'Violar no es un deporte'
Es imposible no sentir repugnancia por algunas conductas humanas, especialmente por aquellas que devoran a otras personas, se apropian de sus vidas y de sus cuerpos. Y aún es peor cuando la sociedad, en su conjunto, no da la espalda a quienes se arrogan, permanentemente, el derecho a pasar por encima de cualquier obstáculo que impida el cumplimiento de sus deseos o caprichos mientras se disfruta de la fama, el poder, el dinero y el éxito. Las mujeres, en general, llevan siglos soportando esa gran losa de ser juzgadas sin piedad cuando las dudas sobre sus testimonios prevalecen frente a los hechos demostrados.
Cualquier argumentación vale para exculpar al ídolo del balón y revictimizar a una mujer que, afortunadamente, supo actuar con la serenidad suficiente y dirigirse a un hospital para demostrar, con pruebas, lo que había ocurrido. Por eso Alves está en la cárcel. Las pruebas están en el juzgado
Es inquietante y profundamente despreciable la pena mostrada por el entrenador del F.C. Barcelona ante la entrada en prisión del jugador de fútbol Dani Alves tras ser acusado de violar a una joven de 23 años en una discoteca de Barcelona. Realmente, sería difícil asegurar cuál de las dos conductas es más detestable. Si bien el presunto violador cometió la agresión, el respaldo del entrenador es el fiel reflejo de una sociedad que no sanciona conductas agresivas y violentas cuando las damnificadas son mujeres. Ejemplos tenemos varios. Ahí está también la tristeza declarada por Woddy Allen ante las acusaciones de varias actrices contra Harvey Weinstein, productor de algunas de sus películas, o las declaraciones de cantantes y bailarinas sobre los abusos sexuales presuntamente cometidos por Plácido Domingo a las que, simplemente, pidió perdón, porque eso sí, él es todo un caballero. Y, si de famosos hablamos, se puede recordar también a Maradona o Roman Polanski.
Junto a la sentida pena de los compañeros de profesión y la profunda tristeza de los amigos que, a pesar de la cercanía, nunca se dieron cuenta que compartían mesa y mantel con depredadores sexuales, se sitúa la condena social a la víctima, la permanente duda sobre la veracidad de su testimonio y el implacable juicio sobre su comportamiento. En el caso de Alves, no han faltado quienes aseguran que se lo ha inventado todo, que sólo busca notoriedad, que quiere dinero o que es una denuncia falsa. Cualquier argumentación vale para exculpar al ídolo del balón y revictimizar a una mujer que, afortunadamente, supo actuar con la serenidad suficiente y dirigirse a un hospital para demostrar, con pruebas, lo que había ocurrido. Por eso Alves está en la cárcel. Las pruebas están en el juzgado.
No avanzaremos en la protección de las mujeres si la sociedad no las acompaña, si su palabra continúa sin tener el valor que se merece y si los agresores no pierden ese reconocimiento social que avala cualquiera de sus conductas
No avanzaremos en la protección de las mujeres si la sociedad no las acompaña, si su palabra continúa sin tener el valor que se merece y si los agresores no pierden ese reconocimiento social que avala cualquiera de sus conductas. No olvidemos tampoco, que estos violentos son referentes para otros. El fútbol, que tantas pasiones levanta en nuestro país, fabrica continuamente héroes para la infancia y la juventud que, acompañados de sus padres y madres, acuden a los estadios para ver jugar a equipos que mantienen en sus vestuarios a presuntos delincuentes. ¿Qué mensaje estamos dando a estos menores como sociedad? ¿Cómo se les puede explicar que el portador de la camiseta a quien festejan sus goles se dedica, en sus horas de ocio, a violar mujeres? ¿Es posible volver a llevar a estos menores a un estadio para jalear las hazañas deportivas de aquellos que tratan a mujeres como objetos, con violencia y sin ningún respeto? Y, si el propio entrenador siente pena por el jugador ¿se está dejando entrever que este último está siendo tratado injustamente? ¿Se le está ayudando a intercambiar los papeles con la víctima real de la agresión para presentarle como un pobrecillo mártir objeto de los pérfidos manejos de una mala mujer que le engatusó con malas artes después de hacerle beber una pócima mágica para anular su voluntad y llevarle al oscuro averno?
Tal es la presión social que las mujeres soportamos que, incluso, la propia víctima ha anunciado ya que renunciará a cualquier indemnización por el delito cometido sobre ella a la que tiene derecho, en el supuesto de que Dani Alves sea condenado
Tal es la presión social que las mujeres soportamos que, incluso, la propia víctima ha anunciado ya que renunciará a cualquier indemnización por el delito cometido sobre ella a la que tiene derecho, en el supuesto de que Dani Alves sea condenado. ¿Es justo? No. Cualquier cantidad económica no resarcirá a la víctima de aquellos momentos vividos, de la humillación sufrida y del trato vejatorio recibido por un hombre que no aceptó ser rechazado, que presuntamente decidió cometer un delito para hacer valer su poder. Pero es su derecho.
Este caso está ocupando muchas horas en los medios audiovisuales y páginas en los medios escritos pero, recordemos, que en España se denuncia una violación cada cuatro horas y que las víctimas siguen siendo las mujeres. Ninguna de ellas ocupa tanto espacio mediático pero el dolor de las agredidas es el mismo. Señores, sellen sus braguetas con silicona si han colocado su cerebro dentro, si no son capaces de respetar a la mitad de la humanidad. Dejen de comportarse como energúmenos porque a las mujeres ya no se nos pone nada por delante.