'El andalucismo y el 4D frente a la falsa imagen elitista de Andalucía: Blas Infante y Ortega'
El 4 de diciembre de 1977, cientos de miles de andaluces/as, hartos de humillaciones y desprecio, cansados de ser solo nicho de mano de obra barata que enriquece otros territorios y países europeos, salieron a las calles demandando el reconocimiento de Andalucía como una realidad nacional y con la misma consideración que las denominadas nacionalidades históricas. Ese día tendría continuidad con el referéndum del 28F de 1980, en el que se aprobaría la autonomía al mismo nivel que las que más.
El pueblo andaluz, además, se rebeló a la infame imagen que las élites españolas, incluidas las vascas y catalanas, han venido desplegando sobre la realidad económica y social, la historia y la cultura andaluzas para que el pueblo aceptara complaciente el subdesarrollo económico y social. Una falsificación que continúa aún en nuestros días
Consciente del atraso económico de Andalucía provocado por el desarrollo desigual impulsado por las clases dominantes, con esa respuesta, el pueblo andaluz, además, se rebeló a la infame imagen que las élites españolas, incluidas las vascas y catalanas, han venido desplegando sobre la realidad económica y social, la historia y la cultura andaluzas para que el pueblo aceptara complaciente el subdesarrollo económico y social. Una falsificación que continúa aún en nuestros días.
La más elaborada propuesta falsificadora sobre el pueblo andaluz y su cultura fue la realizada por el influyente pensador y filósofo Ortega y Gasset. El autor de La rebelión de las masas, que fue un intelectual comprometido e interesado por casi todos los problemas que le tocó vivir, tras de uno de sus viajes a tierras andaluzas, escribió dos artículos sobre el hecho andaluz, publicados como Teoría de Andalucía (1927).
Para sostener esa tesis y la facilidad con la que lo andaluz es identificable ante terceros y ante sí mismo,(Ortega) recurre a unas superficiales generalizaciones, carentes de rigor, acerca de la complacencia del andaluz en ofrecerse como fenómeno de espectáculo
En el “preludio” reconoce la antigüedad de la cultura andaluza y, además, sostiene que se mantiene “invariablemente dentro de su perfil milenario”. Para sostener esa tesis y la facilidad con la que lo andaluz es identificable ante terceros y ante sí mismo, recurre a unas superficiales generalizaciones, carentes de rigor, acerca de la complacencia del andaluz en ofrecerse como fenómeno de espectáculo. Así, el principal rasgo que habría contribuido a facilitar la permanencia en el tiempo sería “el narcisismo colectivo”; que Ortega percibe en “la propensión de los andaluces a representarse y ser mimos de sí mismos”.
Encuentra el origen de la singular cultura andaluza en “la amputación de lo heroico de la vida”, que para Ortega sería algo común a las culturas campesinas. Frente a las culturas campesinas, como la andaluza, Castilla fue una cultura bélica, de guerreros, y si la cultura castellana impuesta por los nobles es despreciativa del labriego, en Andalucía se ha despreciado al guerrero, y se ha estimado al villano. De ahí que Andalucía no ha opuesto resistencia a las invasiones, (“su táctica fue ceder y ser blanda” para luego seducir al invasor) haciendo de la paz norma y principio de su cultura. Sin circunscribir estas observaciones a períodos históricos determinados, parece un poco arriesgado atribuir esta característica a la milenaria cultura andaluza, así como apreciar la cultura guerrera como algo heroico.
Ortega afirma que es la “holgazanería” el principal rasgo de etnicidad. Según Ortega, esta “holgazanería” lleva el pueblo andaluz practicándola 4.000 años, “y no le va mal”
Continúa el breve ensayo con el título “El ideal vegetativo”; y analizando los rasgos de esta cultura, Ortega afirma que es la “holgazanería” el principal rasgo de etnicidad. Según Ortega, esta “holgazanería” lleva el pueblo andaluz practicándola 4.000 años, “y no le va mal”. Holgazanería que ha hecho posible “la deleitable y perenne vida andaluza”; por lo que la pereza sería “su ideal de existencia”. Para Ortega, esta es la clave para comprender lo que es Andalucía: “la pereza como ideal y como estilo de cultura”.
Es curioso cómo Ortega, sorprendentemente, reproduce ese vulgar tópico para plantearlo como categoría antropológica a partir de la cual explicar la cultura andaluza
Es curioso cómo Ortega, sorprendentemente, reproduce ese vulgar tópico para plantearlo como categoría antropológica a partir de la cual explicar la cultura andaluza. Por ello, asevera, el pueblo andaluz posee una vitalidad mínima y, yendo más lejos aún, “vive sumergido en la atmósfera como un vegetal”. Esta cultura de campesinos ha dado lugar entre los andaluces a la permanencia de un “ideal paradisíaco de vida”, que es, ante todo, “vida vegetal”. En definitiva, la raíz de su ser, del andaluz, es el “sentido vegetal de la existencia”. Y concluye con otra inverosímil sentencia: “este pueblo, donde la base vegetativa de existencia es más ideal que en ningún otro, apenas si tiene otra idealidad”.
