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FOTOPERIODISMO DE FEDERICO HACE UN SIGLO

Dos dictaduras censuraron el “Albayzín” del “periodista” García Lorca

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 22 de Octubre de 2023
Extraordinario trabajo de Gabriel Pozo Felguera que nos descubre la faceta menos conocida del poeta universal, centrado en su artículo sobre el afamado barrio, que reconstruye, con un final magistral del mejor cronista de Granada.
El Albayzín a principios de siglo XX, tal como lo conoció y describió García Lorca.
El Albayzín a principios de siglo XX, tal como lo conoció y describió García Lorca.
  • Su artículo “Albayzín” fue más conocido por las revistas Reflejos (1925) y Granada Gráfica (1957), con alteraciones de los censores, que por su primer libro “Impresiones y paisajes”

Federico García Lorca fue conocido en Granada antes como “periodista” que como poeta y dramaturgo. Y lo fue masivamente porque uno de sus primeros trabajos se dio a conocer en la revista local Reflejos. Se trató de su artículo Albayzín. Este texto había sido recogido ya en 1918 en su primer libro, Impresiones y paisajes; un libro iniciático en el que vertió todos sus escritos de juventud (viajes de estudios, paisajes de la Vega y entorno de la ciudad). Este libro pasó sin pena ni gloria. Peor aún: fue un rotundo fracaso del que renegó el poeta y acabó quemándolos casi todos. En este reportaje reproducimos en facsímil el artículo “Albayzín” de 1925 y 1957, con fotos comparativas actuales para entender la evolución urbana del barrio alto de Granada.

En 1918, el casi adolescente Federico, sólo había publicado pequeñísimas colaboraciones en prensa. No era nadie en la vanguardia literaria granadina, menos aún en el de la literatura nacional. 'Impresiones y paisajes' fue un volumen de corto recorrido

En 1918, el casi adolescente Federico, sólo había publicado pequeñísimas colaboraciones en prensa. No era nadie en la vanguardia literaria granadina, menos aún en el de la literatura nacional. Impresiones y paisajes fue un volumen de corto recorrido: la cubierta es un dibujo modernista de Ismael González de la Serna; el interior está poco pulido; la edición de la imprenta Paulino Ventura Traveset la pagó su padre. El resultado de aquella primera edición fue un fiasco comercial: el propio autor profetizó en el prefacio de su libro que, tras “unos días en los escaparates, y después al mar de la indiferencia”. Y así ocurrió, apenas se vendió y la mayoría de cajas quedaron arrumbadas en un rincón del ángulo oscuro. El poeta se fue deshaciendo de ellos con regalos a lo largo de los meses siguientes, hasta que los destruyó. Han pervivido poquísimos ejemplares, la mayoría en instituciones oficiales. Su rareza hizo que se subastara uno de ellos en Londres, en 2012, por un precio de 9.380 euros.

Retrato de Lorca en 1919. En la derecha, portada de su libro Impresiones y Paisajes (1918).

Miguel la Chica decidió sacar una revista literaria e ilustrada con la abultada ayuda económica familiar y apuntalada por gran cantidad de publicidad debido a las relaciones empresariales y comerciales de la numerosa y riquísima tribu de Lachiquistas

Entre los contados lectores que adquirieron un ejemplar se encontraba Miguel la Chica y Díaz de la Guardia (1905-1931). Era siete años más joven que Federico; coincidía con él en las actividades del Centro Artístico. Muchacho con pretensiones literarias y muy viajado. Era hijo de Juan Ramón la Chica y Mingo, aquel hacendado y todopoderoso cacique que dominó la política granadina desde finales del XIX y hasta su aparatoso derrocamiento en la revolución estudiantil y proletaria de 1919. Miguel la Chica decidió sacar una revista literaria e ilustrada con la abultada ayuda económica familiar y apuntalada por gran cantidad de publicidad debido a las relaciones empresariales y comerciales de la numerosa y riquísima tribu de Lachiquistas.

Miguel Lachica y portada de su revista Reflejos (mayo 1925) donde debutó Lorca como periodista con el artículo “Albayzín”.

