'Shabaka y Kamasi: ¿una oportunidad perdida?'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 5 de Junio de 2024
El músico de jazz británico Shabaka Hutchings.
Indegranada
El músico de jazz británico Shabaka Hutchings.

Hace un par de años, al hilo de los álbumes de Kokoroko y The Comet Is Coming, comenté cómo, en la última década, el jazz ha vuelto a tener cierta presencia mainstream, después de mucho tiempo encerrado en circuitos más reducidos. Pues bien, en menos de un mes han sacado disco nuevo las dos figuras más importantes en ese proceso: Kamasi Washington y Shabaka Hutchings. El primero es originario de Los Ángeles; el segundo de Londres. El primero es conocido por su jazz expansivo y espiritual, con arreglos colosales interpretados por una gran banda con decenas de músicos, recogidos en discos larguísimos (su magnífico LP de 2015, The Epic, dura tres horas). El segundo ha sido siempre más polifacético: líder de varios proyectos, ha explorado el jazz fusion espacial (The Comet Is Coming), ha probado con un sonido vanguardista, ultrarrítmico y político (Sons of Kemet) y hasta ha ahondado en el jazz sudafricano, en colaboración con músicos de aquel país (Shabaka and The Ancestors). En todos estos proyectos se ha mostrado como un intérprete de primer nivel; al mismo tiempo, ha ejercido como el gran curador de la escena londinense. En lo que ambos coinciden, eso sí, es en que su instrumento principal es el saxofón.

O así era hasta hace poco. Y es que, en su primer LP en solitario, lanzado en abril, Shabaka (ahora sin el apellido) ha desechado casi por completo el instrumento por el que más se le conoce en favor de diversos tipos de flauta dulce

O así era hasta hace poco. Y es que, en su primer LP en solitario, lanzado en abril, Shabaka (ahora sin el apellido) ha desechado casi por completo el instrumento por el que más se le conoce en favor de diversos tipos de flauta dulce. Una decisión interesante de un artista siempre inquieto; en mi opinión, no obstante, el resultado es algo decepcionante. Perceive Its Beauty, Ackonwledge Its Grace se asoma a las aguas calmadas y cristalinas del New Age, un terreno que, lo reconozco, me resulta muy poco atractivo de entrada; más aún viniendo de alguien que no ha tenido pelos en la lengua para denunciar el racismo en los más duros términos. No me sorprende comprobar que en el álbum han tenido mano André 3000, el legendario rapero convertido en flautista, y Carlos Niño, el percusionista y productor que ayudó a aquel a crear New Blue Sun (2023). Las historias de Shabaka y André tienen el obvio paralelismo de que han abandonado lo que les hizo famosos en favor de la flauta, de modo que es lógico que sientan una afinidad artística. Y, viendo la lista de colaboradores del álbum, está claro que Hutchings iba buscando un proceso más abierto que nunca: de Lianne La Havas a Moses Sumney, de Esperanza Spalding a Floating Points, el londinense ha trabajado con todo tipo de artistas a ambos lados del Atlántico.

Es el caso de “Insecurities”, donde la flauta y el arpa interactúan de manera más clara, con algo más de cadencia e impulso, y la voz de Moses Sumney hace unos gorgoritos que funcionan a las mil maravillas

Pero, tal como temía, las primeras canciones me parecen de lo más flojas: “End of Innocence” y “As the Planets and the Stars Collapse” son pequeños ensayos con clarinete o flauta, piano, arpa y toques de cuerdas y percusión, apenas bosquejos de dos minutos y medio donde no solo no parece haber una dirección clara, sino que ni siquiera hay momentos de inspiración interpretativa, ni a nivel individual ni en la interrelación de los instrumentos. Más o menos lo mismo sucede más adelante con “The Wounded Need to Be Replenished”, donde ni el límpido sinte, ni el dulce piano, ni la esforzada flauta terminan de coaligarse entre sí. Son estos claros ejemplos de lo peor y más perezoso del New Age: una pretendida profundidad donde solo hay falta de estructura e intención. Sería injusto, no obstante, no reconocer que la mayor parte del disco consigue esquivar, al menos, lo peor de estos defectos, cuando no dar con hallazgos de bastante interés. Es el caso de “Insecurities”, donde la flauta y el arpa interactúan de manera más clara, con algo más de cadencia e impulso, y la voz de Moses Sumney hace unos gorgoritos que funcionan a las mil maravillas.

También destacan “Living”, que cuenta con una estupenda melodía y una actuación excepcional de Eska; y “Breathing”, donde la percusión del mrudangam le da mucho más dinamismo a la canción y Hutchings

También destacan “Living”, que cuenta con una estupenda melodía y una actuación excepcional de Eska; y “Breathing”, donde la percusión del mrudangam le da mucho más dinamismo a la canción y Hutchings toca de forma hipnótica tanto la flauta como el clarinete e, incluso, hacia el final retoma brevemente el saxo tenor. Aunque el gran descubrimiento del disco es “Body to Inhabit”. Por encima de unas palmas que recorren toda la canción, el bajo, la flauta y el arpa repiten motivos sencillos pero robustos, y entonces el rapero ELUCID, la otra mitad de Armand Hammer junto a billy woods, se pone a recitar con una fuerza magnética. A lo largo de sus siete minutos, la intensidad no deja de aumentar, hasta llegar a un fantástico duelo final de arpa y flauta. Esta es la demostración de que para tener una gran profundidad espiritual no hace falta renunciar a la garra o a la estructura. Es una pena que el resto del disco se pierda en medianías, incluso en temas aceptables como “Kiss Me Before I Forget”, que ni Lianne La Havas puede salvar, o “I'll Do Whatever You Want”, cuya segunda mitad es un desastre que echa a perder la interesante primera parte con Floating Points. Shabaka ha demostrado que es un intérprete excelente, sin importar el instrumento; pero espero que sea capaz de retomar un estilo compositivo más robusto en el futuro.

