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El mejor regalo de Reyes Magos

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 5 de Enero de 2020
“Adoración de los reyes magos”, obra de Jan Gossaert.
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“Adoración de los reyes magos”, obra de Jan Gossaert.
'De todas las variedades de virtud la generosidad es la más estimada'. Aristóteles

No hay niño que no sueñe todo el año con el día de Reyes, no hay niño que no se desvele en esa mágica noche en la que los minutos se convierten en horas, las horas parecen días, en la interminable espera que precede a la alegría, pues al amanecer una pequeña porción de sus sueños cobrará realidad. Muy pronto volverán a la gris rutina que les arrebata poco a poco su ilusión y su alegría, hasta convertirlos en esos amargados y aburridos adultos en que mudamos, en nombre de eso que se llama madurez y se apellida responsabilidad. Aún sepultada por decenas de desilusiones que encontramos en el camino al mundo adulto, esa ilusión, ese brillo en los ojos siempre permanece, pero escondido, herido, por las decepciones que poco a poco llenan de amargor la adolescencia y la juventud, que hielan nuestras infantiles sonrisas cuando la pesadumbre de las responsabilidades nos convierten en Sísifos desorientados. Repetimos en un círculo vicioso, interminable, las mismas cosas sin saber muy bien porqué ni para qué.

Nos esforzamos, bombardeados por el festival consumista de luces que adormecen nuestra conciencia, por regalarles la última pantalla que nos ahorre el tener que ponernos a jugar con ellos, a pasar tiempo con ellos, sin darnos cuenta cuál es el mejor regalo de reyes que podemos hacerles

Hay momentos, amargos y duros en nuestra vida, en que volver la mirada a esos instantes previos al despertar y salir corriendo a por los regalos, nos devuelve algo que creíamos perdido, el placer de vivir por el mero hecho de hacerlo. Añoranza por la sencillez de una vida sin condicionantes, sin odios, sin temores más allá de los que el abrazo de una madre, o de un padre, pudieran desterrar con la magia de un amor incondicional. Nos esforzamos, bombardeados por el festival consumista de luces que adormecen nuestra conciencia, por regalarles la última pantalla que nos ahorre el tener que ponernos a jugar con ellos, a pasar tiempo con ellos, sin darnos cuenta cuál es el mejor regalo de reyes que podemos hacerles. No un regalo que sustituya a los materiales con los que tanto han soñado, sino un regalo compatible con todos los demás, que no cuesta nada o lo cuesta todo, pues depende de nuestra voluntad y del tiempo que decidamos dedicarles, y que tanto desperdiciamos en banalidades.

El mejor regalo es decidir qué valores vamos a enseñarles; la generosidad o el egoísmo. Hacerles comprender el valor de compartir con todos esos niños cuya ilusión fue borrada por la miseria, y el único regalo de Reyes Magos que recibirán es la sonrisa de quien le tienda la mano

El mejor regalo de Reyes Magos que podemos hacerles, ese día, y los otros trescientos sesenta y cuatro días del año, es comprometernos con su educación, enseñarles con el ejemplo los valores que llenarán de sentido su vida, que les harán parte de algo más grande, que les abrirán las puestas a experimentar un amor no lastrado por el egoísmo y un altruismo y una generosidad que  destierren el egocentrismo que este mundo nos propone. El mejor regalo que podemos hacerles es nuestro compromiso con un mundo mejor que el nuestro. Un mundo no agostado de recursos naturales, y expoliado por la ambición de empresas sin escrúpulos, sino un mundo en el que todos cuidemos nuestros recursos, y donde el nivel de vida de unos pocos no justifique la miseria de unos muchos. El mejor regalo es decidir qué valores vamos a enseñarles; la generosidad o el egoísmo. Hacerles comprender el valor de compartir con todos esos niños cuya ilusión fue borrada por la miseria, y el único regalo de Reyes Magos que recibirán es la sonrisa de quien le tienda la mano. Niños y niñas que anhelan solo un fragmento de lo que ellos tienen, no ya lo material, sino de cariño y calor humano. Qué ejemplo vamos a darles; enseñarles a competir porque se trata de llegar primero a la meta y quedarse con todos los premios, o ayudar a los que no tienen tanta suerte como nosotros, y traspasar esa meta unidos, y disfrutar juntos de cualesquiera recompensa que la vida nos otorgue.

