'El Sahara, intercambio de cartas entre dos monarquías'
Estas últimas semanas estamos viviendo el momento de mayor tensión política visto entre Marruecos[i] y España, desde la crisis sufrida en 1975 cuando el actual rey emérito, Juan CarIos I, firmó con el entonces rey de Marruecos, Hasán II, un acuerdo por el que cedía a nuestro vecino marroquí el último territorio de soberanía española, el Sahara Occidental. En aquel entonces nuestro país abandonó a su suerte a 70.000 españoles que residían en la zona, sin tener en cuenta la opinión de la población española ni saharaui. Se limitó a una decisión tomada entre dos monarquías, y sobre la que no hubo grandes algaradas mediáticas, como las que podemos ver hoy día por parte de la derecha patria en el conflicto catalán. Los mismos que defienden hoy la soberanía nacional, y el derecho de la población española a decidir en el conflicto catalán, obvian que en el Sahara fueron solo dos personas las que decidieron el futuro de los saharauis, una población que tenía DNI español.
Desde entonces, las décadas han ido pasando bajo el mandato de unos gobernantes que han obviado su responsabilidad como antigua potencia colonizadora, mirando hacia otro lado mientras se violaban los derechos humanos en las fronteras de nuestro país, a la vez que untaban los bolsillos de una monarquía corrupta y tirana como la de Mohamed VI, a cambio de su silencio con respecto a otros territorios como Ceuta, Melilla o Canaria
Desde entonces, las décadas han ido pasando bajo el mandato de unos gobernantes que han obviado su responsabilidad como antigua potencia colonizadora, mirando hacia otro lado mientras se violaban los derechos humanos en las fronteras de nuestro país, a la vez que untaban los bolsillos de una monarquía corrupta y tirana como la de Mohamed VI, a cambio de su silencio con respecto a otros territorios como Ceuta, Melilla o Canarias. Comprábamos la defensa de nuestras fronteras o sosteníamos sus servicios secretos con “acuerdos antiterroristas”. Y mientras, el Reino de Marruecos se consolidaba por las zonas más ricas de la excolonia española a la vez que maltrataba a la población autóctona, que no abandonó su hogar pese a la guerra y a las amenazas.
El resultado del paso de estos 45 años es el fortalecimiento de nuestro vecino fronterizo, a través de su ejército, de la construcción de un muro infranqueable y la creación de un importante lobby en Washington, por no hablar de su alianza con Francia. Mientras ellos se hacían fuertes exteriormente, nosotros preferíamos confiar en nuestra posición dentro de Europa, en la OTAN, en nuestra capacidad de disuasión y, sobre todo, confiábamos en la relación entre las dos monarquías, la borbónica y la alauí, que compartían, por encima de religiones, algo mucho más profundo como son los mismos principios de enriquecimiento familiar. Llegaban a llamarse mutuamente “hermanos”, un parentesco que podría venir de la forma de concebir la nación como parte de su propiedad, aprovechando un estatus que les permitía enriquecer a sus cortes.
En estos momentos, Marruecos ha asegurado su soberanía en el Sahara tras el reconocimiento de Estados Unidos, a cambio del apoyo marroquí al gobierno de Israel. Vemos otro juego de cartas más del rey de Marruecos contra la voluntad de su pueblo, claramente próximo a la población palestina. Mientras, nuestra situación geopolítica se está complicando tras las declaraciones de Marruecos, desde finales del 2020, en las que ya señalan Ceuta y Melilla (no descartemos a Canarias en un futuro) como territorios “marroquíes igual que el Sahara”[ii]. Ya, no solo somos el último escollo que se interpone en sus reclamaciones territoriales, sino su próximo objetivo para lograr el “Gran Marruecos”.
Sin embargo, nuestra postura en el conflicto sigue siendo la misma desde hace más de 40 años. Lamentablemente, no hemos sabido leer la jugada de intereses que Marruecos estaba desplegando en Washington, ni hemos tejido nuevas alianzas con países como Argelia. A pesar de todo, entre nuestra rápida reacción y la torpe jugada del régimen marroquí (quien no ha calculado bien los costes de poner en riesgo a su población), la Unión Europea ha reaccionado al conflicto. Es hora de trazar una estrategia a medio y largo plazo que repare los errores del pasado con otro pueblo abandonado y utilizado por su rey en 1975, como es el caso del pueblo saharaui.
[i] Aclarar que, en este artículo, nos referimos al Gobierno de Marruecos, representado en la figura de su monarca, por lo que no hacemos responsable de los hechos a su pueblo, con el que tenemos una buena relación (si bien esta puede verse alterada por los acontecimientos actuales).
[ii] Declaraciones del primer ministro de Marruecos, Saadeddine El Othmani, en diciembre de 2020.
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