Mi ordenador me odia
¡Qué sí! Que ya lo sé, soy un incapaz y completamente negado para la informática. Utilizo el Word, Internet y el resto de programas más habituales de nuestro día a día, pero cuando hay un problema técnico con el ordenador, de esos que uno nunca acaba de entender, mis neuronas se colapsan y no sé cómo actuar.
¿No os ha pasado alguna vez eso de que el funcionamiento de vuestra máquina se ralentiza hasta un punto desesperante? Pincho en el icono del explorador y al cabo de 20 segundos no pasa nada, así que vuelvo a pinchar otra vez y, como ocurre lo mismo, lo hago incluso una tercera. Entonces aparece la flechita junto a un símbolo que gira a su lado, una especie de reloj sin números, y entiendes que se lo está pensando...
¿No os ha pasado alguna vez eso de que el funcionamiento de vuestra máquina se ralentiza hasta un punto desesperante? Pincho en el icono del explorador y al cabo de 20 segundos no pasa nada, así que vuelvo a pinchar otra vez y, como ocurre lo mismo, lo hago incluso una tercera. Entonces aparece la flechita junto a un símbolo que gira a su lado, una especie de reloj sin números, y entiendes que se lo está pensando. Como tarda en exceso, doy al Word mientras tanto, para ahorrar tiempo, y me percato de que no es un problema de Internet sino del ordenador. Todo le cuesta horrores. Por si acaso, lo vuelvo a intentar abrir y tampoco me obedece. Doy click al icono de Photoshop, por probar, y pasa lo mismo. Me dan ganas de hablar con él y preguntarle qué le pasa pero sé que no me responderá así que aguanto paciente. Tarda tanto que decido ir a beber un vaso de agua y al volver veo que se han abierto 3 ventanas de Internet, 2 de Word y ahora está tratando de hacerlo Photoshop; todo por dar con el ratón a diestro y siniestro. Empiezo a cerrar ventanas y, por equivocación, como ya estoy nervioso, las oculto absolutamente todas. Así que tengo que volver a dar al icono, veo que vuelve a tardar y le doy a otros por error, por nervios o por probar. Y entonces sí que ya… mi intuición me anima a echarme en la cama a dormir. Incluso aparece una ventana que me comunica que el programa no responde y quiero preguntarle por qué, debería de explicármelo, pero parece que no lo considera preciso. Como me harto, apago el ordenador y vuelvo a empezar. He perdido 10 minutos, pero no quiero gastar la mañana completa en ello. Comienzo a estar de muy mal humor porque necesito enviar por correo electrónico un documento que guardo dentro. Tampoco es tan complicado, solo hace falta que se abra el Word y mi correo electrónico, pero a la máquina todo le parece un mundo.
Mientras se va encendiendo, mi mente busca explicaciones: será un virus, o el programa ese que me descargué y que me regaló otros 3 ó 4 que no te sirven para nada y que venían adosados. Debería desinstalarlos, pero ahora no tengo tiempo, me esperan.
Quisiera suplicarle al ordenador que se porte bien por esta vez, que ya llego tarde al trabajo, pero me doy cuenta a tiempo de que es una tontería, de que no me escucha… es una máquina. Por fin se enciende de nuevo y mis esperanzas vuelven a renacer. Con ciertos nervios pincho en el icono del explorador y enseguida surge una página en blanco, aunque el circulito me indica que está trabajando. Cruzo los dedos, pero no sirve de nada, continua en estado vegetativo durante más de un minuto. Hago lo mismo que antes, mi imaginación a estas alturas no da para más, abro el Word y una vez más se pone a pensar. ¿Qué coño tiene que pensar?¡Cómo si hubiera mucho que pensar sobre el tema! Si lo ha hecho 20.000 veces, se supone que es lo más sencillo. ¡Mierda! Otra vez estoy hablándole al ordenador. Me voy a hacer la cama mientras está en modo reflexión, sobre todo para poder tranquilizarme.
Quisiera suplicarle al ordenador que se porte bien por esta vez, que ya llego tarde al trabajo, pero me doy cuenta a tiempo de que es una tontería, de que no me escucha… es una máquina. Por fin se enciende de nuevo y mis esperanzas vuelven a renacer
Vuelvo ansioso, el tiempo se me ha echado encima. Word está abierto, por fin, ¡eureka!, aunque el Google Chrome se lo sigue pensando. Le doy al resto de exploradores y pasa lo mismo. ¿Se habrá caído la red? Miro mi conexión y reinicio el wifi: otros tantos minutos de espera. No sé si tengo ganas de llorar o de tirarme por la ventana. ¡Qué estupidez! Es solo un ordenador y me está sacando de mis casillas.
Vuelvo al aparato para ver si es posible trabajar mientras tanto con el documento, ¡Qué va! En cuanto pincho en el icono correspondiente aparece el circulito en movimiento. ¡Madre mía, qué cruz! ¿Será que con el calor del verano tiene menos ganas de trabajar? Pero, ¿qué estoy diciendo?, no es una persona, aunque la temperatura afecta a los aparatos.
Por segunda vez apago el ordenador y le doy al reset, a ver si así…Tal vez tenga que formatearlo, como el año pasado. Lo debería llevar a una tienda, ¡Qué pereza! Desenchufar todos los cables, transportar la CPU…luego a ver si soy capaz de volver a conectarlo correctamente. ¿Me echará la bronca el informático por meterme en páginas que no debía? No soy de entrar a ver porno, pero cuando me descargo algo sí que se abren webs de publicidad que nada más verlas me hacen cuestionarme si ya estaré infectado con un virus, pese a que las cierre inmediatamente. O puede ser aún peor y que me digan que el ordenador está en las últimas, que tengo que comprarme otro. No me viene bien pagar tanto dinero ahora.
Ya se ha vuelto a encender. Estoy al borde de la congoja. Me llaman por teléfono del trabajo, llego tarde, demasiado tarde. Les digo que me ha surgido un imprevisto y que en 10 minutos estaré ahí. Con dos tendría de sobra si mi ordenador me hiciera caso.
Al borde del pavor, pincho en el icono del explorador. Ya no sé si estoy de mal humor porque no funciona el aparato o si no funciona el aparato porque estoy de mal humor. El caso es que sigue pensando, parece que está haciendo una tesis doctoral. El Word ahora se abre sin problema. Al final, va a ser la conexión a Internet. Empiezo a escribir y las letras se demoran en mostrarse varios segundos después de teclearlas. Así no me aclaro de lo que quiero poner en el texto. Y de pronto, una vez más, una nebulosa en la pantalla oculta la página y no me deja hacer nada.
¡A la mierda! Como dijo Fernando Fernán Gómez aquella vez que se enfadó con los periodistas. Ahí te quedas. Me marcho, pero que sepas que te estoy cogiendo manía, ¿o acaso serás tú el que me odias?