Es una obra de presencia rotunda, abierta a la imaginación que sobrepasa los límites de la imagen real. Ésta parece liberada, confusa, en danza caótica con figuras sin definición, laberinto geométrico en el que se difumina su apariencia, generando un rastro cromático de claridades evanescentes, que en su expansión, en el espacio acotado del cuadro, se deshacen en la confusión del vacío de los campos de colores, que se desarrollan en las verticalidades de planos superpuestos, conformando en su conjunto la complejidad de la realidad comprendida más allá de las formas y figuras, evocaciones sublimadas que fluyen en la confusión de la fantasía plástica.

Carmelo Trenado es un pintor de contrastada carrera expositiva, dominio en su oficio y destreza en la propuesta de la imagen imposible, transitoria, surgida del azar del pensamiento, cuando las resonancias de un poema, o el halo de una fantasía surgida de la impresión rememorada, marcan su impronta. El artista lo plasma con pulcritud, armonía y equilibrio geométrico, en cuyo orden se desenvuelve el flujo desordenado del capricho imaginado, que deja su rastro en la obra concluida.

Es una sinfonía pintada por Carmelo Trenado, que en la grandilocuencia de su desarrollo encierra múltiples matices solapados, sin perder cada uno su identidad, sensibilidad lírica que pasa desapercibida por el ritmo modulado, que envuelve al conjunto. El resultado es un bloque de armonías heterogéneas, que convierte la visualización de su obra en una composición de tonalidades divergentes, acompasadas por el pulso interior que incorpora el pintor.

Carmelo Trenado posee el ingenio necesario para componer piezas de calidad y amplio significado estético. Muy buena instalación la ofrecida por este artista.