Fernando de los Ríos 'vuela' de Andalucía
El pasado 9 de octubre, el BOJA publicó en la sección de “otros anuncios” uno de la Consejería de la Presidencia, Interior, dialogo social y simplificación administrativa mediante el que se daba cuenta de la modificación de los Estatutos del Consorcio Fernando de los Ríos.
Este Consorcio nació en el año 2000 como una herramienta de la Junta de Andalucía para coordinar e impulsar los esfuerzos y recursos de todas las administraciones públicas para el desarrollo de lo que se dio en denominar la Sociedad de la Información y que, hoy, conocemos como proceso de digitalización. Quizás su proyecto más conocido y emblemático sea la red de Centros Guadalinfo que, con más de 600 establecimientos ubicados en otros tantos pequeños municipios andaluces, han contribuido decisivamente en la alfabetización digital de Andalucía.
La inserción en el BOJA de este anuncio me llamó la atención porque aún recordaba que no hará más de cinco o seis años los Estatutos del Consocio ya habían sufrido una profunda reforma, entre otras cosas, para ajustarlos definitivamente a la Ley 40/2015 de Régimen Jurídico del Sector Público. Posiblemente, pensé, se tratara de una modificación requerida por la rápida y constante evolución técnica en el sector digital o, incluso, para plasmar normativamente alguna previsión o prevención sobre la Inteligencia Artificial.
Salvo la concreción y especificación del objeto y de los fines en un artículo 5 de los Estatutos que, en realidad, no es otra cosa que el inventario de lo que ya hace el Consorcio, la única reforma de relieve se limita a un cambio en el nombre: El Consorcio Fernando de los Ríos pasa a llamarse “Consorcio Puntos Vuela de Andalucía”.
Una poderosa razón, pensé, debería existir para que un Consorcio público andaluz dejara de honrar la memoria de Fernando de los Ríos y, a través de su nombre, reivindicar los valores que su persona representan
Una poderosa razón, pensé, debería existir para que un Consorcio público andaluz dejara de honrar la memoria de Fernando de los Ríos y, a través de su nombre, reivindicar los valores que su persona representan. Pero ninguna razón he podido encontrar en el texto de los nuevos Estatutos para prescindir de Fernando de los Ríos como tarjeta de presentación de un institución pública andaluza estrechamente vinculad, en sus funciones y en sus atenciones, con la síntesis entre ciencia y conciencia que Fernando de los Ríos encarna.
Tres han sido las posibilidades que he manejado para encontrar una explicación a este inexplicado cambio de denominación y a cada cual, confieso, he ido pasando del estupor a una profunda preocupación no exenta de un cierto punto de indignación.
En primer lugar barajé la hipótesis de la ignorancia. La más obvia y vergonzante de las posibilidades: nadie en el actual Consorcio tiene ni idea quien fue Fernando de los Ríos ni que podía representar que su nombre hubiera sido elegido para designar el Consorcio. En todo caso, se me hacía difícil asimilar que a su frente se encuentren un puñado de lerdos iletrados que no conozcan la vida y la obra de aquel que ha venido dando nombre y renombre al Consorcio que han renombrado.
Es este un momento tan bueno como desgraciado para volver a reivindicar la figura de Fernando de los Ríos, rondeño de nacimiento, granadino de adopción, jurista ilustre, catedrático de derecho político de la Universidad de Granada, un académico con un claro e indeleble compromiso social canalizado a través de su militancia socialista en unos primeros años del siglo XX, donde la presencia de intelectuales en partidos obreros era una excepción, ministro en la Segunda República, mentor e inventor de un Lorca neoyorkino, embajador de una España en el exilio.
Resulta imposible hacer una cabal semblanza de la figura de Fernando de los Ríos en estas pocas líneas, pero sirva el desatino de un cambio de nombre para recordarlo y reivindicarlo
Nada de extraño tenía que alguien que supo sintetizar y compaginar el pensamiento científico con la acción política y con el compromiso social de forma tan clara e intensa como Fernando de los Rios diera nombre a la herramienta institucional de la igualdad digital en Andalucía. Resulta imposible hacer una cabal semblanza de la figura de Fernando de los Ríos en estas pocas líneas, pero sirva el desatino de un cambio de nombre para recordarlo y reivindicarlo.
La segunda de las posibles causas que barajé fue la frivolidad. Se me ocurrió que un aburrido grupo de directivos, ansiosos de justificar su existencia, acabaran pensando que “Puntos Vuela” es un nombre moderno y rompedor para un consorcio público.
Algún directivo con ínfulas de creativo postdigital pudo pensar que el nombre de un viejo profesor de derecho no era lo más adecuado para un Consorcio vinculado con las nuevas tecnologías y su afán rompedor lo ha llevado a proponer e imponer un nombre más propio de una compañía aérea low cost. Es posible que, con tanta modernura, nadie haya reparado en que “Consorcio Puntos Vuela de Andalucía” parece evocar un lugar desde donde escapar, un punto de reunión par aquellos que quisieran volar fuera de esta tierra. Estos nuevos directivos que han tomado las riendas de nuestra tierra nunca entenderán que trabajar para que Andalucía vuele no es lo mismo que invitarnos a que volemos de Andalucía.
Pudiera darse el caso de que quien esté detrás de este cambio de nombre sepa perfectamente quién fue Fernando de los Ríos y sea consciente de los que su nombra evoca y representa pero, simplemente, quiere borrarlo de la historia y de nuestra memoria
Y la tercera de las posibilidades es la más siniestra, la más oscura y la más preocupante. En este caso, no habría ignorancia detrás del cambio de nombre, ni se trataría de una decisión frívola e intranscendente. Pudiera darse el caso de que quien esté detrás de este cambio de nombre sepa perfectamente quién fue Fernando de los Ríos y sea consciente de los que su nombra evoca y representa pero, simplemente, quiere borrarlo de la historia y de nuestra memoria. Es posible que alguien en el Consorcio piense que la muerte en el exilio de Fernando de los Ríos no es suficiente condena para el ominoso delito de haber servido fielmente a un régimen político democrático y legítimo más allá de su aniquilación por un sangriento golpe de Estado y haya querido matar su recuerdo. No quisiera pensar que en Andalucía, en pleno siglo XXI, se desdeñe a un andaluz de la talla de Fernando de los Ríos, se obvie la aportación que como jurista, como político, como intelectual debemos a Fernando de los Ríos por no ser del agrado ideológico de los directivos ideologizados de un Consorcio público que es de todos los andaluces.