Lianne La Havas nos recuerda el valor de los placeres más simples
A veces nos complicamos la vida innecesariamente. Las cosas más sencillas son a menudo las que nos hacen felices, y el que esto sea un tópico no lo hace menos cierto. Por lo general nos basta con poder compartir tiempo con nuestra gente. Pero la vida en el capitalismo tardío tiene muchas otras exigencias y esta verdad se nos puede ir quedando olvidada en una maraña de responsabilidades, expectativas y obligaciones (algunas inescapables, otras muchas autoimpuestas). Aun así, tarde o temprano solemos volver a caer en la cuenta de que la vida no es una serie de tareas a cumplir sino el conjunto de momentos que vivimos con quienes nos importan. Y en algunas de esas ocasiones, lo vivimos como una iluminación, una revelación sagrada de lo que realmente merece la pena. Una experiencia poderosa que solemos querer contar, compartir.
La londinense Lianne La Havas ha pasado por un largo proceso de crisis creativa e identitaria desde que lanzara Blood, su segundo disco, en 2015. Giras constantes, la pérdida de su abuela, su bisabuela y su amigo Prince, una relación tóxica que la llevó a mudarse a Los Ángeles… todo ello la dejó algo paralizada, incapaz de componer
La londinense Lianne La Havas ha pasado por un largo proceso de crisis creativa e identitaria desde que lanzara Blood, su segundo disco, en 2015. Giras constantes, la pérdida de su abuela, su bisabuela y su amigo Prince, una relación tóxica que la llevó a mudarse a Los Ángeles… todo ello la dejó algo paralizada, incapaz de componer y de entregar su tercer álbum en 2017, como tenía planeado. Según ella misma ha explicado, fue la experiencia de grabar con su banda habitual una versión de “Weird Fishes”, la fantástica canción del In Rainbows de Radiohead, la que le indicó el camino que debía seguir para volver a sentirse cómoda en el estudio: tocar en casa, en Londres, y con su gente de confianza, todos en la misma habitación al mismo tiempo, como en sus exitosas grabaciones para la NPR. Se puso de inmediato a trabajar y en poco tiempo tenía cerrado un ciclo de canciones sobre el enamoramiento, la relación y la posterior ruptura con su expareja, a través del cual explicaba su propio crecimiento personal en estos años. El resultado es este álbum que, en coherencia, ha bautizado con su propio nombre. Lianne La Havas es un excelente y seductor disco de neo soul, en la línea orgánica y grabada en vivo de Black Messiah (2014), la última obra maestra de D’Angelo.
Desde que suenan las primeras notas de la tórrida “Bittersweet”, el sonido de conjunto se muestra cálido, suelto, fluido y sensual, con un poso agridulce que hace honor al título de la canción. Pero no se trata en absoluto de un disco de un solo registro: mientras que esa primera canción va a cámara lenta, “Can’t Fight” se mueve con agilidad, la guitarra y las voces jugando las unas con las otras en una coreografía deliciosa. El single “Paper Thin”, aunque también tiene un ritmo pausado, sustituye la densidad de “Bittersweet” por un enfoque más minimalista y taciturno, acorde con una letra obsesionada por encontrar la solución a una relación que ya da muestras de no ir nada bien (“Oh, give me the other key/Oh, your heart's wide open/There must be another key”). Todo ello sostenido por la espectacular interpretación de La Havas, una constante a lo largo de todo el proyecto: no hay canción que no gane enteros gracias a la pasión de la británica, sea en cortes intimistas o en grandes alardes de potencia.
Se adivinan además influencias muy diversas: el hip hop en “Please Don’t Make Me Cry”, con su loop de batería y su rica producción, el folk más confesional en “Green Papaya” y “Courage”, el rock alternativo con toques psicodélicos en la mencionada versión de Radiohead y hasta los ritmos brasileños en la desafiante y dinámica “Seven Times” (La Havas ha declarado ser fan de Milton Nascimento, y se nota en su forma de usar la voz como una navaja suiza emocional). Esa variedad le permite retratar la montaña rusa de emociones que supone una relación amorosa intensa pero destinada al fracaso: la elemental turbación del principio que retrata tan bien en “Read My Mind” (“The pure joy when a girl meets a boy/Natural chemistry, oh, better believe”) cede a la decepción, la confusión, el rechazo y, por último, a la reconstrucción. La impresionante “Sour Flower”, llamada así en honor a una expresión de su difunta bisabuela, refleja ese último paso del camino que la lleva de vuelta a su hogar (literal y figuradamente), y conmueve no solo por la actuación de La Havas, sin duda la más enfática del disco, sino también por ese prolongado final instrumental que simboliza el trabajo que ha llevado a cabo y el que aún le queda por hacer.
Hay algunos momentos algo menos brillantes. Las mejores canciones del disco presentan un sonido redondo y físico que se ve reforzado por un control impresionante de las pausas, los comienzos en falso, en una palabra, la dinámica instrumental (la gran ventaja de grabar en directo). En los cortes más acústicos, en contraste, la falta de grandes variaciones (y, en el caso de “Courage”, unos arreglos un tanto cuestionables) supone un pequeño obstáculo al disfrute, pues es la voz de La Havas la que carga con casi todo el peso de la canción. “Please Don’t Make Me Cry” contiene, hacia la mitad, un puente con lo que parecen voces modificadas que desconcierta más que otra cosa, pero el excelente final hace que se olvide sin dificultades. Poco más se puede esgrimir contra este trabajo en el que La Havas ha conseguido redefinirse a nivel tanto personal como artístico. Como decía al principio, la felicidad a menudo reside en las cosas más sencillas, y dejarse llevar por la calidez y la fuerza de este disco no podría ser más fácil.
Puntuación: 8.5/10
Si quieres escucharlo, pincha en el siguiente enlace: Lianne La Havas – Lianne La Havas