Sierra Nevada, Ahora y siempre.
GUERRA DE SUCESIÓN 1700-1713

La conjura de Granada para derrocar al rey Borbón

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 12 de Enero de 2020
Un pasaje histórico de Granada, ocultado durante siglos, con terribles consecuencias por la dura represión y la cruel guerra, que marca el inicio de la dinastía de los Borbones que aún perdura en España, en un nuevo reportaje de Gabriel Pozo Felguera, que lo rescata del olvido para que conozcamos el pasado de nuestra tierra. Una amena lectura, llena de curiosidades, como el nacimiento de las primeras ‘fake news’. No te lo pierdas. Para leer y compartir.
Horca situada en la Placeta de San Gil, donde fueron ajusticiados once de los participantes en el complot de 1705. PLATAFORMA DE VICO, 1611,
Horca situada en la Placeta de San Gil, donde fueron ajusticiados once de los participantes en el complot de 1705. PLATAFORMA DE VICO, 1611,
  • Once partidarios del Archiduque Carlos III de Habsburgo fueron ahorcados en Plaza Nueva por participar en una conspiración para auparle al trono

  • Granada fue animada por valencianos para iniciar un golpe de estado y sumarse a la causa de los países catalanes que rechazaba a Felipe V como rey

  • Hubo implicada parte de la nobleza, pero todos se salvaron de la horca; el Rey ordenó demoler el Palacio de Tendilla en la Alhambra por no apoyar su causa

  • Aquella larga guerra civil arruinó a Granada y se llevó la vida de miles de jóvenes; algunos pudientes consiguieron títulos y riquezas por su colaboración en la guerra dinástica

La horca de la Justicia siempre estuvo colocada en Plaza Nueva; cumplió con sus funciones entre principios del siglo XVI y 1812. Se utilizó con mayor o menor regularidad. Sólo una vez en la Historia de Granada fueron montadas seis horcas para colgar al unísono a seis reos; más otros cinco unos meses después. Su delito fue considerado de lesa gravedad y había que dar ejemplo ante el pueblo. Ocurrió el 19 de junio de 1705. Fue el principio de la dura represión a los contrarios de instalar a los Borbones en la corona española y, por tanto, pronunciarse a favor del Archiduque Carlos de Habsburgo. Lo que se llamó la conjura de Granada tuvo amplia repercusión en la prensa internacional, en libelos y hojas volanderas españolas, pero ha pasado de puntillas por la Historia local. De acallarlo se encargó el rey triunfante, Felipe V.

La dinastía de los Austrias se extinguió en 1700 tras la muerte de Carlos II. El Concejo de Granada fue de los primeros en proclamar nuevo rey al Duque de Anjou, nieto del rey de Francia. El corregidor de la ciudad, Alonso Pérez de Saavedra y Narváez, reunió a sus ediles y se fueron a Bibarrambla a pregonar ante al pueblo que a rey muerto, rey puesto. Apostaron claramente por Felipe V, nieto del rey de Francia. El corregidor gritó “Castilla, Castilla, Castilla, por el católico rey Don Felipe V, que Dios guarde muchos años”. Era el 14 de diciembre de 1700 y hacía poco más de un mes que murió el rey anterior.

En Granada no se tenía ni idea de que meses atrás, las grandes potencias europeas ya se habían repartido en secreto el imperio español. Las cosas no estaban tan claras de si el nuevo rey de España iba a ser un Borbón o un Habsburgo, pues ambas ramas estaban emparentadas con el difunto Carlos II y se creían acreedoras al derecho de sucesión

En Granada no se tenía ni idea de que meses atrás, las grandes potencias europeas ya se habían repartido en secreto el imperio español. Las cosas no estaban tan claras de si el nuevo rey de España iba a ser un Borbón o un Habsburgo, pues ambas ramas estaban emparentadas con el difunto Carlos II y se creían acreedoras al derecho de sucesión.

