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'Una crítica al optimismo y cuatro lecciones inspiradas en Schopenhauer para presumir de pesimista'

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 9 de Mayo de 2021
Arthur Schopenhauer.
IndeGranada
Arthur Schopenhauer.
'El médico contempla al hombre en toda su flaqueza, el abogado en toda su maldad, y el sacerdote en toda su necedad'. Arthur Schopenhauer

Una crítica: Una de mis peores, y recurrentes pesadillas, es encontrarme en un centro comercial, esos templos de la posmodernidad donde adoramos al dios de los consumos innecesarios, y verme de repente rodeado nada más que por estanterías con productos que te dicen que la vida es maravillosa, que todo va a salir bien, que eres estupendo, que tu pareja te adora, que el amor dura siempre, y que el cielo está lleno de nubes de azúcar, con sonrientes y bobaliconas caras que me instan a llevarme todos esos productos, hasta que me despierto sudoroso y angustiado. Surrealistas bromas aparte, nadie puede sobrevivir poseyendo un mínimo de sentido común, y con su razón intacta, a esa sobredosis de falsa felicidad cada vez que abrimos las redes sociales y las encontramos llenas de memes coloreados con frases motivadoras, aunque tu vida sea un asco, nada vaya a salir estupendo, seas un desastre andante, el trabajo va de mal en peor, tu pareja te repudie y te des un atracón de nubes edulcoradas en el cielo y sufras un ataque diabético. Vivimos en un mundo donde la responsabilidad de todos los males que te acechan depende de tu actitud, no de que el trabajo, de haberlo, sea precario, el sueldo mínimo, la exigencia y el estrés consecuente máximo, y las condiciones laborales pésimas. Sin contar el resto de cosas que pueden salir mal por cien motivos, la mayoría de ellos dependientes del azar, por mucha voluntad y actitud pretendidamente optimista y positiva que le pongas.

Para ese optimismo patológico que nos venden como un producto más de marketing, esto se soluciona con la autorrealización, el mindfulness, la meditación y la actitud positiva, no por supuesto con las mejoras de las condiciones laborales, con unos servicios públicos dignos que garanticen una mínima dignidad a todo ser humano, en lo básico; comida, techo, salud

Para ese optimismo patológico que nos venden como un producto más de marketing, esto se soluciona con la autorrealización, el mindfulness, la meditación y la actitud positiva, no por supuesto con las mejoras de las condiciones laborales, con unos servicios públicos dignos que garanticen una mínima dignidad a todo ser humano, en lo básico; comida, techo, salud. No, el problema es que no eres lo suficientemente optimista y no pones la suficiente voluntad, no eres lo suficientemente positivo, no meditas adecuadamente, y tonterías similares, como pretender que por el hecho de trabajar en casa ya no haya jornada laboral, o que por poner un sofá cama en la oficina y una maquinita de café y dulces, para que descanses media hora, ya no hay horario de entrada y salida. La felicidad del capitalismo financiero depende de tu capacidad para embobarte con el optimismo. ¿De dónde viene ese repentino interés de las grandes empresas para contratar gurús motivacionales? El problema eres tú, no ellos, la responsabilidad de incrementar la rentabilidad y beneficios de sus accionistas es tuya, no de ellos. No es que no rindas por las deplorables condiciones laborales, el precio del alquiler, el agobio de la contaminada vida en las ciudades o tantas responsabilidades más. No rindes porque no eres lo suficientemente positivo, no te despiertas por las mañanas como si te hubieras inflado de metanfetaminas metafísicas, no leas un párrafo del último libro de autoayuda de las estanterías de El Corte Inglés, y tonterías similares. No es que tengas problemas debido a la avaricia de tantos,  y estos te agobien, es que no sabes gestionarlos, o eso te quieren hacer creer.

Haremos un necesario ejercicio de solidaridad con el pesimista patológico y le daremos algunos argumentos filosóficos para que pueda enorgullecerse de su planteamiento vital, y no sucumbir a los sonrientes ataques de ese optimista

Cierto, que también hay un razonable número de pesimistas que sirven de contrapeso y evitan que nos ahoguemos por sobredosis de azúcar, aunque su postureo, tan legítimo como el del señor o la señora maravillosa, rara vez es bien acogido. Al optimista se le halaga, al pesimista se le denigra. Seguramente lo razonable es adoptar una postura intermedia, ni tanto ni tan poco, aunque la realidad suele inclinar la balanza, más temprano que tarde, del lado del pesimista. En cualquier caso, hoy haremos un necesario ejercicio de solidaridad con el pesimista patológico y le daremos algunos argumentos filosóficos para que pueda enorgullecerse de su planteamiento vital, y no sucumbir a los sonrientes ataques de ese optimista que te dirá que la vida es una caja de chocolates por probar, hasta que la abres y te das cuenta que el sonriente optimista se los ha comido todos, y te ha dejado los envoltorios, para que en tu desesperación lamas los remanentes de  su glotonería, como si fuera una parábola de un mundo, todo parecido con la realidad no es mera coincidencia, donde unos pocos tienen mucho y unos muchos apenas tienen un poco.  

