¡Vamos, Granada: ahora el tren!
Si algo nos han enseñado las multitudinarias manifestaciones a favor de dos hospitales completos que han sacudido los cimientos de la administración andaluza en los últimos meses es que Granada, si quiere, puede. No es una cuestión menor en una tierra demasiado acostumbrada a perder. Granada lleva décadas mordiendo el polvo, tal vez siglos. Desde la taqiyya o disimulo de los moriscos por sobrevivir tras la conquista y las revueltas de finales del siglo XVI hasta nuestros días, el carácter del granadino parece haberse forjado hacia adentro, desconfiado, para terminar, como tantas veces cito, con aquello que decía Carlos Cano de que Granada vive tan encerrada en sí misma que solo tiene salida por las estrellas. Por lo que sea, Granada pierde lustre, poder e influencia desde hace siglos sin saber muy bien por qué. Y seguimos cultivando, sottovoce, la malafolla improductiva, la crítica despiadada al que destaca o al vecino, al que culpamos de todos nuestros males, sin que por un momento nos paremos a analizar las causas de esa hemorragia de poder e influencia que venimos sufriendo y, sobre todo, de esperanza. Si es verdad, como decía Bertolt Brecht, que las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, la Granada que algunos soñamos sigue traumatizada en el canal del parto de la historia, esperando a renacer empujada por un viento favorable que la lleve a un buen puerto. Quizás estos años sean esos años que Granada lleva siglos esperando. Quizás esa Granada en la calle desgañitándose por fin contra aquellos que nos han conducido a la irrelevancia con su mediocre gestión, sea el signo de un nuevo tiempo. ¿Cuánto hace que no saboreamos una victoria? ¿Cuánto hace que no nos sentimos orgullosos de haber hecho, colectivamente, algo grande? ¿Cuánto hace que perdimos la fe en nosotros mismos? ¿Cuánto hace que dejamos nuestro futuro en manos de quienes no merecen pilotar nuestros sueños? Es ahora Granada, ahora que la lucha por una sanidad pública y de calidad nos ha mostrado de lo que somos capaces si nos movemos, si luchamos, si creemos en nosotros; es ahora cuando al socaire de esa victoria debemos ser capaces de cambiar el rumbo para dibujar el futuro que queremos para nuestros hijos; es ahora cuando nos damos cuenta de que nada ni nadie nos puede parar, porque Granada, en un ejercicio casi catártico, se ha rebelado por fin contra la mediocridad, el ostracismo y el olvido. Y el próximo domingo, día 12, a las 12, tenemos una nueva oportunidad para seguir demostrándolo, ahora en defensa de nuestro tren. Allí nos vemos.