etc. Todo lo que contribuyese a exaltar la figura del guardia de circulación tan apreciado por peatones y volantistas.

El Día del Guardia quedó institucionalizado en Granada. En pocas ciudades más de España habían conseguir consolidarse y sobrevivir tras la guerra civil. Y no sólo se institucionalizó, sino que en años siguientes cogió mucha más fuerza

El Día del Guardia quedó institucionalizado en Granada. En pocas ciudades más de España habían conseguir consolidarse y sobrevivir tras la guerra civil. Y no sólo se institucionalizó, sino que en años siguientes cogió mucha más fuerza. Cada edición superaba la recaudación y se daban casos de donaciones curiosísimas.

Las cifras en que se calculaba el valor de lo recaudado en años siguiente iba dando pistas de la potencia del Día del Guardia. En 1953 ascendió a 12.150 pesetas… más una becerra que entregó un garaje y un ternero de un ganadero. En 1957 la fiesta del Guardia fue trasladada, puntualmente, al 6 de enero; se sobrepasaron las 20.000 pesetas en regalos. El arzobispo se acercó a dejar un pavo de arroba y media de peso. El concesionario de Renault, José Jiménez Blanco, organizó por la ciudad una caravana con el modelo R4cv, además de entregar dinero. Los niños llevaban también sus regalillos por protegerles a la salida de colegios y cruce de calles. Por entonces todavía no existían los pasos cebra ni los semáforos, la ciudad era una selva en la que nadie conocía ni respetaba las normas de circulación.

1957. Manifestación de Renault 4cv. llenando la calle Reyes Católicos para entregar sus regalos. G. GRÁFICA
1959. Amplio seguimiento gráfico de Ideal del Día del Guardia de aquel año.
1968. Dos guardias y el propietario intentan dominar un cerdo de quince arrobas que le regalaron en la puerta del Hotel Victoria.
1968. Un niño agradecía al jefe de policía local la protección cuando salía de su colegio.

Al cumplirse una década de la recuperación de esta fiesta, en 1961, la recaudación estaba estancada, aunque la gente continuaba entregando corderos, cerdos, pavos; el comercio daba productos de sus tiendas. Este año el valor de lo regalado subió a 21.000 pesetas. Para la edición de 1967 la recaudación se duplicó hasta 42.000 pesetas. Esta fue la mayor acumulación de presentes de los granadinos a sus policías de tráfico.

 Aquel reconocimiento oficial de la Corporación pareció un mal de ojo. O una sentencia a muerte. Al Día del Guardia le quedaba poco tiempo de existencia

Tras el Día del Guardia de 1969, el alcalde José Luis Pérez Serrabona ordenó que constara en acta del pleno de enero “el agradecimiento del Ayuntamiento por la muestra de afecto hacia el cumplidor cuerpo de Policía Municipal y al propio Ayuntamiento, que en generosas y muy abundantes presentes dieron el día 1”. Aquel reconocimiento oficial de la Corporación pareció un mal de ojo. O una sentencia a muerte. Al Día del Guardia le quedaba poco tiempo de existencia.

El 7 de febrero de 1971 entró una nueva hornada de concejales a gobernar el Ayuntamiento, que permanecería durante los tres siguientes años. Eran en su mayoría empresarios y tecnócratas. Entre ellos figuró Alfonso de Rojas Pérez; era abogado y había ocupado el Gobierno Civil unos años antes. Los semáforos habían aparecido en la ciudad en 1963, con la llegada de la empresa Rober; para 1971 ya se habían extendido a muchos más cruces; los tranvías habían pasado a mejor vida; los puestos fijos de guardias ordenando la circulación iban desapareciendo, la máquina los sustituía. Automóviles y motocicletas se habían apropiado de Granada hasta niveles insoportables. Y los funcionarios municipales habían visto dignificarse sus nóminas.

Retrato del concejal Alfonso de Rojas Pérez, bajo cuyo mandato fue suprimido el “Día del Guardia” el diciembre de 1971. PATRIA

Hoy prácticamente nadie conoce el nombre del agente que puntualmente regula el tráfico en los cruces más conflictivos. El último guardia famosillo fue Pavarotti

Con todos estos espartos, el teniente de alcalde Rojas Pérez pactó con los jefes de la policía municipal un complemento. Pero a cambio quedaba eliminada la colecta del Día del Guardia. El 1 de enero de 1972, tras dos décadas de tradición, su fiesta pasó a la historia. Todo quedó reducido a una misa en el mes de mayo. De todas formas, se dejó abierta la posibilidad de que quien desease agradecer algo a los agentes de policía municipal podía entregarlo en el cuerpo de guardia del Ayuntamiento. El semáforo y los pasos de cebra fueron la causa del divorcio entre los granadinos y sus policías de circulación. Hoy prácticamente nadie conoce el nombre del agente que puntualmente regula el tráfico en los cruces más conflictivos. El último guardia famosillo fue Pavarotti.