No obstante, el maltrato fiscal y social recibido por los últimos monarcas, Granada pareció conformarse con la llegada de la nueva dinastía francesa. A ver si las cosas mejoraban. Pero no toda Granada aceptó de buen grado a los Borbones. Hubo un sector más o menos amplio cobijado entre la baja nobleza (muy abundante por entonces en Granada), parte del clero y gremios que aspiraban a que el nuevo rey fuese el Archiduque Carlos de Austria.

Casualmente, aquellos sectores de granadinos austracistas coincidían en sus ambiciones con la mayoría de catalanes, aragoneses y valencianos, que se habían mostrado completamente partidarios del Archiduque. El caldo de cultivo ofrecido en Granada contra el rey Borbón hizo que, a partir del Pacto de la Gran Alianza (1702) se desplazaran a esta ciudad varias decenas de valencianos con el fin de calentar los ánimos contra el nuevo rey francés.

Plano general de Europa con los posicionamientos internacionales a la muerte de Carlos II de España.
Zonas bajo control de cada bando y principales movimientos de tropas y batallas a partir de la conjura de Granada.

A partir de la toma de Gibraltar (1704) por la marina inglesa y el hostigamiento de las costas andaluzas por la flota anglo-holandesa, todo hacía pensar que sus 10.000 soldados desembarcarían en cualquier momento para tomar el litoral andaluz desde Cádiz a Almería. Las potencias aliadas favorables al Archiduque Carlos tenían un plan: Cataluña, Aragón y Valencia habían proclamado rey a Carlos de Austria; Portugal se sumó a los ingleses y se disponía a conquistar Madrid. Sólo faltaba que se levantasen varias ciudades andaluzas y, junto a las tropas anglo-holandesas, caminar hacia Madrid para echar al Borbón.

Empieza la conjura en Granada

Todo estaba preparado para el alzamiento en la primavera de 1705. Aquel golpe de estado o conjurara estaba coordinado por levantinos; afectaría a Madrid, Granada, Cádiz, Málaga, Badajoz y Ciudad Rodrigo. Se barajaron tres fechas para la insurrección de estas ciudades: el 21 de mayo, la Ascensión; el 11 de junio, Corpus; o el 24, día de San Juan. Los alzamientos de ciudades del Sur tendrían lugar en días festivos, aprovechando las concentraciones y grandes movimientos de personas. Barcelona y Valencia ya se habían levantado contra el rey Borbón.

La conjura de las ciudades sureñas fracasó por la metedura de pata de un implicado granadino. Se trataba de un artesano del Albayzín que cometió el error de arrepentirse y confesarse con Juan del Risco, capellán del Sacromonte

La conjura de las ciudades sureñas fracasó por la metedura de pata de un implicado granadino. Se trataba de un artesano del Albayzín que cometió el error de arrepentirse y confesarse con Juan del Risco, capellán del Sacromonte. Éste se negó a darle la absolución si no corría a denunciar el plan a las autoridades; el canónigo lo comunicó al Arzobispo y éste al presidente de la Audiencia, por entonces ocupada por José Uriarte Ysunza, quien también reunía en su persona competencias de capitanía general.

Carlos Habsburgo, III de España y VI de Austria.

El plan de los conjurados fue delatado en confesión el 17 de mayo de 1705; el 24, las autoridades organizaron una amplia redada por Granada y pueblos de los alrededores. Fueron detenidas más de un centenar de personas como implicadas en el complot. Según sus confesiones, la intención empezaría por detener al Corregidor, al presidente de la Real Chancillería, a fiscales, ediles, principales autoridades religiosas y militares. (Militares había realmente pocos en Granada, ya que habían marchado al cerco de Montjuic). Todos ellos serían metidos en el presidio de la Alhambra.

Paralelamente, serían quemados cuatro conventos (especialmente el de San Francisco) y algunas casas de los nobles que se alineaban claramente con el rey Felipe V. Los líderes de la revuelta estaban seguros de que la mayoría del pueblo se les uniría rápidamente pues estaban hartos de que Felipe V les chupara la sangre a base de continuos impuestos para mantener una guerra contra los aliados extranjeros y países catalanes.