El saxofonista californiano Kamasi Washington.

El californiano ha tratado de crear un trabajo menos monumental y más accesible, con varios cortes que se asoman más que nunca al hip hop y el funk, géneros que siempre habían sido parte de su inspiración pero que habían estado más bien de fondo

Kamasi Washington, por su parte, lanzó el 3 de mayo Fearless Movement. Se trata de su disco más bailable, así como el más corto – pese a lo cual dura la friolera de 86 minutos. El californiano ha tratado de crear un trabajo menos monumental y más accesible, con varios cortes que se asoman más que nunca al hip hop y el funk, géneros que siempre habían sido parte de su inspiración pero que habían estado más bien de fondo. En cambio, en la primera mitad de este álbum están en primer plano. En “Get Lit”, el mítico George Clinton y el rapero D Smoke se alternan sobre una base funky y juguetona, mientras que “Computer Love” es una reinterpretación jazzística de la clásica canción del grupo de funk y electro Zapp. Esto sobre el papel parecía una muy buena idea, pero de hecho estas canciones son con diferencia las peores del disco: el funk de la banda de Washington es pegajoso y carente de sabor, como un chicle muy mascado. Tanto los efectos en las voces como las letras están totalmente fuera de lugar, resultan anticuadas y dan bastante vergüenza ajena.

Tampoco el intento de incorporar un R&B romanticón en “Together” funciona demasiado bien: ese tono meloso no es el punto fuerte de la banda del angelino

Tampoco el intento de incorporar un R&B romanticón en “Together” funciona demasiado bien: ese tono meloso no es el punto fuerte de la banda del angelino. No por casualidad, es precisamente en los cortes que más recuerdan a sus trabajos anteriores donde más brillan. “Lesanu” abre el álbum con una base saltarina, pero como siempre lo que más destaca son las maravillosas melodías de los vientos metal en el estribillo y los apasionados solos, con mención especial para el frenético piano de Cameron Graves. “The Garden Path” cuenta con otro estribillo alucinante, y aquí destacan los juegos de saxofón y órgano primero y de trompeta y piano después, mientras la percusión y el bajo mantienen todo unido sin renunciar a una gran expresividad. Por último, “Prologue” es una genial versión de una canción de Astor Piazzolla, con unos potentísimos arreglos de Miles Mosley y un demencial solo de trompeta de Dontae Wilson. El tema no deja de crecer a lo largo de sus ocho minutos hasta que, en su último minuto, empieza a descomponerse y pone un dulce punto y final al disco.

Se trata de una canción marcada con el inconfundible sello de Kamasi, solo que con un mayor protagonismo del bajo de Thundercat y con un par de buenas estrofas de los hermanos Ras y Taj Austin, que rapean de una manera más visceral y sincopada y, por tanto, encajan mejor en el mundo del saxofonista

No querría llegar a la conclusión de que Kamasi debería haber evitado toda innovación y haberse quedado en terrenos ya transitados. Y de hecho esto no es del todo cierto. En “Asha the First”, por ejemplo, el acercamiento al hip hop y el funk es más exitoso, entre otras cosas porque es menos radical. Se trata de una canción marcada con el inconfundible sello de Kamasi, solo que con un mayor protagonismo del bajo de Thundercat y con un par de buenas estrofas de los hermanos Ras y Taj Austin, que rapean de una manera más visceral y sincopada y, por tanto, encajan mejor en el mundo del saxofonista. Lo que es más: en “Dream State” nos encontramos nada menos que con André 3000 con su flauta, y para mi sorpresa la canción funciona. Gracias al buen diálogo de los saxofones con el sencillo riff de flauta de André sobre una sección rítmica fluida y atrapante, este tema abre puertas a un New Age robusto y sugerente, como sucedía con “Body to Inhabit” en el disco de Shabaka.

Pero en último término, siento que ambos LPs son fallidos, en el sentido de que no consiguen dar una forma del todo perfilada al sonido que iban buscando. No son en absoluto malos discos, pero sí que se les notan demasiado las costuras. Los frutos de los experimentos emprendidos aquí quizás terminen de apreciarse en trabajos futuros. Pero es una lástima que, en una coyuntura como esta, los dos embajadores más importantes del jazz hayan lanzado discos tan poco sólidos. Kamasi ya había perdido algo de comba con la irrupción de Shabaka y sus múltiples proyectos; que ahora el propio Shabaka renuncie a ser la cara visible del jazz contemporáneo y al tono reivindicativo mientras se lanza a derivas New Age son malas noticias para un género que ha pasado demasiado tiempo en la oscuridad. Por supuesto, ningún género, y mucho menos uno con más de cien años de antigüedad, se lo juega todo en su visibilidad mainstream. Aun así, sería bonito que este momento de renovado interés perviviera. ¿Podría ser Nubya Garcia, otra saxofonista, la que tomara el testigo y captara la atención del gran público con su estilo más melódico? El tiempo lo dirá.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com