'Algunos discos que se te han podido pasar este año'
Continúo con la retrospectiva del año que inicié la semana pasada con la crítica del magnífico disco de Perfume Genius, esta vez hablando de otros proyectos que me han llamado la atención y que merecen ser escuchados o, al menos, comentados. Empezaré por los más cortitos, los EPs que han salido desde que escribí aquel artículo sobre el formato, y después entraré en los LPs.
Si ha habido una figura a lo largo de 2020 que ha estado ahí para calmarnos y animarnos con su música, a pesar de que no ha lanzado un álbum de estudio, esa ha sido la de James Blake
Si ha habido una figura a lo largo de 2020 que ha estado ahí para calmarnos y animarnos con su música, a pesar de que no ha lanzado un álbum de estudio, esa ha sido la de James Blake. Tanto a través de conciertos en streaming durante el confinamiento, como con sus preciosos singles propios y colaborativos, como con las versiones que ha hecho alardeando de su impresionante voz (que pronto llegarán compiladas también en formato EP), como con su Before EP lanzado en octubre, el inglés ha sido una presencia cálida y agradable que ha hecho más fácil sobrevivir a este 2020. Se confirma el giro emocional hacia el optimismo y la esperanza que emprendió con Assume Form (2019), pero frente al eclecticismo y la ocasional tibieza de aquel, este Before destaca por su coherencia estilística en torno a la música electrónica de baile. Los sonidos post-dubstep que marcaron sus inicios se presentan aquí con más descaro, menos deconstruidos que entonces; confiesa el inglés que al fin ha reunido el valor para poner su voz a este tipo de música, ahora que echamos tanto de menos la emoción de estar en la pista de baile. Una píldora de 16 minutos perfecta para subir los ánimos, pero también para relajarse con los aspectos más delicados de su música, siempre presentes.
Otro que ha lanzado un EP para rematar el año es el estadounidense JPEGMAFIA, que lleva desde que lanzó su aplaudido Veteran en 2018 creando un perfil totalmente único en el panorama del hip hop alternativo. Agresividad, mensajes incendiarios, humor, distorsión y momentos de pop angelical filtrado por autotune se unen a una presentación pública que juega explícitamente a emborronar las fronteras de género. El año pasado me dejó boquiabierto con All My Heroes Are Cornballs, pero este año parecía que iba a conformarse con lanzar una buena ristra de singles, además de la serie de vídeos How to Build a Relationship en su canal de YouTube. Me sorprendió ver a principios de noviembre que había compilado esos singles, en estricto orden cronológico de salida al mercado, en el descriptivamente titulado EP!. Escuchados así, en sucesión, los singles casi pierden fuerza. Aunque siguen destacando canciones tan adictivas y de un sonido tan original como “BALD!” o “COVERED IN MONEY!”, estos primeros cortes destacan más que los últimos (en particular una “ROUGH 7” demasiado caótica), y por ejemplo no tiene ningún sentido que el remix de “BALD!” con Denzel Curry aparezca solo un par de pistas después del original en lugar de colocarlo al final. De todas formas, no es una mala tarjeta de presentación para uno de los artistas más originales del hip hop actual, por lo que merece una escucha.
El último EP del que quiero hablar nos trae de vuelta a Granada. Uno de los integrantes de Ramper me recomendó escuchar a los zubiéticos Ática, que han lanzado en la discográfica austriaca Mai Lei Bel 1, un EP de post punk ruidoso, sucio y enérgico en el que el dúo emplea únicamente bajo y batería. La simplicidad de la instrumentación no impide que sus canciones sean dinámicas, como muestran “Martirio” o “La formación Morrison”, y la brutalidad de su sonido deja hueco a pesar de todo a buenas melodías, como la de “Playa Granada”. Además, con la bonita “23” demuestran que no necesitan resultar ensordecedores para que su música funcione; si bien cuando lo son, como en la directa “Respira” o la excéntrica “Qué no daría yo” (que recuerda a los murcianos Perro), también enganchan. Sin duda otro prometedor grupo granadino al que habrá que seguir la pista.
