historia de la centenaria almazara granadina

La almazara del Cortijo Poloria, en su centenario

Ciudadanía - Alfonso Martínez Foronda - Domingo, 24 de Noviembre de 2024
Alfonso Martínez Foronda firma este espléndido artículo en el que relata la historia de esta centenaria almazara granadina.
Pegatina de la cooperativa en su centenario.
TODAS LAS FOTOS HAN SIDO CEDIDAS POR LOLA HITA ROMERO.
Pegatina de la cooperativa en su centenario.

'Más vale actuar exponiéndose a arrepentirse de ello que no arrepentirse de no haber hecho nada'. Boccaccio

Mi agradecimiento a Lola Hita Romero y a su primo hermano Enrique Hita Molina, por su colaboración para la redacción de este artículo pues, sin ellos, me hubiera sido imposible rastrear la historia de esta almazara centenaria.

Si la historia de la humanidad es la del mestizaje, la de cada uno de nosotros es la expresión de la herencia material e inmaterial que recibimos y que desarrollamos. Panta rei (Πάντα ῥεῖ; "Τodo fluye" en griego clásico) es un concepto atribuido por Platón al filósofo presocrático Heráclito, que sintetizaba su supuesta opinión de que todo está en cambio continuamente. Somos conscientes de la transformación de las ciudades. Si observamos una catedral, su piel nos informa del paso del tiempo a través de los estilos que contiene. Ese es nuestro patrimonio cultural, que se transmite de generación en generación y es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. Es un patrimonio palpable y reconocible.

Cuando vemos el mar de olivos, por ejemplo, pareciera un manto estático, seráfico, eterno, un decorado con el telón del cielo azul, al fondo, en el que el tiempo se ha petrificado

Sin embargo, apenas somos conscientes de la historia que conforma el trabajo del ser humano en la naturaleza. Cuando vemos el mar de olivos, por ejemplo, pareciera un manto estático, seráfico, eterno, un decorado con el telón del cielo azul, al fondo, en el que el tiempo se ha petrificado. Y, sin embargo, esa capa verde encierra un sacrificio de siglos que visibiliza el esfuerzo humano que se ha tenido que realizar para llegar a esa fotografía. Sin ánimo de polemizar, si no hubiéramos cortado árboles no hubiéramos construido chozas y la sociedad no se hubiera desarrollado. El desarrollo económico exige un cierto sacrificio ambiental, aunque sus límites no pueden llevarnos ni al infarto ecológico, ni al suicidio. Todavía resuenan en mis oídos aquellas palabras del jefe indio de la tribu Suwanish al presidente Franklin hace casi dos siglos:

“Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se hará así mismo. Lo que ocurra a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia”.

Valga esta introducción para ejemplificar la interacción de la familia Hita y el Cortijo Poloria con su entorno y, especialmente, la historia de su almazara. Una historia de adaptación y transformación del medio que sirvió para el desarrollo del espacio geográfico donde se ubica, en el término municipal de Iznalloz. Es un ejemplo de esa herencia familiar de varias generaciones que, con su esfuerzo y sus riesgos empresariales, los ha llevado, en el centenario de su almazara, ha mantener sus señas de identidad desde su nacimiento hasta la actualidad. Cuento esta historia porque de cuando en vez visito Poloria, invitado por mi amiga Lola Hita Romero y, con ella, he podido conocer una experiencia familiar que ha mantenido la tradición e innovado para ellos mismos y para la sociedad donde se insertan.

Desde finales del XIX a nuestros días

La figura inicial de esta historia es Antonio Hita Fernández, cuya familia procedía de la zona de Nívar y Huétor Santillán. Era un colono, un arrendatario de tierras, que se afincó  en el último tercio del siglo XIX en la zona de Píñar. Los motivos del traslado hay que buscarlos en las posibilidades que ofrecían sus contornos para roturar la tierra y obtener de ella, posteriormente, carbón y, también ofrecía la posibilidad de siembra de cereales. La primera labor de este tipo de roturaciones consistía en retirar la maleza, cortar los árboles y arrancar sus tocones, labor costosa que se realizaba a azada. La idea era roturarlo pero, en la mayoría de los casos, solo conseguían arañar la tierra.

