Hace dos semanas, publicaba en este mismo medio mis opiniones al respecto de los Servicios Públicos en una sociedad moderna y avanzada. La intención era clara: en el ámbito de la izquierda existen diversos debates pendientes de concretar actualmente. Y ese es uno de ellos. 

Pero estaremos de acuerdo en el hecho de que necesariamente ese debate (el de los servicios públicos) debemos hacerlo de la mano de otro, posiblemente, mucho mas importante: el de la fiscalidad.

En efecto, se trata de que si queremos un sistema de bienestar social potente, tendremos que concretar, en primer lugar, cuantos recursos se necesitan para garantizar la pervivencia y sostenimiento de aquellos: se deberá decidir cuánto se destina, y de dónde se obtienen esos recursos

En efecto, se trata de que si queremos un sistema de bienestar social potente, tendremos que concretar, en primer lugar, cuantos recursos se necesitan para garantizar la pervivencia y sostenimiento de aquellos: se deberá decidir cuánto se destina, y de dónde se obtienen esos recursos. 

“La creación de una sociedad nueva más justa y solidaria exige, dentro de una economía de mercado, un sistema fiscal que responda a las ideas de progresividad en la imposición a medida que los ingresos aumentan; redistribución por la vía del impuesto de las rentas de forma que se eliminen injusticias, necesidades y desigualdades, y eliminación del fraude fiscal procurando llegar a la veracidad en las declaraciones y a la objetividad en la imposición.”

¿De quién pueden ser estas afirmaciones?  La primera impresión de quien lea hoy estas palabras, es que se pudiera tratar de una persona cercana al pensamiento de la izquierda. Nada más lejos de la realidad. Las escribió José Luis Álvarez Álvarez, en la Tribuna Libre de El País, el 9 de diciembre de 1977. Era presidente de la extinta Unión de Centro Democrático en Madrid. 

Y si quiero resaltarlas  en estos momentos, después de 20 años, es para intentar demostrar cómo las ideas liberales y conservadoras se han venido imponiendo en nuestro pensamiento, olvidando que la política fiscal debe seguir siendo la clave para poder mantener  una sociedad justa, e igualitaria, con un sistema de bienestar fuerte y consolidado, frente a quienes piensan que el dinero es preferible que lo tengan y gestionen las personas en lugar de las Administraciones Publicas. 

Cuando Álvarez Álvarez, pronunció esas palabras, estábamos comenzando la transformación del Estado hacia un sistema democrático. Las dictaduras rara vez tienen impuestos, y mucho menos sistemas basados en la justicia y la igualdad. Se puede decir que los impuestos,  pertenecen a la cultura de la democracia. 

De alguna manera, se ha venido instalando en el pensamiento progresista  la idea de que menos impuestos contribuyen a que se pueda crear mas empleo, o se dinamice la economía. 

Al contrario, es el momento de que se potencie la idea de que los impuestos son primordialmente una garantía para el mantenimiento de los derechos. Así lo está proponiendo claramente el PSOE.  La fiscalidad constituye el medio para la igualdad y la justicia. 

En Suecia, hace unos cuatro años, el Partido Moderado (centro derecha) se encontró con un singular problema. Durante sus ocho años de gobierno redujo la presión fiscal  del 48% al 44% del PIB, a unos y a otros sin mirar la capacidad económica. Los impuestos bajaron, pero la calidad de los servicios públicos se deterioró enormemente, por lo que la reacción de la ciudadanía fue pelear por mantener aquello que se le estaba quitando, aun cuando eso supusiera lógicamente pagar por ello. 

Es el momento de que se potencie la idea de que los impuestos son primordialmente una garantía para el mantenimiento de los derechos. Así lo está proponiendo claramente el PSOE.  La fiscalidad constituye el medio para la igualdad y la justicia

En el Ayuntamiento de Granada, hemos vivido situaciones similares. La derecha granadina, la vieja y la nueva, no  quisieron que el equipo de gobierno del PSOE pusiera en marcha una propuesta destinada, principalmente a favorecer el ahorro de más de 500.000 euros en las familias de las clases medias y trabajadoras de la ciudad, y a dar un balón de oxígeno a más de 8.000 comercios. 

Esta es la realidad de la oposición en el Ayuntamiento de la capital, encabezada por un partido asfixiado por la corrupción y responsable de la bancarrota de las arcas municipales, incapaz de sumar para que Granada avance, y seguida por otro que, disfrazándose de nueva política, representa los mismos valores de involución y estancamiento para una Granada que, desde hace más de un año y medio intenta salir adelante abandonando un pasado realmente turbio.