La construcción de la identidad cultural andaluza realizada por Ortega se ha basado, principalmente, en el tópico de la holgazanería y el ideal vegetativo de existencia. Asimismo, el conocimiento propio y ajeno de esta cultura sería debido a un supuesto narcisismo colectivo
Como vemos. la construcción de la identidad cultural andaluza realizada por Ortega se ha basado, principalmente, en el tópico de la holgazanería y el ideal vegetativo de existencia. Asimismo, el conocimiento propio y ajeno de esta cultura sería debido a un supuesto narcisismo colectivo. Según esta peculiar construcción orteguiana, todo ello se habría extendido durante los 4.000 años de existencia cultural del pueblo andaluz. Pero no se apoya en ninguna evidencia histórica ni observaciones que puedan evidenciar la supuesta holgazanería como rasgo cultural propio de lo andaluz y que la pereza como ideal se haya constituido como constante en la historia de la cultura andaluza, así como que dicho rasgo esté presente entre todos los andaluces y andaluzas.
Si la holgazanería parecía estar tan presente en la sociedad andaluza, Ortega tenía todo a su favor para percatarse de la relevancia del aristócrata heredero o señorito satisfecho en la vida social y económica andaluz
Ortega estudió la diferente tipología del hombre masa, el modelo de ser humano que se imponía en la sociedad española, clasificándolo en cuatro tipos de características: el aristócrata heredero o señorito satisfecho, el niño mimado, el especialista científico y el bárbaro primitivo. Si la holgazanería parecía estar tan presente en la sociedad andaluza, Ortega tenía todo a su favor para percatarse de la relevancia del aristócrata heredero o señorito satisfecho en la vida social y económica andaluza. No entró en dicho análisis y su tesis se hace aún más incomprensible y atrevida al atribuirle a este rasgo cultural, la pereza, nada menos que el reconocimiento de ideal presente en la cultura, en el alma andaluza, de todas las épocas. Por tanto, en la época tartesia o en Al-Ándalus, también ese mismo ideal debió servir de fundamento para el esplendor cultural del pueblo andaluz.
Con ello, Infante ha señalado el dónde y el porqué de esa supuesta holgazanería: la del señorito andaluz y la estructura de la propiedad de la tierra como causa
Blas Infante, sin embargo, cuando analiza los tópicos que circulan sobre lo andaluz, como el de la holgazanería, no se detiene sólo en esa apreciación, sino que indaga en el porqué y dónde. Así, en su obra Ideal andaluz, estudiando las causas históricas del desigual reparto de tierras, de la acumulación y sus desastrosos efectos, tras el acaparamiento producido por la conquista de las tierras de Al Ándalus, sostiene que el aumento del valor de la tierra lleva a los capitales a la adquisición de terrenos, y el propietario tiene como motivo, además de la ganancia futura, “la comodidad de percibir una renta entregado al ocio más completo”. Mientras que el empleo de capitales en otra clase de negocios e industrias produce inquietudes y requiere la acción continua del propietario, “el empleo de capitales en la tierra no produce otra molestia que la de percibir la renta que, en el plazo convenido, lleva al arrendador el arrendatario.” Esto es un poderoso estímulo de la adquisición de terrenos y de su acumulación en pocas manos. Con ello, Infante ha señalado el dónde y el porqué de esa supuesta holgazanería: la del señorito andaluz y la estructura de la propiedad de la tierra como causa. Esa es la razón de que en un momento determinado de la historia un minoritario sector de la población andaluza, los propietarios o terratenientes, vivan sumidos en la indolencia, y además “sometiendo a holganza sus terrenos o para fines de diversión y recreo”.
El señorito andaluz podrá saborear la vida con mínimo esfuerzo y regocijarse en el ideal vegetativo del que Ortega nos habla. Pero esa no es la manifestación del alma andaluza
El señorito andaluz podrá saborear la vida con mínimo esfuerzo y regocijarse en el ideal vegetativo del que Ortega nos habla. Pero esa no es la manifestación del alma andaluza. Como nos advierte Infante en La verdad sobre el complot de Tablada, de todos los andaluces, el menos andaluz es el señorito, y lo explica: “los andaluces menos andaluces, los señoritos de la ciudad, hijos o nietos de inmigrantes o de colonos de las planicies o montañas castellanas, asturianas o gallegas…” Por tanto, generaciones descendientes de otras partes de la geografía peninsular son las portadoras de la vagancia como modo de vida y de carácter y que, en última instancia, es de Europa de donde procede y desde donde se ha extendido: “Europa vino a definir perfectamente, en su método, su historia guerrera y feudalista… La vagancia guerrera del primer feudalismo, pesaba sobre los siervos de la gleba… exactamente igual que hoy, durante la forma feudalista industrial, gravita sobre el obrero la nube de especuladores y de intermediarios”. Como puede verse, el análisis y valoración sobre el papel de la nobleza, y el espíritu que irradiaron tras la conquista de Al-Ándalus, es diametralmente opuesto al realizado por Ortega.