Tras conocerse la inmensa redada en la ciudad, comenzó la estampida de quienes todavía no habían sido localizados. El jefe Francisco Sánchez y algunos compinches marcharon a Motril para huir por mar a Gibraltar; pero por desavenencias con el patrón del barco fueron obligados a desembarcar en Marbella y caminaron hasta Ronda, donde fueron detenidos del 31 de mayo

Como cabecilla de la conjura figuraba el fraile valenciano Francisco Sánchez, exclaustrado del convento extramuros de Ronda; el comité directivo lo completaban Pedro Carmona, un supuesto médico italiano llamado Antonio María Carambona (autoproclamado príncipe de Maestrich) y Vicente Verastegui. En la casa albaicinera de este último era el lugar donde se reunían a conspirar.

Tras conocerse la inmensa redada en la ciudad, comenzó la estampida de quienes todavía no habían sido localizados. El jefe Francisco Sánchez y algunos compinches marcharon a Motril para huir por mar a Gibraltar; pero por desavenencias con el patrón del barco fueron obligados a desembarcar en Marbella y caminaron hasta Ronda, donde fueron detenidos del 31 de mayo. Otros muchos se perdieron por varios pueblos. Verástegui y seis valencianos fueron interceptados en Baza, cuando huían hacia Levante.

Entre los sospechosos también fueron detenidos algunos miembros de la baja nobleza, tanto local como de los que se hallaban en Granada (Parece que comisionados por el Almirante de Castilla, Juan Tomás Enríquez de Cabrera y Álvarez de Toledo, exiliado en Portugal y uno de los principales conspiradores contra Felipe V). Todos los detenidos, incluidos los condes de Luque y de Eril, fueron custodiados durante unos días en el presidio alhambreño. En el caso del Conde de Luque, logró demostrar que él no estuvo implicado y acabó sus días disfrutando de las regalías de Felipe V; pero el Conde de Eril (Antonio Roger de Eril) sí lo estuvo y, tras ser puesto en libertad, corrió a Cataluña a luchar en las filas austracistas; acabó exiliado en Viena.

Los ajusticiamientos en Plaza Nueva

El presidente de la Real Chancillería, José Uriarte Ysunza, fue acusado por el rey de ser un inútil y haber permitido una magna conspiración contra su trono en su demarcación de Andalucía. (Desde meses atrás ya había habido manifestaciones públicas en Granada contra Felipe V). Fue cesado el 9 de junio, dos días antes del Corpus, y nombrado como sucesor Juan Miguélez Mendaña y Osorio. Este canónigo ya había ocupado en Granada el cargo de presidente del Tribunal de la Inquisición. Tenía fama de ser hombre más duro. Su nombramiento fue firmado por el Rey en Madrid el 12 de junio y tomó posesión el 23.

Entre esas dos fechas, mediando un simulacro de juicio el día 17 y en ausencia de presidente de la Real Chancillería, los oidores decidieron llevar a la horca a seis de los que entendieron eran principales culpables de la conjura. Se apresuraron a dar ejemplo, para que sirviera como escarnio, pues los 10.000 soldados anglo-holandeses continuaban en sus barcos patrullando las costas andaluzas y en cualquier momento podrían desembarcar con un mínimo apoyo de austracistas agazapados en las ciudades.

Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, en 1742.

Desde que fue colocada la horca en Plaza Nueva, hacia finales de la primera mitad del siglo XVI, siempre se había ajusticiado a los reos de manera individual. Si había que colgar a más de uno, se comenzaba a las seis de la mañana y se continuaba por un orden previamente sorteado. Pero con los confesos de la conjura borbónica de 1705 se decidió construir una horca colectiva en la que serían ajusticiados todos al mismo tiempo. Para que el hecho llenase de pavor a la población granadina y nadie en adelante apostase por el candidato austriaco.