'Reflejos', con un diseño e impresión más modernos que su competidora 'Granada Gráfica', salió al mercado en diciembre de 1924. Su joven director (de sólo 19 años) contó desde los primeros números con colaboraciones de periodistas, escritores y pintores nacionales y de la vanguardia artística local

Reflejos, con un diseño e impresión más modernos que su competidora Granada Gráfica, salió al mercado en diciembre de 1924. Su joven director (de sólo 19 años) contó desde los primeros números con colaboraciones de periodistas, escritores y pintores nacionales y de la vanguardia artística local, de la categoría de Antonio Gallero Burín, Constantino Ruiz Carnero, Francisco López Rubio, Juan Cristóbal, Fermín Garrido Quintana, Antonio López Sancho, Luis Seco de Lucena, José Carazo, Francisco García Lorca, Gabriel Morcillo, Indalecio Romero de la Cruz, Wenceslao Fernández Flórez, Blasco Ibáñez, etc. Incluía abundantes fotografías aportadas por los mejores retratistas del momento; el principal de todos, el profesor de Fotografía de la Escuela de Artes y Oficios Rogelio Robles Romero-Saavedra (más conocido como Robles Pozo. 1882-1952). Éste fue el fotógrafo cuasi oficial de la mayoría de retratos de juventud de García Lorca y de Manuel de Falla; se las hacía en su estudio del desaparecido Carmen de Puerta Monaita (por encima del Carmen de la Cruz de la calle Zenete).

En la caricatura del Cante Jondo (1922) aparecen Lorca y Robles Pozo (en los círculos) como miembros organizadores, la avanzadilla cultural de la época.

Tras la machacona insistencia de Miguel la Chica, Federico le autorizó a que desempolvara su libro 'Impresiones y paisajes', copiara su artículo 'Albayzín' y lo presentara como novedoso. No le importaba, apenas era conocido el escrito por la escasa difusión que tuvo el libro de juventud

Federico siempre prometía entregar algún original a la revista Reflejos, pero pasaron los dos primeros números y no cumplió su promesa. Ya estaba viviendo en Madrid; se había hecho amigo de Salvador Dalí, tonteaba con el de Cadaqués; además, estaba enfrascado en la preparación La Zapatera Prodigiosa, avanzaba con Mariana Pineda. Tras la machacona insistencia de Miguel la Chica, Federico le autorizó a que desempolvara su libro Impresiones y paisajes, copiara su artículo Albayzín y lo presentara como novedoso. No le importaba, apenas era conocido el escrito por la escasa difusión que tuvo el libro de juventud.

El director de Reflejos decidió dedicarle cinco páginas al artículo. García Lorca le pidió que lo ilustrase artísticamente con unas interesantes aportaciones gráficas encargadas a Rogelio Robles Pozo. Concretamente nueve fotografías de rincones castizos del caserío albaicinero que habían recorrido juntos el poeta y el fotógrafo en el otoño de 1924. El artículo Albayzín fue de este modo conocido ampliamente por los lectores de Granada en el número de mayo-junio de 1925 de Reflejos. Se imprimían nada menos que 15.000 ejemplares y se vendían al precio de 1 peseta. Aquella revista Reflejos resultó todo un éxito por la calidad de sus contenidos (Continuó publicándose hasta el número 71, en junio de 1931, en que falleció su director/propietario a la edad de 26 años).

'Albayzín', a pesar de ser un texto de juventud, ya anticipa el lirismo y la sensibilidad del joven poeta para captar y trasladar a papel la realidad del viejo barrio morisco granadino. Está lleno de sonidos, aromas y texturas, también de fealdades, miseria y tópicos rancios

Albayzín, a pesar de ser un texto de juventud, ya anticipa el lirismo y la sensibilidad del joven poeta para captar y trasladar a papel la realidad del viejo barrio morisco granadino. Está lleno de sonidos, aromas y texturas, también de fealdades, miseria y tópicos rancios. Se percibe escrito por un adolescente burgués que, vestido de blanco del Nilo y con zapatos de charol, ha ido de excursión al gueto de los pobres de su ciudad. Le extrañan sobremanera los animales excretando por las calles, los cantos rodados en las cuestas del empinado barrio, la variedad de prostitutas ofreciéndose por unas pesetas, los campos de chumberas y pitas secas. El Albayzín que vio y vivió Federico en 1918 había cambiado muy poco con relación al que se conformó a finales del XVI tras la expulsión de los moriscos y su reemplazo por cristianos viejos.