En el análisis sobre la estructura de la propiedad y las consecuencias sobre la población trabajadora, dice Infante: “el propietario posee un poder absoluto sobre extensiones de terreno que constituyen la base de la existencia de muchos individuos y familias, poniendo, así, a merced del primero, la vida y muerte del segundo.” Esa es la población en donde reside el alma andaluza: en el grito desesperado de quien, sometido y alienado, lucha por la existencia
Una vez que Infante ha localizado el origen de la vagancia, del sector social de población al que podría etiquetársela con ella, la pregunta que habría que formularse es dónde se encuentra el alma andaluza, qué población es la propiamente andaluza y portadora de su cultura. En el análisis sobre la estructura de la propiedad y las consecuencias sobre la población trabajadora, dice Infante: “el propietario posee un poder absoluto sobre extensiones de terreno que constituyen la base de la existencia de muchos individuos y familias, poniendo, así, a merced del primero, la vida y muerte del segundo.” Esa es la población en donde reside el alma andaluza: en el grito desesperado de quien, sometido y alienado, lucha por la existencia, “con los jornaleros, con los campesinos sin campos, que son los moriscos de hoy; con la casi totalidad de la población de Andalucía; con los andaluces auténticos privados de su tierra por el feudalismo conquistador”
Pero, ¿por qué Ortega se ha detenido ante esa palpable realidad y no la ha penetrado? ¿Por qué el autor de las circunstancias históricas en las que se desenvuelve la vida de los individuos y que lo limitan no es capaz de ver lo que ha sucedido en Andalucía, con el pueblo andaluz, con cada individuo que lo compone? Aunque en la realidad andaluza estuviera presente un modelo de hombre-masa, el del “señorito satisfecho” y, por tanto, la indolencia propia de este tipo de persona es la que lastrara el progreso andaluz, lo que resulta inaceptable es que se confundan cultura milenaria, época, clases sociales e individuos.
Su imagen liberal de Andalucía (la de Ortega), le lleva a confundir un prototipo de hombre-masa, el señorito satisfecho o aristócrata heredero, con el carácter del pueblo andaluz, con su ideal milenario, y hace descargar la responsabilidad de las condiciones de vida miserables sobre lo propios sufrientes, atribuyéndoles una manera de ser que no se corresponde con ninguna evidencia empírica ni histórica
El problema es que el pensamiento liberal se muestra conceptualmente incapaz de aprehender las estructuras sociales en las que se desenvuelve la vida de los individuos. El liberalismo de Ortega, conservador y aristocratizante, aspira a que en el curso de la historia sean los mejores quienes ejerzan en la sociedad la función rectora. Sin embargo, en ningún momento contempla la formación histórica de estructuras que bloquean las potencialidades de cada individuo y el libre ejercicio de sus facultades, que, de entrada, limitan o impiden el acceso a las condiciones materiales de existencia, al progreso de su comunidad o de su pueblo. Ni la estructura de la propiedad ni el caciquismo aparecen en la reflexión orteguiana. Tampoco entra en consideraciones acerca de las circunstancias históricas de la escasa presencia de una burguesía emprendedora o clases medias. Su imagen liberal de Andalucía, le lleva a confundir un prototipo de hombre-masa, el señorito satisfecho o aristócrata heredero, con el carácter del pueblo andaluz, con su ideal milenario, y hace descargar la responsabilidad de las condiciones de vida miserables sobre lo propios sufrientes, atribuyéndoles una manera de ser que no se corresponde con ninguna evidencia empírica ni histórica. Infante, por su parte, debido al libertarismo, que siente como andaluz y que asume desde el punto de vista teórico, ha podido profundizar en el análisis de la realidad social andaluza y apuntar al ideal hacia el que Andalucía debe caminar.
El 11 agosto del 36, ocho días antes que el de García Lorca, se produjo el asesinato de Blas Infante por las fuerzas franquistas. Terminada la guerra civil, la falsa imagen de Andalucía elaborada por Ortega, se mantuvo durante los 40 años de dictadura, atravesó la Transición y recurrentemente es divulgada por las élites en la actualidad. Los burdos tópicos repetidos hasta la saciedad e instalados en amplias capas de la población (ahora también con acusaciones como ser comunidad receptora de fondos de otros territorios, población subsidiada…) provocaron que el 14D de 1977 el pueblo andaluz saliera a las calles, y esa rebelión continúa.