Pero con los confesos de la conjura borbónica de 1705 se decidió construir una horca colectiva en la que serían ajusticiados todos al mismo tiempo. Para que el hecho llenase de pavor a la población granadina

Se decidió que los ahorcamientos tendrían lugar a las seis de la mañana del 19 de junio, nada más terminar las fiestas del Corpus. Fueron bloqueados los accesos de todas las calles que daban a Plaza Nueva y llevada una amplia tropa y alguaciles para evitar altercados. Se requirió el refuerzo de cien granaderos a caballo durante los días siguientes para patrullar la ciudad. Los granadinos tuvieron que conformarse con ver el triste espectáculo desde lejos o en balcones y ventanas.

Plaza Nueva en un grabado de finales del XVIII. La horca no se ve porque estuvo colocada un poco más abajo, en la plaza contigua de San Gil.

Fueron ahorcadas las siguientes personas, ninguna de ellas pertenecientes a las clases nobles o eclesiásticas presuntamente implicadas: Antonio María Carambona (el médico romano), Francisco de Soto (espadero), Joseph Alcayde (zapatero), Juan del Río (zapatero), Manuel Roa y Felipe Sastre (zapateros). La lista de encausados alcanzó a 28, de los cuales algunos consiguieron huir y fueron ejecutados en otras poblaciones. Los oficios de esas 28 personas eran: religiosos (3), carpinteros (2), caldereros (1), colgadores (2), albañiles (2), zapateros (2), oficiales de prima (1), espaderos (2), pasamaneros (4), sastres (4), cirujanos (1), plateros (1), alpargateros (3) y tenderos (1). De las ejecuciones se encargaron el verdugo titular de la Real Chancillería y otros tres verdugos más venidos de varias ciudades.

Las ejecuciones no acabaron en Plaza Nueva el 19 de junio con los seis mencionados anteriormente. Los días 17 y 24 de noviembre siguiente volvieron a repetirse los ahorcamientos. En estos casos fueron tres más el día 17 y otros dos el 24. Uno de ellos fue un carpintero que se acogió a sagrado en la pasarela alta de la Catedral y hubo que subir a bajarlo por la fuerza.

Acta del Concejo de Granada (24.XI.1705) donde se da cuenta del “suplicio” de otros tres reos.

En cuanto al jefe de la conjura granadina y enlace con los de las otras ciudades, el ex religioso Francisco Sánchez, fue llevado a un presidio de Madrid y allí condenado a cadena perpetua en el penal de Pamplona. Allí murió dos años después comido por los piojos, pues se negó a cambiarse el jubón. Pensaban que les podría ser útil todavía, ya que la guerra por finales de 1706 se estaba decantando en favor del bando austracista: Madrid había sido invadido por tropas de Portugal y los ejércitos aliados europeos dominaban Cataluña, Levante y avanzaban hacia Castilla. La Corte Borbón tuvo que refugiarse momentáneamente en Burgos.

El corregidor de la ciudad decidió que los cadáveres de los once ajusticiados fuesen desmembrados y sus cabezas clavadas en picas y expuestas en los lugares más transitados de Granada

Continuando con el duro escarmiento a los conjurados granadinos, el corregidor de la ciudad decidió que los cadáveres de los once ajusticiados fuesen desmembrados y sus cabezas clavadas en picas y expuestas en los lugares más transitados de Granada. No fueron retiradas hasta que acabó la guerra civil entre partidarios del Borbón y del Archiduque Carlos y firmada la paz de Utrech en 1713.

[La tradición granadina también da cuenta de otro extraño suceso ocurrido por aquellos años entre el partido de los Borbones y Austracistas. Es el referido al Arco de las Monjas o Arco de los Ahorcados. Este arco pasaba el agua del Aljibe del Rey hasta el antiguo Palacio del rey Badis, después Daralhorra y monasterio de Santa Isabel la Real. Se contaba que una mañana amanecieron ahorcados en este arco varias personas seguidoras de la causa del Archiduque Carlos, entre ellos el Vizconde de Cardona, Beltrán García, y un tal Álvaro de Cárdenas. Habrían sido sorprendidos conspirando en una casa de la cercana calle Toribios. Es bastante probable que esta tradición fuese confundida con la conjura de Granada ya que la casa de Verastegui donde se reunían los conjurados también estaba cercana a este solitario lugar.]