1971. La prensa anunciaba el 31 de diciembre el punto final de la tradición tan granadina. Ideal.

¿Nació el aguinaldo moderno en Granada?

Historiadores y escritores del romanticismo decimonónico adjudicaban a Granada, y más concretamente a Isabel la Católica, el origen de intercambiar regalos por Navidad: los llamaron aguinaldos. Es probable que aquel hecho aumentara una costumbre ancestral, pero hay referencias a la existencia de esta tradición desde la época de los sabinos romanos, casi desde tiempos de Rómulo y Remo. A finales del XVII la tradición de los aguinaldos estaba tan consolidada en el imperio español que arraigó prácticamente en todos los países hispanohablantes. En Granada, los aguinaldos se convirtieron en verdadera plaga durante casi todo el siglo XX. Ahora apenas perviven las gratificaciones de tipo familiar, de abuelos y tíos hacia sus nietos y sobrinos. La dádiva del “pavo de favor” de los años veinte de las empresas ha devenido en la cesta de Navidad.

En Granada, los aguinaldos se convirtieron en verdadera plaga durante casi todo el siglo XX. Ahora apenas perviven las gratificaciones de tipo familiar, de abuelos y tíos hacia sus nietos y sobrinos. La dádiva del “pavo de favor” de los años veinte de las empresas ha devenido en la cesta de Navidad

El intercambio de regalos por el comienzo de año fue habitual entre la tribu de Sabino I, coetáneo de Rómulo. Se intercambiaban alimentos, animales o utensilios para mostrarse amistad. En la época republicana romana los regalos circulaban desde los pobres hacia las clases poderosas, como señal de agradecimiento a los dioses, favores y buen gobierno. A partir de César, los aguinaldos venían a ser una especie de tributo voluntario para engrosar el poder de los emperadores. Tiberio fue el primer emperador que prohibió los aguinaldos, pero sus sucesores alternaron restituciones y eliminaciones, según sus intereses. De costumbre pagana pasó a tomarse como hábito cristiano a partir del siglo III; fue una expresión de caridad con los vecinos menos favorecidos por la fortuna.

La oscuridad de la Edad Media impide saber si esta práctica continuó y sus características. Las pocas referencias que hay se encaminan a aguinaldos bautismales en el orbe cristiano, es decir, los padrinos de un nacido le daban bienes para ayudar a su subsistencia. Quizás de ahí perviva la costumbre de los abuelos y padrinos de regalar a ahijados por Navidad.

Un aguinaldo con la Alhambra en plata

La primera constatación exacta de la existencia de regalos con el nombre de aguinaldo que se tiene en Granada ocurrió en la Navidad de 1493. La reina Isabel I encargó a joyeros granadinos una reproducción de la ciudadela de la Alhambra en plata repujada; el destino fue Roma, concretamente un aguinaldo para el Papa Alejandro VI. El Pontífice le respondió con otro aguinaldo, consistente en la concesión de la Rosa de Oro, la máxima distinciónque otorga el Vaticano a personalidades destacadas del cristianismo.

La primera constatación exacta de la existencia de regalos con el nombre de aguinaldo que se tiene en Granada ocurrió en la Navidad de 1493. La reina Isabel I encargó a joyeros granadinos una reproducción de la ciudadela de la Alhambra en plata repujada; el destino fue Roma, concretamente un aguinaldo para el Papa Alejandro VI

En el siglo XVII debió estar generalizada la costumbre de dar o pedir aguinaldos. Evidentemente, siempre en la dirección de empleados que recibían, de sus empleadores. Francisco de Quevedo -funcionario real- escribió que cobraba aguinaldo a todos los señores de la Corte. No sabemos si se refería al aguinaldo navideño tal como lo conocemos, o extorsiones y mordidas por tramitar asuntos de palacio.

El Diccionario de Autoridades de 1729 recogió el término, si bien lo explica de manera un tanto confusa. Menciona que viene del árabe Guineldun, que significa regalar; o del griego Gininaldo, que es regalo a un natalicio. El diccionario actual de la RAE lo ha simplificado y concretado: “Regalo que se da por Navidad o en la fiesta de la Epifanía”.

