Artículo de Opinión por Leticia García Panal

De don Juan a violador

Política - Leticia García Panal - Viernes, 25 de Enero de 2019
Leticia García Panal, psicóloga y responsable de Igualdad en la candidatura de Vamos Granada, destaca en este artículo de opinión la fuerza y la convicción del movimiento feminista de no dar ni un paso atrás frente a las violencias y agresiones a las mujeres.
Imagen de una de las movilizaciones feministas.
R.Marín
Imagen de una de las movilizaciones feministas.

¿Cómo llamaban en el cole a las niñas que jugaban al fútbol? 'Marimacho', responden de forma clara los chicos y chicas que ya están en el instituto y con los que hablo sobre micromachismos. La teoría se la saben, hablan de igualdad y de libertades, pero luego, en la práctica, sus historias cotidianas reflejan el abismo existente.

Los chicos son fuertes, no lloran, tienen que esconder sus emociones y comportarse como verdaderos machotes que van rompiendo corazones; «va a ser un don Juan» suelen comentar los adultos a su alrededor. De 'don Juan' a violador hay un paso nada fino y sutil, que les permite demostrar su virilidad según los cánones del reguetón: "Ponme esa nalga que a ti te voy a inyectar, si te duele por detrás te doy por el frente…". Y con este ritmo y con el apoyo de la justicia patriarcal que minimiza las agresiones y cuestiona a la víctima: ¿Qué ropa llevabas? ¿Cómo te insinuaste? ¿Dijiste que no? ¿Cómo te defendiste? ¿Qué buscabas? ¿Qué hacías en la calle? Se van sucediendo los episodios de violencia machista en todas sus formas y colores.

Más de 50 noticias en este sentido he podido recabar en estos veintitantos días de enero simplemente revisando el timeline de mis redes sociales. Sucesos que por su cotidianidad corren el riesgo de invisibilizar su gravedad, ese soniquete que de tanto escucharlo se vuelve familiar, imperceptible, mimetizado con los ruidos del día a día, así se construye la cotidianeidad de la violencia.

'El movimiento feminista, la sororidad, se ha convertido en altavoz y escudo para aquellas mujeres que no están dispuestas a seguir aguantando, que saben que no están solas y que no se merecen ni se han buscado lo que les está pasando'

El pasado día 15 de enero decenas de miles de mujeres y hombres de todas las edades ocupamos las calles de muchas ciudades para reivindicar que con nuestros derechos no se negocia. En pleno siglo XXI, donde la evolución y la tecnología nos definen como una sociedad próspera y avanzada, las mujeres seguimos cuestionadas por temas arraigados desde la historia antigua; nos quieren calladas, sumisas, sometidas a sus preferencias; cuerpos sexualizados, vasijas engendrahijos, criadas en el hogar, pero no se quieren dar cuenta de que ya no hay marcha atrás. El movimiento feminista, la sororidad, se ha convertido en altavoz y escudo para aquellas mujeres que no están dispuestas a seguir aguantando, que saben que no están solas y que no se merecen ni se han buscado lo que les está pasando. Y, como reacción, se ha incrementado la violencia hacia nosotras, se nos acusa de una falsa ideología de género, de querer acabar con los hombres, y utilizan todos los medios a su alcance para intentar desacreditarnos, como la reciente denuncia a la monologuista Pamela Palenciano, cuyo trabajo -que defendemos y apoyamos- es clave para visibilizar la gravedad de la violencia cotidiana, física y psicológica que sufren miles de mujeres, porque no solo duelen los golpes.

Tenemos muchos retos urgentes que abordar, que se evidencian cuando te despiertas con la noticia de que tres hombres, que tapaban su rostro con una capucha, forzaron a una chica que intentaba volver tranquila a casa por la noche. De repente, te da un vuelco el corazón porque les pones cara y nombre a varias chicas que viven por esa zona, y por unos segundos (eternos) sientes la angustia habitual multiplicada por mil. Entonces lees la noticia otra vez, compruebas la edad, respiras porque las has podido descartar. Esta vez, ellas han tenido suerte, pero quién sabe si la próxima no la tendrán. Desde luego, no podemos dejarlo a la suerte. La chica que sufrió el ataque no lo merece. Todas las chicas adolescentes con las que he hablado impartiendo esas charlas de micromachismos, afirman haber tenido alguna vez miedo a ser violadas. Todas.

Pero algo está cambiando, tiene que cambiar; ante lo arraigado de la cultura patriarcal, surgen con firmeza y creatividad decenas de iniciativas para contrarrestar, para parar el sentido del giro de esta rueda de molino que amenaza con aplastar nuestro futuro. La inercia es fuerte, pero más fuerte es nuestro ímpetu y, entre tanto, aprendemos a respetarnos. Exigimos autobuses que por la noche hagan paradas a demanda; recientemente tres chicas han diseñado una pajita que, en contacto con la bebida, detecta si tiene alguna sustancia tóxica vertida; herramientas para defendernos de la agresividad que nos invade.

Y sí, tenemos miedo, miedo a que nos violen, nos peguen, nos maten… Pero ese miedo nos da una fuerza inagotable para luchar y defender aquello en lo que creemos. La manada somos nosotras, las personas feministas que no estamos dispuestas a dar ni un solo paso atrás.

Hermana, no estás sola, porque nos queremos vivas, libres y sin miedo.



Leticia García Panal es psicóloga. Responsable de Igualdad de la candidatura de Vamos, Granada