Guerra de propaganda, primeras fake news

Aquella guerra civil entre partidarios de los Borbones y de los Austrias fue la primera en la que apareció una guerra paralela de propaganda, tanto en papeles manuscritos como impresos.

A partir del estallido de conflicto internacional de todos contra Francia y sus pretensiones de anexionarse España, infinidad de periódicos holandeses, ingleses y austríacos empezaron a informar de sus bondades y a desinformar de las de sus contrarios. Fueron las primeras fake news de la Historia

A partir del estallido de conflicto internacional de todos contra Francia y sus pretensiones de anexionarse España, infinidad de periódicos holandeses, ingleses y austríacos empezaron a informar de sus bondades y a desinformar de las de sus contrarios. Fueron las primeras fake news de la Historia.

Los textos franceses y españoles calificaban de infieles y protestantes a las potencias extranjeras. Bien es cierto que eran de religión anglicana y calvinistas en buena parte. Su intención era ganarse tanto al clero regular como al secular y a las gentes ignorantes. Los franceses sostenían que España ya estaba hastiada de tanto rey Austria, que en dos siglos no habían cesado las guerras y empobrecido a España. Aparte de haber degenerado su raza con tanto matrimonio real consanguíneo.

Periódicos de Viena, Holanda y París donde se daba cuenta de la conspiración de Granada y las ejecuciones sumarias.

En cambio, la prensa austracista trataba de sostener que a la mísera España no le convenía caer en manos del centralista y regalista monarca Luis XIV, sólo preocupado por el lujo, la caza y el vicio. Aquel temor al centralismo fue lo que provocó que el Reino de Aragón y el de Valencia se alinearan inmediatamente con el Archiduque, ya que vieron peligrar la supresión de sus fueros históricos. Como realmente ocurrió en casi todos los casos.

Lo ocurrido en Granada con aquella conspiración fue objeto de publicación y mucha difusión en la prensa europea. La red de informantes debía estar muy organizada

Conocemos lo ocurrido en la conjura de Granada a través de varias decenas de versiones de cartas y libelos que han llegado a nuestros días. Alguno de ellos publicado con fecha incluso anterior a que ocurriera (el 6 de junio de 1705, seguramente debido a un error, porque está impreso en Madrid el 4 de julio). Lo ocurrido en Granada con aquella conspiración, intento de alzamiento, golpe de estado o como se le quiera llamar fue objeto de publicación y mucha difusión en la prensa europea. La red de informantes debía estar muy organizada.

Primer número de la Gazeta de Granada, que venía a reemplazar a la Gazeta de Madrid e informar al bando Borbón de la marcha de la guerra.

Sin embargo, en la Gazeta de Madrid, principal medio de comunicación español, no se publicó una sola línea. La Gazeta incluso dejó de publicarse durante los meses que el ejército portugués tomó la capital de España. Su lugar fue reemplazado por la Gazeta de Granada, órgano muy similar, pero sin anuncios oficiales del gobierno; únicamente fue utilizado aquel primer periódico granadino de la historia para informar de la marcha de la guerra civil, siempre desde la óptica del partido borbón. La Gazeta de Granada es el periódico más antiguo del que tenemos referencia en esta provincia; fue creado el 13 de julio de 1706, salía un número semanal y se publicaron nueve números. En el primer ejemplar de ocho páginas se informaba que estaba cortada la correspondencia de Madrid con toda España debido a que unos 20.000 soldados portugueses e ingleses habían cercado la capital.