Aceite embotellado, producto de la cooperativa.

En otoño, con las primeras lluvias, se procedía a ararlo, abonarlo y, a finales de noviembre, sembrarlo de trigo o cebada. La rotación de cultivos fue una práctica habitual en tiempos pasados encaminada a mantener la fertilidad de la tierra, o al menos, a no agotarla hasta el punto de comprometer el cultivo de años venideros

El siguiente paso consistía en quemar los rastrojos y pasar un arado. A continuación se procedía a abonar el suelo vertiendo y extendiendo el estiércol. Posteriormente, se maquinab, para igualar la tierra. Desde que se empezaba a roturar un terreno y se araba hasta que tenía lugar la siembra transcurría un año. Efectuada la siembra, a veces, era necesario pasar otra vez la  rastra para tapar la simiente. En otoño, con las primeras lluvias, se procedía a ararlo, abonarlo y, a finales de noviembre, sembrarlo de trigo o cebada. La rotación de cultivos fue una práctica habitual en tiempos pasados encaminada a mantener la fertilidad de la tierra, o al menos, a no agotarla hasta el punto de comprometer el cultivo de años venideros. Hay que notar que, en esos momentos, la superficie de esta comarca era básicamente cereal y que el olivar era, entonces, marginal.

Se trataba de un trabajo penoso por lo que habitualmente solo reclamaban roturas las familias con muchos hijos o bien varios vecinos unidos. No sabemos bien por qué Antonio Hita Fernández decide, en un momento determinado, desplazarse desde la zona de Píñar hasta la de Dehesas Viejas. Hay que remontarse a 1895 cuando éste compró tres cortijos para cada uno de sus hijos: el Cortijo Mosquera, para su hijo Antonio; el Cortijo de María Alonso, para Manuel; y parte del Cortijo Poloria, para el menor de sus hijos, Federico Hita Justicia, el abuelo de Lola Hita y de Enrique Hita Molina.

Aunque el olivar era algo marginal, no había ninguna almazara en la comarca y los tres hermanos, con una visión empresarial moderna y de futuro, sobre 1910, eligieron como ubicación equidistante de los tres cortijos la Estación de Iznalloz para construir una almazara que diera salida comercial al aceite a través del ferrocarril. Con esa intención compraron un terreno de 1 Ha., aproximadamente, y construyeron una edificación dentro del recinto de la propia estación. Y digo moderna y avanzada si tenemos en cuenta que la Estación de Iznalloz fue inaugurada en 1904 junto al resto de la línea Moreda-Granada que había construido la Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España. Compraron la maquinaria en la antigua fundición de hierro La Cordobesa.

Todo un riesgo empresarial porque la inestabilidad política de esos años –preludio de la I Guerra Mundial- no les garantizaba la viabilidad del proyecto

Todo un riesgo empresarial porque la inestabilidad política de esos años –preludio de la I Guerra Mundial- no les garantizaba la viabilidad del proyecto. De hecho, aunque dieron una señal, no llegaron a retirar la maquinaria y las naves que habían construido en la Estación de Iznalloz tuvieron que reconvertirlas en tres viviendas para los tres hermanos. No llegaron a habitarlas y tan sólo se utilizó una vivienda, temporalmente, para que la madre de Enrique fuera allí a dar a luz por la proximidad a Iznalloz.

Por ello, el abuelo de Lola, Federico Hita Justicia, determinará en 1924 que debía montar él solo su propia almazara industrial, pero esta vez en Poloria

No es oro todo lo que brilla y no pocos proyectos e inversiones empresariales llegan a buen puerto. Es en este punto donde la constancia y la fe en el futuro determinan que algunas personas se crezcan ante las adversidades –consustanciales a la vida-, y su fortaleza les lleve a emprender nuevos proyectos. Una cometa, como dijera Churchill, se eleva más alto en contra del viento. Por ello, el abuelo de Lola, Federico Hita Justicia, determinará en 1924 que debía montar él solo su propia almazara industrial, pero esta vez en Poloria.