Las aportaciones gráficas de Robles Pozo son, un siglo después, pieza interesantísima que apuntala las impresiones de García Lorca sobre este barrio alto de Granada en el que, aún hoy, se vive como en un paréntesis: en Plaza Larga y calle Pagés continúa diciéndose “Voy a Granada”, para referirse a que va de visita a la zona céntrica de la ciudad.

Cinco páginas de moderno diseño, con nueve fotografías de Robles Pozo, que publicó Reflejos en su número de mayo de 1925. Las firmas del articulista y del fotógrafo van en la última página.

Censurado por dos dictaduras

La nota más curiosa de esta primera colaboración periodística de enjundia firmada por Federico García Lorca es que su Albayzín fue censurado. En el original de 1918 aparece tal como él lo dio a la imprenta, pero en 1925 las condiciones políticas y, por tanto, de libertad de imprenta, habían cambiado bastante. Si en 1918 hubo un gobierno de concentración nacional de Antonio Maura y se respiró cierta libertad; en cambio, en 1925 cuando salió el artículo en Reflejos, España se encontraba bajo la dictadura del general Primo de Rivera. Los gobernadores civiles y alcaldes tenían encomendada la responsabilidad de controlar, previamente, lo que se publicaba.

La cambiaron por “hetáiras” (con acento), término poco usual que resultaba mucho más poético. Los lectores debieron pensar que sería una cursilada más del joven poeta, no el resultado de la censura. La prensa derechista lo criticó despectivamente o lo obvió

El original de Albayzín fue censurado sibilinamente por el funcionario de guardia. En el texto original de 1918 aparecía tres veces la palabra “prostitutas”. La cambiaron por “hetáiras” (con acento), término poco usual que resultaba mucho más poético. Los lectores debieron pensar que sería una cursilada más del joven poeta, no el resultado de la censura. La prensa derechista lo criticó despectivamente o lo obvió.

Ítem más. A este artículo Albayzín parece haberle caído la maldición del mal de ojo. También fue elegida como colaboración literaria para otra nueva revista ilustrada que se publicó en Granada entre 1952 y 1974. Fue promovida por el periodista falangista José Félix Quesada Pomares. Se llamó Granada Gráfica (como la otra de 1920-36). Esta revista mostró atracción por la obra y la figura de Federico García Lorca; desde su primer número, sorteando la censura y el tabú de no poder casi mencionar el nombre del poeta asesinado, en 1952 publicó algunos poemas (Prendimiento de Antoñito el Camborio); buscó a gitanas que refiriesen a Lorca casi como un calé más; una colaboración de Pemán hablaba de Lorca; incluso M. Fernández Almagro escribió sobre los primeros versos de García Lorca, al que había conocido en el Centro Artístico en 1915. Incluso en 1956 dedicó tres páginas a reproducir el artículo Paraíso cerrado, con varias fotografías.

En 1954 y 1956, la revista Granada Gráfica, ligada a militantes de Falange, se permitía publicar textos e ilustraciones sobre Lorca.

En 1957, la dirección de Granada Gráfica reprodujo el artículo Albaicín (con i latina y ce) en dos apretadas páginas que fueron ilustradas por el jovencísimo Enrique Villar Yebra. El mismo artículo volvía a salir en prensa local, sin que Federico ni sus herederos pudiesen dar su autorización: uno llevaba 21 años asesinado; la familia, en el exilio. En esta ocasión también el artículo lorquiano hubo de pasar la censura, la franquista. Mucho más dura y sin contemplaciones. Las tres “prostitutas” tuvieron peor suerte: “prostitutas errantes” fue directamente eliminada del original; “prostitutas viejas” quedó sólo en “viejas”; y “prostitutas de ojos grandes” fue cambiada por “mujerucas de ojos grandes”.

En ambos casos, el cajista o tipógrafo que copió el texto se permitió hacer algunas correcciones o meter erratas.” Idiotizadas” del original lo dejó en “idiotizas”; “runrún” lo puso como “rum rum”; además del algún que otro acento mal colocado o desaparecido

En ambos casos, el cajista o tipógrafo que copió el texto se permitió hacer algunas correcciones o meter erratas.” Idiotizadas” del original lo dejó en “idiotizas”; “runrún” lo puso como “rum rum”; además del algún que otro acento mal colocado o desaparecido.