Pasando a los LPs, y ya que hablamos de post punk y post hardcore, los californianos Touché Amoré sacaron en octubre su quinto largo, Lament. Los aficionados a la vertiente más melódica del género sin duda encontrarán canciones de las que disfrutar aquí: “Come Heroine” o “Reminders” son temazos llenos de emoción en los que la sección rítmica apenas deja respirar mientras las guitarras se entretejen con bellos tonos. Personalmente, la voz de Jeremy Bolm no me entusiasma, lo que limita mi disfrute de su música, pero creo que se trata de una cuestión de gusto personal. Lo contrario me sucede con un grupo de indie español: Ginebras. Su breve disco Ya dormiré cuando me muera presenta un indie pop/rock divertido, fresco y algo simplón (véanse por ejemplo “Cosas moradas” o “Campo de fresas para siempre”), pero la voz de Magüi me contagia tanto sus ganas de fiesta en cortes como “Crystal Fighters” que se me hace fácil ignorar las limitaciones de su música. Antes de darte cuenta estarás haciendo los coros estilo Ronettes o Beach Boys de “Chico Pum”, haciendo las palmas en “Filtro Valencia” o disfrutando del cachondeo verbenero de “Paco y Carmela”.
No he conseguido disfrutar tanto de Futuros valores, el quinto LP del gran Pablo Und Destruktion, lanzado en el lejano mes de enero. El provocador rockero asturiano creó su álbum más breve, apenas 27 minutos, y la verdad es que se queda un poco corto, pero no es este el principal problema. Al fin y al cabo Sangrín (2014), posiblemente su mejor disco, no era mucho más largo. La cuestión más bien es que solo un par de canciones son realmente memorables. “Gijón” es una fantástica adaptación de “Amsterdam” de Jacques Brel, un homenaje al puerto de su ciudad, al barrio de Cimadevilla y a un personaje popular tan memorable como Rambal. “Viva la gente”, por su parte, crea un ambiente amenazante con efectos y coros interesantísimos, mientras la letra parece una denuncia del punitivismo de izquierdas. Una frase como “Y yo os voy a ser sincero/A mí me gusta la gente/Con sus odios, con sus miedos/Con su lengua de serpiente”, tan tierna y oscura a la vez, genera una ambigüedad muy atractiva. Lo contrario sucede con las monsergas de “Problemas”, un momento demasiado moralizante incluso para Pablo. Otras canciones pasan sin pena ni gloria, especialmente las que apenas llegan a los dos minutos, a lo cual contribuye la grabación acústica. En fin, se trata de su peor disco, pero incluso así hay momentos que merecen la pena; ojalá recupere el tono en su próximo trabajo en lugar de ensimismarse cada vez más.
Otro que va en trayectoria descendente, en mi opinión, es The New Raemon. El autor de discos tan potentes como La dimensión desconocida (2009) o Libre Asociación (2011) ya bajó un escalón con Oh, Rompehielos (2015) y no remontó con Una canción de cuna entre tempestades (2018). Pero es que en Coplas del andar torcido, el disco que lanzó en mayo, por momentos (“El Árbol de la Vida”, “La última palabra”) cae en la autoparodia. O lo que es peor, en la descarada imitación: “Luna creciente” suena demasiado a McEnroe, con quienes hiciera aquel Lluvia y truenos hace unos años. La producción es arriesgada, pero no siempre acertada (las cuerdas se tragan el estribillo de “En un zarzal”), y sus canciones cada vez tienen menos frescura. Momentos realmente bellos como “Ropa mal colgada” o experimentos exitosos como “Días de rachas grises” no compensan una sensación de agotamiento que se palpa especialmente en la anodina (en su letra y en su desarrollo) “Ruido de explosiones”.
Todo lo contrario sucede con una artista que ha colaborado a menudo con Ramón, como es Maria Rodés. Su nuevo álbum, Lilith, es estupendo. A partir de una exploración conceptual de la figura de la bruja en Occidente, Maria trenza folclore español y latinoamericano con una afinada sensibilidad pop, creando piezas magníficas como “Seguramente fui yo” o “Pelo rojo”. Con seguridad figurará en mi lista de discos del año. Y ya que hablamos de artistas cercanos a The New Raemon, este año nos ha llegado el quinto LP de Nueva Vulcano, Ensayo, a través de su sello de siempre, BCore. Es difícil salir de la sombra de un álbum tan definitivo como fue Los peces de colores (2009), pero los barceloneses no han tenido prisa desde entonces, creando cada nuevo trabajo a su ritmo. El resultado es una nueva colección de buenas canciones guiadas por la carismática voz de Artur Estrada. También las líneas de bajo de Wences Aparicio siguen siendo buenísimas. Esta vez, eso sí, los arreglos son mucho más ricos y diversos que en aquel espartano álbum de hace más de una década. La magia, el estado de gracia, no está ahí, pero demasiado es que lo alcanzaran una vez; un buen disco de un buen grupo no es nada desdeñable.