Era otra decisión arriesgada porque, aunque había agua abundante, sin embargo, el Cortijo Poloria carecía de electricidad, como todos en las zonas rurales. Recordemos que la luz había llegado a Granada en 1892 y, hasta finales de los años treinta del siglo pasado, no se fueron electrificando –y con muchas deficiencias- los pueblos del cinturón y su extensión por el Valle de Lecrín. Federico Hita, con sus propios recursos, llevará la luz al Cortijo enganchándola –previo permiso- a un transformador que había en Dehesas Viejas, al tiempo que hacía lo propio con los propietarios de los terrenos por donde pasaría el tendido eléctrico. El tendido lo contrató con la familia granadina Cuerva, una empresa familiar de generación, distribución y comercialización de energía eléctrica. Como dato anecdótico, entonces los postes de la luz procedían de la Selva Negra, en Alemania.

En el centro, Federico Hita Justicia, rodeados de sus hijos (de izquierda a derecha: Manuel, José, Enrique, Federico y Benedicto Hita Martínez). 

Tenían fama de ahorradores y de hacer fortuna a fuerza de hacer heroica administración de sus intereses, aunque en esta caso eran seis trabajadores de la zona que, por turnos, y durante todo el día, cobraban un salario por su trabajo

Vencidas estas dificultades, Federico Hita volvió a Córdoba para retirar la maquinaria más moderna y poner en marcha el molino, junto a sus hijos. Puesta en funcionamiento molturaban entonces nada menos que 8.000 kilogramos de aceituna en 24 horas en turno de tres personas. A esas personas se las llamaba “cagarrache”. Dice la historia que era el individuo emigrante de carácter temporal en Andalucía procedente en su mayor parte de Campillo de Buitrago y de las sierras de Alba, en la provincia de Soria. Se dedicaban a trabajar en los molinos de aceite como maestros. Tenían fama de ahorradores y de hacer fortuna a fuerza de hacer heroica administración de sus intereses, aunque en esta caso eran seis trabajadores de la zona que, por turnos, y durante todo el día, cobraban un salario por su trabajo.

A esta almazara concurrían productores de Domingo Pérez, Dehesas Viejas, Campotéjar y Montejícar, ya que había otra en Iznalloz que recogía el producto de su término. Mas esta almazara no trabajaba a maquila, sino que Federico Hita la compraba directamente. Entonces, como no había análisis de la misma, el precio se hacía a “ojo”, es decir, un precio para la que venía brillante y otro para la que venía “helada” o “arrugada”. Y, para cerrar el ciclo, el aceite producido se metía a granel en bidones de 200 kgs. y, en una camioneta, lo transportaban sus hijos Federico y Pepe hasta Málaga, a la empresa exportadora Minerva, aunque ocasionalmente, fueran alguna que otra vez a Sevilla.  

Francisco Zafra Sánchez, uno de los socios fundadores.

Este modelo era capaz de producir 5 toneladas de trigo por jornada de trabajo. Y, de nuevo, innovador porque, y hasta mucho tiempo más tarde, se siguió segando a mano y aventando las mieses en las eras

Pero si Federico Hita fue innovador con la almazara, no lo fue menos con los cereales. En los años treinta, probablemente, también compró una trilladora de la casa Ajuria, S.A, que se fabricaba en Vitoria y Álava (Gasteiz). Esa máquina se alimentaba a mano. La mies pasaba por un cilindro desgranador y disponía de cuatro sacudidores que separaban el grano de la paja larga y transportaban ésta al cilindro machacador de donde la paja salía cortada y magullada en condiciones de servir de alimento al ganado. Este modelo era capaz de producir 5 toneladas de trigo por jornada de trabajo. Y, de nuevo, innovador porque, y hasta mucho tiempo más tarde, se siguió segando a mano y aventando las mieses en las eras. Claro que todo se concebía desde el prisma de obtener más beneficio, pero no todos los empresarios invertían sus beneficios en procesos industriales.

Anuncio de la trilladora que adquirieron los Hita para su cortijo y, debajo, restos de ella que se encuntran en Poloria.

