ARTÍCULO DE OPINION DE EDUARDO CASTILLO, CONCEJAL SOCIALISTA en GRANADA

'Una asignatura pendiente'

Política - Eduardo Castillo - Viernes, 27 de Noviembre de 2020
Una reflexión de Eduardo Castillo, concejal socialista en el Ayuntamiento de Granada, en defensa de la juventud y de la solidaridad intergeneracional, que te recomendamos.
Estudiantes de la UGR.
Á.C./EP
Estudiantes de la UGR.

Durante la primera ola las derechas acusaron a las feministas y a las manifestaciones del ocho de marzo de la propagación de la pandemia. No hubiera sido necesario comprobar meses después que la expansión del virus nada tenía que ver con aquellas manifestaciones; aun así el tiempo pasó para darle la razón a las que la tenían. Las acusaciones de los reaccionarios no tenían que ver con la pandemia pero sí tenían que ver con su oposición al feminismo y la urticaria que les producen los valores de igualdad entre mujeres y hombres que defiende.

Pasó en Granada cuando la difusión de un vídeo de unos cuantos descerebrados sin mascarilla en calle Ganivet sirvió al alcalde Luis Salvador para señalar a toda la juventud de la propagación del virus en nuestra ciudad

Unos meses después y ya sin manifestaciones -salvo las de Núñez de Balboa- llegaba el momento de buscar a otro colectivo al que responsabilizar de la segunda ola. Y, en este caso, han sido los jóvenes los señalados: ‘los pandemials’. Pasó en Granada cuando la difusión de un vídeo de unos cuantos descerebrados sin mascarilla en calle Ganivet sirvió al alcalde Luis Salvador para señalar a toda la juventud de la propagación del virus en nuestra ciudad.

Ahora retrocedamos a 2008. La crisis económica golpea con fuerza a toda la sociedad. En aquel momento las reivindicaciones se centraban en la precariedad laboral de los mileuristas. Doce años después muchos jóvenes ven como única salida convertirse en falsos autónomos y trabajar en alguna empresa de reparto, sin los derechos y garantías laborales que han costado décadas de lucha obrera conquistar. En 2008 la burbuja inmobiliaria había provocado el aumento del precio de la vivienda pero todavía los jóvenes podían emanciparse. Hoy los jóvenes sólo pueden irse de casa, en el mejor de los casos, si es compartiendo vivienda.

Salvo contadas excepciones, provocadas fundamentalmente por conflictos bélicos, las sucesivas generaciones han vivido mejor que las anteriores; no sólo por las condiciones materiales, también por la progresiva conquista de derechos y libertades. Esta tendencia quebró de forma dramática en la última década

Salvo contadas excepciones, provocadas fundamentalmente por conflictos bélicos, las sucesivas generaciones han vivido mejor que las anteriores; no sólo por las condiciones materiales, también por la progresiva conquista de derechos y libertades. Esta tendencia quebró de forma dramática en la última década: menos empleo y más precario e imposibilidad de emanciparse incluso para los que superan los treinta años.

Algo le debemos, como sociedad, a las generaciones posteriores a 2008 que, sin duda ha sido/es la más preparada de la historia. Durante el franquismo cientos de miles de españoles tuvieron que emigrar para desempeñar tareas que los autóctonos no querían realizar. Con esfuerzo y sacrificio consiguieron salir adelante, en muchos casos, en trabajos que requerían escasa cualificación. En los últimos diez años cientos de miles de personas han tenido que abandonar nuestro país buscando, ni más ni menos, que un futuro mejor. La mayoría de ellos eran jóvenes muy cualificados: maestros, ingenieras, médicos, profesoras, enfermeros, o biólogas. Todos ellos formados en nuestro país y todos ellos obligados a marcharse, con el consiguiente desarraigo, a buscarse la vida a otra parte.

La solidaridad intergeneracional es imprescindible para tener una sociedad sana y cohesionada: proteger las pensiones de nuestros mayores y procurarles la mejor atención sanitaria; fortalecer la educación pública para nuestros niños; pero también dar a los y las jóvenes la posibilidad de desarrollarse personal y profesionalmente en su país

La solidaridad intergeneracional es imprescindible para tener una sociedad sana y cohesionada: proteger las pensiones de nuestros mayores y procurarles la mejor atención sanitaria; fortalecer la educación pública para nuestros niños; pero también dar a los y las jóvenes la posibilidad de desarrollarse personal y profesionalmente en su país. En una sociedad abierta, plural y democrática no sobra nadie y cada una, cada uno, debemos aportar nuestro conocimiento, nuestra capacidad para mejorar las condiciones materiales del conjunto de la sociedad, alcanzar la justicia social y profundizar en nuestros derechos y libertades. Los mayores aportarán su experiencia, su bagaje y conocimiento acumulado y los jóvenes su ímpetu y energía y todas y todos lo agradeceremos. La falta de empatía intergeneracional genera ruptura y desentendimiento por las partes de las necesidades de los demás, algo que no nos podemos permitir como sociedad y ante lo que debemos actuar con urgencia.