En la Granada de la primera mitad del siglo XIX hay infinidad de referencias en prensa a las Misas de Aguinaldo en todas las iglesias y capillas de conventos. Solían organizarse durante la primera quincena de diciembre, incluso la más importante era en la Catedral el día 15

En la Granada de la primera mitad del siglo XIX hay infinidad de referencias en prensa a las Misas de Aguinaldo en todas las iglesias y capillas de conventos. Solían organizarse durante la primera quincena de diciembre, incluso la más importante era en la Catedral el día 15. Los fieles acudían a entregar frutas, dulces, ropa, artesanía, etc. Las aportaciones eran expuestas en lugar bien visible hasta el día 28 de diciembre, festividad de los Inocentes o de Ánimas. En esa fecha eran subastados mediante pujas ante todo el vecindario; de esta manera solían conseguirse recaudaciones muy superiores al valor de los productos. Con la venta se atendían urgencias de pobres del barrio o de monjas de clausura. Esta tradición de la rifa de Ánimas continúa viva en muchos pueblos de Andalucía.

Solía ser tradicional que el clero con pocos medios acudiera cada diciembre a la Curia o a su Arciprestazgo a solicitar el aguinaldo. En el año 1857 estaba tasado en seis reales por sacerdote pobre. Muy pronto los monaguillos también se apuntaron a la costumbre de pedir, pero en este caso se dirigían a los más pudientes de su demarcación parroquial. Entregaban una estampa a los vecinos felicitando la Navidad, y esperaban en el portal con la mano extendida.

Los monaguillos fueron de los primeros colectivos en abrir la boca por las calles. Después se les fueron sumando todos los colectivos de hombres de oficios, tanto públicos como privados; el mes de diciembre era un continuo deambular de porteros, barrenderos, basureros, aguadores, serenos, cañeros, carteros...

Los monaguillos fueron de los primeros colectivos en abrir la boca por las calles. Después se les fueron sumando todos los colectivos de hombres de oficios, tanto públicos como privados; el mes de diciembre era un continuo deambular de porteros, barrenderos, basureros, aguadores, serenos, cañeros, carteros...  -e infinidad de profesiones acabadas en “ero”- que se presentaban en las casas a pedir el aguinaldo. A finales del siglo XIX toda Granada parecía haberse convertido en mendiga, con gente voceando por las puertas “¡El aguinaldo, el aguinaldo” !, como si fuesen pregoneros. Había casas pudientes que recibían hasta un centenar y medio de felicitaciones.

Felicitaciones, en busca de aguinaldo: del cartero, del farolero y del barrendero del barrio; éste incluía un poema en el revés. A. SEBASTIÁN PÉREZ

Al principio eran sólo peticiones de palabra. Pero la inventiva e imaginación convirtió a los hombres de oficio en verdaderos profesionales del aguinaldo: hacían dibujos, imprimían estampas, tarjetas y, sobre todo, se convirtieron en escritores y poetas que saludaban con sus historias y sus ripios. Nos han quedado verdaderas obras de arte en aquellas tarjetas de aguinaldo de mediado el siglo XX, así como de su poesía petitoria.

Poéticas felicitaciones del basurero y del sereno en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
Tarjeta petitoria del repartidor de Patria a sus suscriptores y de otro cartero, en los años cuarenta. A. SEBASTIÁN PÉREZ

Aunque parezca extraño, también el Gobierno y la Iglesia recurrieron a pedir oficialmente aguinaldos en épocas de conflictos bélicos. Ocurrió en 1896 con motivo de la guerra de Cuba y en 1924 por la de África. En la guerra colonial americana, el Gobierno exhortó a la población a aportar regalos en forma de aguinaldo para poder remitirlos a los soldados que se estaban jugando las vidas en Cuba y Filipinas.

1924. Incluso el rey Alfonso XIII grabó un disco con su discurso para sumar su recaudación a regalos de los soldados africanistas.
Entrega de aguinaldos a soldados de África el día primero de enero de 1925. MUNDO GRÁFICO

Nuevamente, el 1 de enero de 1924 se recurrió a la misma táctica, incluso con la colaboración de la Iglesia; el arzobispo granadino Vicente Casanova emitió una carta pastoral pidiendo aguinaldos para los soldados que combatían en África; a cambio de la generosidad de los fieles ofrecía 100 días de indulgencia. Su carta recordaba la cita de Tobías II.9: “La limosna libra de la muerte, y purga los pecados”. Infinidad de ayuntamientos se negaron a aportar donaciones; aprobaron mociones exigiendo el regreso de los soldados a la Península. Incluso florecieron los chistes al respecto en la prensa humorística: “¿En qué se parece el aguinaldo del soldado al tren botijo? En que es corto y llega tarde”. Pero la mayoría de la sociedad se embarcó en rifas, toros, teatros, aportaciones y espectáculos encaminados a recaudar fondos.

