'Jlin expande su sonido en todas las direcciones'
Hay pocos nombres en la electrónica contemporánea tan respetados como el de Jlin. La productora de Gary, Indiana, empezó a hacerse conocida en el mundo del footwork, un subgénero del house nacido en Chicago que ejecuta ritmos complejos y sincopados a una velocidad endiablada. Inicialmente, parecía que podíamos estar ante una alumna aventajada de los pioneros del género, como RP Boo o especialmente el fallecido DJ Rashad: alguien que podía ensanchar el sonido del footwork. Pero muy pronto pudimos comprobar que esta tarea se le quedaba pequeña. Su segundo LP, Black Origami (2017), fue la demostración de que Jlin quería y podía ir mucho más allá. Sus 45 minutos eran una auténtica tormenta de ritmos fracturados, sin una sola melodía a la vista; un trabajo de un ascetismo brutal y exigente, pero fascinante. Además, las colaboraciones con William Basinski o Holly Herndon indicaban un interés por dialogar con artistas muy diferentes entre sí, más allá no solo del footwork sino incluso de la electrónica.
No en vano, en los años transcurridos desde entonces, Jlin se ha aproximado cada vez más a la clásica contemporánea, llegando a componer una banda sonora para una coreografía de Wayne McGregor
No en vano, en los años transcurridos desde entonces, Jlin se ha aproximado cada vez más a la clásica contemporánea, llegando a componer una banda sonora para una coreografía de Wayne McGregor. Al mismo tiempo, trabajos cortos como el EP Embryo (2021) habían mostrado también la variedad de fuentes de las que bebe dentro de la electrónica. Ahora, siete años después de su anterior álbum de estudio, nos llega su tercer disco, Akoma, en cuyo sonido se plasma claramente la amplitud de las inquietudes artísticas de Jlin. Frente al carácter monolítico y espartano de Black Origami, este nuevo trabajo es mucho más diverso y accesible. Basta con prestar atención a la primera canción, “Borealis”. No solo es una colaboración con nada menos que Björk, sino que además utiliza sintes y samples de flauta para crear pequeñas melodías que vuelan sobre una base rítmica que combina las velocísimas síncopas del footwork con la paleta sonora del trap.
Eso sí, aunque las influencias sean más amplias y el sonido más rico, lo que no cambia es el estilo compositivo de Jlin: sus canciones son siempre construcciones lineales e impredecibles, cuyos motivos no suelen durar más de medio minuto y rara vez se repiten
Eso sí, aunque las influencias sean más amplias y el sonido más rico, lo que no cambia es el estilo compositivo de Jlin: sus canciones son siempre construcciones lineales e impredecibles, cuyos motivos no suelen durar más de medio minuto y rara vez se repiten. Este carácter proteico y mutante, unido a la abrumadora precisión rítmica, hace que sus composiciones lleguen a ser hasta mareantes. La novedad, pues, es la diversidad de formas en que Jlin consigue este efecto. Hay canciones de una oscuridad absorbente, como puede ser “Speed of Darkness”, que por momentos transmite la sensación de que un agujero negro esté engullendo la canción, mientras que en otros pasajes combina la propulsividad del footwork con el efectismo del dubstep o el trance. En contraste, “Iris” presenta unos sintes arpegiados que elevan la canción hacia regiones más luminosas, incluso cuando empiezan a reverbar como si estuvieran atrapados en sí mismos. “Granny's Cherrie Pie”, por su parte, es sin duda la canción más ligera y divertida que ha editado en toda su carrera, gracias a ese alegre piano eléctrico y a esos ritmos tan bailables.
También tenemos temas que se aproximan de manera más decidida hacia subgéneros concretos, como sucede con el techno en “Auset”; mientras que otras tienen un punto más orgánico, con instrumentos de percusión sampleados, como sucede con “Eye Am” o “Challenge (To Be Continued II)”
También tenemos temas que se aproximan de manera más decidida hacia subgéneros concretos, como sucede con el techno en “Auset”; mientras que otras tienen un punto más orgánico, con instrumentos de percusión sampleados, como sucede con “Eye Am” o “Challenge (To Be Continued II)”. Al mismo tiempo, tenemos dos colaboraciones con auténticas leyendas de la clásica contemporánea. En “Sodalite”, Jlin coge las cuerdas del Kronos Quartet, las rompe en pedacitos y las pone a rebotar contra ritmos densos y cambiantes. En “The Precision of Infinity”, por su parte, la estadounidense cierra el disco con un tratamiento similar del expresivo piano del legendario compositor minimalista Philip Glass. Eso sí, los resultados son aún mejores: el contraste entre los deliciosos arpegios de Glass, los sonidos metálicos de la percusión y la textura apagada y elástica del bajo crea algunos de los pasajes más interesantes del álbum, y los momentos en que la percusión se queda sola evocan de pronto el entusiasmo callejero de una batucada. Algo similar ocurre en “Open Canvas”, donde se alternan pasajes de una aspereza brutal y casi psicodélica con otros más tranquilos, a ratos con un aroma tropical. Hacia el final, la canción se acelera de nuevo antes de concluir con un sonido que, no por casualidad, parece el de una máquina soltando vapor.
La relativa ausencia de percusión indica que quizás se trata de un nuevo horizonte para Jlin, pero desde luego este primer experimento no ha salido nada bien
Hay que decir, no obstante, que este carácter más expansivo y menos compacto hace de Akoma un disco menos sobrecogedor que Black Origami. Desde luego tiene momentos despampanantes, pero el álbum está menos cohesionado: hay canciones que dejan sin aliento, pero la sensación que genera cada una es diferente y no se refuerzan necesariamente entre sí. No solo eso, sino que hay una composición francamente desagradable: el tercer corte, “Summon”, cuyos samples de cuerdas y pequeños toques de campanillas rechinan muchísimo y me hacen querer saltar al siguiente tema cada vez. La relativa ausencia de percusión indica que quizás se trata de un nuevo horizonte para Jlin, pero desde luego este primer experimento no ha salido nada bien. Dicho lo cual, creo que hay pocas dudas de que Jerrilynn Patton es una de las mayores artistas de la electrónica actual, capaz de hacer música electrónica “de autor” sin perder por ello la conexión con las raíces del género en el baile. Akoma muestra a una artista en plena madurez y con un control envidiable de su sonido y su propuesta; incluso la fantástica portada encaja a la perfección en el universo que Jlin ha construido. Nadie debería dejarlo pasar.