Digamos que el negocio iba viento en popa y las inversiones en la almazara o la trilladora daban suficientes beneficios. Pero la guerra civil (1936-1939), supuso un freno en todos los sentidos a la economía y a la sociedad española. El Cortijo Poloria no iba a ser una excepción. Dado que esa zona cayó en zona republicana, cuando se inicia el conflicto, un amigo avisará a Federico Hita que su vida corría peligro y éste debe huir a zona nacional, aunque otra parte de la familia se quedó en el Cortijo “El Salao” de Dehesas Viejas, sin que nada les ocurriera. El Cortijo “Poloria” fue uno de los que se colectivizaron en Iznalloz, posiblemente, por influencia de la CNT. Este periodo es un paréntesis en la vida de Poloria porque al acabar la guerra su propietario volvió al cortijo para retomar la actividad. Como anécdota, cuenta su nieto Enrique Hita Molina, que cuando llegó al cortijo su abuelo Federico la cosecha estaba para recogerla, pero lejos de ser desagradecido les dijo:

“Habéis labrado todo lo que le ha hecho falta al trigo, los garbanzos y lo demás. Solo hace falta recogerlo. Quedaros. Recogéis la cosecha,  me dais la mitad y la otra mitad cobráis los jornales más que de sobra".

Pareciera un detalle menor, pero mostraba una personalidad que, más allá de las profundas heridas producidas por el conflicto armado, mantenía una relación con el entorno humano que iba más allá del simple negocio.

Dolores Martínez Lomas, mujer de Federico Hita Justicia, en cuyo honor recibe el nombre esta cooperativa.

La Cooperativa que se creó con el nombre de Cooperativa y Caja Rural Nuestra Señora de los Dolores. Ese  nombre era un homenaje a Dolores Martínez Lomas, la mujer de Federico Hita

Ya en 1941 Federico Hita Justicia hará donaciones de sus propiedades a sus hijos Federico, Consuelo, Manuel, Enrique, José, Emilia, Concha y Benedicto Hita Martínez y entre los lotes, junto a la tierra calma y olivos, iba incluida la almazara que, en el sorteo, le correspondió a Benedicto y a Emilia, pero esta última se la vendió al primero que fue el propietario de la misma hasta 1960, fecha en la que se la vendió a sus hermanos, constituyendo la Cooperativa que se creó con el nombre de Cooperativa y Caja Rural Nuestra Señora de los Dolores. Ese  nombre era un homenaje a Dolores Martínez Lomas, la mujer de Federico Hita.

Al día de hoy esta Cooperativa la conforman  todos los socios, los descendientes de aquellos pioneros y los que se incorporaron después, unos más vecinos que otros, sin distinción, con igualdad de derechos y obligaciones, unos más antiguos que otros, unos más jóvenes que otros, unos con más o menos olivos que otros, unos con un apellido y otros con otro… Pero todos han contribuido a que esa herencia haya permanecido a lo largo del tiempo sorteando todo tipo de dificultades. Y ahora, pueden sentirse orgullosos, en su centenario  para que las actuales y futuras generaciones continúen la actividad de la Cooperativa y sigan siendo un referente de cooperación en su territorio.

Enrique Hita Molina, el más antiguo de los socios de la Cooperativa.
Juan Manuel Hita López, actual presidente de la Cooperativa.

Amo la naturaleza porque ella es nuestra madre, pero no añoro una sociedad agro pastoril idílica, porque hace tiempo que no hay paraísos perdidos. Apuesto, eso sí, por una sociedad ecológica postindustrial en la que debe tener cabida la utopía. Como dijo Oscar Wilde, “a un mapa del mundo que no incluya la utopía, no vale la pena echarle un vistazo”. De cuando en vez, me invita a Poloria mi hospitalaria amiga Lola Hita. Entonces me siento en un lugar armónico donde el presente y el futuro se tiñen del verde esperanza de la tierra. Espero que los descendientes de aquellos pioneros visionarios preserven lo conseguido, lo mejoren y mantengan la filosofía de esta cooperativa que es un ejemplo para las generaciones venideras.