En la Gazeta de Madrid, principal medio de comunicación español, no se publicó una sola línea. Su lugar fue reemplazado por la Gazeta de Granada, órgano muy similar, pero sin anuncios oficiales del gobierno; únicamente fue utilizado aquel primer periódico granadino de la historia para informar de la marcha de la guerra civil, siempre desde la óptica del partido borbón

A través de la Gazeta de Granada podemos conocer las importantes aportaciones que por aquellos meses hizo la ciudad de Granada y sus pueblos al ejército borbónico. Ya desde su apuesta en 1700 por la casa real Borbón, las cargas de la ciudad empezaron a subir como la espuma. Primero en forma de peticiones reales voluntarias para convertirse después en impuesto tras impuesto, llamados de distinto modo, pero que sangraron las haciendas de los habitantes. Entre 1700 y 1713 en que concluyó la guerra, Felipe V y su corte franco-española saquearon los bolsillos granadinos hasta la extenuación: empezaron pidiendo donativos por persona, continuaron aumentando el impuesto de millones que gravaban artículos de consumo; la guerra precisaba más y duplicaron el impuesto de la sal (tanto las marinas como las procedentes de La Malahá y el pozo de Bácor); para llegar a la exigencia de enajenaciones de bienes eclesiásticos y realengos, además de repartimientos/capitaciones (un impuesto a tanto alzado a cada pueblo en función de su población). En suma, la llegada de la nueva dinastía y la larga guerra civil hasta consolidarse Felipe V dejaron a Granada y su reino en la mayor de las pobrezas.

Cuadro de la Batalla de Almasa, por Ricardo Balaca y Orejas (1862).

Y eso sin contar la pérdida de hombres jóvenes y de la mayor parte de la cabaña caballar. En 1702, cuando comenzaron las hostilidades, el ejército de la Península no alcanzaba ni 18.000 soldados profesionales, la mitad de ellos acantonados en Andalucía y Norte de África. Fue preciso iniciar continuas levas entre la población joven; primero a razón de un mozo por cada cien vecinos, porcentaje que aumentó progresivamente a medida que la guerra se alargaba. El Rey exigió milicianos, caballos, armas, grano, paja, uniformes, etc. que el Concejo de Granada se veía imposibilitado de mandar. Hubo soldados granadinos prácticamente en todas las batallas y sitios que se desarrollaron en tierras del reino de Aragón, desde el sitio de Barcelona, Calamocha y especialmente en la batalla de Almansa. Se calcula que murieron más de 2.500 jóvenes granadinos reclutados forzosamente para aquella guerra civil. Incluso uno de los batallones formados de granadinos para las filas borbónicas llevó el nombre de Batallón Viejo de Granada.

Por la Gazeta de Granada conocemos una de las levas que se hicieron en algunos pueblos de Granada para ir al auxilio de Murcia.

Como se aprecia por el recorte de septiembre de 1706, de Baza salieron 100 jóvenes, 70 de Caniles, 50 de Zújar, 100 de Huéscar, 50 de la Puebla de Don Fadrique, etc. De Granada capital no tenemos una cifra exacta de la leva de aquel año, pero conocemos que de Córdoba, una ciudad muy similar, partieron varios regimientos de 500 hombres cada uno. El resultado de aquella guerra civil fue que aumentaron mucho las mujeres solteras y las viudas en Granada, y disminuyó la natalidad.

En esta otra página, del 3 de agosto de 1706, se informa de la partida de compañía reclutadas en Moclín, Colomera, Montejícar, Iznalloz y varias parroquias de la capital. Destinadas al cerco de Murcia.

Caballería granadina en la Guerra de Sucesión

Granada y los pueblos de los alrededores participaron activamente en la Guerra de Sucesión en favor de la causa de Felipe V. La infantería era reclutada mediante levas forzosas por el Ayuntamiento, mientras que la caballería fue reclutada entre hijosdalgo y nobleza local, en su mayoría relacionados con la Real Maestranza de Caballería.