En la siguiente guerra, la civil de 1936-39, volvió a revivirse el aguinaldo del soldado. El regimiento Pasionaria organizó varias funciones en el teatro Español de Madrid para recaudar fondos con los que enviar aguinaldo a los soldados de los frentes de guerra. Corría el mes de diciembre de 1936

En la siguiente guerra, la civil de 1936-39, volvió a revivirse el aguinaldo del soldado. El regimiento Pasionaria organizó varias funciones en el teatro Español de Madrid para recaudar fondos con los que enviar aguinaldo a los soldados de los frentes de guerra. Corría el mes de diciembre de 1936.

También solía ser habitual que los braceros y jornaleros se dirigieran a sus amos a pedirles aguinaldo. Incluso había señoricos que ponían en fila a todos sus trabajadores y aparceros e iban pasando a entregarles sus limosnas y regalos. Recuérdese aquella escena de la película Los Santos Inocentes. En 1881 saltó a la prensa granadina la anécdota de un terrateniente absentista; se le presentó el mayordomo a pedirle el aguinaldo. Su respuesta fue: “Querido, te doy por aguinaldo todo lo que me has robado durante el año”.

1931. Un periódico de Buenos Aires publicó este fotomontaje de un sereno pidiendo aguinaldo, sin respuesta desde dentro.

La gente de oficio y servidores públicos reclamaban unas perras gordas, unos reales, unas pesetas o unos duros porque en realidad los salarios eran muy bajos, la pobreza era extrema y las familias muy numerosas. La gente roñosa y ávara se encastillaba, harta de tanta visita

La gente de oficio y servidores públicos reclamaban unas perras gordas, unos reales, unas pesetas o unos duros porque en realidad los salarios eran muy bajos, la pobreza era extrema y las familias muy numerosas. La gente roñosa y ávara se encastillaba, harta de tanta visita; incluso algunos se ausentaban de sus casas durante unos días para evitar a los pedigüeños. A los que pedían para ellos y sus familias también se sumaron las instituciones de asistencia social (Cruz Roja, Hermanas de la Caridad, órdenes religiosas). Hasta que en la década de los años sesenta del pasado siglo, media Granada se había profesionalizado en época de aguinaldos; de manera que en vez de centrarse la tradición entre el 8 de diciembre y 6 de enero, cada vez se empezaba antes y se continuaba pidiendo hasta el miércoles de ceniza. Casi tres meses solicitando el aguinaldo. La prensa de Madrid empezó a denunciar que de aguinaldistas profesionales se había derivado en aguinaldistas delincuentes. Con ello desvelaban que desconocidos se hacían pasar por barrenderos, carteros o servidores públicos; ahora había expediciones de gentes de pueblos y mendigos a montones que utilizaban la misma treta. Lo peor es que presionaban e insultaban si no sacaban tajada.

1968. Comentarios y noticias como ésta empezaron a proliferar en la prensa madrileña.

En Granada empezó a decaer la solicitud de aguinaldos en los años setenta. La creación de Inagra y Emasagra, las empresas de recogida de basuras y servicio municipal de aguas, respectivamente, eliminaron al barrendero, fontanero y recogedor de basuras de siempre; los cambios continuos de carteros sembraron confusión entre el vecindario; los aguadores habían desaparecido

En Granada empezó a decaer la solicitud de aguinaldos en los años setenta. La creación de Inagra y Emasagra, las empresas de recogida de basuras y servicio municipal de aguas, respectivamente, eliminaron al barrendero, fontanero y recogedor de basuras de siempre; los cambios continuos de carteros sembraron confusión entre el vecindario; los aguadores habían desaparecido. Las relaciones se convirtieron más impersonales y frías. El vecindario se desconocía a sí mismo. Y, sobre todo, los sueldos habían subido, la gente empezaba a poder comer con su salario. La dignidad había anidado en las mentes de las nuevas generaciones.

Los aguinaldos quedaron reducidos al ambiente familiar y a los centros de trabajo. Todavía las cestas navideñas de empresas tuvieron una época de auge en las décadas de 1990 a 2010, cuando el “España va bien”. Pero las sucesivas crisis económicas han reducido las cestas de Navidad al raquitismo. Ya lo advirtió Guillermo Soria con su caricatura de aguinaldo de 1974, cuando la crisis del petróleo; los barrenderos y serenos se quejaban de que los donativos se habían venido abajo, la gente cerraba el puño cuando les pedían el aguinaldo navideño. Se iba camino de invertir la situación, como cuando en tiempos de Roma eran los plebeyos quienes daban aguinaldos a los patricios.

Caricatura de Soria en la Hoja del Lunes (12.12.1974).