Finalizada la temporada llega el momento de hacer balance. Este año con el añadido de los noventa años que han pasado desde que en un lejano 1931 se fundará el Club Recreativo Granada. Hoy el Granada CF forma parte de la historia del fútbol español y, por supuesto, de la historia de nuestra ciudad. Desde que comenzó a jugar en Las eras de Cristo, hasta el Estadio de los Cármenes o el actual estadio Nuevo Los Cármenes, muchos avatares, categorías y futbolistas han nutrido la historia de un club que se asoma a su centenario con un horizonte lleno de cambios.

 

La vuelta del Granada a Primera División después de treinta y cinco años supuso un nuevo ciclo, interrumpido por un pequeño parón de dos años en Segunda División. Si tomamos como fecha de inicio de ciclo ese ascenso, aunque la directiva era otra, podemos tomar como fecha de fin de ciclo la marcha de Diego Martínez. Porque parte fundamental del éxito de los últimos años le corresponde a Diego, el chamán, así bautizado por jugadores, prensa y aficionados. Un entrenador de nuevo cuño que se ubica entre el exhaustivo conocimiento del fútbol moderno y las técnicas de motivación de un coach. Diego ha conseguido que la plantilla, y no exagero, rinda por encima de sus posibilidades, que funcionen al ciento veinte por ciento durante toda la temporada, reconociendo, hace pocos días, que han acabado exhaustos otro curso futbolístico de ensueño. Diego se va, sí, pero nos deja un techo mucho más alto y la creencia de que este club tiene pocos límites.

 

El Granada CF ha encadenado dos años de éxitos: clasificado para la Europa League y alcanzando los cuartos de final; llegando a semifinales de la Copa del Rey; y, en Liga, ganando, entre otros, al Barcelona y agrandando así su merecida fama de “matagigantes”. Cierto el sabor agridulce de haber acariciado la clasificación a la Europa League hasta las últimas jornadas de esta temporada, pero también cierto que el objetivo era la permanencia y se ha conseguido mucho más.

 

Con la marcha de Diego y algunos jugadores que han sido fundamentales en el éxito de este equipo, comienza una nueva etapa. De nada sirve mirar al pasado o lamentarse por los que ya no están, debemos agradecer los servicios prestados y mirar hacia el frente. Una afición que ha sido ejemplar, especialmente en los momentos duros, que es cuando hay que serlo, no merece la nostalgia ni la melancolía. El nuevo proyecto debe estar guiado por los mismos principios -aunque las personas hayan cambiado- que han regido estos años: constancia, sacrificio y resiliencia, resumidos en la “Eterna lucha”.

 

Club nonagenario, sí, pero en plena forma.