'Víctimas'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 28 de Noviembre de 2024
De izquierda a derecha, Alina Secui y Mar Chambó junto a María Martín, de la Asociación La Volaera de Granada, y otras familiares de víctimas.
C.P.
De izquierda a derecha, Alina Secui y Mar Chambó junto a María Martín, de la Asociación La Volaera de Granada, y otras familiares de víctimas.

El lunes pasado, las calles volvieron a llenarse de manifestantes, principalmente mujeres, para pedir el cese de la violencia hacia ellas. El grito unánime fue que parasen los asesinatos. Sin lugar a dudas, el final de los feminicidios es el primer paso, pero, es necesario ya, plantear una segunda derivada de esta situación. El desamparo en el que quedan los familiares.

Es imposible poder articular una palabra de consuelo cuando una madre, a la que su maltratador ha asesinado a sus dos niñas, te cuenta que desde aquel fatídico día de marzo en el que encontró a sus dos hijas muertas, no ha recibido ninguna ayuda de la Administración

Es imposible poder articular una palabra de consuelo cuando una madre, a la que su maltratador ha asesinado a sus dos niñas, te cuenta que desde aquel fatídico día de marzo en el que encontró a sus dos hijas muertas, no ha recibido ninguna ayuda de la Administración.

Alina abandonó la casa de acogida de Granada donde llegó con sus dos pequeñas desde un recurso de urgencia en Almería del que fue puesta en la calle porque había cumplido el periodo máximo de estancia. En Granada firmó su salida voluntaria, es cierto, pero podemos imaginar las presiones para dar este paso después de haber agotado el tiempo de estancia.  Sin recursos, sin casi saber el idioma (es de origen rumano), sin trabajo, sin ninguna solución habitacional para ella y sus hijas, se encontró sola. No se le ofreció ningún piso tutelado, no se facilitó ningún contrato de trabajo con un salario suficiente para hacerse cargo de sus niñas y comenzar de nuevo. Tenía entonces 22 años.

Ese hombre que decía que deseaba todo el bien a sus hijas fue quien las mató

El sistema puso a Alina en brazos de su maltratador, un hombre que se ofreció a buscarle un piso donde vivir bajo la apariencia de dar estabilidad a sus hijas y tras asegurar a la madre que sus desavenencias debían quedar al margen de la vida de las pequeñas. Lo que Alina no sabía era que su maltratador tenía una llave de su casa, que podía entrar y salir cuando quisiera mientras ella estaba trabajando como camarera, que enviaba a amigos suyos para espiarla y saber cómo transcurría su día a día. Ese hombre que decía que deseaba todo el bien a sus hijas fue quien las mató.

La única contestación que ha obtenido por parte sus funcionarias y funcionarios es que interponga otra denuncia y con la sentencia podrá obtener el informe de manera automática. Pero, ¿contra quién si su maltratador y asesino de sus niñas se suicidó junto a ellas?

Sólo se puede permanecer callada cuando una madre empieza a relatar tanto despropósito. Es imposible decir nada ante el profundo dolor. Ocho meses lleva Alina sin sus niñas, el mismo tiempo que mantiene un pulso con la Administración para obtener la Renta Activa de Inserción (RAI) a la que tiene derecho por ser víctima de violencia machista o el Ingreso Mínimo Vital. Pero, para conseguir los míseros 480 euros de ambas ayudas, Alina necesita un informe de terapia que debe realizar Servicios Sociales y que, excusa tras excusa, no le entregan. La única contestación que ha obtenido por parte sus funcionarias y funcionarios es que interponga otra denuncia y con la sentencia podrá obtener el informe de manera automática. Pero, ¿contra quién si su maltratador y asesino de sus niñas se suicidó junto a ellas?

Tanto el Ministerio de Igualdad como la Junta de Andalucía pueden seguir insistiendo en la necesidad de las denuncias mientras enumeran la cantidad de recursos puestos a disposición de las víctimas y las bondades del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Aunque no sabemos en qué se está gastando, la Resolución de 10 de mayo de 2024, de la Secretaría de Estado de Igualdad y para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, por la que se publica el Acuerdo de la Conferencia Sectorial de Igualdad de 29 de abril de 2024 dice que a la Comunidad Autónoma de Andalucía se le han entregado 21.306.856,12 euros para que los aplique al desarrollo de los distintos ejes de actuación que contempla el Pacto de Estado.

Porque, lo cierto es que a las víctimas no les están llegando las ayudas y, las pocas a las que acceden, no son suficientes para reconstruir sus vidas y las de sus hijas e hijos

Nos ayudaría mucho saber el destino de estos fondos y comprobar su fiscalización para ser capaces de corregir aquello que no se esté haciendo bien. Porque, lo cierto es que a las víctimas no les están llegando las ayudas y, las pocas a las que acceden, no son suficientes para reconstruir sus vidas y las de sus hijas e hijos.

Las mujeres víctimas también tienen sus derechos y la Administración no los está cumpliendo. Es preciso revisar algunos protocolos porque mujeres como Alina han sufrido la mayor violencia que puede soportarse, encontrar muertas a sus hijas en una inhóspita casa de aperos de una pedanía de Almería y no es humano que después de haber pasado por esa experiencia tan traumática, la violencia institucional les de la puntilla.

Las víctimas y sus familias necesitan ser reconfortadas no vapuleadas por un sistema inhumano que las revictimiza una y otra vez. Si Alina es un ejemplo de ello, no podemos olvidar a Mar Chambó. Su hija fue asesinada por su exnovio en 2018 y ella aún no se ha recuperado. “En medio del velatorio de mi hija, mi marido tuvo que salir corriendo a llevar los papeles al banco porque habíamos tenido que pedir un préstamo para poder enterrar a mi niña”, explica Mar aún con lágrimas en los ojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.