Del dicho al hecho
Hace apenas unas semanas el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Granada se felicitaba y enorgullecía porque, después de muchos años sin haberlo conseguido, al fin en 2025 los presupuestos se han aprobado ajustados al calendario. Empezamos, pues, un año con el presupuesto municipal para ese año ya refrendado por el Pleno, órgano sobreaño para ese menester.
Otra cosa hubiera sido extraña, si tenemos en cuenta que el equipo de gobierno tiene mayoría absoluta en ese órgano y sus votos son suficientes para aprobar lo que consideren oportuno, sin necesidad de tener que pactar ni establecer acuerdos ni dar plazos para estudiar propuestas ni llegar a consensos. Quienes gobiernan el ayuntamiento de Granada han hecho una propuesta de presupuestos al Pleno y, con sus votos, la han aprobado. Hasta ahí, los hechos. Que tampoco parece que sean merecedores de muchas alharacas: qué menos se puede esperar de quien gobierna una ciudad con mayoría absoluta si no es que cumpla los plazos que se esperan de su gestión.
Otra cosa sería si hubieran elaborado esos presupuestos mediante la participación de la ciudadanía, como se hace ya en otras ciudades y hasta en algunos pueblos. Pero no ha sido el caso. También podría haberse ralentizado el procedimiento si se hubieran establecido negociaciones con los grupos de la oposición para incorporar alguna de sus propuestas al documento final. Tampoco eso ha ocurrido: ni una sola de las propuestas que los otros grupos políticos han realizado ha encontrado eco en quienes redactaban las partidas presupuestarias y tomaban las decisiones sobre el reparto de euros a cada capítulo.
Por no hacer, ni siquiera han realizado el preceptivo informe de impacto de género que era obligatorio, desde el momento en que se aprobó el V Plan de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres
De hecho, por no hacer, ni siquiera han realizado el preceptivo informe de impacto de género que era obligatorio, desde el momento en que se aprobó el V Plan de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres. Saltarse una norma que estableció en su momento la propia institución no ha sido inconveniente para que el grupo del PP en su totalidad aprobara estas cuentas para 2025. No le ha parecido necesario, este cumplimiento, a ninguna de las mujeres que forman parte del grupo, ni siquiera a la concejala responsable del área de Educación, Empleo e Igualdad. Ni mucho menos a la señora alcaldesa, que presume, junto con sus compañeras y compañeros, de ser la primera alcaldesa de Granada (cosa totalmente cierta) como si ese solo hecho garantizara que su gestión y sus decisiones tuvieran carácter o contenido feminista.
Pero no. No es suficiente. No basta ser mujer para ser feminista. Ni siquiera es suficiente para considerar que la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres sigue siendo necesaria, que aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades.
Los presupuestos públicos son uno de los instrumentos más importantes con los que garantizar la prestación de servicios y garantizar derechos a la ciudadanía. Aunque durante mucho tiempo se ha considerado que este era un instrumento “neutral”, está claro que el impacto del presupuesto no es el mismo sobre mujeres y sobre hombres, puesto que unas y otros ejercen roles distintos y se ven sometidos a diferentes discriminaciones. Por ello es imprescindible analizar los ingresos y gastos públicos con perspectiva de género, lo que permitirá explicar cómo las decisiones públicas afectan a la vida diaria de hombres y mujeres. A la vez, podremos cuantificar cómo las asignaciones políticas presupuestarias pueden aumentar la igualdad entre mujeres y hombres.
El informe de impacto de género de un presupuesto analiza, por un lado, si la actividad proyectada en el mismo puede tener repercusiones positivas o negativas de cara a eliminar desigualdades y a promover la igualdad
El informe de impacto de género de un presupuesto analiza, por un lado, si la actividad proyectada en el mismo puede tener repercusiones positivas o negativas de cara a eliminar desigualdades y a promover la igualdad. Por otro lado, debe recoger, según ese análisis, las medidas correctoras y las modificaciones necesarias a incorporar al documento/presupuesto para neutralizar el posible impacto negativo o fortalecer el impacto positivo.
Lógicamente, este proceso supone un esfuerzo añadido. No solo en la elaboración del informe, también en la del propio presupuesto, condicionado por las conclusiones del informe y, a la vez, obligado a estructurarse de forma que, al finalizar el año, pueda evaluarse la aplicación de las distintas medidas que el informe de impacto de género hubiera establecido. Todo un reto. Pero también un trabajo imprescindible si queremos que, de verdad, las actuaciones municipales velen, de hecho y no solo de palabra, por reducir los sesgos discriminatorios y aumentar los procesos igualitarios entre mujeres y hombres.
No basta con hacer declaraciones contra la discriminación que sufren las mujeres en el trabajo, en los cargos de dirección o en sus salarios; no basta con manifestarse en fechas señaladas para pedir igualdad real y corresponsabilidad; no bastan los minutos de silencio cuando matan a otra mujer solo por el hecho de serlo. A todas esas acciones han de sumarse, obligatoriamente, medidas concretas para prevenir, erradicar, paliar, mejorar esas situaciones.
Cualquier organismo público está obligado a ello y no solo porque hay leyes que así lo establecen. Pero es que, además, un ayuntamiento es la administración más cercana a las personas, la primera puerta con la que se encuentran si intentan solucionar sus problemas. Por eso es especialmente grave que una administración municipal olvide que la mitad de la población para la que planifica su presupuesto está en situación de desventaja frente a la otra mitad. Y que es su responsabilidad establecer los mecanismos necesarios para paliar esa desventaja, para reducir brechas, para incrementar presencia, para evitar violencias que se ejercen sobre las mujeres.
Por supuesto que todas las declaraciones que se hagan para favorecer la igualdad real entre mujeres y hombres son necesarias y bienvenidas. Pero lo que realmente es imprescindible es tomar las medidas que garanticen el que las palabras se conviertan en hechos.