El artículo Albayzín original fue dedicado por Federico a su amigo y compañero de estudios secundarios Lorenzo Martínez Fuset; era un joven de Úbeda, hijo de un abogado, que estuvo estudiando bachiller en Granada. Fue un admirador no correspondido por Lorca.

El libro Impresiones y paisajes fue, por fin, ampliamente conocido en Sudamérica (y a escondidas en España) a partir de la edición de obras completas que hizo Guillermo de Torre (Ed. Losada, 1938, Argentina); hubo que esperar hasta 1973 para que Editorial Aguilar sacara otro recopilatorio en que lo incluyó. A partir de los años ochenta se han hecho algunas ediciones facsímiles o parciales.

Mismo artículo “Albayzín”, en este caso en la revista Granada Gráfica (1957), con dos ilustraciones de Enrique Villar Yebra. También fue censurado y mutilado el texto original.

Del Albayzín de Lorca (1925) al Albayzín de hoy (2023)

Me he entretenido en escudriñar el barrio del Albayzín tratando de identificar los nueve rincones que fotografió Rogelio Robles Pozo para ilustrar el artículo de García Lorca como periodista. En algunos casos ha resultado bastante fácil, porque las modificaciones del paisaje urbano no son demasiado significativas; en cambio, otros rincones se parecen muy poco a como era el barrio alto de Granada hace casi un siglo. En 1925 lo habitaban más de treinta mil personas, con mucha actividad de tipo artesanal y muchas carencias; hoy apenas se sobrepasan los 8.000 vecinos.

Las nueve fotografías que siguen están colocadas en el mismo orden en que las publicó la revista Reflejos en 1925

Lo acompaño de un texto descriptivo de mi cosecha, con los ojos de un vecino que lo disfruta (y sufre en ocasiones) desde hace casi cuatro décadas. Las nueve fotografías que siguen están colocadas en el mismo orden en que las publicó la revista Reflejos en 1925, para quien desee comparar los cambios.

Plaza-Mirador de San Nicolás. Es la panorámica que menos ha cambiado en el último siglo. La cruz está en su sitio, el pretil es el mismo. Sólo el empedrado es nuevo y los árboles más jóvenes. De plaza para juegos de niños del barrio se ha convertido en el principal mirador de la Alhambra y Sierra Nevada. Siempre está atestada de turistas.
Bifurcación de la Cuesta del Chapiz (izquierda) y San Buenaventura. Los volúmenes de las construcciones son muy similares. El empedrado tradicional ha dejado paso al asfalto. En la casa hay hoy una tienda de souvenirs.
Carmen del Almed en la actualidad, con entrada por Aljibe de Trillo y parte baja hacia Placeta del Almed. El mirador ha sido acristalado, la vegetación ha aumentado. La foto no se ha podido hacer desde el mismo ángulo porque hoy lo ocupa una piscina. Es propiedad de un hombre de negocios suizo, que sólo la ocupa esporádicamente.
Calle San Martín en la actualidad, que desemboca en la Cuesta del Chapiz. El árbol que aparece a la derecha continúa vivo un siglo después. Al fondo, la Ermita de San Miguel corona la ladera del Cerro del Aceytuno, donde ahora hay casas-cuevas. Todas las casas son nuevas, más altas, pero la estructura es casi la misma.
Placeta del Abad. Es uno de los lugares más cambiados con relación a la foto de 1925. La callecilla perpendicular del centro es San Agustín Alta. Hoy este espacio está empedrado y sembrado de árboles. La casa del mirador y la balconada están en ruina, con el balcón superior desaparecido y los muros sujetos por unos hierros. La puertecilla ha dejado lugar a una ventana. Solamente la ventana de cuarterones es original. Encima quedan ménsulas que soportaron una especie de retablo hace años. A la izquierda, donde tomaban el solo abuela y sus cabras, hay un edificio de dos plantas y el portón de una cochera. 
Confluencia de las calles del Almirante, Gumiel de San José y Aljibe del Gato. Han aparecido nuevas puertas y dos miradores. La portada del gato fue la salida natural de la Casa del Tinte (bajo la cual ha aparecido un baño romano recientemente). Toda la manzana de la derecha es hoy propiedad de una acaudalada familia de Londres.
Calle Iglesia de San Bartolomé. Las casas de la acera izquierda han aumentado una planta y tapan la antigua vista de una de las torres más estéticas del Albayzín. Se le suma un feo muestrario de cableado y aparatos de aire acondicionado. Sólo ha mejorado la floresta. Varias de las viviendas están desocupadas y/o en ruina.
Calle de San Luis, por encima del Aljibe de la Vieja. Al fondo se ve la Alhambra, con las torres de las Infantas y la Cautiva.