Y seguimos en Cataluña para hablar ahora de una categoría muy particular: los discos hechos durante el confinamiento. Pau Vallvé acababa de separarse de su pareja y se encontraba en un estudio de grabación pasando unos días mientras encontraba dónde quedarse cuando se declaró el Estado de Alarma. De pronto se encontró solo y emocionalmente roto durante 75 días, sin más que hacer que grabar este La vida és ara con las herramientas que tenía a su disposición, tocando él mismo todos los instrumentos. Ante el entusiasmo que despertó en algún medio nacional quise escucharlo de inmediato, pero me temo que no es para tanto. De hecho, a excepción de “Buguenvíl·lies”, que es una auténtica preciosidad, la mayoría del resto del tracklist me deja muy frío. Muchas de las bases instrumentales son demasiado simples, con cajas de ritmos básicas, arpegios sencillos, sintes de dos o tres notas... y el ritmo de las canciones es lento; para mí se hacen aburridas. Para una que tiene un poco de energía, como es “Sant Grial”, se acaba al minuto y medio. En fin, una decepción que me deja, eso sí, una de las mejores canciones sobre una ruptura que haya escuchado nunca.
Otra que ha hecho algo parecido, pero con resultados muy diferentes, es Adrianne Lenker. Su grupo, Big Thief, sacó en 2019 no uno, sino dos de los discos más aplaudidos por la prensa musical alternativa. Su hiperactividad ha seguido en 2020 en formato solista: al cancelarse la gira de la banda, Lenker se fue a vivir al lado de su hermana, en una cabaña en el Massachusetts rural. Aunque su intención era descansar de la música, su reciente ruptura acabó siendo fuente de inspiración para componer las canciones que conforman este austeramente titulado songs (y también un disco de instrumentales titulado... instrumentals). La grabación es igualmente austera, acústica, y aunque toda esta historia recuerde mucho al legendario For Emma, Forever Ago de Bon Iver, las emociones que despierta son diferentes. La sensación de intimidad es aún mayor, sin apenas arreglos: algún piano ocasional, el sonido de los pájaros, percusiones mínimas y rudimentarias; poco más acompaña a la voz y la guitarra de Lenker. Desde luego, si el indie folk intimista suele gustarte, deberías escucharlo; e incluso si no, merece la pena darle una oportunidad: las canciones son demasiado buenas como para ignorarlas.
En el otro extremo en cuanto a sonido (y a la salud de su relación), la estrella del pop más peculiar de la actualidad, Charli XCX, también aprovechó el confinamiento para hacer un nuevo disco y un documental sobre su grabación. how i'm feeling now es otro despliegue de ese género surgido en la estela del trabajo de A.G. Cook y sus colegas del sello PC Music, el llamado bubblegum bass o, más recientemente, “hyperpop”. La figura de Charli ha sido esencial para consolidar este sonido en la conciencia mainstream con trabajos como la mixtape Pop 2 (2017) o el álbum Charli (2019). Como parece lógico, dado que estaban pasando el confinamiento juntos, la mayor parte de las letras son románticas cartas de amor a su novio. También hay potentes bangers pensados para una pista de baile añorada e irreal, distorsionada, como “pink diamond”, o momentos en que expresa cuánto echa de menos a sus amigos, como “c2.0”, e incluso mezclas de ambos temas como “anthems”. Pero el núcleo del disco son esas exploraciones de la trayectoria de la relación, como “7 years”, o de la vulnerabilidad que siente Charli con él, en “enemy”. No es el ejemplar más redondo de este sonido, pero es una tendencia que me encanta y Charli es un ejemplo muy diferente de lo que puede ser una diva del pop en la década que entra. Ah, y “detonate” es una joya se mire por donde se mire.
Y por concluir como empezamos, ya que hablamos de nuevo de discos electrónicos, mencionaré dos álbumes más. All the Time, de Jessy Lanza, es una sucinta colección de canciones de dance pop que mezcla toques de disco, house y electrónica experimental. Cuando mejor funciona es cuando los ritmos te obligan a dejarte llevar; los momentos tranquilos son algo más olvidables. En cualquier caso, pocas canciones tan adictivas como “Lick in Heaven” o “Badly” encontraréis este año. Por su parte, John Frusciante, el guitarrista de la formación clásica de Red Hot Chili Peppers, sigue yendo a la suya en su carrera en solitario: en esta ocasión, ha lanzado un álbum, Maya, en el que replica de forma sorprendentemente fiel los sonidos del breakbeat hardcore y el jungle británicos de principios-mediados de los noventa. Es una frikada, pero lo cierto es que consigue enganchar con este ejercicio de nostalgia, en principio, tan aleatorio. Si te gusta la electrónica, o la carrera de Frusciante, o en general la gente que hace lo que le da la gana, y te interesa la música de esa época, probablemente te divierta.