Artículo de Opinión por Ángel de la Cruz, candidato a la coordinación provincial de IU en Granada

Retos de una IU movimiento político-social: renovación y proyecto colectivo

Política - Ángel de la Cruz - Lunes, 4 de Septiembre de 2017
Ángel de la Cruz, concejal de IU en Benalúa de las Villas y candidato a la coordinación provincial de la formación, reflexiona en este artículo de opinión sobre el futuro de la organización, el proceso para renovar las direcciones y el debate interno que afronta sobre el papel que debe desempeñar Izquierda Unida.
Ángel de la Cruz.
iuenmovimiento.org
Ángel de la Cruz.

El caluroso mes de agosto nos ha dejado a los militantes de IU dos acontecimientos internos tan importantes como diferentes. El primero consistió en la inscripción como partido de la plataforma Actúa liderada por Gaspar Llamazares y Baltasar Garzón. El segundo, más reciente, en la aceptación de Antonio Maíllo para optar a la reelección como coordinador andaluz. El asturiano coronó así el cuestionamiento permanente durante los últimos años de las decisiones tomadas mayoritariamente tanto por los militantes como por los dirigentes, liderados por Alberto Garzón. El de Lucena lo hacía barajando hasta el último momento la opción de volver a su instituto, opción que no habría declinado si no se produce un empujón colectivo desde abajo, desde la militancia.

Cuando las contradicciones se agudizan fuera y lo sólido se desvanece en el aire, las organizaciones también sufren en su interior movimientos que generan, a su vez, resistencias. Estas resistencias son inherentes a cualquier colectivo humano, pero en las organizaciones políticas, con sus inercias y dinámicas propias, adquieren una importancia mayor. Robert Michels estudió el funcionamiento de los partidos y llegó a la conclusión de que de la finalidad en última instancia de todo «aparato» es mantenerse. En IU existen contrapesos inéditos en otros partidos, mecanismos de democracia interna y asambleas de base en las que se puede -y se debe- debatir todo. A pesar de éstos, desde el proceso de Refundación de la Izquierda lanzado en 2009 se reconoce la necesidad imperiosa de convertir a IU en un verdadero movimiento político-social, ya que en la praxis funcionó -y funciona, con excepciones- como un partido clásico.

Esta dinámica de partido clásico convirtió a IU -no sólo, pero principalmente- en una red de cargos institucionales, poco ágil y no lo suficientemente útil como para dirigir a los sectores sociales víctimas de la crisis y a quienes cuestionaron la legitimidad del régimen especialmente con la eclosión del 15-M. De esta incomprensión nació una actitud de repliegue defensivo-identitario que sólo se abandonó con los llamamientos de Alberto Garzón a la Unidad Popular, los cuales obtuvieron como resultado una expresión electoral-institucional limitada de lo que tendría que ser un «bloque histórico» a construir desde abajo, desde el conflicto, desde lo cotidiano. Quienes siguen situándose, de manera más o menos explícita, en posturas más conservadoras no son enemigos de la confluencia per se; apuestan por una IU partido volcada en lo institucional y subalterna al PSOE, al mismo tiempo que siguen enredadas en las dinámicas internas de cuotas de poderes, aparatos, etc. Lo que Gramsci definió como «pequeña política».

Una IU movimiento político-social no se decreta por estatutos, normas o reglamentos. Deben existir mecanismos reales de participación que signifiquen un contrapeso efectivo al «aparato». La dirección colegiada es una buena fórmula para garantizar el estricto cumplimiento de las directrices y del funcionamiento de las asambleas de base. Éstas deben ser las verdaderas detentadoras del poder organizativo. Para ello, debemos superar la separación entre dirigentes y dirigidos, entre «sabios» y «sencillos». Esto exige la confianza plena en la militancia: cada militante debe ser un dirigente. Es imprescindible una desburocratización de la jerarquía organizativa para que no suponga una traba al trabajoininterrumpido de la militancia. Solo así se puede evitar que el método de «mesa camilla» suplante el papel de las asambleas y del Consejo Provincial.

Quienes nos situamos de manera coherente en las tesis mayoritarias queremos hacer algo tan ambicioso como desarrollar lo acordado desde 2009 en adelante. Puede sonar desmoralizador o incluso irónico, pero lo cierto es que hay motivos para la esperanza: las direcciones federal y andaluza tienen la decisión firme de desarrollar lo acordado y cuentan con núcleos dirigentes con voluntad y capacidad para ello. La renovación de las distintas direcciones no es una cuestión generacional, sino una necesidad política para adecuar los perfiles a las tesis mayoritarias. El momento histórico requiere audacia y celeridad. Si entendemos IU como una herramienta de transformación al servicio de la clase trabajadora ya no hay lugar para encerrar los documentos en el cajón o anteponer las trayectorias personales al generoso proyecto político que cuajó en 1986.

El capital político y cultural que representa IU es imprescindible para cualquier cambio transformador. La trayectoria, la militancia, la capacidad de gestión y la legitimidad de la experiencia tienen un valor que no se puede calcular en términos electorales. Sin embargo, esto no nos garantiza de manera mecánica un papel protagonista en el proceso de ruptura democrática al que aspiramos. Tenemos la obligación histórica de situarnos en la brecha, sin renunciar a nuestra vocación dirigente, pero para ello debemos adecuar la organización al momento histórico concreto. Los discursos izquierdistas e identitarios no sirven si no van acompañados de una praxis realmente transformadora. Apostar desde posturas conservadoras por una IU partido conllevaría, en la práctica, la irrelevancia política y la «disolución por atrofia». Construir un «bloque histórico» desde abajo y situarlo en posiciones de ruptura democrática, ese es el objetivo estratégico de una IU movimiento político-social. Mientras tanto, entendamos que una de las grandes tareas de toda organización o movimiento es la construcción de una visión del mundo propia y autónoma, pues la política no se reduce a lo institucional-administrativo, sino que es una lucha permanente por la hegemonía.

Debatamos de manera sincera y profunda en lo interno, clarificando posiciones y perfiles, siempre desde el respeto y la fraternidad. Hacia afuera, hablemos de las cosas que realmente importan a la clase trabajadora y los sectores populares: la falta de futuro de la juventud, la incertidumbre de las pensiones, el deterioro de los servicios públicos como la sanidad y la educación o el destrozo de los derechos laborales. Una organización no es sólo su entramado jurídico-administrativo, una organización es una pieza del bloque social del que forma parte. Por respeto a nosotros, por respeto a ellos: pongamos siempre en primer lugar el proyecto colectivo. El ejemplo de dirigentes como Antonio Maíllo no debe ser un mero estímulo moral, sino un impulso político.

Ángel de la Cruz es candidato a la coordinación provincial de Izquierda Unida en Granada. Nacido en 1990, es concejal por IULV-CA en Benalúa de las Villas.