Cuatro lecciones:

Y quién mejor para inspirarnos algunas lecciones que los planteamientos de uno de los más prestigiosos pesimistas de la filosofía: Arthur Schopenhauer (1788-1860), cuya lectura recomendamos encarecidamente si por azares del destino, o sobredosis de optimismo patológico, sufres la misma pesadilla del que suscribe este infame panfleto a favor del pesimismo.

Eso no quiere decir que haya que raparse la cabeza, vestirse con coloridas túnicas y entonar mantras para superar el sufrimiento ante la incapacidad de superar nuestra necesidad continuada de desear más y más, pero tomar conciencia de ello, aunque lleves pantalones, ayuda

Lección 1: La vida es sufrimiento, porque somos insaciables, y nunca nos sentimos satisfechos con lo que tenemos. Desde que naces y te quitan de repente tu cómodo hogar fetal donde tienes alimento, calor, un hogar, y te puedes pasar el día dormitando tranquilamente, y se produce tu primer llanto como consecuencia del despojo, estás destinado a sufrir. Tenías todo lo que necesitabas, todo lo que deseabas, y de repente si no lloras no mamas. Así de cruel y así de repentino. El problema es que estábamos tan mal acostumbrados, que de ahí en adelante toda nuestra vida es un desear continuo de cosas, la mayoría innecesarias, y cuya ausencia nos produce un amargo sufrimiento. Da igual, nos advierte Schopenhauer, que seas millonario, siempre querrás más. Si tienes un televisor 4K de 50 pulgadas, necesitas ese nuevo de 8K de 80 pulgadas, es imprescindible, aunque no haya programas que ni siquiera se emitan a 4K y te quedes sin espacio en el salón. Y así en una escalada hasta los infinitos K y pulgadas sin fin. Somos en teoría conscientes que, en las sabias palabras de los Rolling Stones, no siempre puedes tener lo que quieres, pero da igual, el poder del deseo consumista nos consume, por más que en ocasiones encontremos alicientes ocasionales para resistirnos. Si te preguntas si esta visión de la vida acerca de la sufriente condición humana tiene similitud con el budismo y su teología del Nirvana como ausencia del deseo, sí, tienes razón. Schopenhauer conocía el misticismo budista e incluso tenía un Buda en su escritorio. Eso no quiere decir que haya que raparse la cabeza, vestirse con coloridas túnicas y entonar mantras para superar el sufrimiento ante la incapacidad de superar nuestra necesidad continuada de desear más y más, pero tomar conciencia de ello, aunque lleves pantalones, ayuda.

La triste y deprimente, pero cierta realidad, es que ni los buenos ganan siempre, como suele suceder en las pelis de Hollywood, ni los malos siempre reciben lo que merecen

Lección 2: Olvídate del Karma. El mundo es voluntad (ciega) y representación (como lo experimentamos). Muchos de esos optimistas mensajes que colorean las redes sociales se vinculan a una idea; en el universo hay un poder cósmico, dale el nombre que quieras, que busca el equilibrio y por tanto premia las buenas acciones y castiga las malas, el Karma, lo bueno que haces revierte en ti, lo malo también. Al igual que te consuela pensar que aquel que te ha causado daño recibe su merecido. La verdad es que la realidad tiene dos aspectos; por un lado es una fuerza ciega natural que se encuentra en toda la naturaleza, hace que las flores crezcan, la gravedad exista o los imanes apunten al norte. Esa fuerza es ciega, no tiene sentido, ni destino, ni busca equilibrar tus acciones ni darle sentido a tus sinsentidos. Otro aspecto de la realidad es cómo el ser humano la experimenta, y es ahí donde tratamos de dar sentido a lo que es ciego. Representamos la realidad para comprenderla. Toda representación tiene un componente de farsa, así que si queremos dar sentido a un acontecimiento causal o azaroso, y pensar que es karma, bueno, puede consolarte pensar que el que te causó mal ha recibido su merecido, o que todo el bien que tú has hecho tiene su recompensa. El que no se consuela es porque no quiere, dice la sabiduría popular, pero lo cierto es que no existe más que tu deseo de que te recompensen por tus buenas acciones, y castiguen al que te ha perjudicado. La triste y deprimente, pero cierta realidad, es que ni los buenos ganan siempre, como suele suceder en las pelis de Hollywood, ni los malos siempre reciben lo que merecen. Que el bien gane es anecdótico, que el mal triunfe, la más probable de las realidades. Lo siento optimista, mira las estadísticas antes de lanzar otro voluntarioso meme.