Qué mejor regalo de Reyes a un niño que dejarle el mismo tipo de impronta, el mismo legado que Aristóteles pretendió dejarle al suyo, educación en valores éticos, aprender a ser felices en la generosidad y en la amistad. Comprender que una vida plena no depende de lo que tengas, sino del valor de la amistad o del amor desinteresado, del valor incondicional y desinteresado de aquellos que quieres

Aristóteles que dedicó su vida a múltiples saberes, desde las ciencias naturales a la política, desde el lenguaje a las matemáticas, fue consciente que todos estos saberes no eran nada comparados con el saber más importante: el de los valores que nos enseñan cómo ser una persona íntegra, y cómo llevar una vida digna de tal nombre. Su Ética a Nicómaco fue el legado para su hijo. Qué mejor regalo de un padre a un hijo que enseñarle cómo comportarse en la vida, para que al final de ella sea el orgullo de haber hecho lo correcto, de haber actuado con justicia lo que importe, no los bienes materiales que hemos acumulado y que no nos acompañarán al eterno descanso. Que mejor legado que nuestra vida sea recordada con una impronta de honestidad y generosidad, que ilumine el desolador recuerdo de la perdida en aquellos que dejamos atrás. Qué mejor regalo de Reyes a un niño que dejarle el mismo tipo de impronta, el mismo legado que Aristóteles pretendió dejarle al suyo, educación en valores éticos, aprender a ser felices en la generosidad y en la amistad. Comprender que una vida plena no depende de lo que tengas, sino del valor de la amistad o del amor desinteresado, del valor incondicional y desinteresado de aquellos que quieres.

Ya no hay posibilidad de creer en una justicia homérica donde el fuerte se arrogue el derecho a imponer su derecho, ni en tiempos aristotélicos, ni en estos tiempos donde otros vuelven a pretender lo mismo

La primera y quizá la más importante lección que nos deja el pensador estagirita es  la revolución moral, para la ética de la época, pero igualmente relevante en estos tiempos del qué me importan los demás mientras a mí me venga bien, que implica que no hay una moral adecuada para el individuo que no esté relacionada con el resto de seres con los que compartes hábitat. La moral de cada uno, y la moral de todos están intrínsecamente relacionadas. El bien, la felicidad, han de conjugarse pensando en común, no en intereses meramente egoístas. Y la política cumple su parte en todo esto, pues su labor no es otra que ayudar a la comunidad a lograr que todo individuo pueda hacer el bien, que no es otra cosa en este caso, que poder conjugar la felicidad en común. Ya no hay posibilidad de creer en una justicia homérica donde el fuerte se arrogue el derecho a imponer su derecho, ni en tiempos aristotélicos, ni en estos tiempos donde otros vuelven a pretender lo mismo. La búsqueda de una justicia, o de otras virtudes que puedan conjugarse en común, en sus universales, como pretendía Sócrates, delimita con claridad que la política es la llave de la ética. Corromper la política, usarla torticeramente, con intereses espurios o egoístas, corrompe lo mejor que hay en cada uno de nosotros,  es una villanía que llena de lodo nuestro ser, e impide que lleguemos a ser lo que debemos ser.

Lo que entendemos por sentido común está presente en todas las disquisiciones morales de nuestro filósofo, las pequeñas cosas, nuestros pequeños comportamientos, hábitos, son los que condicionaran adecuadamente nuestro hogar moral común

La política es la cúspide de la pirámide moral, pero si en algo se diferencia Aristóteles de su maestro Platón, y de otros predecesores, es el alejar al comportamiento moral de cualquier axioma dogmático. Lo que entendemos por sentido común está presente en todas las disquisiciones morales de nuestro filósofo, las pequeñas cosas, nuestros pequeños comportamientos, hábitos, son los que condicionaran adecuadamente nuestro hogar moral común. El bien que nos define, el bien que singulariza nuestra faceta como seres humanos, al que hay que aspirar en la rectitud de las pequeñas cosas, es aprender a ejercer adecuadamente la razón. Y ejercerla no es un ejercicio teórico, como las matemáticas, es aprender a vivir, a comportarse, a tratarnos a nosotros mismos, y especialmente a los demás, de la manera que el uso ponderado de la razón nos propone, con justicia, con generosidad, con equidad.

Y merece la pena detenernos un poco en sus palabras sobre la amistad, pues guiar a nuestros hijos a comprender este hermoso regalo del que disponemos los seres humanos, amar a los amigos, ser amados por ellos, hace palidecer cualquier regalo material que los dioses del consumo les proporcionen

En ello nos ayudará la lectura del mejor regalo que Aristóteles pudo dejarle a su hijo, esa Ética a Nicómaco. Unas enseñanzas valiosas para cualquier hijo al que sus padres deseen hacerle el mejor regalo posible; aprender cómo ejercer la virtud en un mundo hostil a ella. No deja sin tratar nuestro filósofo ningún tema que importe a cualquier persona de bien, que pretenda comportarse como tal. No es casualidad el hermoso canto a la amistad que se desprende en sus páginas. Dedica dos libros de su obra a la amistad, el octavo y el noveno. Y merece la pena detenernos un poco en sus palabras sobre la amistad, pues guiar a nuestros hijos a comprender este hermoso regalo del que disponemos los seres humanos, amar a los amigos, ser amados por ellos, hace palidecer cualquier regalo material que los dioses del consumo les proporcionen.