Hubo tres regimientos de caballería formados ex profeso para aquella guerra de sucesión que llevaron por nombre “Ciudad de Granada”. El primero de ellos fue creado el 10 de septiembre de 1702 y, tras unos meses de instrucción, recibió su primer sueldo el 4 de marzo de 1703. Entró en combate por vez primera en tierras de Badajoz el 28 de marzo de 1704. Estaba formado por 235 granadinos a caballo; lo mandaba Alonso Pérez de Saavedra y Narváez, quien fue recompensado con el título de Conde de la Jarosa. Esta familia tuvo palacio en la calle Paz y varios descendientes continúan residiendo en Granada.

A medida que se recrudeció la guerra entre borbonistas y austracistas, fue necesario crear nuevos regimientos. En 1706 fue creado el regimiento de caballería Granada Nuevo, mientras que el anterior pasó a llamarse Granada Viejo. Cuatro años después, en 1710, la ciudad de Granada y sus nobles volvieron a aportar un tercer regimiento con el nombre de Ciudad de Granada. A sus mandos estuvieron Lope de Hoces y Córdoba, hermano del conde de Hornachuelos, y Felipe Ramírez de Arellano.

Los uniformes de los regimientos de caballería Ciudad de Granada adoptaron la casaca azul y divisa colorada. Desde que el primero participó en escaramuzas por Badajoz, los demás tomaron parte en el resto de batallas que se dieron por toda España: Requena, Brihuega, Villaviciosa, Cardona, Barcelona, Almansa, etc.

En el caso de la batalla de Almansa (28 de abril de 1707, sólo existían los regimientos Granada Viejo y Granada Nuevo. Ambos entraron en combate en las filas de Felipe V. De los aproximadamente 6.000 caballos que formaban el ejército realista, entre 250 y 300 correspondían a tres batallones granadinos en que fueron organizados, bajo el mando del coronel F. Rufio. Caballos y caballeros granadinos fueron colocados en el ala izquierda, segunda línea (lugar indicado en el gráfico de arriba). Fue precisamente por ese flanco por donde se rompió la formación aliada y comenzó la estampida de los Habscurgo.

Tras acabar la guerra de sucesión, hacia 1715, los dos regimientos de caballería más jóvenes  con el nombre Ciudad de Granada fueron fusionados (llevaban los números 35 y 41 de los existentes en España). Aquella unidad pervivió en el ejército español hasta su total disolución en 1763. (El gráfico de la Batalla de Almansa está tomado de www.arrecaballo.es)

Exilios y enriquecimiento de borbonistas

La consecuencia más inmediata tras finalizar la guerra con el tratado de Utrech fue que España empezó un declive que todavía no ha acabado; la gran vencedora fue Inglaterra, que a partir de ese momento montó un imperio marítimo y colonial del que continúa viviendo todavía. Internamente, se consolidó la dinastía Borbón en España y la rama austríaca renunció a sus derechos dinásticos sobre nuestro país.

Pero Felipe V y sus ministros no olvidaron lo ocurrido durante sus trece primeros años de reinado. Impusieron un estilo de gobierno centralista y regalista para con sus partidarios; suprimieron todos los fueros ancestrales (quizás de ahí provenga la inquina catalana contra Castilla). Pero sobre todo propiciaron el primer gran exilio por motivos políticos. Algunos nobles y profesionales granadinos que apoyaron la causa del Archiduque Carlos III acabaron sus días en el exilio europeo, en Gibraltar o en América. Se calcula que unos 25.000 españoles tuvieron que salir fuera del país; a todos ellos les fueron confiscadas sus propiedades, trasferidas al patrimonio real o adjudicadas a la nobleza fiel a Felipe V.