Placeta de la Cruz Verde. Las dos casas de la derecha están separadas por la callejuela de Babolé (que no se aprecia en la foto antigua). Rincón coqueto del siglo XVIII. La casa del rincón (Babolé, 1) va a ser reconvertida en apartamentos turístico

Albayzín 2023

Cuando Carmela regresó al Albayzín, tras casi cuarenta años de exilio, exclamó: “¡Cuánto ha crecido y enreciado el barrio de mi niñez!”. En su calle del Aljibetrillo ya no quedaba ningún vecino conocido, todos se habían marchado a poblar las barriadas del Zaidín y La Chana. La mujer regresó a México, donde debió morir de nostalgia por su Albayzín, a finales del siglo XX, casi centenaria.

El Albayzín bucólico, lírico y ensoñado por Lorca en 1918 nada tiene que ver con el actual. Tampoco el idealizado y mitificado por Carmela en su exilio mexicano. Para bien y para mal. Que nadie lo busque, porque no lo hallará

Carmela era de la quinta de Federico García Lorca. Trabajó tejiendo en una modesta atarazana del barrio, luego fue sirvienta en una casa rica de la Gran Vía. Su padre era jornalero y pastor en la finca de Cortes, por eso solía hacer el Sampedro y recorrer varias casuchas del Albayzín que le prestaba el amo de turno. Hasta que se casó con un anarquista de la fábrica de Pólvoras. Huyeron a América después del bombardeo y asesinatos en julio de 1936. Esa fue la última estampa que se llevó grabada del barrio de su niñez.

Porque en el Albayzín hay muchos Albayzines: Plaza Larga, calle Pagés, Haza Grande antiguo, San Miguel nuevo, San Juan de los Reyes-San Pedro, el Zenete, el Barrichuelo, San Miguel Bajo, San José, Caldererías-San Gregorio, San Bartolomé-San Cristóbal, la Vereda de Enmedio, Cármenes de la Muralla...

El Albayzín bucólico, lírico y ensoñado por Lorca en 1918 nada tiene que ver con el actual. Tampoco el idealizado y mitificado por Carmela en su exilio mexicano. Para bien y para mal. Que nadie lo busque, porque no lo hallará. Es difícil entender cómo hace un siglo el Albayzín lorquiano podía albergar a más del doble de población que en la actualidad. En menos de la mitad de viviendas. Familias numerosas apiñadas en minúsculas habitaciones. El Albayzín ha crecido a costa de espacios que antes fueron chumberas, pitas o baldíos. Hazas donde pastaban las cabras y el abundante padrón de asnos. Mulas, muy pocas, porque ésas eran de agricultores ricos. Y en el Albayzín la mayoría eran pobres artesanos, empleados y jornaleros. Hoy el Albayzín ha crecido tanto que incluso ha desbordado el cinturón de la cerca de Don Gonzalo que lo fajaba. Porque en el Albayzín hay muchos Albayzines: Plaza Larga, calle Pagés, Haza Grande antiguo, San Miguel nuevo, San Juan de los Reyes-San Pedro, el Zenete, el Barrichuelo, San Miguel Bajo, San José, Caldererías-San Gregorio, San Bartolomé-San Cristóbal, la Vereda de Enmedio, Cármenes de la Muralla, etc.

¿Qué fue del balcón de los pintores, de la casa la Lona, del carmen de las Maravillas, de la Casa del Tinte, de la calle del Tesoro?