Al igual que tiempo después nos propondría Epicuro, la amistad, comprenderla bien, ejercerla sin egoísmos se encuentra en el centro de toda ética;  algunos de los títulos de los capítulos en los que habla de ella son suficientemente elocuentes y merece la pena repasar una selección de algunos de sus temas: En Caracteres generales de la amistad delimita su importancia central en la vida de cualquier ser humano. En capítulos subsiguientes detalla que solo hay tres tipos de motivos para la amistad; el interés, el placer, y la virtud, y tan solo la amistad sustentada en ésta última es consistente, las dos primeras pueden proporcionarnos bienes materiales o placeres, pero no dejan de ser frágiles y traicioneras. Se detiene en posteriores desarrollos en las amistades de los poderosos y ricos, y como suelen estar sustentadas por el interés, lo que contamina su vida de manera irreparable. Cuantas veces nos hemos preguntado porque todos esos personajes que nos parecen tan lejanos, con sus riquezas y su fama, parecen en realidad ser tan desgraciados. Aquí, con milenios de antigüedad tenemos la respuesta. Carecen de amigos de verdad, de amores de verdad. De gente a la que importen de verdad.

Siempre hemos de estar ahí para ayudarles, qué significado podría tener la amistad si solo la practicamos cuando todo va bien. Insiste nuestro filósofo en una idea; para ejercer adecuadamente la amistad, debemos encontrarnos en paz con nosotros mismos, amarnos y respetarnos

Al hablar de los motivos que nos llevan a romper esas amistades que importan, guiadas por la virtud, no por intereses o por placer, nos recomienda no caer en el desánimo cuando alguno se pierde por el camino, y deja de actuar cómo debe actuar un amigo debido a los tropiezos que le han hecho cometer errores en su vida. Siempre hemos de estar ahí para ayudarles, qué significado podría tener la amistad si solo la practicamos cuando todo va bien. Insiste nuestro filósofo en una idea; para ejercer adecuadamente la amistad, debemos encontrarnos en paz con nosotros mismos, amarnos y respetarnos, como hemos de amar y respetar a los demás. Si esto no sucede, todo lo demás se viene abajo.

El amor y la amistad han de tener una profundidad que no es compatible con estos sentimientos, de mera atracción física o meros intereses materiales, más allá de que en sus inicios pudieran inspirarla o no

Profundo, y poco atendido, en su época y en la nuestra, es la diferencia que establece entre el encanto que nos produce una persona por su aspecto físico, que provoca la exaltación en la amistad y el amor, pero cuya benevolencia y exaltación es del todo provisional, y un amor o amistad más auténtico. El amor y la amistad han de tener una profundidad que no es compatible con estos sentimientos, de mera atracción física o meros intereses materiales, más allá de que en sus inicios pudieran inspirarla o no. La diferencia entre los tres tipos de motivos para la amistad (o el amor) sobrevuela todos los análisis que nos ofrece en este hermoso libro. En Del egoísmo o amor propio, detalla como el egoísta solo se preocupa por sí mismo, y donde hay egoísmo no puede existir ni amistad ni virtud. Sobre si hay necesidad de amigos en la prosperidad, debate dónde son más necesarios los amigos, en la prosperidad o cuando la situación no es tan halagüeña. En del número de amigos recuerda que las amistades interesadas no nos llevan a ningún sitio, que mejor tener pocos amigos, con los que compartir tu intimidad y que de verdad importen, y no ese espectáculo de presuntas amistades en redes sociales o en cualquier otro sitio que pretendemos que pasen por amigos, cuando ni te importan, ni tu a ellos, si llevamos sus enseñanzas a nuestros tiempos.

Cuál es el mejor regalo que podemos hacerles; ayudarles a ser personas de bien, a ser felices, a ayudar a los demás, a ser generosos por principio, no por interés o placer, y disfrutar, en su esencia genuina, del mayor don que nos otorga nuestra naturaleza humana, la verdadera amistad 

Valga estos destellos de sabiduría práctica de un libro pleno de ella, para ayudarnos en este día tan especial para los niños y niñas que iluminan nuestras vidas, y hacernos comprender lo que importa, mañana día de Reyes Magos. Cuál es el mejor regalo que podemos hacerles; ayudarles a ser personas de bien, a ser felices, a ayudar a los demás, a ser generosos por principio, no por interés o placer, y disfrutar, en su esencia genuina, del mayor don que nos otorga nuestra naturaleza humana, la verdadera amistad, tan pretendida por tantos,  pero tan poco apreciada, al olvidar que es la generosidad, y no el interés material o el placer, su verdadero motor.

Mañana es día de Reyes Magos, y aún estamos a tiempo de escribir nuestra propia carta, para regalarles a los niños y niñas aquello que no han pedido, pero que necesitarán en su vida más que cualquier otra cosa material que podamos darles.

Puedes leer un compedio de sus artículos en La soportable levedad, de venta en la Librería Picasso

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”