Deberes y obligaciones de los niños
Hace unos días tuve un cambio de pareceres con la profesora de mi hijo de 5 años que está en tercero de infantil porque aseguraba que los niños tenían un nivel inferior al deseable y que en este último curso antes de entrar en primero de primaria debíamos ponernos todos las pilas. Eso supone que de vez en cuando, los padres tendremos que sentarnos con nuestros hijos para elaborar un trabajo o animarles a aprender. La verdad es que no me parece mal, entiendo que en ocasiones es bueno y hasta necesario que los menores, acompañados de sus padres, trabajen juntos para aumentar sus conocimientos, pero una cosa es hacer algo puntual y otra dedicar la mayor parte de la tarde a hacer deberes. Es lo que me han transmitido algunas madres y padres de escolares de primaria preocupados, ahora que empieza el colegio. “Tengo que irme a un ciber café para sacar de Internet toda la información que le exigen a mi hijo para hacer los deberes porque no tengo Internet en casa”, “El niño se pasa más de 3 horas diarias haciendo tareas en su habitación, apenas tiene tiempo para jugar” o “He tenido que borrarle de varias actividades extraescolares que le encantaban para que se dedique a acabar sus deberes”. Son algunas de las quejas más recurrentes de los padres abnegados que no saben a quién acudir para acabar con este problema.
La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) emprendió el pasado año una campaña justificada contra los deberes escolares, que a veces se extienden incluso en fin de semana y vacaciones. Una madre en solitario, Eva Bailén, se propuso asimismo arremeter contra esta realidad, consiguió más de 200.000 firmas e incluso llegó a publicar un vídeo en Youtube que tuvo un seguimiento impresionante, con más de un millón de visitas, a lo largo del cual ocultaba la identidad de un niño ante adultos a los que les preguntaba por su trabajo, al tiempo que iba comparándolo con sus tareas: 8 horas en el colegio más 3 en casa. Al final, al despejar la incógnita de quién respondía a los entrevistados y aparecer un niño ante ellos, la manifiesta impresión de los encuestados ponía de relieve la crítica situación de muchos escolares.
Los alumnos españoles dedican una media de 6,5 horas a esas labores frente a las 4,9 de la media del resto de países, aunque hay más de un 20% de padres que indican que sus hijos hacen deberes durante 2 horas diarias, es decir, 10 a la semana.
Y otro asunto primordial es cómo afectan estos trabajos a los propios padres y madres, quienes después de su empleo han de sentarse durante horas a colaborar con el menor, muchas veces a pesar de los escasos conocimientos que tienen. ¿No sería mejor que pudieran jugar con ellos, compartir experiencias de ocio, disfrutar sin la rigidez de una obligación?
Da la impresión de que nos hemos olvidado de que hablamos de chavales. Nos hemos convencido de que vivimos en un mundo tan competitivo que no hay espacio para los hobbies, como si el hecho de que los pequeños se relacionen entre ellos o cultiven la pintura, el deporte, el contacto con la naturaleza, estuviera en segundo plano.
Los defensores de los deberes no dan importancia al juego, aunque es indudable que un niño si no juega no se desarrolla de la misma forma, ni cultiva la curiosidad. Jugar permite llenar al pequeño de experiencias, evadirse de las obligaciones del colegio y potenciar su imaginación.
Que no se me malinterprete, no estoy en contra del ascenso social de nadie, pero sí estoy a favor de buscar la felicidad para todo el mundo en el marco de las posibilidades intelectuales que nos han sido otorgadas al nacer.
Uno de los países que miramos con envidia por sus logros educacionales es Finlandia, cuyos escolares dedican menos de 3 horas por semana a deberes. Así que, si queremos obtener los mismos resultados tal vez sería ya momento de empezar a imitar sus fórmulas dentro y fuera del aula.