Las casas y cármenes han continuado trepando en vertical, unos sobre otros, como cangrejos intentando escalar de un cubo lleno. Las paratas de viñas y ajos han dejado paso a piscinas, jardines y pérgolas enredadas de madreselva. Los cipreses se han reproducido hasta el infinito, como en los mejores cementerios. El Albayzín de hoy parece estar de estreno, es lujoso en sus construcciones. Salvo alguna calva pendiente de albañilería, más por dificultad en el acceso que por desinterés en rehabilitarla. El resultado ha sido la desaparición de la imagen romántica que nos ha llegado a través de dibujos, pinturas y fotografías del siglo XIX. Hoy es prácticamente imposible encontrar un rincón intacto o similar a cómo lo plasmó la cámara de Robles Pozo hace un siglo. Se puede ver la comparación entre el facsímil de 1925 y las fotografías actuales que acompañan este texto. ¿Qué fue del balcón de los pintores, de la casa la Lona, del carmen de las Maravillas, de la Casa del Tinte, de la calle del Tesoro?

Hoy no queda ninguna calle terriza, se ve alguna irregularmente empedrada, pero sin cantos sueltos que rueden ladera abajo

Hoy no queda ninguna calle terriza, se ve alguna irregularmente empedrada, pero sin cantos sueltos que rueden ladera abajo. Las cuestas zigzagueantes lucen, en su mayoría, empedrados de finos cantos blancos y negros, con vistosas filigranas, adornos y bordillos. Parecen labrados por los míticos empedradores El Pimiento y El Tomate. Pero no, en su mayoría han salido de la mano de El Mudo. En las vías principales –de adoquines de granito gallego y extremeño – hace muchas décadas que no suenan las herraduras de semovientes; los últimos burros del Albayzín fueron los del Piki, muertos y enterrados con sus serones a finales del siglo XX. Su descargadero de materiales junto a la muralla de Fajalauza es reutilizado por los ruidosos dumpers de todos los tamaños y potencias, para poder acceder a cualquier rincón de la trama musulmana, tenga o no escaleras.

El cable, el mayor ser viviente del Albayzín, igual que el micelio que da vida a la inmensa seta que es este Albayzín pegado a Granada, un ser vivo reproducido sobre sí mismo, en la cepa de antigua acrópolis de Iliberri

El Albayzín de hoy está macizado. Pero ha ganado en limpieza, exorno exterior y calidad de servicios. El milenario sistema de reparto de aguas con la Acequia Aynadamar, con sus aljibes, cauchiles, partidores, lavaderos públicos y ladrones de agua, dejó de existir hace ya más de medio siglo. Hoy tenemos agua potable, desagües residuales, electricidad, teléfono, wifi, fibra, vehículos y gas natural en casi todas las casas del barrio. Hemos ganado en comodidad. A cambio de varias servidumbres: ruidos de motocicletas y coches aparcados en los rincones y callejas más inverosímiles. Nuestras impolutas fachadas enjalbegadas se van enredando más y más en una tupida telaraña de cables negros, madejas retorcidas, que saltan de una fachada a otra como chinches franceses en la oscuridad. Nos trae la electricidad, la imagen y el sonido por capilaridad; el cable, el mayor ser viviente del Albayzín, igual que el micelio que da vida a la inmensa seta que es este Albayzín pegado a Granada, un ser vivo reproducido sobre sí mismo, en la cepa de la antigua acrópolis de Iliberri.

Pocos niños pueblan sus calles. Sólo dos campaniles llaman ya a oración de monjas de clausura. Muchas lenguas ululan por las callejas

Pocos niños pueblan sus calles. Sólo tres campaniles llaman ya a oración de monjas de clausura. Muchas lenguas ululan por las callejas. El repiqueteo de herraduras en las piedras se ha transformado en chirriar de ruedas de maletas. Los grupos de tejedoras en la calle o las tertulias de sillaenea en los atardeceres los suplen inmensos rebaños de turistas malguiados y malestacionados por los jóvenes de freetour.

