La Junta de Andalucía y la nueva esclavitud: Cómo sobrevivir con 16 nóminas sin cobrar y 6 meses a oscuras

Cartas al director - Silvia Rescalvo, delegada de Personal del Centro Albayzín - Lunes, 2 de Noviembre de 2015
La delegada de Personal del Centro Albayzín relata en este artículo la situación que viven los trabajadores.

Silencio... Es el sonido del frío en los huesos cuando brilla por su ausencia la calefacción en este convento albaicinero de amplios muros y sombras, de cientos de historias que año tras año se renuevan para darle un futuro laboral a muchos jóvenes desempleados. Es posible que no se deba solo al invierno que llega a las calles de Granada con las primeras nieves de la Sierra, quizá no desayunar -menudo lujo- contribuya también a estos escalofríos mañaneros, quizá esta debilidad sea el reflejo de lo que soy, de lo que queda de mí,  con tanto sufrimiento y lágrimas, de tanta angustia diaria que nos convierte en seres tristes y melancólicos, quien sabe... en el Centro Albayzín todos mis compañeros saben de lo que hablo, de esta desesperación que nos mantiene alerta cada día para sobrevivir sin desfallecer a un trabajo donde no se cobra, donde uno se convierte de oficio en "chico para todo", porque ahora "enseñar" ha dejado de tener sentido, ahora lo urgente es "mantener o limpiar", para que no se deterioren más unas instalaciones que forman parte de este paisaje patrimonio de la humanidad.

Venir a trabajar cada mañana se ha convertido en toda una aventura, primero porque antes de salir de casa hay que echar números para aguantar un día más sin dinero, y además con la mejor de las sonrisas para que los hijos no sufran lo que no les corresponde. Ya tienen bastante con sufrir las carencias y falta de recursos en una casa donde no se cobra porque la Junta de Andalucía no paga los salarios de sus padres. Segundo, al salir a la calle, porque hay que comprobar si el coche arranca... se acabaron los tiempos de las revisiones, las épocas de los depósitos llenos.  Y tercero, hay que llegar al Convento. Cuando uno atraviesa el zaguán de entrada de este antiguo edificio lo primero que se encuentra es la oscuridad de la mañana... esa luz mortecina que no se va hasta que aparecen los primeros rayos de sol sobre las altas torres de la Alhambra. Hasta entonces... la noche se apodera  del registro, de los despachos, de las aulas... con las pupilas dilatadas hemos aprendido a sobrevivir aprovechando la blancura de los folios como lámparas improvisadas. Será otro día más, otro mes más abandonados a nuestra suerte. ¿Hasta cuándo?