El Concejo de Granada como institución y la mayoría de vecinos no aportaron más dinero y caballos a la guerra porque no los tenían o los escondían. Pero hubo algunos terratenientes y comerciantes que apostaron abiertamente por Felipe V y donaron buena parte de sus fortunas para la larga guerra civil

El Concejo de Granada como institución y la mayoría de vecinos no aportaron más dinero y caballos a la guerra porque no los tenían o los escondían. Pero hubo algunos terratenientes y comerciantes que apostaron abiertamente por Felipe V y donaron buena parte de sus fortunas para la larga guerra civil. Felipe V supo compensarles después con prebendas y títulos: al concejal Pedro Nava Noroña le concedió el título de Conde de Noroña (1706) por haber donado su cuadra de caballos a un batallón; a Luis Beltrán de Caicedo y Solís le nombró Marqués de Caicedo (1711); éste era propietario el palacio donde actualmente se ubica el Conservatorio de Música, uno de los edificios que los austracistas pretendían incendiar el día del Corpus de 1705. José Gregorio Altamirano Carvajal, vecino potentado de Alhendín, recibió el Marquesado de Alhendín de la Vega; Luis de la Maza Mendoza y Montalvo, que ya era Vizconde de Telera, recibió el Marquesado de Casablanca por su importantísima aportación de caballos y uniformes de guerra; Melchor Velázquez de Carvajal fue obsequiado con el Condado de Maseguilla; Antonio Chinchilla Fonseca, como caballero XXIV que contribuyó a desarticular las conspiraciones en Granada, recibió el Marquesado de Chinchilla. También he mencionado anteriormente que el Conde de Luque fue llamado a Madrid a desarrollar importantes cargos en la Corte filipina.

El presidente de la Real Chancillería, Juan Miguélez, se mantuvo en Granada durante toda la guerra civil (1705-1715), cuando lo usual era cambiarlos cada tres o cuatro años. Felipe V le agradeció sus favores en Granada enviándole de obispo a Tortosa, donde se llevó el encargo de poner orden entre la dudosa fidelidad borbónica del clero tarraconense. Falleció al poco de llegar, en 1717.

El noble granadino (o medio granadino, porque casi nunca residió aquí) que peor parado salió fue el Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar. José de Mendoza Ibáñez de Segovia se mostró dubitativo a la hora de apoyar la causa del Duque de Anjou, muy al contrario, prefería la candidatura del Archiduque Carlos. Como quiera que la casa de los Mendoza venía ostentando la tenencia de la Alcaidía de la Alhambra y el Generalife por concesión de los Reyes Católicos, el primer rey Borbón decidió quitarles esa tenencia y apropiarse de ese privilegio casi medieval.

Partal Alto, en 1929, durante la excavación de Torres Balbás. Aquí estuvo el Palacio de Tendilla.
Plano de situación aproximada que ocupó el palacio de Yusuf III, posteriormente reconvertido en Palacio de los Tendilla y destruido en 1718 por orden de Felipe V. Estaba a continuación del Palacio de los Leones y por encima del gran estanque del Partal. Hoy sólo queda el estanque central del patio.

La medida inmediata fue ordenar la demolición del Palacio de los Tendilla dentro de la ciudadela de la Alhambra. En esa sede los Tendilla habían ostentado la capitanía general del Reino de Granada y sus Costas desde finales del siglo XV. Este palacio fue conformado por Íñigo López de Mendoza en la zona del Partal Alto, aprovechando lo que debió ser un palacio del siglo XIII construido por Muhammad II. Es bastante probable que aquel palacio y sus casas anexas fuesen en los siglos XIV y XV la residencia del emir de Granada. Tras las sucesivas demoliciones ordenadas por Felipe V, las ventas a particulares y las ocupaciones posteriores, a nuestros días apenas ha llegado el estanque central de lo que debió ser el Palacio de los Tendilla. Muy posiblemente este patio se pareció al del Generalife, con edificaciones porticadas en los extremos cortos. Estuvo situado justo enfrente de la gran alberca y Torre de las Damas. El lugar hoy está convertido en huertas y paratas; en 1929 fue parcialmente excavado por Leopoldo Torres Balbás, pero no se tiene una idea aproximada de cómo fue esta zona palaciega privada hasta comienzos del XVIII.

En 1730, Felipe V, su nueva esposa Isabel de Farnesio y su larga corte afrancesada pasaron unos días en la Alhambra y el Soto de Roma para recibir el agasajo de sus súbditos granadinos.