Mi Albayzín se ha convertido hoy en un gran resort, un gigantesco apartamento turístico. Cármenes, corralas y casonas los han transformado en espacios para el turismo

En el Albayzín vamos quedando sólo los viejos. Hijos y nietos emigraron buscando adosados en las afueras con mejor acceso, jardín y piscina. Sus lugares los ocupan extranjeros ricos y parejas jóvenes itinerantes. Y turistas transeúntes, turistas a montones. Mi Albayzín se ha convertido hoy en un gran resort, un gigantesco apartamento turístico. Cármenes, corralas y casonas los han transformado en espacios para el turismo. Y la suma sigue. Son gentes que vienen, miran, admiran, duermen y desaparecen.  No sé si se reproducirán. No tienen tiempo de abrir sus oídos para escuchar el canto de vísperas del mediodía de las monjas (buena parte extranjeras) de clausura de San Gregorio, Tomasas y Santa Isabel la Real, las únicas que habitan el barrio de la docena de conventos que hubo hace un siglo. Ni tampoco de oler los galanes de noche ni la flor de azahar que se abren al frescor de la tarde; porque de los dos hay hoy más que nunca, si bien encerrados en paraísos interiores de los cármenes particulares. Geranios y chumberas van quedando menos, unas extrañas plagas han acabado con ellos.

El Albayzín se ha convertido cada noche la Roma a la que dan todos los caminos de los botelloneros, propios y agregados. Y de graffiteros que sólo saben emporcar paredes

El Albayzín se ha convertido cada noche la Roma a la que dan todos los caminos de los botelloneros, propios y agregados. Y de graffiteros que sólo saben emporcar paredes. No hay mirador, malecón o jardincillo que mire a la Alhambra o a la puesta de Sol, que no se llene cada noche de jóvenes provistos de bolsas con cocacolas, alcohol y chuches para pasar la velada. El sonido de la noche ya no es la campana de la Vela ni el canto del gallo ni el silencio del alba, sino el chundachunda del reguetón. Luego, al amanecer, aparece el sembrado de cristales rotos y bolsas, cuán patatar hozado por jabalíes tras sus correrías nocturnas. Y eso sin mencionar los rincones elegidos para sus alivios mundanos.

El mismo lugar donde, secretamente, se les leían y escribían las cartas a los novios y maridos encarcelados por rojos

Hace ya más de dos décadas que aquí no queda ninguna prostituta, hetaira, meretriz, cortesana, pelandusca, buscona, ramera, golfa, fulana, lumia, furcia, zorra o, simplemente, puta. Al menos que se anuncie y ejerza públicamente.  Las hubo de todas las especialidades, desde la más vulgar a verdaderas señoras, en su mayoría colocadas desde la Placeta de San Gregorio hasta la iglesia de San Juan de los Reyes. Y alguna más por libre. Eran las que iban a curarse a la botica de Doña Rosario Calvo-Flores, en la Calderería. El mismo lugar donde, secretamente, se les leían y escribían las cartas a los novios y maridos encarcelados por rojos.

Ven, a lo lejos, un cielo que ya no es azul, de horizonte difuminado por el humo de las máquinas o la calima veraniega. La Catedral emerge empequeñecida por impersonales edificios levantados en los peores momentos de la especulación tan granaína

Los turistas se despiden del Albayzín sin haber conseguido ver desde San Nicolás la puesta de sol más bonita del mundo. Ni oír los cantes granaínos con guitarras rasgadas. Ven, a lo lejos, un cielo que ya no es azul, de horizonte difuminado por el humo de las máquinas o la calima veraniega. La Catedral emerge empequeñecida por impersonales edificios levantados en los peores momentos de la especulación tan granaína. Oyen aporrear una guitarra que no suena a fandango ni reja, sino a rumba catalana y cassette de gasolinera. Las antiguas echadoras de cartas, brujas y nigromantes que tanto asustaban a Federico son hoy unas inofensivas post-hippies refugiadas en cuevas del Sacromonte o ladera de San Miguel, entretenidas extendiendo sus artesanías sobre el empedrado ardiente del suelo de San Nicolás. Las tiendas de Casa Ninguno y los colmaos de las Caldererías se han reconvertido en teterías de cartón-piedra y tiendas de cuero puro marroquí made in China.

A pesar de todas las quejas dichas y escritas, el Albayzín es el lugar más hermoso del mundo. El barrio ideal donde vivir. También para morir.

Gabriel Pozo Felguera