La realidad es sufrimiento y dolor aliviada en ocasiones con una ligera ausencia de ellos, o al menos de la intensidad con la que te agobian. Asúmelo, y para adelante. Ni hay remedios mágicos, ni la felicidad está a la vuelta de la esquina, ni nada dura para siempre, menos la (efímera) sensación de felicidad

Lección 3: No es que seas feliz, es que el sufrimiento ha hecho una pausa para el café. O al menos en eso insistía el huraño Schopenhauer;  puede que en un exaltado momento de tu vida creas que eres feliz, que tus deseos están saciados y no hay nada más que desear, pero o bien ese sentimiento deriva en hastío, que te llevará de nuevo al sufrimiento al no encontrar nada que sacie tu hambre de deseo, o irás más allá a la búsqueda de un deseo más grande, más difícil, más absurdo, pero que necesitas. La felicidad no es nada positivo, es una simple pausa antes de que te consuma de nuevo el deseo por algo que no tienes, o el hastío se apodere de tu voluntad, o el dolor vuelva a dominar tu perspectiva vital. Todos sabemos que siempre hay una espada de Damocles dispuesta a cortar cualquier momento de dicha, y lo que es aún más deprimente, la mayoría de las veces somos nosotros mismos los causantes de que esa pausa para el café que se ha tomado la desdicha vuelva, y nos robe los escasos momentos de felicidad que hayamos creído tener. La realidad es sufrimiento y dolor aliviada en ocasiones con una ligera ausencia de ellos, o al menos de la intensidad con la que te agobian. Asúmelo, y para adelante. Ni hay remedios mágicos, ni la felicidad está a la vuelta de la esquina, ni nada dura para siempre, menos la (efímera) sensación de felicidad.

Schopenhauer, que tampoco quería escandalizar a la sociedad de su época con otras propuestas, aparte de su de por sí amargado carácter, proponía lo otro que podemos hacer: disfrutar del arte, ya que a través de lo que nos permite experimentar, la belleza, por ejemplo, desvía nuestra mirada  y nuestro pensamiento de este valle de lágrimas

Lección 4: Esto es lo que hay, asúmelo y a disfrutar de lo poco que te da un descanso. Vale, la existencia es una pesadilla, y vivimos atrapados desde que nacemos hasta que dejamos de existir entre un sufrimiento de un tipo, y otro sufrimiento de otro tipo, pero como no hay solución definitiva, mejor que poner buena cara y decirte con los ojos cerrados que todo va a salir bien, que los problemas desaparecerán, ábrelos bien, asume que esto es lo que hay, que los problemas seguirán ahí. O si desaparecen, otros aparecerán, apechuga con tu vida y trata de centrarte en las dos cosas que puedes hacer: aprender la lección primera y olvidarte de la obsesión de desear todo aquello que te ponen delante de las narices, céntrate en lo que necesitas, que tampoco es mucho, si te sinceras contigo mismo, y disfruta de aquello que te saca una sonrisa entre tanta lagrima. Schopenhauer, que tampoco quería escandalizar a la sociedad de su época con otras propuestas, aparte de su de por sí amargado carácter, proponía lo otro que podemos hacer: disfrutar del arte, ya que a través de lo que nos permite experimentar, la belleza, por ejemplo, desvía nuestra mirada  y nuestro pensamiento de este valle de lágrimas. Lo ideal según nuestro pesimista filosofo es alcanzar ese estado ascético próximo al nirvana budista donde no existe deseo, pero dado que ni el mismo optó por esta opción en su vida, mejor la descartamos y la reformulamos al mejor estilo nietzscheano; disfruta de las pequeñas cosas que te dan alegría en la vida,  sean las que sean, el arte u otras mil cosas más, que no dependen de la vorágine consumista, no te obsesiones con lo que no puedes tener, no hagas daño a nadie en el camino, y a vivir que son dos días.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”